Se cumple un año de la agresión saudí al Yemen (vídeos)

Arabia Saudí dirige desde hace un año una guerra que escapa a la atención del mundo. Con el pretexto de sofocar la rebelión de los hutíes en Yemen y de apoyar al presidente de su elección, la casa real saudí orquestó una campaña de bombardeos aéreos, con la ayuda de una amplia coalición árabe y el beneplácito de Occidente y de la ONU, que lleva camino de destruir el país al mismo tiempo que permite a Al Qaeda ir conquistando territorio.  En un año, los yihadistas no han sido atacados ni una sola vez en su feudo, donde precisamente los saudíes tienen un viejo proyecto petrolero y de donde es originaria la familia de Osama bin Laden.

Los saudíes han creado una narrativa de guerra confesional paralela a la de Siria, ya que los hutíes son de confesión chií y tienen apoyo de Irán, su gran enemigo regional. Pero los hutíes son solo una parte de una guerra que enfrenta a los partidarios de un presidente derrocado, Ali Abdulah Saleh, y los del actual, Abd Rabo Mansur al Hadi. Para el analista yemení Hisham al Omeysi, esa narrativa sectaria sirve a una propaganda saudí que “quiere pintar el conflicto como una guerra civil, cuando en realidad es una lucha entre líderes tradicionales” que tiene su origen en la división del país entre norte y sur y en las revueltas del 2011 en el marco de las primaveras árabes.

El ensañamiento de los bombardeos saudíes tan solo ha sido denunciado por las oenegés y, tardíamente, por el Parlamento Europeo. Desde el 25 de marzo del 2015 se registran más de 160.000 ataques aéreos, entre ellos los de tres hospitales asistidos por Médicos Sin Fronteras, los de dos bodas que causaron un centenar de muertos y los de varios mercados, el último el pasado 15 de marzo con 119 muertos. Toda una ciudad de 50.000 habitantes, Sada, fue declarada objetivo militar… Se cuentan 2,5 millones de desplazados, más de 3.000 muertos y 6.000 heridos en bombardeos (la mitad del total de muertos del conflicto), todo tipo de infraestructuras destruidas y 20 millones de personas –el 80% de la población– necesitadas de ayuda humanitaria urgente.

En octubre, países occidentales encabezados por Holanda y Gran Bretaña desnaturalizaron en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU una investigación sobre las reiteradas violaciones en esta guerra, al lograr que se encargara al gobierno del presidente Mansur al Hadi, el que tiene el respaldo saudí. Hay que recordar que Holanda y Gran Bretaña tienen intereses energéticos en la región, que los británicos facilitaron a Arabia Saudí su sillón en el Consejo de Derechos Humanos y que su industria aeronáutica ha vendido aviones y armas al reino saudí, con grandes beneficios.

Arabia Saudí ha influido siempre en Yemen, país que contempla como un patio trasero que debe ser controlado e incluido en su estrategia energética. Durante años, el gran temor de Arabia Saudí, EE.UU. y los países consumidores de crudo árabe ha sido que Irán cerrara el estrecho de Ormuz, por el que pasa un gran porcentaje del tráfico mundial de petróleo, sobre todo hacia Asia. Así que en el 2007 los países del Golfo lanzaron el proyecto del Oleoducto Transárabigo, que partiría del centro y puerto petrolero saudí de Ras Tanurah en dirección a los Emiratos (línea completada en el 2012), Omán y el puerto de Mukala, en la provincia yemení de Hadramaut.

Aparentemente el oleoducto hacia Yemen no contaba con la aprobación del hoy depuesto presidente Saleh. Según cables de la embajada de EE.UU. revelados por WikiLeaks, en el 2008 Arabia Saudí estaba comprando la lealtad de los jeques de la provincia de Hadramaut y de líderes militares para “asegurarse de que obtendría de un sucesor de Saleh los derechos para el oleoducto por un buen precio”. En el 2013, el Guf Institute recordaba estos planes señalando que se desconocían los detalles, lo mismo que en junio del 2015, cuando ya en plena campaña aérea saudí un memorando “altamente confidencial” hacía mención de una comisión de alto nivel encargada de encontrar “un puerto en mar abierto, o en Oman o en Yemen”.

Según Fernando Carvajal, un experto mexicano en estudios islámicos de la Universidad de Exeter que ha asesorado a empresas y oenegés en Yemen durante catorce años, el oleoducto de Mukala es un proyecto que data de 1965 y se fundamenta no solo en la idea de esquivar el estrecho de Ormuz sino también en grandes yacimientos de crudo existentes en ambos lados de la frontera entre Arabia Saudí y Yemen. En el 2012, siendo presidente Mansur al Hadi, el consorcio saudí del petróleo y el gas, Aramco, hizo prospecciones en la región, pero con Al Hadi no hubo más posibilidades que con Saleh, y así hasta la explosión violenta del conflicto político en el país.

La entronización del rey Salman en enero del 2015, a la muerte del rey Abdalah, marca un giro en Arabia Saudí. Su hijo, Mohamed bin Salman al Saud, asume el Ministerio de Defensa y la presidencia de Aramco (es decir, guerra y petróleo). Para Fernando Carvajal, esto lo cambia todo: “La nueva generación en torno del príncipe no tiene experiencia en Yemen”, y los hutíes –“que no estaban entonces tan aliados con el expresidente Saleh”– dejan de tener oficina en Riad. Cambian también los ministros de Exteriores e Interior, y el príncipe se lanza a la guerra.

Arabia Saudí y sus socios (todos los del Consejo de Cooperación del Golfo salvo Omán, más Egipto, Jordania, Sudán, Marruecos y oficiales británicos que participan en la sala de operaciones saudí) empezaron a bombardear Yemen el 25 de marzo del 2015. Desde entonces, en ningún momento los ataques han tocado la provincia de Hadramaut, donde Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) ha podido expandirse sin ser molestada.

Más extraño aún: Arabia Saudí envió a un reconocido financiador de Al Qaeda como miembro de la delegación oficial yemení a las conversaciones de paz de junio del 2015 en Ginebra, auspiciadas por la ONU. Abd al Wahab al Humayqani había sido declarado terrorista por el Departamento del Tesoro de EE.UU. y todo el mundo lo sabía, pero eso no impidió que se hiciera una foto estrechando la mano de Ban Ki Mun. Para Carvajal, el hecho de que Al Qaeda haya amenazado a la familia Saud y varios yihadistas hayan sido ejecutados, y sin embargo Humayqani esté en nómina “y paseándose por palacio” constituye “el gran misterio de la región”.

La capital yemení de Al Qaeda, Mukala, vive en paz, no sufre cortes de luz y recibe suministros en un puerto que oficialmente está sometido a un bloqueo internacional. “Según me ha dicho un ministro que es de allí –explica Carvajal–, Al Qaeda gana en Mukala 100 o 150 millones de dólares al mes exportando petróleo y alimentos. Hacen negocio con todos: con los hutíes, con el ejército… Las tiendas están abiertas y nadie se queja, mientras que en Adén muere gente cada día y el único trabajo accesible es el ejército o las milicias”. Los yihadistas conquistaron Mukala, su puerto, su aeropuerto y su terminal petrolera en abril del 2015. En diciembre iniciaron su expansión por una carretera costera que conecta Mukala y Adén. A principios de febrero habían tomado siete localidades sin hallar resistencia, entre ellas Azzan, ciudad de 50.000 habitantes.

Michael Horton, de la Jamestown Foundation, cree que “desde que empezaron los bombardeos aéreos” AQAP “disfruta de una libertad operacional que no tenía desde las revueltas populares de 2011-2012”. Algunos observadores creen que Arabia Saudí mantiene en Yemen una alianza tácita con Al Qaeda que le permite ocuparse de los hutíes y otros partidarios de Saleh (las únicas fuerzas que han combatido a los yihadistas), pero si la idea es dejar a Al Qaeda para después, la situación puede ser entonces muchísimo más complicada.

Por un lado, “nunca en Yemen se puede arrollar al otro bando”, opina Hisham al Omeysi, como lo demuestra la historia del conflicto entre el norte y el sur del país. Por otro, si los saudíes no pueden con los hutíes, menos podrán con una organización implantada en el único territorio que vive en paz, la provincia de Hadramaut. Lo primero que hacen los yihadistas no es imponer su versión de la ley islámica a latigazos sino proveer de servicios a la población. Y por supuesto divulgan imágenes de esta labor.

El objetivo de AQAP parece ser gobernar, a imitación del Estado Islámico (que también ha irrumpido en Yemen para hacerle la competencia y complicar más las cosas). Se hacen llamar, señala Michael Horton, Hijos de Hadramaut, dando a entender así que son una fuerza local. Hadramaut es la provincia más rica de Yemen: tiene agua, petróleo, oro, y de ella proceden muchos yemeníes ricos afincados en Arabia Saudí, entre ellos la familia de Osama bin Laden. Estas familias, según los cables de WikiLeaks del 2008, han enviado mucho dinero a la provincia, financiando obras públicas y empresas. Los yihadistas han pactado con jefes tribales de Hadramaut y ahora, según Fernando Carvajal, tratan de que estos convenzan a los empresarios locales de su capacidad como administradores.

Los asesinatos selectivos, con drones , por parte de EE.UU., son la única molestia que AQAP sufre en Yemen, pero es sabido que algo así no basta para erradicar a los yihadistas. Y si estos logran implantar su gobierno, el mapa del país podría cambiar dramáticamente.

(Fuente: La Vanguardia / Autor: Félix Flores)

 

 

 

 

 

 

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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