El alto el fuego en el Sáhara Occidental, en su punto más frágil desde 1991

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Un centenar de efectivos armados del Ejército marroquí y del Frente Polisario se encuentran cara a cara y a poco más de 100 metros de distancia en Guergerat, una franja terra nullius al sur del Sáhara Occidental. El episodio de tensión que se vive en la antigua provincia española alcanza estos días niveles sin precedentes desde que en 1991 el rey de Marruecos y las autoridades saharauis pusieran fin a dieciséis años de guerra con la firma de un alto el fuego para, en teoría, celebrar un referéndum de autodeterminación, siguiendo el protocolo de descolonización de las Naciones Unidas (resolución 1514 de la Asamblea General).

El riesgo inminente de una vuelta a las armas se hace patente por la ausencia de cascos azules durante la noche en los 120 metros de arena que separan a los militares marroquíes y saharauis. Las limitaciones presupuestarias y de personal hacen que la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental) solo pueda desplegar a sus efectivos durante el día para separar a ambos bandos y asegurar el alto el fuego. Fuentes saharauis confirman que el Frente Polisario ya ha movilizado tropas hacia las localidades de Bir Lehlou y Mijet, en la parte del Sáhara Occidental bajo control saharaui, mientras que en los últimos meses Marruecos reforzó su presencia militar en la zona sur de la antigua provincia española. Brahim Ghali, presidente del Frente Polisario tras la muerte de Mohamed Abdelaziz en mayo de este año, se fotografió recientemente en la costa atlántica del Sáhara.

La escalada de tensión en Guerguerat empezó el pasado 14 agosto de este año con la llegada de ingenieros civiles y gendarmes marroquíes a la zona, situada después del muro militar marroquí que divide el Sáhara Occidental y muy cerca de la frontera de Mauritania, para “poner fin a las actividades de contrabando” y alquitranar la carretera que lleva a la aduana mauritana, según un comunicado divulgado por el Gobierno provincial de Dajla (antigua Villacisneros), bajo control de facto de Marruecos. Acto seguido los diplomáticos del Polisario protestaron en vano ante el estadounidense Christopher Ros, el alto funcionario que por entonces aún lideraba el contingente de la MINURSO. Las autoridades saharauis veían en este gesto una violación del acuerdo de alto el fuego por parte de Marruecos, que establece que sus militares no pueden pasar del muro de 2.700 kilómetros que divide la antigua provincia española. El portavoz adjunto de Naciones Unidas, Farhan Haq, respondió el 18 de agosto que no habían detectado actividad militar de las fuerzas alauíes en esa zona, a pesar de que un documento de la ONU filtrado por Associated Press afirmaba que los efectivos marroquíes habían violado el alto el fuego.

Tras el desentendimiento de Naciones Unidas, el Polisario decidió desplegar el 28 de agosto una treintena de soldados, a lo que la MINURSO reaccionó, esta vez sí, interponiendo a un contingente de cascos azules entre los militares marroquíes y los saharauis. Un día después el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pididó a ambas partes retirar a sus militares de la zona y “volver al statu quo”. Diez días después, el 9 de septiembre, el Consejo de Seguridad abordó este asunto debido al “riesgo de escalada”, según recoge la organización Security Council Report, pero Francia, miembro permanente y aliado sine qua non de Rabat, junto con España y Senegal, impidieron una reacción contundente por parte del organismo de la ONU encargado de mantener la paz y seguridad en el mundo.

La canadiense Kim Bolduc, actual jefa de la MINURSO, propuso una separación de 300 metros entre ambos contendientes y que fuera su misión la encargada de alquitranar la estrada, pero los representantes saharauis rechazaron el ofrecimiento porque, según el Polisario, significaría llevar a buen puerto un proyecto marroquí que la propia ONU considera ilegal, de acuerdo a las declaraciones de Ahmed Boukhari, emisario del Polisario en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, recogidas por el periodista Ignacio Cembrero en el digital argelino Tout sur l’Algérie. Medios marroquíes bajo influencia de Rabat aseguran que si el Polisario entorpeciera el tránsito de vehículos por la zona o estampase el sello saharaui en los pasapostes, el conflicto podría volver a su estado previo a 1991.

Los periodistas de Inner City Press que cubren la actualidad de Naciones Unidas se quejan del secretismo de los diplomáticos españoles, que hasta ahora no han revelado informaciones acerca de la reunión que tuvo lugar el 13 de diciembre para tratar la escalada de tensión en Guerguerat. Este mes España ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de Seguridad. A efectos legales, España sigue siendo la potencia administradora del territorio.

No es la primera vez que Rabat trata de tomar el control de Guerguerat. Según fuentes diplomáticas consultadas por Ignacio Cembrero, en diciembre de 2015 Marruecos y Mauritania tuvieron un desencuentro político debido al deseo de Rabat de establecer su presencia en esa franja de tierra. El incidente finalizó con el despliegue de militares mauritanos cerca de Guerguerat . Anteriormente, en 1989, Marruecos se anexionó ese terreno tras la salida de Mauritania de la guerra por la antigua provincia española, pero el monarca alauí Hassan II, padre de Mohamed VI, retiró a sus militares por petición del presidente mauritano, para no perjudicar la actividad comercial del puerto de la cercana Nuadibú, segunda mayor ciudad del país.

A lo largo de 2016 varios episodios elevaron la rivalidad entre las autoridades marroquíes y saharauis. En marzo Marruecos expulsó a 84 efectivos civiles de la MINURSO -solo ha permitido el regreso de una veintena- como reacción a la visita de Ban Ki-moon a los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf (Argelia), donde catalogó de “ocupación” la presencia marroquí en el Sáhara Occidental, un “ultraje” en opinión de Mohamed VI.

Otro incidente destacado tuvo lugar en noviembre, cuando Marruecos retuvo durante 48 horas y finalmente expulsó a la saharaui Sueilma Beiruk, vicepresidenta del Parlamento Africano, cuando se dirigía a Marrakech para participar en la Cumbre del Clima. El gesto choca con el creciente interés de Rabat por aumentar el peso de Marruecos en las instituciones africanas -es la única nación del continente que no forma parte de la Unión Africana por oponerse a la presencia de la República Árabe Saharaui Democrática-.

El Sáhara Occidental es el último territorio africano pendiente de descolonización. Tras más de un siglo de presencia española, en 1975 el rey Juan Carlos I ordenó la retirada de los militares españoles de la provincia del Sáhara -Franco modificó el estatus de colonia para evitar el referéndum exigido por la ONU-. El territorio vivió una guerra en la que se enfrentaron el movimiento independentista de corte marxista Frente Polisario contra Marruecos, que contaba con el apoyo de Francia y Estados Unidos, y Mauritania, hasta que en 1991 Rabat y los saharauis firmaron la paz para celebrar un referéndum de autodeterminación que aún no se ha producido. El territorio está dividido de norte a sur por un muro militar de 2.700 kilómetros de construcción marroquí. La zona del Sáhara Occidental ocupada por Marruecos posee la mayor reserva mundial de fosfatos, además de abundantes caladeros pesqueros; el Polisario controla la zona árida del interior, así como los campamentos de refugiados en suelo argelino que acogen a aproximadamente 200.000 saharauis.

(Fuente: La Marea / Autor: José Antonio Bautista)

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Máxima tensión militar entre el Estado de Marruecos y el Frente Polisario

Nunca hubo tanta tensión entre ambos desde el alto el fuego de 1991. Nunca el riesgo de que se reanuden las hostilidades ha sido tan elevado

De día, un puñado de cascos azules de la Minurso (contingente de la ONU para el Sáhara Occidental) se interpone entre los gendarmes marroquíes y los saharauis en armas del Frente Polisario, separados por tan solo 120 metros. De noche, en cambio, ya nadie se coloca entre los antiguos beligerantes que desde hace casi cuatro meses se vigilan de cerca en Guerguerat, en el extremo sur del Sáhara Occidental, en una tierra de nadie de cinco kilómetros entre el muro militar marroquí y la frontera de Mauritania.

Desde el alto el fuego de 1991, nunca las espadas han estado tan en alto entre Marruecos y el Polisario, que se disputan esa antigua colonia a la que España renunció en 1975. Nunca tampoco el riesgo de que se reanuden las hostilidades ha sido tan elevado, a juzgar por la preocupación expresada por los responsables de la ONU.

El enfrentamiento larvado pareció tan peligroso a la diplomacia española que su número dos, Ignacio Ybáñez, mantuvo excepcionalmente un contacto político con el Polisario, al que Madrid suele dar la espalda. Llamó a Mohamed Khaddad, encargado de la relación con la Minurso, para pedirle “prudencia y contención”. Hizo después otro tanto con los marroquíes, según Exteriores, que rehúsa precisar con quién habló en Rabat.

El episodio de tensión empezó el 14 de agosto cuando contratistas de ingeniería civil escoltados por gendarmes marroquíes cruzaron el muro erigido por el Ejército de Marruecos en los años ochenta para asfaltar una pista, por la que circulan camiones, hasta la aduana mauritana. Diez días después, el Gobierno civil (Wilaya) de Dajla confirmó la operación, que busca “garantizar la seguridad de los usuarios de esa carretera”. Precisó en un comunicado que se trataba también de “limpiar” el área y “acabar con las actividades de contrabando” que allí se desarrollan.

El Polisario llamó entonces a todas las puertas, desde la de la Minurso hasta la de Christopher Ross, el enviado especial para el Sáhara de Ban Ki-moon, secretario general de la ONU. Les pidió que detuviesen el asfaltado que constituía, en su opinión, una violación del alto el fuego concluido en 1991. Este acuerdo prohíbe cualquier actividad militar en esa zona más allá del muro. Confiaba en que la Minurso reaccionaría como ya lo hizo hace 15 años parando un proyecto similar marroquí. Esta vez no fue así.

Los independentistas saharauis sospechaban que, bajo el pretexto de asfaltar, Marruecos pretendía asentar su control sobre una zona que ellos describen como ‘territorio liberado’. La ausencia de autoridad en esa franja que discurre entre el muro y la frontera mauritana ha propiciado todo tipo de tráficos.

De día, un puñado de cascos azules de la Minurso (contingente de la ONU para el Sáhara Occidental) se interpone entre los gendarmes marroquíes y los saharauis en armas del Frente Polisario, separados por tan solo 120 metros. De noche, en cambio, ya nadie se coloca entre los antiguos beligerantes que desde hace casi cuatro meses se vigilan de cerca en Guerguerat, en el extremo sur del Sáhara Occidental, en una tierra de nadie de cinco kilómetros entre el muro militar marroquí y la frontera de Mauritania.

Desde el alto el fuego de 1991, nunca las espadas han estado tan en alto entre Marruecos y el Polisario, que se disputan esa antigua colonia a la que España renunció en 1975. Nunca tampoco el riesgo de que se reanuden las hostilidades ha sido tan elevado, a juzgar por la preocupación expresada por los responsables de la ONU.

El enfrentamiento larvado pareció tan peligroso a la diplomacia española que su número dos, Ignacio Ybáñez, mantuvo excepcionalmente un contacto político con el Polisario, al que Madrid suele dar la espalda. Llamó a Mohamed Khaddad, encargado de la relación con la Minurso, para pedirle “prudencia y contención”. Hizo después otro tanto con los marroquíes, según Exteriores, que rehúsa precisar con quién habló en Rabat.

Los independentistas sospechaban que Marruecos pretendía asentar su control sobre una zona que ellos describen como ‘territorio liberado’. La ausencia de autoridad en esa franja ha propiciado todo tipo de tráficosEl episodio de tensión empezó el 14 de agosto cuando contratistas de ingeniería civil escoltados por gendarmes marroquíes cruzaron el muro erigido por el Ejército de Marruecos en los años ochenta para asfaltar una pista, por la que circulan camiones, hasta la aduana mauritana. Diez días después, el Gobierno civil (Wilaya) de Dajla confirmó la operación, que busca “garantizar la seguridad de los usuarios de esa carretera”. Precisó en un comunicado que se trataba también de “limpiar” el área y “acabar con las actividades de contrabando” que allí se desarrollan.

El Polisario llamó entonces a todas las puertas, desde la de la Minurso hasta la de Christopher Ross, el enviado especial para el Sáhara de Ban Ki-moon, secretario general de la ONU. Les pidió que detuviesen el asfaltado que constituía, en su opinión, una violación del alto el fuego concluido en 1991. Este acuerdo prohíbe cualquier actividad militar en esa zona más allá del muro. Confiaba en que la Minurso reaccionaría como ya lo hizo hace 15 años parando un proyecto similar marroquí. Esta vez no fue así.

Los independentistas saharauis sospechaban que, bajo el pretexto de asfaltar, Marruecos pretendía asentar su control sobre una zona que ellos describen como ‘territorio liberado’. La ausencia de autoridad en esa franja que discurre entre el muro y la frontera mauritana ha propiciado todo tipo de tráficos.

La ONU permaneció de brazos cruzados

Su portavoz adjunto, Farhan Haq, llegó a afirmar, el 18 de agosto, que ningún material militar marroquí había sido detectado más allá del muro. Días después, un informe confidencial del departamento de operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, revelado por la agencia de prensa Associated Press, señalaba, sin embargo, que Marruecos sí había violado el alto el fuego.

La guerrilla independentista decidió actuar por su cuenta. El 28 de agosto de madrugada envió a una treintena de hombres armados —ahora son ya más de 100— para bloquear la operación de asfaltado. Violó así, a su vez, el alto el fuego, pero logró que la ONU reaccionase. Ese mismo día a mediodía, sus cascos azules se interpusieron entre los beligerantes. Al caer la noche, se retiran y vuelven al amanecer.

También la diplomacia se movilizó. Ban Ki-moon manifestó, el 29 de agosto, su preocupación y pidió a los contendientes la retirada de “todos los elementos armados y la vuelta al ‘statu quo”. Reunido el 9 de septiembre el Consejo de Seguridad de la ONU, no hizo nada para que se cumpliera la petición del secretario general. Algunos de sus miembros “alertaron del riesgo de escalada”, pero “Francia, Senegal y España advirtieron contra una reacción excesiva de la ONU”, según el ‘think tank’ Security Council Report, que analiza la actividad de la organización. En definitiva, las potencias afines a Marruecos impidieron una reacción.

La jefa de la Minurso, Kim Bolduc, trató, sin embargo, de mediar. Solicitó a ambos bandos que primero se alejasen hasta una distancia de 300 metros —180 más de los que les separan hoy en día— y después propuso que fuesen sus cascos azules los que asfaltasen la pista en lugar de los marroquíes. Un no rotundo fue la respuesta del Polisario. “Eso significaría que la ONU se encargaría de llevar a cabo un proyecto marroquí que hasta ahora tachaba de violación del alto el fuego”, argumentó Ahmed Bujari, representante del movimiento independentista en Nueva York.

Satisfecho de haber bloqueado la operación marroquí en Guerguerat, el Polisario se atrevió a ir más lejos. Desplegó a sus hombres armados, según la ONU, en Bir Lehlou y Mijet, dos caseríos de la franja del Sáhara que Marruecos no controla. Su líder, Brahim Ghali, osó incluso viajar hasta el océano Atlántico y se hizo fotografías en algún punto de la costa entre el muro marroquí y el pueblo abandonado de La Güera. Hacía más de un cuarto de siglo que ningún dirigente saharaui había pisado esa zona costera.

Hace poco, los combatientes saharauis han levantado un edificio frente a los marroquíes para almacenar víveres y “protegerse de una posible agresión”, según Mohamed Khaddad. El general marroquí Bouchaib Arroub, comandante en jefe de la zona sur, replicó enviando refuerzos, pero sin cruzar el muro, e informó a la ONU de su iniciativa. Algunas webs afines al Polisario, como ‘El Confidencial Saharaui’, mostraron la semana pasada fotografías de carros de combate marroquíes en esa área.

Por ahora, la guerrilla saharaui no controla ni las mercancías ni la documentación de los camiones que, al circular entre la aduana marroquí de Guerguerat y la mauritana, situada a cinco kilómetros, atraviesan la posición que instauró a mitad de camino en agosto. Sus jefes dan, sin embargo, a entender que si Marruecos persiste, ellos podrían empezar a inspeccionar los vehículos y a sellar los pasaportes de los camioneros con la estampilla de la República Árabe Saharaui Democrática.

“Esta eventualidad corre el riesgo (…) de retrotraer el conflicto al periodo previo al 6 de septiembre de 1991”, es decir, a los tiempos de la guerra, advirtió ‘Le 360’, el diario digital marroquí más cercano al palacio real. Aunque los guerrilleros saharauis serían barridos por el Ejército marroquí, es poco probable que este pase a la ofensiva. “Sería ofrecer un argumento de peso a los detractores de Marruecos en el contexto de su regreso a la Unión Africana”, según la web informativa de Casablanca ‘Le Desk’. Esta organización empezará a debatir el enero si acepta a Marruecos como miembro.

Los responsables del Polisario se declaran en privado satisfechos de cómo ha evolucionado el enfrentamiento. Han logrado detener la operación marroquí; su nuevo líder —Ghali fue elegido en julio al frente del movimiento— ha consolidado su autoridad pavoneándose al borde del Atlántico y, por último, confían en que la crisis dará cierta visibilidad a un conflicto sepultado. Podría incitar incluso al Consejo de Seguridad a tomar de verdad cartas en el asunto.

Marruecos anhela, por su parte, seguir adelante con el asfaltado y asentar de paso su control sobre el sur del Sáhara, pero desea evitar a toda costa que el contencioso con el Polisario, y en última instancia con Argelia, cobre de nuevo el protagonismo que tuvo años atrás. Eso perjudicaría su reincorporación a la Unión Africana y, sobre todo, podría obligar a la ONU a ejercer un mayor papel. Rabat se esfuerza más bien en reducirlo, y por eso expulsó en marzo a 80 agentes civiles de la Minurso, aunque más tarde aceptó el regreso de 25.

Las potencias amigas de Marruecos en el Consejo de Seguridad tratan también de evitar que la crisis de Guerguerat tenga trascendencia. En las webs de los ministerios de Asuntos Exteriores de España y de Francia, se publican a diario comunicados sobre los asuntos más variopintos, pero ninguno sobre el Sáhara Occidental, que fue colonia española.

España, que preside este mes el Consejo de Seguridad, no programó ninguna sesión sobre Guerguerat. A petición de otros países, el tema sí fue debatido el 13 de diciembre, pero la presidencia española no facilitó a la prensa ninguna información sobre lo allí tratado, según el diario ‘online’ ‘Inner City Press’, especializado en la cobertura de Naciones Unidas. El representante adjunto de España ante la ONU, Juan Manuel González, sí dio cuenta, en cambio, de lo que se debatió en el consejo sobre Gambia.

(Fuente: El Confidencial / Autor: Ignacio Cembrero)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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