Italia: La Liga, entre política y narrativa: seguridad, migración y antieuropeismo. De cómo Salvini (Liga) arrastró a Di Maio (M5E)
Ya describimos, en otro artículo (*) (transcrito tras éste), cómo Matteo Salvini (líder de la Liga) y Luigi Di Maio (Movimiento 5 Estrellas) consiguieron fortalecer su perfil público a través de una comunicación precisa y una narrativa contundente. Ahora bien, volviendo la mirada a las prácticas políticas concretas se verá como, entre todos los temas de debate que repletan la arena mediática, la postura sobre la UE y la relación con Bruselas son absolutamente determinantes. Europeísmo y antieuropeísmo son, de facto, prismas de una serie de valores que reflejan instancias concretas. Aquí, nos centramos precisamente en el “partido del momento”, que ha monopolizado la escena política italiana.
Cómo la Liga empezó a liderar el frente antieuropeista
El principal referente político del antieuropeísmo en Italia es, sin duda alguna, Matteo Salvini. El máximo representante del carroccio y Ministro de Interior está en primera línea en la oposición a los dictámenes de Bruselas. Gran parte de la (permanente) campaña electoral de la Liga se centra en la necesidad de recuperar la soberanía nacional, enfrentándose una y otra vez al proyecto federativo de la Unión que, de acuerdo con Salvini, pretende aniquilar la voluntad de los síngulos Estados. Las razones que subyacen esta necesidad se relacionan a doble hilo con la gestión de los flujos migratorios y con la crísis económica, que se cristalizan en una sensación creciente de inseguridad, entendida en su sentido más amplio. Es decir: inseguridad económica, amenazas a la integridad física y hasta a la propia identidad.
La respuesta que ofrece la Liga (y, en general, la mayoría de partidos euroescépticos de derecha) permite de cargar contra dos enémigos bien identificables y que sirven para aunar el pueblo en la lucha contra los supuestos responsables de dicha inseguridad. Nos referimos a la Unión Europea (1) y a los migrantes (2). La Unión sería – según esta narrativa – responsable inmaterial e ideológico de ese perpetuo estado de inseguridad: por forzar políticas de austeridad, imponiendo reglas estrictas a la política fiscal de cada país; por las políticas de gestión de las fronteras y de la migración procedente de territorio extracomunitario; por la tecnocracia, que prevalece sobre el máximo órgano de representación popular de la Unión (el Europarlamento); por la diluición de los Estados Nacionales y las respectivas identidades, en favor de una identidad paneuropea y a la vez “mestiza”.
En este sentido, el choque frontal con la Unión se legitima por ser el principal medio de defensa frente a las inseguridades vividas y percibidas por la población. Gran parte de la comunicación y de la consecuente acción política de la Liga, se dirige hacia esos pocos – pero a la vez determinantes – elementos, que encuentran su síntesis en el lema “prima gli italiani” (extremadamente parecido al America first de Donald Trump). Lema que ha aparecido en casi todo los manifiestos electorales y videos propagandísticos de la Liga. Representa la voluntad de poner al centro de la atención los italianos, antes que los europeos, los migrantes “clandestinos” o las Instituciones comunitarias.
Cómo operativizar el lema “prima gli italiani”
Un lema que se ha manifestado a través de una serie de prácticas políticas muy concretas: el primer ejemplo que salta a la mente es el bloqueo del barco Aquarius en aguas nacionales, dictaminado por Matteo Salvini y respaldado por el Ministro de las infraestructuras, Danilo Toninelli (M5E). Fue la primera señal lanzada por el líder leguista y que provocó importantes efectos políticos hasta en España, con un Sánchez recién llegado a la Moncloa y dispuesto a aceptar los migrantes rescatados por el buque de Open Arms.
Matteo Salvini, con ese “acto de fuerza”, revalidó su postura frente a la Unión (desfiándola en el terreno de disputa más caliente del último verano) y frente a su electorado, observando su principal promesa electoral de limitar la llegada de migrantes. La gestión de los flujos migratorios ha sido bien recibida tanto por el histórico electorado leguista y de centroderecha, como por parte de los simpatizantes del Movimiento 5 Estrellas (que empezaron a fluír hacia el aliado más radicalizado). Tras esa victoria y pasado el verano, Salvini consiguió los votos necesarios para la aprobación de su medida clave hasta la fecha: el decreto seguridad.
Decreto ley emanado en octubre y convertido posteriormente en las Cámaras en ley ordinaria a principios de diciembre. Un decreto que agrede y criminaliza brutalmente el migrante, a través de un paquete de medidas elaboradas para dificultar la expedición del permiso de estancia: eliminando el gratuito patrocinio para los solicitantes de asilo; impidiendo que los SPRAR (centros locales de asistencia y acogida) acojan más refugiados, salvo los menores no acompañados y los migrantes que ya hayan obtenido previamente el derecho a protección internacional; prolongando el límite de tiempo de detención en los CIE (de 90 a 180 días); asegurando el bloqueo de la instancia para obtener la ciudadanía – y hasta revocarla – en caso de reatos de leve identidad, como hurtos (no necesariamente violentos) y venta ilegal de sustancias (aunque en pequeñas cantidades).
Además de endurecer las ya críticas condiciones legales de los migrantes irregulares, se concede más poder discrecional a las fuerzas del orden y se les dota, en los grandes centros urbanos, de pistola eléctrica (conocida comunemente como taser). Todo el “decreto seguridad” – así denominado por razones más que evidentes – se centra en una prosecución normativa de lo que se empezó en verano (a través de medidas ejecutivas). Es la continuación de esa lucha emprendida con Bruselas sobre la gestión de los flujos migratorios, que tanto ha animado – y sigue animando – los electores de la Liga.
Migración = (in)seguridad
Se quiere precisar como en este caso se revela, de la forma más evidente, como la narrativa leguista siempre haya unido, a doble hilo, migración y seguridad. Tanto la comunicación como las prácticas políticas leguistas no dividen, sino que aunan y confunden voluntariamente esos dos elementos: la seguridad es el objetivo a alcanzar, mientras que la gestión del monstruo migrante que invade Europa (parafrasando Oriana Fallaci, periodista de referencia de la derecha reaccionaria) es el medio para lograrlo. Para ello, se tiene que quebrantar la política comunitaria de migración y acogida, que ya de por sí presenta varias criticidades: desde la mayor carga sobre los Países de la frontera sur de la Unión (como Italia, España y Grecia), pasando por la falta de vinculos reales de solidaridad, hasta la borrosa y desigual normativa sobre migración y acogida.
De momento, la Liga está persiguiendo sus objetivos políticos y comunicativos, cómplice la favorable coyuntura interna que ve una izquierda en plena crisis (a falta de identidad, ideas, narrativas y líderes) y un Movimiento 5 Estrellas dominado, política y mediaticamente, por su partner de Gobierno.
De la periferia al centro, de lo particular a lo general
Entre otros elementos coyunturales que han permitido el auge de la narrativa leguista – y, consecuentemente, la ejecución de ciertas políticas reaccionarias – encontramos la amenaza percibida por el fundamentalismo y el estado de abandono de las periferias italianas. Sobre el terrorismo, sus causas y sus efectos sociales y políticos, ya se ha hablado bastante. La extrema derecha conserva un discurso bastante homogeneo a escala comunitaria y no hay diferencia sensibles, acerca de este tema, entre la extrema derecha italiana (Liga), francesa (Front National) o española (Vox). Sin embargo, sí hay que destacar la centralidad de la inseguridad percibida en las periferias de las grandes ciudades italianas. Los gobiernos que se han sucedido en el tiempo no se han enfrentado al reto necesario de la recalificación de las periferias: ahí, donde los servicios básicos – de transporte público, mantenimiento de infraestructuras, sanidad y seguridad – no alcanzan y satisfacen sus ciudadanos, es donde se presenta una mayor concentración de población migrante.
Lo que hace la propaganda leguista en este caso específico es identificar un elemento coyuntural (los migrantes) como causa de los males de la periferia, en lugar de señalar la falta de recursos destinada a la recuperación de las areas olvidadas. Desde el caso particular de los acontecimientos en las periferias, Salvini y su equipo de comunicación operan meticulosamente para extenderlo a un plano general. De este modo, no solo se genera una falsa correlación entre un elemento coyuntural y los efectos de una causa ocultada, sino que también se eleva a esa parte de territorio donde Estado y Gobierno reafirman su presencia a través de un nivel aceptable o bueno, de servicios y derechos básicos garantizados.
La propaganda leguista hace que el clima de inseguridad percibido en ciertas periferias se extienda de forma incontrolada y difusa. Se manipulan las causas y se encuentran un responsable material (el migrante) e inmaterial (la Unión Europea) contra los cuales cargar. Sin embargo, si el odio hacia la Unión sólo se puede convertir – de momento – en manifestaciones de voto y formas de participación política convencionales, el odio hacia el migrante puede llevar a una exaltación de la violencia y prácticas segregacionistas, que guiñan el ojo a un reciente pasado muy “negro” y obscuro.
(*) Cómo Salvini (Liga) arrastró a Di Maio (M5E): una relación desigual y necesaria
El gran cataclismo del 4 marzo 2018 generado, por un lado, por la victoria aplastante del Movimiento 5 Estrellas (primer partido con más del 30% de las preferencias) y, por el otro, a causa del sorpasso de la Liga (17,4%) de Salvini en el área de centroderecha no fue nada más que el comienzo. Con el beneplácito del cavaliere, Silvio Berlusconi (cuyo partido, Forza Italia, obtuvo el 14% de las preferencias), se conformó el primer gobierno populista euroescéptico al interno de la UE. Después de 80 días de impasse institucional, Salvini y Di Maio (líder del M5E) consiguieron llegar a un acuerdo total, fundamentado en el “contrato de gobierno”, un acuerdo basado en una serie de medidas más o menos compartidas por las dos facciones.
Como ya es notorio, Salvini relevó a Marco Minniti del Viminale (sede del Ministerio de Interior). Por el otro lado, Di Maio se hizo con los ministerios de Trabajo y de Desarrollo Económico. Por encima de los dos estaría – según las jerarquías – el jurista y abogado Giuseppe Conte, actual premier del gobierno carioca. Sin embargo, la figura del primer ministro – siempre clave y que ha asumido, con el paso del tiempo, mucho más peso respecto al resto del gabinete – es hoy en día opacada por la ságoma del inquilino del Viminale. No es casualidad que, entre Salvini y Di Maio (los líderes más representativos del gobierno), sobresaliera política y mediáticamente el líder de la Liga. Esto se ha reflejado en las intenciones de voto: actualmente, la Liga es el primer partido en Italia (según la gran mayoría de los institutos demoscópicos) y destaca en la agenda mediática. ¿Cómo y por qué se ha invertido la relación de fuerza entre las dos formaciones del ejecutivo y, además, de manera tan repentina?
Desde el día del juramento (1 de junio de 2018) tanto la Liga como el Movimiento 5 Estrellas han seguido en sus respectivas líneas narrativas que les llevaron – entre los festejos de una gran parte de la población italiana – al Palazzo del Quirinale (sede del ejecutivo). Los dos partidos consiguieron un resultado sorprendente, muy por encima del valor atribuido en las últimas encuestas preelectorales. El Movimiento arrasó. Casi un votante sobre tres se decantó por los pentaestrellados, encabezando las preferencias en todas las regiones del sur de Italia. La Liga, por otro lado, consiguió el sorpasso a costa del histórico líder del centroderecha, Silvio Berlusconi. Salvini arrasó en el norte de Italia y consiguió la victoria de su coalición en casi todo el Settentrione.
La profesionalización del 5 Estrellas y la suavización del discurso con Luigi Di Maio
El Movimiento 5 Estrellas, a diferencia de las elecciones de las últimas elecciones generales de 2013, se presentó como un partido ya institucionalizado, más moderado y, en particular, profesionalizado. Tachados tanto por los medios como por sus adversarios políticos de inexpertos y poco profesionales, los pentaestrellados se rodearon de técnicos con experiencia – proponiéndoles como miembros del futuro ejecutivo – y se abrieron al diálogo con las fuerzas políticas que querían compartir el programa del Movimiento. Este cambio permitió al M5E irrumpir en ese centro moderado, desilusionado por los partidos tradicionales, una parte importante de electorado que, al final, decidió confiar en el partido fundado por Beppe Grillo y Gianroberto Casaleggio. El mismo Luigi Di Maio, ya vicepresidente de la Cámara de los Diputados en la última legislatura, representaba – por su estilo comunicativo y por su rol institucional – lo que habría tenido que ser el Movimiento para dar el paso al frente, pasando de la oposición al Gobierno.
Di Maio es un hombre joven de la periferia del sur de Italia (nació en Pomigliano d’Arco, provincia de Nápoles), carece de estudios universitarios, tiene pocas experiencias laborales y es creyente. Con un discurso mucho más suave que el de Grillo (o de su alter ego al interno del partido, Alessandro Di Battista), no es únicamente la perfecta antropomorfización del cambio discursivo del Movimiento. Di Maio representa el votante a quien se dirige, que se identifica con él. No sólo por el discurso revanchista hacia la vieja clase dirigente o por el paquete de medidas que propone eliminar la pobreza y la precariedad, sino también por la trayectoria de vida y las cualidades del joven líder de Pomigliano d’Arco. Di Maio ya no representa el antipolítica; sino la política del hombre común, que llega no sólo en representación de una mayoría social, sino que él mismo – en términos narrativos – forma parte de ella. Mientras que el ministro del Trabajo desarrolla su comunicación a través de las redes y de los medios audiovisuales, la comunicación de partido pasa casi únicamente a través de las redes sociales. El enaltecimiento del “governo del cambiamento” (así definido por los mismos leguistas y pentaestrellados) ofrece un discurso esperanzador, a la vez que continua atacando al antiguo enemigo caído, el Partito Democratico. A pesar de que la imagen y el discurso del joven vice-premier no ha cambiado mucho en estos meses de gobierno, sí se ha percibido un cambio llamativo en lo que se refiere a la identidad y al posicionamiento ideológico del partido. El Movimiento 5 Estrellas ha dado un ulterior giro a la derecha, arrastrado por su inmanejable aliado de gobierno.
Salvini: narración y práctica política van de la mano para desgastar su aliado
la Liga y su líder máximo, Matteo Salvini, han gozado de un crecimiento exponencial de su consenso después de las históricas elecciones de 4 de marzo. En la larga fase de negociaciones entre los principales partidos, Salvini consiguió moderar temporalmente sus posturas sobre las alianzas a posteriori, elevándolo a líder político más responsable: mucho más que su aliado natural, Silvio Berlusconi, más que Maurizio Martina (secretario pro-tempore del PD) y más que el mismo Luigi Di Maio – quien, en los últimos días de negociaciones, y cuando se acercaba el espectro de la vuelta a las urnas, llegó a invocar el impeachment por el presidente de la República, Sergio Mattarella -.
Salvini, apelando a la responsabilidad política, consiguió cautivar las simpatías de una parte de electorado desilusionado y de los mismos electores pentaestrellados conservadores y más volcados hacia la derecha, que veían de buen ojo una alianza euroescéptica entre Liga y M5E. Entre el 4 de marzo y el 1 de junio (día del juramento del nuevo gobierno), el consenso de la Liga se había disparado, canibalizando sus aliados naturales del centroderecha y llegando a rozar el 30%, acercándose así al M5E. Además, Salvini superó – en los índices de satisfacción y confianza – al mismo Di Maio.
Las razones de este sorpasso se pueden identificar en el senso de responsabilidad transmitido por el líder leguista; por su continua relación sin intermediación a través de Facebook o Twitter con sus seguidores; por proponerse – al igual que Di Maio – como ulguien del pueblo. Sin embargo, Salvini va más allá: desvela la persona detrás del personaje, con sus debilidades (la imposibilidad de dejar el tabaco es un tema que recurre en sus conexiones con los seguidores), sus fortalezas, esperanzas y temores. Quien quiera que sea la verdadera persona detrás del personaje, el ministro del Interior consiguió establecer una relación de cercanía con el electorado.
Salvini aprovechó la coyuntura favorable – de contar con un alto consenso tanto hacia la Liga como su persona – para aplicar inmediatamente una de sus medidas estrella, por medio de decreto ejecutivo: el cierre de los puertos a las ONG que trabajan en el Mediterráneo. Poniendo a prueba desde un principio la solidez de la alianza, el Movimiento 5 Estrellas avaló la postura del aliado leguista.
En pleno verano – cuando el tema migratorio se discutió con mayor vigor -, la Liga consiguió arrastrar el Movimiento hacia posturas conservadoras y reaccionarias. Los pentaestrellados bendijeron silenciosamente las propuestas de Salvini y sus hombres. No sólo fue la inmigración: también el derecho a legítima defensa y la posibilidad de acceder a armas con mayor facilidad, o la anacronística abolición del derecho a abortar (caballo de batalla del senador leguista Pillon). Medidas y propuestas que dejaron indiferentes a los líderes pentaestrellados, culpables de un silencio de asentimiento.
Centrándonos únicamente en el aspecto narrativo del líder de la Liga, la práctica política y comunicativa han ido – y siguen yendo – de la mano. Por un lado, se busca cautivar el electorado más tradicionalista y conservador del Movimiento. Por el otro, Salvini busca – y consigue – crear fracturas internas en el partido pentaestrellado, fracturas provocadas por ese desliz hacia la derecha que dejan un segmento de electorado (progresista y de izquierda) del Movimiento huérfano de representación.
Los pentaestrellados aún no han conseguido encontrar una válida respuesta comunicativa al dominio mediático y político de la extrema derecha. El escenario de una vuelta a las urnas premiaría – según todas las encuestas – la Liga y el centroderecha, con Salvini líder de la coalición, sostenido por Berlusconi y Giorgia Meloni (secretaria del partido “nostálgico” Fratelli d’Italia). Considerando la imposibilidad de conformar otras mayorías parlamentarias, una ruptura de la alianza carioca significaría parálisis institucional, crisis política y elecciones anticipadas. Elecciones que relegarían el Movimiento, con casi toda seguridad, a la oposición por otros cinco años.
Un gobierno necesario para los dos socios
Es esta una de las principales claves de lectura para interpretar la relación de fuerza que interviene, hoy mismo, entre los verdes y los amarillos. Un Gobierno aparentemente sólido y que se sostiene por la conveniencia de ambas partes. La Liga no tiene ningún interés en volver a elecciones, considerando que ya ahora (aún siendo el socio minoritario en las bancadas parlamentarias) puede marcar – más que su partner – la agenda política y mediática. Por el otro lado, los pentaestrellados acabarían fuera de Palazzo Chigi. Y esto sería sólo el principio: el desgaste de capital político (producido por el peaje que se paga al gobernar), la fuerte tensión generada por la Liga – tirando el M5E hacia la derecha –, y la frustración por volver tan pronto en la oposición son elementos que, tras las disputas internas que se irían abriendo, debilitarían y dividirían el partido (entre conservadores y progresistas). Algo que, hasta ahora, nunca se ha verificado en la breve pero intensa historia del Movimiento 5 Estrellas.
(Fuente: Cuarto Poder / Autor: Alessandro Faggiano)
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