Brutal paquete de cien drásticas medidas del gobierno de Tsipras en contra de los trabajadores griegos

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Las organizaciones sindicales y políticas griegas se han puesto en pie de guerra. Y no es para menos. Syriza aprobó el pasado lunes, con nocturnidad y alevosía, un conjunto de propuestas condensadas en una “ley de emergencia” con la que se pretende limitar los derechos sindicales y de huelga.

La respuesta por parte de los sindicatos helenos no se ha hecho esperar. Ha sido fulminante.

“Estos derechos se ganaron con sudor y sangre hace más de tres décadas”- señala Odysseus Trivalas, presidente del sindicato de trabajadores del sector público. “Los bancos, los empresarios de la industria y los inversores extranjeros nos los quieren negar. No se lo pondremos fácil. Saldremos a la calle”.

Amparado en la nueva normativa “de urgencia”, el Ejecutivo del socialdemócrata Tsipras acordó imponer nuevos requisitos y cortapisas al derecho de  los trabajadores a convocar huelgas.

El movimiento en la calle no ha sido remolón en esta oportunidad.  La pasada semana, miembros de los sindicatos de izquierda irrumpieron  en el Ministerio de Trabajo, enfrentándose  con la   titular de ese Ministerio, Effie Achtsioglu, una  syriza de tan solo treinta y pico años, que se encontraba en esos instantes en su despacho. Los trabajadores le espetaron  un sonoro “¡caradura!”, coreando alrededor de ella con calificativos como “¡traidora!” y “¡vergüenza!, vergüenza!”. Una vez concluido el escrache los trabajadores colocaron una enorme pancarta en toda la fachada del Ministerio con la frase: ¡¡ no os atrevais ni a tocar el derecho laboral de la huelga!”.

En el curso del último decenio han tenido lugar en Grecia alrededor de medio centenar de huelgas generales. La huelga sido el arma por excelencia de los asalariados, la única arma  frente a los desmanes  tanto de la troika europea como del propio gobierno heleno. En Grecia, el derecho a huelga no han sido capaces de tocarlo ni siquiera los gobiernos más derechistas de la historia política reciente del país. Ha tenido que ser Tsipras, el judas Tsipras, como lo llama la calle, aquella “esperanza blanca” de la socialdemocracia vergonzante española – Podemos e IU – quien  primero ha osado atentar contra este derecho laboral, conseguido en Grecia después de un largo combate popular, que va desde una cruenta guerra civil, pasando por dictaduras militares, gobiernos derechistas hasta llegar a los neo socialdemócratas de Syriza.

Las prometidas “reformas sociales” de Tsipras, esgrimidas por  Pablo Iglesias como la milagrosa panacea para los pueblos de la Europa mediterránea, no sólo han quedado en agua de borrajas, sino que, además, los compromisos suscritos por el Ejecutivo heleno con los Estados Unidos, Israel y la OTAN han arrastrado a Grecia a convertirse en un bochornoso  apéndice de los poderes multinacionales y geopolíticos en el Sur de Europa

Pero el proyecto de ley ahora  implementado por Alexis Tsipras no se ha limitado a aplicar un fortísimo tijeretazo al derecho de huelga de los asalariados griegos.  Prevé, igualmente, medidas tales como la posibilidad de  subastar online las propiedades pertenecientes a aquellos que se vean imposibilitados de poder pagar sus deudas. Como puede constatarse, la “creatividad” del “izquierdista” Tsipras ha superado con creces a las iniciativas reaccionarias de la francocracia española. A partir de ahora, los funcionarios gubernamentales griegos podrán proceder a una suerte de “desahucio internáutico”.

¿Quién está detrás de las reformas antiobreras de Syriza?

¿Qué es lo que  empuja a Tsipras a poner en marcha medidas que ni sus predecesores mas conservadores llegaron ni por un momento a imaginar?

La respuesta a esta pregunta la dio la troika, integrada por el Banco Central Europeo,   el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea. Las tres instituciones “supranacionales” – en realidad, una superestrutrura internacional del imperialismo –  no utilizaron ningún tipo de  añagazas  a la hora de transmitir su “trágala” al Gobierno de Tsipras. El Ejecutivo de Syriza debía pasar por las horcas caudinas de la triple orden de la troika “si se quería acabar con la morosidad de los préstamos bancarios morosos”. De no ser así, amenazaban nuevamente con  expulsar a Grecia  del “paraíso” de la Unión. Quien un día dijera encarnar la rebelión de los pueblos del Sur contra la tirania de Bruselas no necesitó más presiones para plegarse humildemente. Prefería desplegar a los  antiditurbios contra los asalariados, pesionistas y deshuciados de su país, que atreverse a hacer  frente a los poderosos del Norte. Tsipras sabe que un  gesto de esas características resulta siempre muy peligroso, sobre todo para  aquellos que  tienen la convicción  de que los asuntos relacionados con la soberanía nacional se resuelven en la mesa de negociaciones del enemigo, y no con las movilizaciones y la organización popular.

Un paquete de 100 duras medidas

La ley aprobada con nocturnidad y alevosía el pasado lunes contiene nada menos que 100 medidas drásticas,  que causarán a los griegos nuevos sufrimientos .   La “zanahoria” que Tsipras ha exhibido  ahora  se fundamenta en la promesa de que la troika liberará más fondos de emergencia antes de que finalice en agosto su tercer y presuntamente “último” programa de rescate. Pero, ¿qué quedará de los griegos y de su economía para entonces?

Los apoltronados diputados de Syriza dieron muestras plañideras  ante los medios de   comunicación de “su enfado” porque – según ellos- las drásticas medidas “lesionan gravemente su  sensibilidad de izquierdas”. Ni que decir tiene que esa solidaridad con el pueblo griego no fue acompañada – por lo menos hasta el momento en el que escribimos esta crónica – de ninguna dimisión.

Como  hiciera aquí en el pasado Felipe González, Alexis Tsipras acudió también al viejo recurso del “consuelo”, argumentando que de no haberse implementado estas reformas “hubiera sido mucho peor”.

“Nos enfrentamos a las exigencias de los acreedores respecto a la liberalización de los despidos, el restablecimiento del cierre patronal y el cambio del quórum para las asambleas sindicales de primer grado. Solo cedimos en lo último”, se atrevió a decir  sin el más leve sonrojo, y esperando – encima –  el agradecimiento de los griegos.

Por cierto, una reflexión final. Durante meses, tanto Pablo Iglesias como Alberto Garzón nos dieron la perseverante tabarra  de que con el gobierno de Syriza se abriría  un período de “avances revolucionarios” en toda la Europa mediterránea. ¿Ha escuchado alguien una valoración crítica, – o, al menos, analítica- , a cargo de estos dos caballeros acerca de lo que sucede en Grecia con la “experiencia Syriza”?  ¿Cómo debemos interpretar  su  mutismo?  ¿Cómo una aceptación o como un rechazo? ¿Como un apoyo o como un distanciamiento?  Ayudaría mucho a despejar el horizonte una respuesta política al respecto. Después de los entusiastas efluvios pro Syriza, nos la merecemos.

(Fuente: Canarias Semanal / Autor: Máximo Relti)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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