Represión en el Rif y nuevos “Hirak” en Marruecos por una vida digna. Las movilizaciones se extienden a otros territorios

Ahmed Zefzafi

“Se ha convertido en el portavoz internacional del Hirak”, bromea Reda Benzaza, quien fue portavoz del Movimiento Popular del Rif (Hirak) antes de exiliarse por motivos políticos en el Estado español. Habla de Ahmed (foto adjunta), padre de Nasser Zefzafi, líder del movimiento de protesta encerrado junto a centenares de activistas en las cárceles marroquíes acusados de diversos cargos por las protestas de índole económica y social, las mayores que ha visto Marruecos desde la Primavera de 2011.

Ahmed, de 75 años y jubilado, participó el viernes 26 de enero en el Parlamento andaluz invitado por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) y el Comité de Apoyo al Movimiento Popular del Rif con el fin de denunciar la situación que vive esta región y la vulneración de derechos que sufren los activistas presos. “He venido a buscar un apoyo para mis hijos encerrados y maltratados en las cárceles marroquíes”, expuso.

Su intervención fue anterior a otra en la que participaron parlamentarios de diferentes grupos políticos, salvo el Partido Popular, que declinó la invitación. La propuesta de la jornada llegó de David Peñafuente Rendón (Podemos), quien anunció que desde la formación morada están estudiando una iniciativa parlamentaria para incluir en la agenda de las negociaciones en materia de cooperación para el desarrollo con el reino alauita, la cuestión del respeto y la promoción de los derechos humanos. “Piedra angular sobre la que se construye la Ley Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo”, explicaba este dirigente.

Benzaza, que también participó en la mesa junto al padre de Zefzafi, criticó las trabas burocráticas sufridas por Ahmed para poder obtener su visado y acudir a las jornadas. Al tiempo que señalaba el impedimento de la participación de Abdessadek El Bouchtaoui, abogado de los activistas rifeños y quien lleva la causa de una de las víctimas directas por la represión de las protestas, Imad Al Attabi. “El Bouchtaoui está procesado por publicaciones en redes sociales, perseguido por la justicia marroquí y citado a declarar justo el mismo día en el que se organizaba este evento”, criticaba este joven en el exilio.

La etiqueta de portavoz internacional del Hirak a Ahmed llega tras una gira por diferentes países europeos, donde se ha reunido con comités de apoyo al Rif en la diáspora europea. Después de Andalucía marchaba a Barcelona, donde era recibido por Gerardo Pisarello, primer teniente de la Alcaldía y portavoz del Gobierno. El lunes se sentaba en el Congreso de los Diputados con Pablo Bustinduy, portavoz de Exteriores y diputado de Ahora Podemos en Madrid, coordinador de la Secretaría Internacional desde la que se pidió, tras el encuentro, la liberación de los presos “de conciencia”, “personas detenidas por manifestarse pacíficamente”. Un día antes, el domingo, más de mil personas acompañaron al padre de Nasser por las calles de Madrid para exigir la liberación de los presos.

En la Puerta del Sol, parada final de la marcha, Ahmed Zefzafi explicaba que los detenidos le permitían hablar en su nombre: “Aunque no tenga autorización del resto del Rif me hago responsable de hablar de sus problemas”, decía. “Pero cuando hablamos de los problemas del Rif, hablamos de los problemas de todos”, añadía antes de comentar que los derechos y libertades que hoy piden ya las habían conseguido en los años veinte, en alusión a la República del Rif proclamada por el líder anticolonial Abdelkrim El Khattabi. “Solo pedimos vivir honradamente, no queremos que nuestros hijos mueran tratando de alcanzar Europa”.

Mohssine Fikri

La muerte Mohssine Fikri, un vendedor de pescado triturado por un camión de la basura, tras serle requisada su mercancía por la Policía, fue el desencadenante que ha llevado a Ahmed desde su hogar en Alhucemas hasta la bulliciosa Puerta del Sol. Fikri permitió poner en evidencia la explotación, desigualdades y un descontento popular que se redireccionó hacia un movimiento organizado en asambleas hasta tomar cuerpo a finales de 2016 en el Hirak. Su particularidad, primero, estar integrado por la inmensa mayoría de la población, y segundo, su no adhesión a ninguna formación política, organización institucional o sindicato. Puso así en jaque durante meses al Gobierno marroquí. Solo la represión y las detenciones en masa iniciadas a finales de mayo consiguieron silenciar las protestas. Se calcula que entre encarcelados, procesados y condenados hay entre 500 y 1.200 personas, según las fuentes que se consulte. Las cifras oficiales apenas superan las 300.

La protesta en la región norte de Marruecos ha tendido a disminuir y generar una aparente tranquilidad tras la represión policial y un verano de arrestos que a día de hoy continúan. Los juicios en Casablanca, donde se encuentra la plana mayor del movimiento, algunos de los cuales se enfrentan hasta a 30 años de prisión, comenzaron a mediados de septiembre y suman ya cerca de una quincena de audiencias preliminares sin entrar en la profundidad de la materia.

Mientras, los detenidos continúan con huelgas de hambre que ponen en grave peligro su salud. Nasser Zefzafi, el líder de las movilizaciones, sigue a día de hoy en una celda de aislamiento individual en la que lleva ocho meses. Las únicas conversaciones las mantiene con sus familiares cada miércoles, durante las dos horas que disponen tras recorrer los cerca de 1.200 kilómetros que separan Alhucemas de Casablanca. Zefzafi tiene prohibida toda actividad y solo dos horas de patio al día. “Quien decidió aislarlo se pensaba que se volvería loco y luego lo tirarían a la calle como a un perro para decir: ‘Aquí está aquel al que seguíais’”, explica Ahmed, quien comenta que la fortaleza de su hijo se mantiene por el apoyo y los ánimos que le llegan desde todo el mundo.

Los encausados llevan ocho meses entre rejas, denunciando a través de sus abogados y familiares torturas, tratos denigrantes y humillantes. Durante los últimos meses los letrados de los activistas han intentado invalidar la documentación aportada contra los acusados. Numerosas pruebas y confesiones han sido obtenidas bajo torturas. Los tribunales de Marruecos admiten pruebas de confesiones presuntamente obtenidas mediante abusos físicos o, que, de alguna manera, fueron falsificadas, sin investigar de manera exhaustiva y creíble si se obtuvieron de manera inadecuada, como denuncia Human Rights Watch. A pesar de las quejas, los tratos vejatorios y humillantes continúan y las huelgas de hambre se convierten en la única forma de protestas de unos activistas que buscan hacer todo el ruido posible ante el silencio político y mediático a nivel nacional e internacional.

Diecisiete activistas rifeños fueron condenados a mediados de enero a penas de entre diez meses y tres años, según fuentes jurídicas, por “desobediencia, ultraje a las fuerzas públicas y manifestación no autorizada”. Apenas unas horas después, este mismo tribunal iniciaba el juicio contra diez menores acusados de “manifestarse sin autorización y humillar a agentes de seguridad”. Mientras que algunos continúan en un proceso judicial, otros cumplen penas que van desde los seis meses hasta los veinte años en diferentes prisiones del reino. “Manifestarse sin permiso” es el cargo empleado con la práctica totalidad de quienes son detenidos, a pesar de que en la Constitución de 2012, consecuencia de las primaveras que también azotaron Marruecos un año antes, garantiza la libertad de asociación. “Tenemos cárceles en las que a los menores encarcelados se les quitan las mantas que les llevan sus familias y les hacen dormir en el suelo”, señala el padre de Zefzafi antes de añadir: “Salimos a Europa porque en nuestro país no nos escuchan; al contrario, nos oprimen más”.

Protestas en diferentes regiones

A pesar de la situación específica del Rif, el abandono, la falta de oportunidades, la desigualdad y la desigual distribución de la riqueza están produciendo una serie de movilizaciones que emulan al Hirak e incluso los movimientos se autodenominan de la misma forma. La centralidad en la toma de decisiones desde Rabat y unos problemas estructurales que afectan a diferentes regiones de Marruecos son la causa de las protestas.

Marchas pacíficas, la exigencia de puesta en libertad de los presos rifeños y que se escuchen las demandas del pueblo son las reivindicaciones del municipio de Jerada, con cerca de 40.000 habitantes y próximo a la frontera con Argelia, una región que adquirió una gran relevancia minera por sus yacimientos de carbón explotados en la zona desde los años veinte durante la época colonial española. Fueron cerradas en 1998 debido a los altos costes de extracción, generando una crisis económica en la zona.

Diversas huelgas generales se han sucedido en esta localidad desde que el 21 de diciembre los hermanos Houcine y Jedouane Dioui perdieran la vida en un yacimiento de carbón donde trabajaban de forma clandestina ante la falta de alternativas económicas. En una región con cerca del 40% de paro, como ya sucedió con Fikri, sus muertes hicieron aflorar a la luz la corrupción que envuelve el municipio en torno a la extracción del carbón, así como las condiciones de explotación y carencias de una población también abandonada.

Febrero comenzaba con una nueva muerte en la localidad, tras el colapso de una mina clandestina que dejó a un joven en estado crítico y provocó la muerte de otro. Este suceso provocó un nuevo estallido de ira, en Facebook se pueden ver los vídeos del momento en el que sacan el cuerpo sin vida de “otro mártir”. Para hoy, 2 de febrero, hay convocadas nuevas protestas.

Con las movilizaciones, que duran dos meses y que cuentan con la participación de habitantes de poblados cercanos, no tardaron en llegar las promesas por parte del Gobierno de abrir una investigación para esclarecer los hechos (procedimiento habitual) y sentarse a escuchar las demandas de un pueblo que exige facturas de agua y luz asequibles, alternativa económicas y justicia por unas muertes que vienen sucediéndose durante años. Como respuesta, Rabat ha propuesto enviar a un grupo de mujeres (500) a trabajar de temporeras en la recogida de fresas en los campos de Huelva, dentro del cupo que Marruecos envía cada año a los campos españoles, así como la contratación de varones en las industrias de Kenitra y Tánger, según explicó la Agencia Marroquí de Noticias (MAP). El rechazo se ha reflejado mediante más protestas durante las últimas semanas.

Tendrara, que se encuentra en la provincia de Figuig, región oriental de Marruecos, también ha sido escenario de protestas sociales tras la muerte de un niño de 11 años que fue atropellado por un camión. La ambulancia tardó más de una hora en llegar y de nuevo una muerte alimentaba las protestas que evidencian la falta de servicios sanitarios y el abandono de otro pueblo. Entre quienes se manifestaron, al menos siete personas fueron detenidas, con condenas de medio año de cárcel.

Paralelas a las manifestaciones en la región del Rif fueron las de la provincia de Zagora, región semidesértica al sur de Marruecos, a las puertas del Sáhara y próxima a la frontera de Argelia. Allí la carencia de embalses y la sobreexplotación de los recursos hidrográficos ha generado manifestaciones contra la falta agua, numerosas detenciones para sofocar las protestas y al menos ocho personas continúan entre rejas. El monarca encargó al Gobierno hace medio año solucionar los problemas de sequía. Una región en la que los dueños de los cultivos, principalmente la sandía, poseen las tierras en las que se almacena una mayor cantidad de agua potable que podría ser destinada para el consumo público. Cerca de un año llevan algunos barrios sin agua o con agua durante unas horas. Mientras que la producción de sandías abastece el país y, entre otros, a Europa. La sequía también acabó con las cosechas de la población de la ciudad de Sidi Bulaalam, en la provincia de Essauira; las condiciones de vida causaron la muerte de 15 mujeres que fallecían en una estampida el pasado mes de noviembre durante un reparto benéfico de comida.

Aparecen nuevos movimientos, nuevos Hirak, como consecuencia de la corrupción, la marginación y el olvido institucional, unido a unas políticas que generan unos problemas estructurales. Desde diferentes pueblos de Marruecos hoy se pide lo mismo que pide Ahmed Zefzafi en la puerta del Sol, que quienes gobiernan miren sus causas porque no piden imposibles, sino una vida digna, y se preguntan: “¿Para qué emigrar si podemos vivir dignamente en nuestras tierras?”.

(Fuente: El Salto / Autor: Youssef Ouled)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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