Cuatro días para declarar una guerra fría. El fracaso del intento británico de provocar un conflicto de gran envergadura con Rusia

Británicos 1

La semana pasada fue extraordinariamente rica en acontecimientos. Pero ningún medio de difusión fue capaz de reportarlos porque todos escondieron deliberadamente ciertos hechos para proteger la narración que su gobierno hacía de ellos. Londres trató de provocar un conflicto de gran envergadura. Pero perdió ante Rusia, Trump y Siria.

El gobierno británico y algunos de sus aliados, como el secretario de Estado Rex Tillerson, trataron de desatar una guerra fría contra Rusia.

El plan era, por una parte, montar un atentado contra un ex agente doble en Salisbury y, por otro lado, orquestar un ataque químico contra los “rebeldes moderados” en la Ghouta. Los conspiradores pretendían aprovecharse del esfuerzo de Siria por liberar los alrededores de su capital y la desorganización que la elección presidencial provocaría en Rusia. Como resultado de esas manipulaciones, el Reino Unido empujaría a Estados Unidos a bombardear Damasco, incluyendo el palacio presidencial, y exigiría a la Asamblea General de la ONU que excluyera a Rusia del Consejo de Seguridad.

Pero los servicios de inteligencia de Siria y Rusia recibieron información de lo que se tramaba. Y adquirieron la certeza de que los agentes estadounidenses que estaban preparando, en la Ghouta, un ataque químico contra la propia Ghouta no dependían del Pentágono sino de otra agencia estadounidense.

En Damasco, el viceministro sirio de Exteriores, Faysal Meqdad, convocó con carácter urgente, el 10 de marzo de 2018, una conferencia de prensa para alertar a sus conciudadanos. Por su parte, Moscú trató primeramente de dirigirse a Washington por vía diplomática. Pero, consciente de que el embajador estadounidense en Rusia, Jon Huntsman Jr., es miembro del consejo de administración de Caterpillar, firma estadounidense que proporcionó a los yihadistas el equipamiento especial para la construcción de los túneles necesarios para sus fortificaciones, optó después por evitar los canales diplomáticos normales.

Veamos cómo fueron encadenándose los acontecimientos:

12 de marzo de 2018

El Ejército Árabe Sirio ocupa en la Ghouta dos laboratorios de armas químicas –el primero, el 12 de marzo, en la localidad de Aftris y el segundo, al día siguiente, en Chifonya. Mientras tanto, la diplomacia rusa trata de que la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) se implique en la investigación criminalística sobre el incidente de Salisbury.

En Londres, ante la Cámara de los Comunes, la primera ministra británica, Theresa May, acusa violentamente a Rusia de haber ordenado el atentado de Salisbury. La señora May afirma que el ex doble agente Serguei Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con una sustancia militar neurotóxica “desarrollada por Rusia” bajo el nombre de “novichok”. Dando por sentado que el Kremlin ve a los rusos desertores como blancos legítimos, la señora May declara que es altamente probable que la orden para cometer el crimen haya salido de allí.

El novichok se conoce a través de lo que han revelado dos personalidades soviéticas, Lev Fiodorov y Vil Mirzayanov. En julio de 1992, el sabio Fiodorov publicó en el semanario ruso Top Secret (Совершенно секретно) un artículo donde alertaba contra el uso –por parte de los occidentales– de armas concebidas en la Unión Soviética. Fiodorov estimaba que los occidentales podían sentirse tentados a utilizar esas armas para destruir el medio ambiente en Rusia y convertir ese país en un lugar donde fuese imposible vivir. En octubre de 1992, Lev Fiodorov publicó en Novedades de Moscú (Московские новости) un segundo artículo, teniendo como coautor a Vil Mirzayanov, un responsable del contraespionaje, para denunciar la corrupción de varios generales y revelar que esos altos militares estaban traficando con novitchok. Pero Fiodorov y su coautor ignoraban a quién podían estar vendiendo esa sustancia. Mirzayanov fue arrestado por alta traición y posteriormente liberado. Fiodorov falleció en Rusia en agosto de 2017, pero Mirzayanov vive exiliado en Estados Unidos, donde colaboró con el Departamento de Defensa.

El novichok se fabricaba en un laboratorio soviético situado en Nurus, en el actual Uzbekistán. Al desaparecer la Unión Soviética, un equipo especializado estadounidense trabajó en su destrucción. Eso quiere decir que Uzbekistán y Estados Unidos necesariamente tuvieron en su poder muestras del novichok y lo estudiaron. Por consiguiente, son capaces de producirlo.

El ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, convoca al embajador de la Federación Rusa en Londres, Alexander Yakovenko, y le plantea un ultimátum de 36 horas para que Rusia verifique si le falta alguna cantidad de novichok en su arsenal. El embajador ruso le responde que no puede faltar ninguna cantidad de novichok simplemente porque Rusia destruyó todas las armas químicas heredadas de la Unión Soviética, como consta en los documentos de verificación elaborados y aprobados por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas.

Después de una conversación telefónica con Boris Johnson, el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, condena él también a Rusia por el atentado de Salisbury.

Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU celebraba un debate sobre la situación en la Ghouta. La representante permanente de Estados Unidos, Nikki Haley, declara entonces: «Hace cerca de un año, luego del ataque con gas sarín perpetrado en Khan Cheikhun por el régimen sirio, Estados Unidos advirtió al Consejo [de Seguridad]. Dijimos que ante la inacción sistemática de la comunidad internacional, los Estados se ven a veces obligados a actuar por sí mismos. El Consejo de Seguridad no actuó y Estados Unidos golpeó la base aérea desde donde Assad había lanzado su ataque químico. Hoy reiteramos la misma advertencia.»

Los servicios de inteligencia rusos ponen en circulación varios documentos del estado mayor de Estados Unidos que muestran que el Pentágono está listo para bombardear el palacio presidencial y los ministerios sirios, siguiendo el esquema ya utilizado durante la toma de Bagdad –del 3 al 12 de abril de 2003.

Al comentar la declaración de Nikki Haley, el ministerio de Exteriores de Rusia, que siempre ha calificado la historia de Khan Cheikhun de «manipulación occidental», revela que las informaciones falsas que en aquel momento engañaron a la Casa Blanca, llevándola a bombardear la base aérea siria de Sheyrat, provenían de un laboratorio británico que nunca aclaró cómo consiguió las “muestras”.

13 de marzo de 2018

El ministerio de Exteriores ruso publica un comunicado condenando una posible intervención militar de Estados Unidos y anunciando que si algún ciudadano ruso resulta afectado en Damasco, Moscú responderá de manera proporcional ya que el presidente de la Federación Rusa es responsable de la seguridad de sus conciudadanos.

Evadiendo la vía diplomática normal, el general Valery Guerasimov, jefe del estado mayor ruso, se pone en contacto con su homólogo estadounidense, el general Joseph Dunford, para ponerlo al tanto sobre sus temores de que se produzca un ataque químico del tipo false flag (bandera falsa) en la Ghouta. El general Dunford toma el asunto muy en serio y avisa al secretario de Defensa, el general Jim Mattis, quien a su vez transmite la información al presidente Donald Trump. Ante la seguridad de los rusos de que este golpe bajo se prepara a espaldas del Pentágono, la Casa Blanca solicita al director de la CIA, Mike Pompeo, que identifique a los responsables del complot.

No sabemos el resultado de esa investigación interna pero, en todo caso, el presidente Trump adquiere la convicción de que su secretario de Estado, Rex Tillerson, está implicado. Tillerson recibe de inmediato órdenes de interrumpir su viaje oficial a África y regresar a Washington.

Theresa May escribe al secretario general de la ONU acusando a Rusia de haber ordenado el atentado de Salisbury y solicitando una reunión urgente del Consejo de Seguridad. Sin esperar respuesta, la primera ministra británica expulsa a 23 diplomáticos rusos.

A pedido de la presidente de la Comisión del Interior de la Cámara de los Comunes, Yvette Cooper, la secretaria británica del Interior, Amber Rudd, anuncia que el MI5 (la inteligencia militar interna) va a reabrir 14 investigaciones sobre muertes que, según fuentes estadounidenses, pudieran ser resultado de asesinatos ordenados por el Kremlin.

Con ese acto, el gobierno británico adopta las teorías de la profesora Amy Knight. El 22 de enero de 2018, esta sovietóloga estadounidense había publicado un libro muy extraño: Órdenes de matar: el régimen de Putin y el asesinato político. Amy Knight, considerada «la» especialista sobre el desaparecido KGB, trata de demostrar que Vladimir Putin es una especie de serial killer responsable de docenas de asesinatos políticos, desde los atentados perpetrados en Moscú en 1999 hasta el bombazo del Maratón de Boston, en 2013, pasando por la ejecución de Alexander Litvinenko en Londres, en 2006, y la de Boris Nemtsov en Moscú, en 2015. Pero confiesa que en realidad no hay ninguna prueba de las acusaciones que publica.

Los liberales europeos se incorporan al coro. El ex primer ministro belga, Guy Verhofstadt, quien ahora preside el grupo liberal en el Parlamento Europeo, exhorta la Unión Europea a adoptar sanciones contra Rusia. Su homólogo a la cabeza de los liberales británicos, Sir Vince Cable, propone un boicot europeo contra la Copa Mundial de futbol. Buckingham Palace anuncia desde ya que la familia real británica anula su viaje a Rusia.

La autoridad británica de regulación de los medios de difusión (OFCOM) anuncia que podría prohibir la televisora Russia Today en represalia por el atentado de Salisbury, aunque ese canal ruso no ha cometido ninguna violación de las leyes británicas.

En Moscú, el ministerio ruso de Exteriores convoca al embajador británico y le informa que en poco tiempo le serán comunicadas las medidas rusas de respuesta a la expulsión de los diplomáticos rusos de Londres.

Por su parte, el presidente Trump anuncia a través de Twitter que Rex Tillerson, con quien todavía no ha entrado en contacto, sale de su administración. Tillerson es reemplazado como secretario de Estado por Mike Pompeo, hasta entonces director de la CIA, quien había confirmado el día anterior la autenticidad de las informaciones que Rusia había hecho llegar al general Dunford. Al llegar Tillerson a Washington, el general John Kelly, jefe del equipo de trabajo de la Casa Blanca, le confirma que ya no es secretario de Estado.

El ahora ex secretario de Estado Rex Tillerson proviene de la burguesía texana. Su familia y él mismo han invertido en los Scouts (jóvenes exploradores) estadounidenses, asociación que presidió a nivel nacional de 2010 a 2012. Culturalmente cercano a Inglaterra, al convertirse en presidente de la megatransnacional ExxonMobile (de 2006 a 2016), Tillerson no vaciló en emprender una campaña políticamente correcta para que los jóvenes homosexuales fuesen aceptados como Scouts… y también para reclutar mercenarios en la Guayana británica. Al parecer, Tillerson es miembro de la Pilgrims Society, el más prestigioso club anglo-estadounidense presidido por la reina Isabel II. En la administración Obama había numerosos miembros de la Pilgrims Society.

Mientras fue secretario de Estado, los excelentes modales de Tillerson fueron una carta de triunfo para Donald Trump, a quien la alta sociedad estadounidense considera una especie de payaso. Tillerson entró en conflicto con el presidente sobre 3 temas importantes, que nos permiten determinar la ideología de los conspiradores:

– Al igual que Londres y que el Estado Profundo estadounidense, Tillerson creía útil demonizar a Rusia para consolidar el poder de los anglosajones dentro del bando occidental;

– al igual que Londres, Tillerson pensaba que para mantener el colonialismo occidental en el Medio Oriente había que favorecer al presidente iraní Hassan Rohani en contra del Guía de la Revolución, el ayatola Khamenei. Por eso respaldaba el acuerdo 5+1;

– al igual que el Estado Profundo estadounidense, Tillerson consideraba que el acercamiento de Corea del Norte a Estados Unidos debía mantenerse en secreto y ser utilizado para justificar un despliegue militar, dirigido en realidad contra China. O sea, Tillerson era favorable a la apertura oficial de conversaciones con Pyongyang, pero se oponía a un encuentro entre los dos jefes de Estado.

14 de marzo de 2018

Washington todavía se encuentra en estado de shock cuando Theresa May interviene nuevamente ante la Cámara de los Comunes para desarrollar su acusación, mientras los diplomáticos británicos en todo el mundo hacen uso de la palabra en numerosas organizaciones intergubernamentales para transmitirles el mensaje de Londres. “Respondiendo” a la primera ministra, el diputado Chris Leslie –miembro de la corriente de Tony Blair– califica a Rusia de Estado renegado y pide que se suspenda el estatus de Rusia como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Theresa May se compromete a analizar la cuestión, aunque subraya que esa decisión sólo puede tomarse en la Asamblea General de la ONU, para evadir el veto ruso en el Consejo.

El Consejo del Atlántico Norte –instancia suprema de la OTAN– se reúne en Bruselas a solicitud del Reino Unido. Los 29 Estados miembros de la OTAN vinculan el uso de armas químicas en Siria con el atentado de Salisbury y consideran a Rusia «probablemente» responsable de ambas cosas.

En Nueva York, el representante permanente de Rusia, Vasily Nebenzya, propone a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU la adopción de una declaración que exprese la voluntad de todos ellos de aclarar el atentado de Salisbury y que ponga la investigación en manos de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas conforme al más estricto respeto de los procedimientos y normas internacionales. Pero el Reino Unido rechaza la totalidad del texto porque no menciona a Rusia como «probablemente responsable» del incidente.

Durante el subsiguiente debate público del Consejo de Seguridad es el encargado de negocios Jonathan Allen quien representa al Reino Unido. Jonathan Allen es un agente del MI6. Es el creador del servicio británico de propaganda de guerra (RICU, siglas de Research Information and Communications Unit) y ha participado activamente en el apoyo a los yihadistas en Siria. Este personaje declara: «Rusia ya ha interferido en los asuntos de los demás países. Rusia ha violado el derecho internacional en Ucrania. Rusia desprecia la vida de los civiles, como demuestra el ataque contra un avión comercial sobre Ucrania por parte de mercenarios rusos. Rusia protege el uso de armas químicas por parte de Assad (…) El Estado ruso es responsable de este intento de asesinato.» El representante permante de Francia, Francois Delattre –formado en el Departamento de Estado estadounidense gracias a una derogación emitida por el presidente Nicolas Sarkozy–, interviene para recordar que Francia ha lanzado una iniciativa para poner fin a la impunidad de quienes utilicen armas químicas y da a entender que esa iniciativa, dirigida contra Siria, podría volverse contra Rusia.

El embajador de Rusia, Vasily Nebenzya, recuerda que el Consejo de Seguridad fue convocado a pedido de Londres, pero que la sesión es pública porque así lo solicitó Moscú. Observa que el Reino Unido viola el derecho internacional desde el momento en que trae el tema al Consejo de Seguridad mientras que mantiene a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas al margen de su investigación. Resalta que si Londres ha sido capaz de identificar el novichok es porque tiene la fórmula y que, por ende, los británicos también pueden fabricarlo. Recuerda además que Rusia ha expresado su deseo de colaborar con la Organización para la Prohibición de Armas Químicas en el más estricto respeto de todos los procedimientos internacionales.

15 de marzo de 2018

El Reino Unido publica una declaración común, firmada el día anterior junto a Francia y Alemania, y por Rex Tillerson, quien todavía era secretario de Estado de Estados Unidos. El texto se hace eco de las sospechas británicas, denuncia el uso « de un agente neurotóxico de calidad militar, de un tipo desarrollado por Rusia» y afirma que es «altamente probable que Rusia sea responsable del ataque».

El Washington Post publica una tribuna del ministro británico de Exteriores Boris Johnson mientras que el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, adopta nuevas sanciones contra Rusia. Esas sanciones no están vinculadas al asunto de Salisbury sino a las alegaciones de injerencia en la vida pública estadounidense. Sin embargo, el decreto cita el atentado de Salisbury como prueba de las pérfidas intenciones de Rusia.

Gavin Williamson, el joven secretario de Defensa británico, declara que después de la expulsión de sus diplomáticos, Rusia tendrá que «cerrar el pico» (sic). Es la primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial que un dirigente de un Estado miembro permanente del Consejo de Seguridad utiliza ese tipo de vocabulario contra otro Estado miembro de ese Consejo. El ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, comenta: «Es un joven encantador. Seguramente quiere ganarse un lugar en la historia haciendo declaraciones chocantes (…) Quizás le falta educación.»

Conclusión

En cuatro días, el Reino Unido y sus aliados han sentado las premisas de una nueva división del mundo, de una guerra fría.

Pero Siria no es Irak y la ONU no es el G8 –grupo del que Rusia se vio excluida luego de la adhesión de Crimea a la Federación Rusa y del respaldo ruso a Siria. Estados Unidos no destruirá Damasco y Rusia no será excluida del Consejo de Seguridad de la ONU.

Luego de retirarse de la Unión Europea y de haberse negado a firmar la declaración que proponía China sobre la ruta de la seda, el Reino Unido creyó realzar su imagen eliminando a un competidor. Con esta sucia maniobra, Londres creyó poder alcanzar una nueva dimensión y convertir el Reino en la «Global Britain» que la señora May anunciaba. Lo que ha logrado es destruir su propia credibilidad.

(Fuente Red Voltarire / Autor: Thierry Meyssan)

Sergey and Yulia Skripal.

Sergey and Yulia Skripal.

El “Caso Skripal”

La investigación está sólo en sus inicios, pero el gobierno de Theresa May ya tiene al culpable y se ha dado a la tarea de clamarlo al mundo. Ese culpable es la pérfida Rusia, junto a su dictador Vladimir Putin. Todo parece indicarlo… menos para quienes conocen la historia de la sustancia neurotóxica «novichok». Para los conocedores, el gentil Reino Unido y los pacíficos Estados Unidos de América también tendrían que figurar en la lista de principales sospechosos.

Los hechos no son nada complicados: el 4 de marzo de 2018, Serguei Skripal y su hija fueron víctimas, en Salisbury (Reino Unido), de un envenenamiento con una sustancia neurotóxica. Queda por averiguar quién los envenenó, cómo y por qué.

Según las alegaciones británicas, se utilizó un agente neurotóxico organofosforado de 4ª generación del tipo novichok (новичок), concebido en la Unión Soviética, y el intento de asesinato proviene del Estado ruso. Este último ha negado toda implicación en el crimen.

El siguiente análisis trata de verificar no digamos la exactitud pero sí al menos la plausibilidad de la tesis británica y algunas hipótesis alternativas.

La Convención sobre las Armas Químicas, firmada en 1993 por la mayor parte de los países que producían ese tipo de armamento, estipula el cese de toda producción de armas químicas, el desmantelamiento de los laboratorios de investigación, desarrollo y ensayo así como la destrucción de los arsenales existentes.

En el momento de la firma de la Convención, los productos del tipo «novichok» eran los más recientes y más secretos.

Hasta 80 veces más potente que el gas sarín de los años 1930, el Novichok-5, mortal en dosis de menos de 10 miligramos, es un compuesto binario cuyos dos precursores, relativamente poco tóxicos por separado, se mezclan en el momento de su aplicación, ya sea por inhalación o por contacto cutáneo o con la mucosa. Eso supone, en caso de uso cercano, la utilización de un sistema sofisticado para evitar riesgos al agresor.

Por ejemplo, una de las dos mujeres implicadas en el asesinato del medio hermano de Kim Jong-un, en Kuala Lumpur en 2017, parece haber presentado síntomas de intoxicación causada por el VX utilizado (agente neurotóxico de origen británico 8 veces menos potente el novichok).

El uso imperativo de escafandras autónomas, de un material específicamente impermeable, como ha podido verse en la televisión durante la inspección de un lugar supuestamente contaminado, es muestra de la peligrosidad del producto. Su fabricación y uso son por tanto lo bastante delicados como para no estar al alcance de personas no especializadas y bien entrenadas. Sólo se encuentran, hasta los años 2000, en instalaciones situadas en territorio de repúblicas ex soviéticas y bajo control de Moscú, responsable legal del desmantelamiento de esas instalaciones.

Esos hechos parecen justificar las acusaciones británicas que designan a Rusia como único posible culpable y, por ende, la exigencia británica de aclarar si se trata de una violación de la Convención por parte del Estado ruso o de una posible pérdida del control de esa sustancia.

Pero esa lógica aparente es al mismo tiempo ampliamente sesgada.

1- Los laboratorios gubernamentales encargados de acompañar el desmantelamiento y descontaminación de las instalaciones destinadas a la producción y ensayo de armas químicas se mantienen activos después del fin de esos trabajos con los objetivos, entre otros, de identificar agentes ilegales y descontaminar los lugares donde se hayan producido atentados. Esos laboratorios disponen –de manera totalmente legal– de pequeñas cantidades de agentes tóxicos de todos los orígenes así como de sus fórmulas y procedimientos de producción. Ejemplo de esto es el laboratorio de Porton Down, situado a 15 kilómetros de Salisbury.

2- En los años 2000, la aplicación de lo previsto en la Convención sobre las Armas Químicas se hizo compleja debido a la situación de caos subsiguiente al derrumbe de la URSS y por la independencia de las repúblicas donde se encontraban centros de investigación, de producción y de ensayo. Con pleno consentimiento de Rusia, el Departamento de Defensa de Estados Unidos dedicó importantes fondos –a escala de cientos de millones de dólares– a participar en ese trabajo. En específico, el Departamento de Defensa de Estados Unidos participó activamente en el desmantelamiento de la instalación de desarrollo y ensayo de Nukus, en el oeste de Uzbekistán, cerca de la frontera turkmenia y del desierto formado por la desecación del Mar de Aral, donde se hallaba el centro exclusivo de ensayo del Novichok-5.

Ante la convicción de los riesgos crecientes que existían en la ex URSS en cuanto a la seguridad de sus instalaciones, se implementaron las normas estadounidenses y los especialistas de Estados Unidos acompañaron a sus homólogos rusos durante los trabajos prácticos de desmantelamiento. Especialistas rusos participaron en cursos, encuentros y seminarios en Estados Unidos, donde por cierto reside el Dr. Vil Mirzayonov desde 1992, año en que reveló, como director del departamento de investigación sobre armas químicas, los avances soviéticos en ese campo –lo cual le valió ser destituido y brevemente encarcelado antes de su huida a Estados Unidos, donde colaboró con sus homólogos estadounidenses.

Esos hechos permiten concluir, con un nivel de confianza cercano a la certeza absoluta, que Estados Unidos posee la documentación exhaustiva que permite producir y controlar un novichok idéntico al soviético, incluyendo sus sistemas de aplicación, gracias a toda la documentación conexa, en particular las condiciones de los ensayos realizados en aquella instalación. El mismo grado de certeza existe en cuanto a que [Estados Unidos] posee cargas originales con diferentes sistemas de aplicación recolectados en aquella época para estudiar la descontaminación.

El atentado contra Serguei Skripal y su hija Yulia puede calificarse, sin que exista la menor duda, de provocación y no de simple ejecución. ¿Qué otro sentido puede tener un ataque con un arma tan extraordinariamente sofisticada, que no es lo suficientemente discreta como para escapar a la sagacidad de los investigadores y cuyo origen es imposible negar?

La acusación que han lanzado los británicos da por sentado que se trata de una provocación rusa. En efecto, el uso clásico de agentes tóxicos –inédito por parte de los servicios secretos– estaba dirigido a buscar la discreción. Todo el mundo sabe que la época en que los neurotóxicos eran indetectables ha quedado atrás. Dado el hecho que hoy en día el uso de neurotóxicos se detecta rápidamente, el mensaje sólo puede ser uno: «¡Temblad enemigos! ¡El Estado ruso pueda alcanzar a quién quiera y dónde quiera con armas aterradoras!». Además de indicar que ese Estado no respeta el derecho internacional y que no le importa llevar la etiqueta de Estado-canalla que seguramente habrá de asignársele.

Esa hipótesis suscita varias interrogantes:

– ¿Por qué optar por violar el derecho internacional justo antes de un evento internacional –la Copa Mundial de Futbol– al que Rusia concede gran importancia y ha dedicado un presupuesto considerable?

– ¿Por qué optar por asesinar un doble agente al que se le había sacado ya toda la información, que había sido amnistiado y que estaba retirado desde hace más de 5 años (el plazo de imposibilidad de viajar al extranjero que se aplica a todos los empleados del FSB [después del cese de sus actividades] en vez de liquidar más bien a un personaje más representativo del enemigo del Estado ruso y de su presidente?

– Si se habla de pérdida de control [de la sustancia neurotóxica], ¿cómo y con qué objetivo una sustancia que lleva la marca del gobierno ruso, pero que estuviese bien a resguardo y que exige altos conocimientos específicos, podría ser sustraída y utilizada por un individuo o por una asociación pro-rusa pero fuera del control del Estado?

En conclusión, la hipótesis de una provocación de origen gubernamental ruso, o de una tercera parte pro-rusa, se estrella contra la cuestión fundamental del móvil.

Una provocación de origen, ruso pero de carácter antigubernamental, no puede excluirse y probablemente ya está siendo objeto de una investigación rusa para la cual sería necesario que el Reino Unido proporcione una muestra [de la sustancia neurotóxica]. Sin embargo, ante las dificultades y el riesgo que habría que correr para robar esa sustancia tóxica en un laboratorio bajo estrictas condiciones de seguridad, o ante los riesgos que representa su producción clandestina y hasta su propio uso, lo más probable es que un hipotético extremista optase por un arma menos sofisticada aunque tan ilegal e identificable como de origen indudablemente ruso.

En cambio, la hipótesis de una provocación anti-rusa efectuada por un órgano bajo control gubernamental británico o estadounidense sí responde a todas las interrogantes.

– El móvil

Justificada o no, la actual estrategia política anglosajona tiende a denigrar a Rusia, apuntando a su presidente, evocando su desprecio por el derecho internacional y los derechos humanos y tratando en definitiva de ponerla al margen del «concierto de naciones». Este atentado, cometido justo antes de un evento con el que Rusia esperaba realzar su imagen ante el mundo entero es de tal naturaleza que rodearía ese evento de un ambiente malsano bienvenido [para los adversarios de Rusia]. El único error es haber optado por montar este asunto la víspera de la elección presidencial rusa, que en definitiva no se verá afectada, dejando sin embargo varios meses de tiempo antes de la apertura de la Copa Mundial de Futbol, meses durante los cuales la situación puede irse de las manos de los estrategas.

– Los medios utilizados

Como se menciona más arriba, es casi seguro que Estados Unidos dispone de armas químicas soviéticas originales. Una estrecha colaboración [estadounidense] con el laboratorio británico de Porton Down es más que probable. La cercanía entre ese laboratorio altamente especializado y el lugar del crimen es un elemento que debe causar extrañeza incluso entre los observadores más indulgentes.

– Las víctimas

Al igual que para Rusia, Serguei Skripal no resulta de interés para los británicos, en cuanto a sus competencias. En cambio, sí es aceptable en el papel de víctima de la venganza rusa. Que su hija también sea víctima es un elemento que acentúa el horror del crimen y el desprecio de la vida humana por parte del agresor, al que se personifica como el presidente ruso.

Esta otra hipótesis no se apoya en ninguna prueba y, por supuesto, queda por demostrar. Como en el caso de Rusia, no se puede pasar por alto la posibilidad, incluso ínfima, de una pérdida de control y de un actor no gubernamental. Eso tiene el mérito de ser plausible, de ampliar el campo de posibilidades y de permitir refutar los argumentos que parecen designar al gobierno ruso como único culpable posible de este atentado. En efecto, la presunción que gira en torno al origen supuestamente exclusivo del agente tóxico es refutable.

Las exigencias dirigidas al gobierno ruso deberían, con toda lógica, dirigirse igualmente a los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido, por los mismos motivos.

Fuentes

– Amy E. Smithson, Dr. Vil S. Mirzayonov, Mayor General Roland Lajoie, (estadounidense y retirado), Michael Krepon: Chemical Weapons Disarmament in Russia: Problems and Prospects. Report N° 17, octubre de 1995; The Henry L. Stimson Center.

– Convención para la Prohibición de las Armás Químicas, OPAQ.

– Les neurotoxiques organophosporés, por MC Rüttimann et PCP Dorandeu, Servicio Médico de los Bomberos de París, 2003.

– “The truth about Porton Down”, UK Defence Science and Technology Laboratory, 27 de junio de 2016.

– Declaraciones a la prensa, entre ellas:

  • “Comentario del Ministerio ruso de Exteriores sobre la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU relativa al incidente químico en Salisbury”, Red Voltaire , 15 de marzo de 2018.
  • “Britain needs its allies to stand with us against Russia”, por Boris Johnson, Washington Post (Estados Unidos) , Voltaire Network, 15 de marzo de 2018.
  • «Attentat de Salisbury: Déclaration conjointe chefs d’État et de gouvernement de la France, de l’Allemagne, des Etats-Unis et du Royaume-Uni», Réseau Voltaire, 15 de marzo de 2018.
  • «Compte-rendu de la séance du Conseil de Sécurité des Nations Unies du 14 mars 2018».
  • “Permanent Representative of the UK to the Organisation for the Prohibition of Chemical Weapons, on the use of a nerve agent in the UK”, por Peter Wilson, Voltaire Network, 14 de marzo de 2018.
  • «Respuesta de Serguei Lavrov sobre el incidente de Salisbury», por Serguei Lavrov, Red Voltaire, 14 de marzo de 2018.
  • “Theresa May Commons Statement on Salisbury incident”, by Theresa May, Voltaire Network, 14 March 2018.
  • “Statement by Permanent Representative of the Russian Federation at the 87th session of the OPCW Executive Council on the chemical incident in Salisbury”, por Alexander Shulgin, Voltaire Network, 13 de marzo de 2018.
  • «Carta de Theresa May al Consejo de Seguridad de la ONU sobre el incidente de Salisbury», por Theresa May, Red Voltaire, 13 de marzo de 2018.

(Fuente: Red Voltaire / Autor: Thierry Meyssan)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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