Arnaldo Otegi (EH Bildu): “Nosotros hace tiempo que no hablamos de ETA, es el Estado el que necesita hablar de ETA”

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Bayona fue el escenario, hace hoy un año, del desarme de ETA. Un acto organizado y protagonizado por la sociedad civil vasca, que en 2016, frente a la actitud de bloqueo de los Gobiernos de Francia y España, se lanzó a ocupar su papel en un proceso de paz iniciado en 2011, con la declaración de cese de la violencia por parte de la organización armada.

365 días después de Bayona, y con el probable anuncio de disolución de ETA en los próximos meses, el conflicto catalán y la deriva autoritaria por parte del Gobierno de Mariano Rajoy protagonizan la actualidad en el País Vasco y en todo el Estado español.

En un alto en el camino, Arnaldo Otegi (Elgóibar, 1959), coordinador general de EH Bildu, segunda fuerza política en el Parlamento Vasco, echa la vista atrás para mirar lo ya recorrido; pero también otea el horizonte, para escudriñar lo que aún queda por recorrer.

Ha pasado un año desde que ETA entregó sus armas,¿ha habido algún avance en el proceso desde entonces?

Estamos frente a un proceso de paz atípico. Solemos decir que no existe un proceso de paz como se ha entendido en la comunidad internacional en la medida en que no hay Estados que estén interesados en que haya un proceso de paz. Es un proceso unilateral que está siendo protagonizado por el pueblo vasco, por su sociedad civil, y hace un año, a pesar de las trabas que puso el Estado español, con la colaboración a última hora del Estado francés, dio paso a lo que fue un desarme ordenado de la organización ETA.

Pensamos que lo que ha generado eso son nuevas condiciones en el país, ha acreditado una vez más que el independentismo de izquierdas en el país está avanzando por la senda pacífica y democrática, que es una estrategia que ya no tiene vuelta atrás, y en ese sentido también ha acreditado la nula voluntad del Estado por encarar con soluciones políticas un problema político.

Es la primera vez que un proceso de paz con una organización armada se realiza sin la participación de Estados y con el completo protagonismo de la sociedad civil.

Sí, cuando tenemos la ocasión de viajar fuera o cuando hay observadores internacionales que visitan nuestro país todos coinciden en una tesis, y es que este es un proceso tan atípico que seguramente algún día nos llamen de determinados foros y universidades para que lo podamos explicar, porque es la primera vez que se produce un fenómeno de este tipo con un carácter absolutamente unilateral, con una presencia y protagonismo evidente de la sociedad civil, de las organizaciones sociales, sindicales y populares del país, y me parece que obedece a la lógica que nosotros tratamos de implantar en el país a partir de la decisión de que el independentismo y el país necesitaban que desapareciera de la ecuación la lucha armada, la lucha de ETA.

En ese sentido, es cierto que, a última hora, a pesar de que el gobierno español estuvo presionando —aunque haya voces que digan que a última hora dejó hacer, no es cierto; hubo presiones por parte del Gobierno español y concretamente de la Guardia Civil hasta última hora para que ese desarme no se produjera—, el Gobierno francés sí que colaboró por lo menos no poniendo obstáculos a que el desarme se produjera.

Y está pasando algo parecido con el acercamiento de presos: el Gobierno francés está manteniendo en cierta manera una posición autónoma con respecto a la estrategia del Estado español, cosa que hasta ahora no había sucedido, y eso es probablemente porque transcurridos ya muchos años del cese definitivo de la lucha armada haya sectores en el Gobierno francés que consideran que hay determinadas cosas que no se pueden mantener de manera inmóvil y que no se pueden poner obstáculos a un proceso que ya no tiene vuelta atrás.

A los pocos meses de tu salida de prisión, donde estuviste precisamente por apostar por la vía pacífica, el Gobierno francés detuvo en Luhuso a los cinco activistas que asumieron la tarea de destruir el armamento de ETA. Esto fue seguido por movilizaciones y críticas por todo el Estado. ¿Pudo ser este momento un punto de inflexión que hizo que el Gobierno francés se replanteara su postura?

Las detenciones de Luhuso marcaron un punto de inflexión en algunos sentidos. Primero porque el Gobierno español, y en primera instancia el Gobierno francés, tratan de hacer pasar esa operación a los medios de comunicación de la república francesa como una operación antiterrorista. Evidentemente, cuando se conocieron los nombres y las organizaciones en las que militan los detenidos, todo el mundo supo que no era una operación contra ETA, que esa gente estaba ahí para destruir armas de ETA, y se produce un auténtico revuelo en la opinión pública y publicada del Estado francés.

¿En qué sentido? En el sentido de que incluso periódicos del prestigio de Le Monde o incluso de la derecha francesa no se explican cómo se puede hacer una operación contra gente que está destruyendo arsenales de una organización armada clandestina. Y eso creo que marca un punto de inflexión porque esa era una dinámica que nos iba a detener y porque el Gobierno francés era muy consciente de que en la siguiente dinámica que se pusiera en marcha para destruir armas de ETA probablemente iba a tener que detener incluso a miembros de la Asamblea Nacional francesa, no solo de la izquierda francesa sino incluso de la derecha francesa. Creo que el Gobierno francés a última hora se da cuenta de que lo que tiene es una patata caliente que no puede gestionar en los términos en los que el Gobierno español le está planteando y, por lo tanto, en última instancia, colabora para que ese desarme se dé de manera ordenada.

¿Se espera algún movimiento por parte de la Administración española en cuanto al acercamiento de presos o la salida de la cárcel de los que estén enfermos?

No, desde el inicio de este proceso han considerado que los presos funcionaban como rehenes políticos para tratar de sabotear la nueva estrategia. Desde el inicio, el Estado español ha considerado que eran los rehenes que ellos tenían en su mano para sabotear el nuevo escenario, por lo que no somos optimistas en cuanto a que el Gobierno del PP vaya a tomar ningún tipo de iniciativa en ese terreno.

Nosotros solemos decir que fundamentalmente habría que distinguir —y es una cosa que se hace a veces bastante difícil de transmitir a la opinión pública española— lo que es una solución integral al problema de los presos, que consiste en que al final se va a tener que activar una hoja de ruta para que todos los presos salgan a la calle, de lo que son medidas de naturaleza estrictamente humanitaria, como es la salida de los presos de mucha edad o enfermos. Pero no tenemos ninguna esperanza.

No creemos que el Gobierno del PP, y menos ahora con la presión de Ciudadanos, vaya a tomar ninguna iniciativa en este sentido. Ellos siempre nos dijeron que, cuando ETA se disolviera, se acabaría la dispersión y yo —es la segunda vez que lo digo— lo que les digo es que vayan preparando los autobuses para los traslados porque, cuando se produzca la desaparición de ETA como organización, tampoco cumplirán su palabra.

Y la disolución de ETA se prevé que será este verano.

Sí, antes de verano es lo que anunció el Foro Social en su día. A mí no me suele gustar dar fechas porque es un tema suficientemente delicado como para andarse con cuidado. Hay que tener mucha seguridad para ello. Pero sí, considero que el dato que dio el Foro Social de que antes de verano se producirá esa decisión de ETA se aproxima mucho a lo que probablemente vaya a suceder.

Y ya a partir de ahí se abre una nueva etapa, y con 2020 a la vuelta de la esquina cargado de elecciones. En las de 2016 no te pudiste presentar por que el Constitucional dictaminó que estabas inhabilitado para sufragio pasivo.

Sí, es algo que ya de antemano sabíamos que iba a ocurrir. Sabemos que es una aberración jurídica porque es el único caso en el que el tiempo de inhabilitación para sufragio pasivo empieza a contar a partir de la salida de la cárcel, pero no quiero hacer un discurso en términos jurídicos. Todo el mundo sabe que la justicia en el Estado español, en determinados casos —probablemente en la mayoría—, no se guía por criterios jurídicos sino por criterios políticos. Lo estamos viendo en el caso de Catalunya y en mi caso es algo evidente.

Aun así, el resultado de EH Bildu fue positivo.

Tuvimos un buen resultado electoral. Sacamos 18 diputados. Ganó el Partido Nacionalista Vasco con 28 diputados. Conseguimos asentar el independentismo de izquierda como alternativa, pero no estamos satisfechos con ese resultado. Aspiramos a gobernar este país y aspiramos a hacerlo ganando las elecciones o en coalición. Pero, de momento, somos la alternativa en el país, somos la segunda fuerza. Desde nuestro punto de vista, nuestro proyecto tiene cada vez mayor anclaje, viendo la evolución que está teniendo el Estado español, que, desde nuestro punto de vista, está haciendo una auténtica contrarreforma. Es una contrarreforma que ha venido para quedarse, no es una fase histórica coyuntural sino una decisión meditada por parte de los poderes del Estado.

Lo dijimos cuando vimos al rey, aquella infausta noche, llamar a disciplinar un bloque mediático, económico, financiero, político, sindical con el “a por ellos” como consigna [en su discurso del 3 de octubre]. Dijimos que eso anunciaba una deriva a la turca del Estado español y es lo que estamos comprobando. Por lo tanto, creemos que, fundamentalmente desde las naciones sin Estado en el Estado —y también en el Estado, pero fundamentalmente las naciones sin Estado—, necesitamos asentar procesos con mucha inteligencia, con mucha prudencia, pero también con mucha firmeza, de recuperación de la soberanía, no solo en términos nacionales sino en términos populares. Esa es la labor que EH Bildu tiene que llevar a cabo y creo que por aquí pasaría incluso la propia democratización del Estado.

Pero más allá del tema de la posible independencia, EH Bildu también tendrá que incidir en otros temas sangrantes, como puede ser el desempleo…

Creo que hay que empezar por decir que en el Estado español, y también aquí, hay un interés por parte del PNV, fundamentalmente, en hacer creer que el País Vasco es una especie de oasis en el que las consecuencias de la crisis o la estafa económica y financiera no han tenido consecuencias. El PNV tiene siempre la tentación de compararnos con comunidades como Extremadura o Andalucía, que históricamente han estado marginadas en el propio Estado español. Compararse con ellas es, primero, de mal alumno y, en segundo lugar, no es muy acertado en términos históricos. Siempre decimos al PNV que lo que hay que hacer es compararse con las regiones o naciones más desarrolladas, sobre todo, desde nuestro punto de vista, con las nórdicas.

Tenemos un grave problema y es que no tenemos instrumentos de soberanía para hacer otras políticas. Cuando demandamos soberanía no es porque nos gusten más unas banderas que otras sino porque lo que necesitamos son instrumentos de poder político para hacer otro tipo de políticas.

Lo que le decimos a nuestra gente en el País Vasco es que necesitamos construir un Estado refugio, un Estado que vele por la gente, que cuida de la gente y que vele por sus derechos. Y eso hoy pasa por construir un proceso soberanista en nuestro país porque, desde nuestro punto de vista, en el contexto que estamos viviendo, con un neoliberalismo lanzado en ofensiva, con un Estado español en una deriva autoritaria cada vez más flagrante, defender a la gente en nuestro país es defender sus derechos sociales, sus derechos nacionales y es construir una especie de refugio que en nuestro caso es construir un Estado soberano, una república vasca.

Volviendo a la inhabilitación, supuestamente te afectaría hasta 2021. ¿Crees que en las próximas citas electorales de 2020, cuando se prevé que se sumen las elecciones generales, autonómicas, europeas y locales, podrás ser candidato de EH Bildu?

Pues no lo sé, el caso está pendiente de resolución por parte del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que ya lo ha admitido a trámite, lo que es un buen síntoma porque solo el 3% de las demandas son admitidas a trámite. Al menos ha entendido que hay suficiente contenido litigioso en términos jurídicos para tomarse el tiempo para meditarlo. Pero en cualquier caso es probable que no me pueda presentar. Tampoco es que tenga una especial predilección por presentarme a una determinada institución.

Me parece que sería bueno que todo el mundo se pudiera presentar, y yo lo que reclamo no es mi derecho a presentarme sino a que no haya veto sobre gente, que es lo que está pasando también en Catalunya. Pero, en cualquier caso, no es lo que más me preocupa. Lo que me preocupa es que a esa cita de 2020 el independentismo de izquierdas llegue con un proyecto sólido y solvente, con un proyecto que dé seguridad a la gente. Me parece que la labor de las izquierdas en los diferentes pueblos de Europa es dar seguridad a la gente. Estoy convencido de que cada vez vivimos en sociedades con más miedo y lo que tiene que hacer la izquierda es recuperar, primero el relato de un mundo que ha perdido, y segundo, dar seguridad a la gente de que las cosas se pueden hacer de otra manera.

¿Cómo se vive desde el País Vasco lo que está sucediendo en Catalunya?

Se vive con mucha solidaridad y también —por qué no decirlo— con una cierta angustia y frustración, porque a nosotros siempre nos dijeron eso de que por la vía democrática todo era posible. Ya sabíamos que era mentira, pero ahora esa mentira se ha corroborado. En cualquier caso, eso no va a hacer cambiar nuestra posición, que es absolutamente favorable, con carácter estratégico y sin vuelta, a las posiciones y estrategias pacíficas y democráticas.

Creo que lo que está escenificando Catalunya es que ha habido un momento, hace unos años, en el que la crisis del régimen ha sido brutal. Esa crisis de régimen se veía o se podía comprobar desde el nacimiento de nuevos movimientos políticos y sociales del 15M a la crisis de Catalunya, al cambio de estrategia del independentismo. Todo eso lleva al régimen a una gravísima crisis y lo que ha hecho el régimen es una contraofensiva en la que ha recuperado nuevas armas como el 155, como la guerra económica y como la represión.

Lo que ha hecho es modelar una auténtica contrarreforma. Se ha vuelto a los orígenes de la transición y en estos momentos, a pesar de que hay gente que dice que lo que hay que hacer es acabar con el 155, el 155 ha venido para quedarse, porque se puede activar o desactivar en un momento determinado, pero ya forma parte de unas reglas del juego del nuevo orden en el Estado español y esa es la cruda realidad.

Lo que está intentando hacer el Estado no es solo intentar de derrotar al movimiento independentista en Catalunya, sino lanzar un aviso a navegantes, también a los vascos por ejemplo, en cuanto a que el 155 está ahí y cualquier intento de romper la unidad de España o proclamar la soberanía nacional de una nación sin Estado como la nuestra, se paga con el delito de rebelión y de sedición, que son 30 años de cárcel.

Este es el panorama que tenemos delante y es lo que hay que decirle a la gente, porque a la gente hay que decirle la verdad. Tenemos delante un panorama muy duro, pero es el que hay, y necesitamos que la gente entienda lo que está pasando, que es algo muy grave. Me parece todavía más grave que Europa mire hacia otro lado y por otro tipo de intereses.

Tampoco es que esperemos gran cosa de la Unión Europea —ya sabemos que es una estructura para la dominación económica— pero por lo menos me parece que sí es altamente significativo que se esté produciendo una especie de deriva a la turca en un Estado en el sur de Europa, y Europa esté mirando para otro lado. Esa es la Europa de los valores, de los derechos humanos y de la democracia que nos cuentan algunos.

Y con este panorama en el que la vía democrática tampoco se acepta, ¿qué alternativas quedan?

Queda la perseverancia, ¿no? Es evidente que ellos tratan de manejar un escenario en el que dicen que por esta vía [la democrática] tampoco va a poder ser, a no ser de que estéis dispuestos a pagar el precio de muchos años de cárcel, exilio, guerra económica, etc. Pero los pueblos pequeños —y nosotros somos un pueblos pequeño— no vamos a tener muchas oportunidades para alcanzar la soberanía. Tendremos alguna, y hay que estar preparado, con mucha inteligencia, sin ofrecerles flancos fáciles en los que ellos puedan golpear. Estar preparados porque ¿quién puede vaticinar lo que puede ocurrir en esta Europa o en el planeta en cinco o diez años, si se pueden abrir grietas que permitan alguna oportunidad? No lo sé, pero hay que estar preparados para la ocasión, y, por mucha represión que exista, nosotros vamos a seguir construyendo camino para que se haga realidad un Estado vasco y recuperar la soberanía, sin, en ningún caso, renunciar a las vías pacíficas y democráticas, y con mucha perseverancia y paciencia.

¿Qué ambiente se respira ahora en la izquierda abertzale?

Creo que es realista. La izquierda independentista lleva tiempo advirtiendo de lo que está ocurriendo en el Estado español, yo creo que hay sectores que no lo han querido ver. Incluso en este Aberri Eguna, en la lectura que hace el PNV se ha aproximado mucho a la que llevamos meses diciendo, que es que una de las labores de la izquierda es contarle la verdad a la gente, y a veces yo sé que hay equipos de comunicación que ahora son poderosisimos que siempre tratan de decir no digas esto o lo otro, pero a la gente hay que decirle la verdad, que se está produciendo una regresión autoritaria muy importante en el Estado español que no es solo contra Catalunya, sino contra los propios valores democráticos.

Somos realistas, pero seguimos siendo optimistas, seguimos pensando que hay posibilidades de hacer las cosas de otra manera, de alcanzar nuestros objetivos políticos, que hay que armarse de paciencia y de perseverancia, y prepararse para un largo —o no tan largo— camino gramsciano. Hay que cambiar los valores de la gente y estar ahí preparados por si surge la ocasión. Creo que era Durruti el que decía que había que hacer gimnasia revolucionaria porque nunca se sabía cuando iba a estallar la revolución, pues yo creo que los pueblos que buscamos la soberanía tenemos que estar preparados a todos los niveles para que, si se presenta la ocasión, poder aprovecharla. Yo creo que la ocasión se va a presentar porque nosotros vamos a trabajar para que se presente.

Y con el tema catalán, ¿crees que se ha dado un apoyo suficiente desde Euskal Herria?

Siempre hemos manifestado que nuestro país ha perdido una oportunidad, posiblemente porque no estábamos preparados para ello, porque no hemos hecho las cosas bien, por muchos factores. Pero nosotros y nosotras hemos planteado con claridad, y de manera pública, un análisis de que si la izquierda en España y el pueblo vasco en Euskal Herria, hubiésemos lanzado una ofensiva en términos de recuperación de soberanía nacional o de democratización en el Estado a la vez que Catalunya, probablemente el Estado no habría tenido las posibilidades que ha tenido para poder hacer frente a este proceso. Esto ya no tiene vuelta porque no hemos sabido utilizar, desde mi punto de vista, esta posibilidad.

Ahora bien, creo que ese es el camino, que en este caso los vascos soberanistas sincronicemos nuestros relojes políticos con los catalanes, también con la izquierda en el Estado que quiera cambiar las cosas de raíz, para que la contraofensiva del Estado no alcance sus objetivos. Creo que es bastante difícil, pero que necesariamente ese va a ser el camino a recorrer. Si no se nos impondrá otra vez una larga noche triste, gris, autoritaria, de falta de libertades y muy conservadora en lo social y en lo democrático, y eso es una tragedia para todos.

En 2016 y 2017, en paralelo al proceso catalán, en el País Vasco se celebraron consultas simbólicas en decenas de municipios en cuanto a la independencia de Euskal Herria, siguiendo el modelo catalán. ¿Este proceso va a seguir adelante?

Ese es un proceso que lo dirige un movimiento popular que se llama Gure Esku Dago, que significa “está en nuestras manos”, que va a seguir haciendo consultas en los pueblos. Para nosotros es importante, sobre todo porque permite que gente plural, gente que es del ámbito de la izquierda soberanista, pero también del PNV, de sindicatos como Comisiones y la mayoría sindical vasca, gente de la izquierda como Podemos, trabajen juntos en los pueblos, lo cual nos parece importante porque genera complicidades que de ninguna otra manera pueden ser posibles.

Por otra parte, hay un movimiento popular que ha aprendido desde la práctica, desde abajo, cómo se hacen estas cosas, y por lo tanto tiene ya una cierta logística y saben cuáles son los mecanismos para hacer una consulta de este tipo, lo que es soberanía popular, y como no es descartable que alguna vez haya que hacer algo así, y es posible que contra la opinión del Estado, todas estas experiencias se van acumulando. Lo digo con toda la prudencia del mundo, porque me da la impresión que el Estado va a dar un salto cualitativo en la represión en Catalunya y va a entender la desobediencia civil también como un delito de rebelión y sedición.

En paralelo al proceso de paz, en los juzgados el delito de enaltecimiento del terrorismo ha sido la estrella en los últimos años, y ETA ha tenido mucho protagonismo. Sin embargo, hace pocos meses la Audiencia Nacional emitía una sentencia absolutoria en la que se argumentaba la ausencia de delito porque ETA ya no estaba en activo. ¿Puede ser esto un cambio?

Hay un dato que es curioso, que es que cuando ha acabado la lucha armada de ETA ha sido cuando más procesos se han abierto por enaltecimiento del terrorismo. Esto es una insensatez en términos jurídicos pero no tanto en términos políticos. El Estado español había convertido a ETA en el enemigo interno que permitía esconder o lanzar una especie de neblina sobre los problemas estructurales que tenía el Estado. Lo que daba cohesión al proyecto de Estado era combatir ese enemigo interno. Cuando fuimos capaces de sacar de la ecuación a ETA y la lucha armada, el Estado se quedó sin enemigo interno.

Recuerdo que nosotros en la cárcel a veces nos decíamos: “Este Estado se tiene que buscar un enemigo interno porque, si no, las grietas le van a resquebrajar”, y hacíamos cábalas y especulaciones sobre si el nuevo enemigo interno podía ser de tinte racista o xenófobo, si podía ser el islamismo. Pensamos que ahora ha encontrado el nuevo enemigo interno, que es el soberanismo y el independentismo, pero hasta ahora ha arrastrado al anterior.

El Estado ha mantenido presente a ETA permanentemente en estos años, lo necesitaba porque era el enemigo interno que le permitía mantenerse un tanto cohesionado. Por eso ha habido tantas denuncias de apología y se ha hablado permanentemente de ETA. Hay una cosa curiosa: nosotros hace tiempo que no hablamos de ETA, son ellos los que necesitan hablan de ETA constantemente. Es como si la echaran en falta. Ahora creo que ellos han alcanzado una conclusión, sobre todo Ciudadanos, que cabalga sobre la ola de un nuevo enemigo interno que es Catalunya y el independentismo. Y, en segundo lugar, creo que puede haber algún sector, sobre todo la judicatura europea, que haya advertido al Estado español de que determinados delitos ya no se pueden seguir planteando como se han planteado antes. Pero, en cualquier caso, tenemos raperos en la cárcel, lo cual es una cosa muy llamativa del carácter autoritario que está alcanzando el Estado español.

(Fuente: El Salto / Autor: Ter García)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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