Hassanna Aalia (exiliado saharaui): “España me niega el asilo por sus intereses económicos en Marruecos”
Hassanna Aalia tiene 26 años. Pocos como para acarrear una década, desde 2005, en la que no recuerda un solo año sin pasar por una cárcel marroquí. Pocos como para relatar sin alterarse cómo en alguna de esas estancias en prisión le mantuvieron colgado de los tobillos. Pocos como para cargar a sus espaldas con una condena a cadena perpetua por la organización del campamento de Agdaym Izik, en el que, según Marruecos, murieron 11 miembros de las fuerzas de seguridad marroquíes. La condena la dictó un tribunal militar, con él en rebeldía (se encontraba, y se encuentra, en España), sin derecho a defensa ni a recurso.
Organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch denunciaron aquel juicio por carecer de garantías, y la ACNUR, la agencia de la ONU para los Refugiados, informó favorablemente para que España le concediese el estatuto de refugiado. Fue en vano. Interior se lo denegó en enero, y la pasada semana se cumplió el plazo para que saliera del país. Hoy es un ilegal. Javier Canivell, responsable del equipo jurídico de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR)-Euskadi, que ha asumido su defensa, explica sus próximos pasos: recurrir a la Audiencia Nacional en cuanto se les asigne procurador, pedir medidas cautelares y, si es necesario, recurrir al Supremo y a Europa, al Tribunal de Derechos Humanos.
Estos últimos días, Hassanna Aalia ha recibido el apoyo público de 50 eurodiputados, políticos en España, activistas -con huelga de hambre incluida-, unas 150 organizaciones… Mientras, él dice que seguirá luchando por su pueblo y por los derechos humanos. Desde el País Vasco, donde vive, habla con El Confidencial del Sáhara Occidental, recuerda el libro de familia español de sus padres y abuelos, defiende la lucha (pacífica) y da su versión de lo sucedido en aquel campamento de Agdaym Izik y de su condena:
Es activista desde los 17. ¿Qué le llevó a ello?
Nací en El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental ocupado. El pueblo saharaui vive desde 1975 separado en dos partes: el campamento de refugiados y la zona ocupada, donde está el ‘muro de la vergüenza’, el segundo más grande del mundo. Cualquier niño que nazca allí empieza pronto a tener preguntas: ¿por qué tenemos una cultura, un idioma, diferentes de los colonos marroquíes? ¿Por qué nos tratan diferente? ¿Por qué tenemos a nuestras familias en la otra parte? Y también empieza a sufrir por sus familiares desaparecidos o presos. A mí me pasó desde niño. En 2005, cuando se inició la lucha pacífica que sigue hasta hoy, estuve en las primeras manifestaciones. Desde entonces siempre he militado como activista de los derechos humanos.
¿Cuántas veces ha estado detenido?
No me acuerdo, pero muchas. No creo que haya pasado un año en el que no haya estado detenido. Y he sido torturado. He sido maltratado.
¿Qué torturas?
Te pegan, muchas veces te cuelgan de los pies y también te quitan la ropa, te dejan sin ella noches y días, con el frío… En fin, torturas.
¿Qué sucedió en Agdaym Izik en 2010?
El 10 de octubre se formó un campamento de 20.000 personas para conseguir derechos sociales y políticos. Montamos jaimas, un símbolo de nuestra cultura que también ataca Marruecos. Había mujeres, hombres y niños reivindicando estos derechos de una manera pacífica, y fue muy importante para nosotros: por primera primera vez en la historia del pueblo saharaui hemos conseguido vivir libremente en la zona ocupada. Duró 28 días y fue el inicio de la Primavera Árabe, como dijo Noam Chomsky.
¿Cómo acabó?
El 8 de noviembre los militares y la gendarmería intervinieron contra la población. Antes, el 24, asesinaron a un niño de 14 años… Utilizaron armas en contra del alto el fuego firmado con el Frente Polisario. Hubo manifestaciones en El Aaiún, concentraciones, asesinaron a otras personas, entraron en las casas de los saharauis torturando allí a las propias familias, hubo meses de miedo, tortura y maltrato y hubo más de 200 presos en la cárcel Negra de El Aaiún. A mí me detuvieron tres días y un tribunal civil me condenó a cuatro meses. Después salí varias veces del país, estuve en el Foro Social Mundial, también en Bilbao, tres meses… pero siempre volvía con visado, de forma legal.
Y llegó su condena.
Había viajado a Bilbao para un proyecto de activistas saharauis jóvenes en materia de derechos humanos. Al cabo de un mes y algo, en 2011, salió la busca y captura del tribunal militar, y en enero de 2012 presentamos la solicitud de asilo. En febrero de 2013 el tribunal militar me juzgó en rebeldía y me condenó a cadena perpetua. Fue un juicio ilegal, sin garantías y denunciado por AI, Human Rights Watch e incluso la UE y observadores internacionales. Nos acusaron de organizar el campamento, de secuestrar a los 20.000 saharauis que estaban en él, cuando no hubo ni una sola denuncia, y de asesinar a 11 militares, de los que no aparecieron ni los nombres, ni las autopsias… Nada. Y como armas presentaban cuchillos de cocina, móviles, walkie-talkies. Todo está en los informes de los observadores. Fue un teatro. Creo que con el juicio querían lanzar un mensaje de miedo a la población saharaui que lucha, para acabar con la resistencia pacífica.
¿Qué teme si vuelve?
Me espera la cadena por vida, las torturas. E incluso pueden llegar a asesinarme como a Hassanna Luali, un preso político que estaba muy enfermo y al que no le dieron la asistencia médica.
¿Por qué cree que el ministerio de Interior no le ha concedido el asilo?
Ha sido una sorpresa para mí, porque el caso es muy claro. Creo que detrás hay muchos intereses económicos que España tiene con Marruecos, y que no deberían estar por encima de los derechos humanos. España puede tener acuerdos con Marruecos, pero no por encima del pueblo saharaui. Mi abuelo, mi padre, todavía tienen el libro de familia de España.
¿Sigue vigente esa deuda de España hacia el pueblo saharaui de la que tantas veces se habla?
Sí, y además España sigue siendo potencia administradora del territorio. Y todavía tiene el deber de que se celebre un referéndum por la autodeterminación. Otros países no abandonaron sus colonias hasta que arreglaron lo que tenían que arreglar, pero España salió y firmó un acuerdo ilegal, el Tripartito de Madrid.
Entiendo que usted defiende en todo caso la lucha pacífica.
Como activista de los derechos humanos creo en la lucha pacífica, pero en este momento estamos en un punto crítico. Muchos jóvenes en ambos lados están llamando a la guerra. Incluso el Frente Polisario, y eso me preocupa más, porque hemos sufrido mucho por la guerra y hemos perdido a muchas personas. Lo que queremos es la vía pacífica y el referéndum para que el pueblo decida.
Más allá de los pasos legales que ahora va a dar, ¿cuáles son sus planes de futuro?
Tengo muy claro, desde los 17, que voy a defender a mi pueblo, voy a defender los derechos humanos. No pararé.
(Fuente: El Confidencial / Autora: Ana Goñi)
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