“¿Qué es el 4 de julio para el esclavo?”: Histórico discurso de Frederick Douglass

Frederick Douglass, nacido esclavo, se convirtió en un brillante y poderoso líder del movimiento contra la esclavitud. El 5 de julio de 1852, en Rochester, Nueva York, Douglass pronunció uno de sus discursos más famosos, “¿Qué es el 4 de julio para el esclavo?”. Se dirigía a la Sociedad Antiesclavista de Damas de Rochester.

Su discurso lo recogió el historiador Howard Zinn en su libro La otra historia de los Estados Unidos y lo reproducimos aquí:

FREDERICK DOUGLASS : 

Conciudadanos, perdónenme, permítanme preguntar, ¿por qué estoy llamado a hablar aquí hoy? ¿Qué tengo yo, o los que represento, que ver con vuestra independencia nacional? ¿Se nos extienden los grandes principios de la libertad política y de la justicia natural, consagrados en esa Declaración de Independencia? ¿Y estoy yo, por tanto, llamado a traer nuestra humilde ofrenda al altar nacional, y a confesar los beneficios y expresar devota gratitud por las bendiciones que nos resultan de vuestra independencia?

¡No estoy incluido dentro del círculo de este glorioso aniversario! Tu alta independencia solo revela la inconmensurable distancia que nos separa. Las bendiciones de las que os regocijáis este día no se disfrutan en común. La rica herencia de justicia, libertad, prosperidad e independencia legada por vuestros padres es compartida por vosotros, no por mí. La luz del sol que os trajo vida y sanidad me ha traído llagas y muerte. Este cuatro de julio es tuyo, no mío. Tú puedes regocijarte, yo debo llorar. Arrastrar a un hombre encadenado al gran templo iluminado de la libertad, y llamarlo a unirse a ustedes en alegres himnos, era una burla inhumana y una ironía sacrílega. ¿Queréis, ciudadanos, burlaros de mí, pidiéndome que hable hoy?

¿Qué es, para el esclavo estadounidense, su 4 de julio? Respondo: un día que le revela, más que todos los demás días del año, la gran injusticia y crueldad de la que es víctima constante. Para él, tu celebración es una farsa; tu jactanciosa libertad, una licencia profana; vuestra grandeza nacional, vanidad hinchada; vuestros sonidos de regocijo son vacíos y sin corazón; tu denuncia de tiranos, descaro descarado; vuestros gritos de libertad e igualdad, hueca burla; vuestras oraciones e himnos, vuestros sermones y acciones de gracias, con todo vuestro desfile religioso y solemnidad, son para Él mera grandilocuencia, fraude, engaño, impiedad e hipocresía, un fino velo para encubrir crímenes que deshonrarían a una nación de salvajes. No hay nación de la tierra culpable de prácticas más escandalosas y sangrientas que el pueblo de estos Estados Unidos en esta misma hora.

En un momento como este, se necesita una ironía abrasadora, no un argumento convincente. ¡Oh! si tuviera la habilidad, y pudiera llegar a los oídos de la nación, hoy derramaría un torrente, un torrente de fuego de burla mordaz, reproche fulminante, sarcasmo fulminante y reprensión severa. Porque no es luz lo que se necesita, sino fuego; no es la lluvia suave, sino el trueno. Necesitamos la tormenta, el torbellino, el terremoto. El sentimiento de la nación debe ser avivado; la conciencia de la nación debe ser despertada; el decoro de la nación debe sobresaltarse; la hipocresía de la nación debe ser expuesta; y los crímenes contra Dios y el hombre deben ser proclamados y denunciados.

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