Turquía y el uso del agua como arma de guerra y genocidio. Con la construcción de presas en el Éufrates controla sus aguas según convenga

A raíz de un llamamiento internacional del Movimiento ecológico de Mesopotamia por la defensa de la ciudad de Hasankeyf, el viernes 7 de junio convocó una acción al paseo de Gracia de Barcelona, ante la sede del BBVA, uno de los principales financiadores del megaproyecto de Ilisu, que pretende ser la segunda presa más grande de Turquía y la primera sobre el río Tigris.

A lo largo de la historia podemos encontrar innumerables casos en que el agua ha sido utilizada como una arma más dentro de la guerra. Las formas de hacerlo son inacabables: desecación de pozos, inundación de ciudades, envenenamiento de las fuentes, desvío de ríos o cortes del caudal del agua son solo algunos ejemplos. El Estado turco los ha usado prácticamente todos. Hace años que utiliza los ríos Tigris y Éufrates, que nacen dentro de sus fronteras estatales y que dan nombre en toda la región de Mesopotamia (tierra entre dos ríos), como si fuera el único beneficiario. Ambos ríos transcurren también por territorio sirio e iraquí.

El caso del río Éufrates es especialmente significativo y ha estado históricamente en el centro de un conflicto con múltiples intereses geopolíticos. Por un lado Turquía, y de la otra Siria e Irak. Según la ley internacional y el que se aprobó a la convención de Naciones Unidas del 21 de mayo del 1997 sobre “el derecho de los usos de los cursos de agua internacional para usos diferentes de la navegación”, el Éufrates es un río internacional, y por tanto los gobiernos nacionales tienen que informar y notificar de cualquier actividad sobre los cursos de agua compartidos que afecten otros estados.

Turquía fue de los pocos estados que se opuso a esta Convención y hoy en día todavía considera que el río Éufrates no entra dentro de esta legislación. Así, lleva término varios proyectos de infraestructuras hídricas sin consultar al resto de países ribereños, violando así las disposiciones de la ley internacional y causante daños irreparables a los proyectos de desarrollo en Siria e Irak, reduciendo el flujo de agua y su calidad.

Acuerdos violados sistemáticamente

El año 1987, Turquía y Siria firman un acuerdo en que se comprometen a compartir el suministro de agua del Éufrates durante el periodo necesario para llenar la gran presa de Atatürk, principal presa de Turquía y pieza central del Proyecto de Anatólia Sudoriental (conocido como GAP por sus siglas en turco) y en virtud del cual, Turquía se compromete a un suministro mínimo de 500 metros cúbicos por segundo a su frontera con Siria. El 1994 se registra este acuerdo a las Naciones Unidas, el que no impide que Turquía lo incumpla sistemáticamente, según declaran los órganos de gestión de los embalses al norte de Siria.

Sin embargo, es desde el comienzo de la guerra en Siria y el papel que juegan los curdos como actores principales, que el gobierno turco y su máximo representante, Recep Tayip Erdogan, han multiplicado su uso monopolista del agua con la clara intención de perjudicar a las facciones que no le son afines, esencialmente el pueblo curdo. Hace años que lleva a cabo un claro intento de exterminio de la población curda, tanto a las fronteras de su propio estado como en los estados vecinos, y más concretamente en el Curdistán del Norte (Rojava).

Con la construcción de presas sobre el río Éufrates, Turquía ha conseguido su objetivo de abrir y cerrar el grifo del agua cuando más se lo convenga, utilizando este recurso por su ofensiva sobre las regiones orientales, que tienen el Éufrates como fuente imprescindible para el abastecimiento de agua para el consumo diario, la agricultura y la generación de electricidad.

Actualmente, la región de Raqqa está sufriendo de primera mano las acciones del Estado turco que, según denuncien sus habitantes, ha cortado abruptamente lo caudal del río, posando en claro riesgo las vidas de miles de personas. El momento no es escogido al azar, puesto que es ahora cuando los agricultores se disponen a iniciar los cultivos para el verano.

En la zona de Al-Tabqa, la situación es más que preocupante. En este lugar miles de personas viven de la agricultura. Agricultores locales denuncian que hace más de un mes que no pueden regar sus cultivos. Muchos pozos, como los de las aldees de Ayîd o Kerîn se han secado por completo y en otros la situación es crítica, puesto que el nivel del agua se encuentra por debajo de las dinamos, el que hace imposible la extracción. También en la generación de energía la situación es cada vez más insostenible, puesto que la región depende en gran medida de la producción hidroeléctrica y lo caudal de agua actual de las presas solo permite un suministro para 12 horas diarias.

Muchos expertos han dejado claro que las acciones del Estado turco son muy graves, provocando sequías que llevarán a la desertificación de una zona de veranos muy calurosos y dónde necesitan una cantidad constante de agua. Por todo esto los habitantes de esta región piden urgentemente a la comunidad internacional que actúe y detenga en Turquía antes de que las consecuencias sean irreversibles.

El proyecto Ilisu puede hundir toda una cultura

Uno de los casos más significativos del uso que hace el gobierno turco del agua como una arma de guerra es el proyecto Ilisu. Con este proyecto pretende invisibilitzar y negar la existencia milenaria del pueblo curdo, además de generar consecuencias humanitarias, culturales y medioambientales catastróficas.

El proyecto Ilisu consiste en la construcción de la segunda presa más grande de Turquía y la primera sobre el río Tigris, y es la pieza clave del Proyecto de Anatólia sudoriental (lo GAP). Este tiene como objetivo la construcción de 22 grandes presas y 19 centrales hidroeléctricas. La presa de Ilisu inundará una superficie de 313 km², el equivalente además de 30 mil hectáreas, proyecta la construcción de un dique de 135 metros y se prevé una capacidad de producción eléctrica de 3800 GW por hora.

El proyecto inundará aproximadamente unos 200 pueblos y aldees, además de la ciudad histórica de Hasankeyf, donde actualmente viven más de siete mil personas, con una población de mayoría curda. Se calcula que unas tres mil familias nómadas que habitan la zona se verán afectadas. Evidentemente, estas últimas así como la mitad de la población afectada no tienen tierras en propiedad, y por tanto ningún derecho de reasentamiento ni compensación económica. Por lo tanto, los habitantes de la zona, con la pérdida de su medio de subsistencia, principalmente la agricultura, y su historia, y con la pérdida de sus estructuras familiares y comunitarias, se ven abocadas a un futuro de pobreza extrema a las ciudades. En las últimas cuatro décadas ya ha migrado el 50% de la población, principalmente a la ciudad petrolera de Batman. Todo esto comporta ya un cambio definitivo en la demografía de todo lo Curdistán.

Impacto ecológico y cultural irreversible

Las consecuencias medioambientales no son tampoco nada despreciables. Se trata de una zona de un gran valor ecológico con un gran número de especies de peces, reptiles y aves así como vegetales, algunas de ellas autóctonas de la zona, que se verán abocadas a la extinción. Además, los expertos señalan que llevará a una salinización y erosión de la zona además de graves efectos en el cambio climático, en la calidad del agua o en la propagación de la malaria, puesto que grandes ciudades como Batman o Amed (Diyarbakir) abocan sus residuos al río Tigris. Todo ello afectará toda la geografía del alta Mesopotamia e incluso puede llevar a la desecación río abajo de los humedales de Mesopotamia, en Irak, considerado uno de los ecosistemas más importantes del mundo.

La utilización de este proyecto como una arma también tendrá un fuerte impacto sobre el patrimonio histórico y cultural. Uno de los objetivos es hundir los numerosos vestigios que demuestran la existencia milenaria del pueblo curdo, un hecho que el Estado turco siempre ha negado. En la zona se encuentran más de 400 yacimientos arqueológicos, además de otros muchos que todavía no han sido excavados, así como miles de cuevas utilizadas como asentamientos humanos. La ciudad de Hasankeyf tiene una historia de más de doce mil años y se han encontrado restos de más de 20 civilizaciones diferentes (asirios, hititas, persas, romanos, bizantinos…). Hasankeyf fue una de las ciudades claves en la desaparecida Ruta de la Seda y allá podemos encontrar alguna de las primeras pruebas de asentamiento humano fijo en todo el mundo. La gente tiene que experimentar diariamente el ruido de las explosiones y la destrucción de sus templos de memoria colectiva, intensificando el trauma por la muerte de su comunidad y forma de vida.

Desde hace más de 20 años, asociaciones como la plataforma Mantenemos Hasankeyf vive o el Movimiento ecológico de Mesopotamia han llevado a cabo varias acciones para parar el proyecto. Algunas de ellas han fijado su objetivo en los bancos promotores del proyecto y las empresas que participan del consorcio constructor. El 2013 el tribunal administrativo de Ankara decidió parar el proyecto por sus consecuencias medioambientales. Esto no para los planes gubernamentales, que se apresuran a cambiar la ley de impacto ambiental y seguir adelante. A partir de la intensificación del conflicto y la represión contra el pueblo curdo con la rotura de la tregua con el PKK, el gobierno del AKP suprimió cualquier forma de protesta y aumentó la represión. Desde semillas, la zona se ha convertido en terreno militar y el gobierno ha armado a miles de agentes de seguridad que impiden cualquier aproximación a las obras. Desde la huelga de los trabajadores por haber sido agredidos por el personal de seguridad durante las negociaciones para mejorar sus condiciones laborales, el gobierno contrata solo obreros de zonas alejadas y se los impide cualquier contacto con la gente local.

Desde finales del año pasado las obras del proyecto se han acelerado. El río Tigris ha sido desviado para la construcción de una carretera para facilitar el transporte de los escombros de la antigua ciudadela de Hasankeyf y se ha tapado una gran parte de las cuevas existentes. Esto ha provocado una grave alteración del curso del río reduciendo la calidad del agua y eliminando el hábitat de numerosas especies animales y vegetales, así como la extinción masiva de peces. Según datos del gobierno turco el proyecto ya se encuentra completado en un 97%, a pesar de que las asociaciones que se oponen lo creen imposible y afirman que se trata de un intento más de desmoralizar a la disidencia.

(Fuente: Directa.cat / Autor: Nacho Ibáñez)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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