Comerciantes y sabios desde Al Ándalus hasta Alejandría y más allá

El geógrafo al-Idrisi mencionaba que los andalusíes comerciaban con el puerto de Salé (Marruecos) y con otros puertos magrebíes hacia el año 550 H/1150 d.c., llevando el aceite de al-Ándalus y obteniendo a cambio el grano local.

En aquel tiempo, los comerciantes del Occidente musulmán, entre los que estaban los de al-Ándalus, eran vistos en los zocos de Alejandría, tal como narra el viajero sefardí Benjamín de Tudela hacia el año 560 H/1165 d.c. Y  probablemente a quien vieron fue al sabio Ahmad b. Marwan uno de esos comerciantes eruditos andalusíes que viajó a Alejandría, Isfahán e Iraq por aquellas fechas. Ibn al-Abbar, por su parte, ofrece informaciones acerca de otros cinco comerciantes-ulemas, tal vez todos ellos de origen arabo-andalusí.

El contacto de los orientales con Al Ándalus siguió durante el siglo VI H./XII d.c., tal como nos transmite al-Saqundi entre los años 595-609 H/1199-1212 H, cuando menciona como ejemplo la actividad marítima de los musulmanes en Málaga. Posteriormente, leemos acerca de otro mercader, hermano de un sabio de Murcia, cuyo nombre era Abul-Abbas, quien viajó junto a su familia a Oriente para cumplir con la peregrinación a La Meca, en el año 640 H/1242 d.c. y su barco se hundió cerca de Bona y no se salvaron más que el propio Abu l-Abbas y su hermano mayor, el comerciante. Los dos siguieron hacia Túnez, donde este último se afincó para practicar el comercio, mientras que el hermano menor abrió una escuela para enseñar el Corán.

Si bien lo anterior informa acerca de los comerciantes musulmanes dentro de los límites de “Dar al-Islam”, no hay que olvidar que los mercaderes de al-Ándalus también comerciaban con los reinos cristianos peninsulares; las fronteras comunes entre los musulmanes y cristianos en la península Ibérica les brindaban la oportunidad de tratar con los reinos norteños y por lo tanto beneficiaban de esta cercanía, lo que no fue el caso para sus colegas en las diferentes partes del mundo islámico. Y a pesar de la prevención de no comerciar con gente de países de fuera del dominio islámico, encontramos en las fuentes ibéricas del norte noticias acerca de mercaderes musulmanes de al-Ándalus que trataban con los mercados del norte durante los siglos V-VI de la hégira/XI-XII d.c. y a comienzos del siglo VII H/XIII d.c.

Por otra parte, las leyes de algunas ciudades de Castilla y Aragón mencionaban en el siglo XII d.c. a personas y mercancías llegadas de “tierra de los musulmanes”. La ley de la ciudad de Évora del año 1166 d.c., por ejemplo, alude a un número de “cristianos, judíos y musulmanes también entre los comerciantes y los viajeros”. Otro ejemplo lo comprende la ley de la ciudad de Santa María de Cortés, que exige que “a los musulmanes que acudiesen con fines de comercio se les asegurase la paz”.

De ahí que en el siglo V H. / X d.c., el comerciante podía venir a Almería desde El Cairo o Túnez, llevando mercancías varias como la canela, las perlas, el trigo o el cáñamo. Y que tras vender sus productos, podía regresar con otras mercancías locales propias del Mediterráneo occidental como la seda bruta, el comino, el papel y el coral. Y dado que los comerciantes rara vez se especializaban en productos precisos, es probable que lo que el comerciante compraba en la península Ibérica lo hacía motivado por los precios apropiados y por la posible demanda que pudiera tener el producto en otros lugares.

La situación cambió hacia mediados del siglo VI H./XII d.c. cuando numerosos comerciantes cristianos se incorporaron a la actividad comercial andalusí, consiguiendo dominar las rutas del Mediterráneo occidental hacia el siglo VII H./XIII d.c.. La expansión del poder de los cristianos en el ámbito marítimo se hizo patente sobre todo en la época de las guerras cruzadas, la flota cristiana por entonces alcanzó a tener la exclusividad de las rutas, desfavoreciendo de esta manera al comercio musulmán.

Parece ser que a finales del siglo VII H/ XIII d.c., el comercio internacional en la Península Ibérica se había  concentrado en manos de un grupo de comerciantes. En Granada, por ejemplo y en el sur de Castilla, los comerciantes de Génova controlaban la mayor parte de la actividad comercial. En el norte de Castilla, una nueva clase de comerciantes surgió y tomó el control del tráfico comercial en los puertos del Atlántico. Al mismo tiempo, los mercaderes catalanes fundaron un imperio comercial en el Mediterráneo para competir con el comercio italiano.

Fuente: Alba Granada North Africa Coordination.

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