Filipinas: Ya van más de cuatro meses desde que el Estado Islámico tomó el control de la ciudad de Marawi, en la Isla de Mindanao
Han pasado ya más de cuatro meses desde que el Estado Islámico tomó el control de la ciudad de Marawi, situada en isla de Mindanao. Todo comenzó cuando la policía lanzó un operativo especial para detener a Isnilon Hapilon, uno de los terroristas más buscados del mundo, quién desde 2014 dirige la filial del ISIS en Filipinas, también conocida como Abu Sayyaf. Al parecer, el líder del ISIS se encontraba en Marawi trazando una alianza con otra organización yihadista local, el grupo Maute. Lo que en un principio pareció ser una redada policial, acabó convirtiéndose en una auténtica batalla tras la llegada de refuerzos de los Maute a Marawi.
Hace tan solo una semana, el general Carlito Galvez, máximo responsable de las operaciones en Mindanao Occidental, anunciaba la liberación de cuatro rehenes que mantenía el ISIS bajo su custodia. Siguiendo las mismas estrategias que en Siria e Irak, los combatientes de Abu Sayyaf y el grupo Maute han estado utilizando a los habitantes que quedan en Marawi como escudos humanos para entorpecer el avance del ejército filipino. Las estrechas callejuelas de la ciudad yacen ahora plagadas de explosivos improvisados, mucho más sofisticados de los que la insurgencia solía usar en el país. La inteligencia militar asocia estos avances a la llegada de yihadistas extranjeros -principalmente procedentes de Indonesia y Malasia- que habrían proveido a los grupos locales de nueva tecnología tras unirse a sus filas. Todo esto, sumado a las intensas lluvias que sacuden la ciudad casi diariamente, ha hecho que la batalla por Marawi continúe hasta día de hoy.
Las ciudades vecinas atraviesan una dura crisis humanitaria después de que más de 100.000 desplazados por la guerra huyeran del ISIS. Docenas de campamentos improvisados intentan albergar a refugiados que encaran cada vez más dificultades para abastecerse tras la declaración de la ley marcial en la isla. Los interminables controles del ejército saturan los caminos y las lluvias monzónicas amenazan con la propagación de enfermedades. “Llevamos aquí cuatro meses. Llegamos el 26 de Mayo. Adaptarse ha sido muy difícil, primero por el clima y ahora porque ya no tenemos ahorros”, cuenta Pundarola Luminog, uno más de los incontables residentes de Marawi que han tenido que trasladarse a los campos de refugiados.
“Duterte ha pedido no bombardear”
Tras los contínuos bombardeos por parte de la artillería y las Fuerzas Aéreas de Filipinas, una gran parte de la ciudad ha quedado destruida. El gobierno ha trazado ya un plan de reconstrucción urgente pero la prolongación del asedio hace casi imposible llevarlo a cabo. “El Gobierno nos está ayudando, pero no puede proveernos de todo lo que necesitamos porque ya hay demasiados problemas en nuestro país. Necesitamos una fuente de ingresos. Teníamos todo en Marawi y ahora ya no nos queda nada allí”, dice Pundarola.
“Tenemos severas restricciones que retrasan nuestro avance”, comenta el Coronel Romeo Brawner, uno de los oficiales al frente de las operaciones en Marawi, “la principal de ellas es que intentamos limitar los bombardeos todo lo posible, por petición de los habitantes de Marawi y del propio presidente Duterte. Esto ha hecho que el peso de la operación militar recaiga en las tropas de tierra”.
Además, las múltiples mezquitas de Marawi se han transformado en puntos clave desde que empezó la ofensiva, dejando en una situación comprometida la estrategia para recuperar la ciudad. “No podemos atacarlas con nuestra aviación porque su destrucción podría dar argumentos a los yihadistas y empeorar la situación política. Los terroristas lo saben y aprovechan para esconder a sus líderes y sus arsenales de munición en ellas”, explica el coronel Brawner.
Pese a todo, las Fuerzas Armadas de Filipinas han conseguido rodear completamente a los últimos insurgentes. Su vía de escape quedó cortada con la captura del último puente de la ciudad y el bloqueo total del lago Lanao, tal y como anunciaba recientemente el gobierno local de Marawi. Los éxitos en la campaña han tenido un alto coste para el ejército filipino. Hasta hoy, 153 soldados han perdido la vida luchando para recuperar la ciudad, y más de 1.000 han sido heridos. El ISIS, por su lado, ha sufrido 704 bajas confirmadas, según fuentes oficiales.
La nueva Raqqa del Sudeste Asiático
“Esperamos que la ciudad sea totalmente liberada en diez días. Dos semanas como mucho. Tenemos que tener cuidado porque no sabemos cómo reaccionarán los Maute cuando su final esté cerca y se desesperen”, aseguraba el general Galvez, una de mas máximas figuras de la campaña militar, “no obstante, el objetivo principal de la operación es el rescate de rehenes”. El grupo radical aún retiene a medio centenar de civiles en las áreas bajo su control.
Aunque el ejército asegura que la victoria de Marawi podría cortar de raíz el nacimiento del ISIS en Filipinas, recientes incursiones en la provincia de Lanao del Sur han demostrado que los yihadistas pueden tener más simpatizantes de lo esperado. Los informes de inteligencia recogidos sobre la organización parecían mostrar que los líderes del ISIS tenían intenciones de ploclamar Marawi como la nueva Raqqa del Sudeste Asiático, una capital del yihadismo en Filipinas desde la que lanzar ataques por toda la isla de Mindanao.
Aun así, la amenaza del ISIS parece no asustar a los ciudadanos de Marawi, quienes aseguran desear volver a su hogar una vez pase todo. “Cuando Marawi sea segura volveremos. No estamos asustados, no es la primera vez que ocurre esto en nuestra historia. Espero que nuestros líderes puedan llegar a un acuerdo, es la única manera. Necesitamos entendimiento y respeto. No necesitamos armas para expresarnos”, dice Pundarola Luminog, hastiado ya de los eternos combates entre guerrillas y gobierno que llevan desolando la isla de Mindanao desde los inicios de su historia.
No obstante, y aunque el Ejecutivo de Duterte ha llegado a firmar acuerdos con otros grupos armados, el entendimiento entre los integristas y la Administración no parece avistarse en un futuro cercano. El centenar de yihadistas que aún queda en la ciudad se niega a rendirse, mientras que el ejército se prepara para lo que ha anunciado como la última fase de esta larga y agotadora batalla.
(Fuente: El Confidencial / Autor: Antonio Ponce)
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