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La geopolítica del petróleo

Por Giancarlo Capozzoli y Giuseppe Gagliano.

Desde finales del siglo XIX, la fiebre del petróleo ha acompañado al desarrollo del mundo y su crecimiento. Ha contribuido tanto a mejorar drásticamente las condiciones de vida como a veces a destruirlas a una velocidad asombrosa. Esta dicotomía explica en gran medida la importancia estratégica que se le atribuye. Incluso hoy en día, el acceso al oro negro proporciona esta palanca esencial para la dominación económica y militar. Su conquista ha dado lugar a muchos conflictos, también ha rediseñado algunas fronteras y ha cambiado el equilibrio de poder internacional. Los Estados son, por supuesto, los actores aparentes de estas amargas luchas. Pero algunas grandes compañías petroleras juegan un papel igualmente importante en el teatro de operaciones.

Sin embargo, como dijo Sun Tzu, “todo el éxito de una operación radica en su preparación”. Bueno, la conquista exitosa del petróleo no es una excepción a esta regla y requiere un trabajo de inteligencia efectivo en sentido ascendente. En consecuencia, los métodos utilizados serán moralmente ambiguos y muy a menudo irán más allá del marco de la legalidad. Los servicios de inteligencia utilizarán los medios a su disposición para espiar, rastrear e incluso instigar revoluciones en los países objetivo. También crearán vínculos estrechos con políticos y empresas para cooperar mejor y defender los intereses nacionales. Su uso será a veces defensivo, a veces ofensivo, dependiendo de las maniobras a realizar.

Si lo que se afirma en la introducción corresponde a la verdad histórica – y no tenemos ninguna razón racionalmente válida para dudarlo – no hay duda de que las naciones que se han inspirado – al menos a nivel formal – por la democracia y los derechos humanos – como Inglaterra, Francia y Estados Unidos – han violado constante y repetidamente estos valores “sagrados” para salvaguardar sus intereses nacionales y sobre todo las inmensas ganancias obtenidas por las multinacionales petroleras a costa de la desestabilización política, guerras civiles, golpes de Estado, títeres gobiernos, corrupción grande y generalizada dentro de la clase política y empresarial africana, etc.

Para lograr estos objetivos, el papel de los servicios de seguridad y las operaciones encubiertas fue decisivo. Finalmente, una última consideración: que el Estado y los aparatos de inteligencia han operado con desprecio tanto por los valores de la democracia como por los valores de la moralidad es un hecho histórico comprobado. Tanto ayer como hoy. Precisamente por eso sería oportuno que las reflexiones abstractas y autorreferenciales, por vacías que sean, de la filosofía de la política y de la filosofía del derecho, se enfrenten a la dinámica actual de la realidad histórica. Al mismo tiempo, sería igualmente oportuno recordar a los numerosos defensores de lo políticamente correcto -y entre estos innumerables periodistas e intelectuales- que la dinámica conflictiva del poder nunca ha respetado los principios sagrados de la democracia y menos aún el Evangelio o la moral kantiana. Sólo el de la razón de Estado y los imperios arcanos.

Petróleo y guerra económica en la estrategia de EE. UU.

Desde el punto de vista histórico ya no hay duda de que durante la Guerra Fría Estados Unidos utilizó golpes de Estado y por tanto encubrió acciones no solo con el objetivo de limitar y contener la proyección del poder ruso sino sobre todo de proteger y garantizar el acceso al petróleo mediante la adopción de una estrategia ya probada con éxito por los británicos.

El golpe de Estado en Irán en nombre del petróleo

Emblemática desde este punto de vista fue la operación Ajax puesta en marcha por Estados Unidos para desestabilizar a Irán. Cuando Mossadegh en 1951, junto con el Frente Nacional y el partido marxista Tudeh, aprobaron el proyecto de nacionalización de la industria petrolera, la reacción británica fue muy dura. De hecho, la industria petrolera iraní estaba entonces bajo el dominio británico, y Winston Churchill había desempeñado un papel fundamental en cubrir la garantía de los derechos petroleros en Irán junto con la Anglo-Iranian Oil Company, considerada vital para la recuperación del Reino Unido de este último período de posguerra y para garantizar la independencia energética de la Royal Navy.

En primer lugar, Gran Bretaña reaccionó organizando un embargo general sobre el petróleo iraní y, en segundo lugar, preparó un golpe de estado para derrocar a Mossadegh. Estados Unidos, que inicialmente deseaba permanecer neutral, alienta a los británicos a aceptar la nacionalización y negociar un arreglo amistoso; esta neutralidad continuó hasta el final de la administración Truman en 1953. Sin embargo, cuando Eisenhower llegó al poder, el presidente estadounidense fue más comprensivo con las afirmaciones británicas.

Para Estados Unidos, esta operación encubierta fue un intento de evitar la expansión soviética y de ganar una parte de las reservas de petróleo iraníes para las empresas estadounidenses. En consecuencia, el imperio colonial británico ahora en evidente declive dio paso al heredero del imperialismo, que es Estados Unidos.

Según documentos desclasificados en 2000 y presentes en los Archivos de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington (obtenidos bajo la Freedom of Information Act40), la CIA ha admitido haber orquestado esta operación, precisamente llamada TPAJAX, con el objetivo de derrocar a Mossadegh y poner en el poder al Shah Mohammad Reza Pahlavi, un aliado cercano de los estadounidenses (hasta su derrocamiento durante la revolución islámica de 1979). Después de lograr este objetivo, los recursos petroleros iraníes fueron administrados esencialmente por dos multinacionales, a saber, British Petroleum y National Iranian Oil Company.

La guerra Irán-Irak

En cuanto a Irak y sus preciosas reservas de petróleo, en 1963 Saddam Hussein llegó al poder gracias a un golpe de Estado orquestado por la CIA que desestabilizó el poder político de Kassam que, entre otras cosas, había confiscado en diciembre de 1961 las reservas de petróleo de la Iraq Petroleum Company, privando así a las grandes empresas occidentales de sus beneficios. Como resultado, desde principios de la década de 1960, la agencia, entonces con sede en Kuwait, movilizó a los opositores al régimen de Kassem y transmitió órdenes a los rebeldes por radio. La CIA intentó repetidamente asesinar a Kassem, pero sin éxito, pero no llegó hasta el 8 de febrero de 1963, cuando el partido Bass dirigido por Hussein tomó el poder en un golpe de Estado. Kassem recibió un disparo y la CIA pudo así liderar el cambio de régimen en Bagdad.

El eje con los saudíes: un pacto con el diablo en nombre del petróleo

Estados Unidos utilizó el Banco de Crédito y Comercio Internacional, fundado en 1972, para sus operaciones encubiertas de la CIA con los saudíes. Este banco ayudó a lavar dinero y financiar grupos armados como los muyahidines en Afganistán. Según un informe de la CIA de 1977, la agencia siempre ha tenido entre sus tareas la de monitorear el estado de las reservas de petróleo del mundo.

En 1974, Arabia Saudita y Estados Unidos ocultaron los volúmenes de las reservas de petróleo de ARAMCO, antes de la nacionalización de esta última, con el objetivo de subestimar las reservas en tiempos de abundancia y luego anunciar el “volumen real” en tiempos de crecimiento en función de la demanda mundial y las necesidades estadounidenses.

Si bien el suelo estadounidense fue atacado por primera vez el 11 de septiembre de 2001, los saudíes no recibieron sanciones significativas a pesar de las advertencias de la CIA. En 2001, se estaba ultimando una serie de contratos petroleros con Arabia Saudita. De hecho, se envió un memorando de la CIA al presidente Bush, titulado “Bin Laden decidido a atacar los Estados Unidos”. Según Ahmed Zaki Yamani, exministro de la OPEP, a pesar de la creciente independencia petrolera de Estados Unidos, este último necesita a Arabia Saudita gracias a sus considerables reservas y enormes suministros de petróleo. Debido al papel que juega Arabia Saudita dentro de la OPEP y la influencia en el Medio Oriente y los países musulmanes, Estados Unidos no tiene otros socios comprometidos en el Medio Oriente (excepto Israel, que está rodeado de vecinos antagónicos); cabe señalar que en 2013, por ejemplo, las exportaciones estadounidenses a Arabia Saudita superaron los 35 mil millones $ (19 mil millones son exportaciones directas, un aumento del 76% desde 2009).

El petróleo y la estrategia imperial británica

No hay duda de que las decisiones de política exterior de Gran Bretaña se han visto profundamente influidas por su dimensión insular. Esto explica la supremacía marítima del Imperio Británico, cuya dinámica de poder se refleja en una proyección hacia las tierras exteriores. Empezando por Asia. Además de ser el centro del mundo, el centro neurálgico del globo, Asia Central es también una tierra de riquezas, de inmensa riqueza. Las sedas, el jade, las especias, las alfombras persas o el caviar han sido reemplazados por hidrocarburos, petróleo y gas.

Ya iniciada con la revolución industrial inglesa, la capacidad de construir escenarios anticipándose a las necesidades energéticas, ha contribuido enormemente a incrementar el poder económico del Imperio Británico, ya con el carbón.

Desde 1919 la Royal Navy y Winston Churchill, entonces primer lord del Almirantazgo, entendieron la centralidad geopolítica del petróleo y en este contexto la inteligencia económica jugó un papel decisivo en la fase de apropiación de los campos petroleros. Detrás del avance de las empresas británicas en el mercado del oro negro están de hecho las acciones de los servicios secretos británicos con la colaboración de la aristocracia y el mundo académico.

Gran Bretaña, de hecho, como lo había hecho anteriormente con el algodón, movilizó a todas las élites públicas y privadas interesadas en defender los intereses de su imperio colonial, incluso si el papel del SIS (los servicios de inteligencia británico encargados de las operaciones en exterior o MI6, n. del traductor) era preponderante. Tanto ayer como hoy. Sir John Sawers, exdiplomático y director del SIS de 2009 a 2014, se ha desempeñado en la junta directiva de la compañía petrolera británica BP desde 2015, cuyo antepasado no es otro que la Anglo-Persian Oil Company. Como ex oficial de inteligencia y gobierno, Sir John Sawers tiene la tarea de compartir su invaluable conocimiento en análisis geopolítico de clase mundial.

Al final de la Gran Guerra, la batalla entre los servicios secretos británicos y alemanes por el control de los campos petrolíferos de Bakú fue intensa. Un ex agente afiliado al Raj británico y al MI5, también conocido como Ronald Sinclair, jugó un papel decisivo en la persecución del Gran Juego contra su homólogo alemán Wilhelm Wassmuss.

El petróleo había demostrado estar en el corazón de la geopolítica.

Siguiendo la teoría de Sir Mackinder, es alrededor del Golfo Pérsico y el Golfo Arábigo donde se encuentra el eje de la estrategia del Imperio Británico, que comienza a trazar los contornos de los futuros acuerdos Sykes-Picot. Al final de la Gran Guerra, Gran Bretaña no retiró sus tropas del Golfo Pérsico, más bien al contrario. Esta zona se ha convertido en un “lago británico” ante la profunda reducción del imperio turco.

Bueno, la expansión del Imperio Británico en Mesopotamia para controlar la región y defender sus intereses petroleros estratégicos fue ampliamente permitida por Gertrude Bell, quien no solo fue la primera mujer en graduarse con honores de Oxford, sino también la primera mujer oficial de la inteligencia británica. Gertrude Bell fue considerada la “madre de Irak” por sus contemporáneos cuando se firmaron los acuerdos. Con los acuerdos Sykes-Picot de 1916, el Imperio Otomano se dividió en dos zonas: Francia recuperó la protección de Siria e Irán, mientras que el Imperio Británico se hizo cargo de la protección de Palestina y Mesopotamia.

Una vez más, los servicios secretos británicos maniobraron hábilmente para apoderarse de los recursos petroleros persas prometidos inicialmente a los árabes y luego a los franceses. El surgimiento del nacionalismo y la independencia de las colonias marcaron el final gradual del imperialismo británico.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, la libra fue superada por el dólar, que se convirtió en el nuevo sistema de referencia monetaria internacional, materializado por los acuerdos de Bretton Woods. El surgimiento de Estados Unidos y la URSS en torno a dos bloques bipolares obligó a los occidentales, por un lado, a forjar alianzas pero, por otro, a hacer todo lo posible para salvaguardar sus intereses nacionales.

Como Lawrence de Arabia antes que él, Harry Saint-John Philby, conocido como “Jack”, fue enviado a Arabia Saudita por Gertrude Bell, entonces representante de la oficina árabe con sede en El Cairo. Hijo de un productor de té, Philby no era miembro de la aristocracia británica. Philby, ex agente secreto de la Primera Guerra Mundial y licenciado en Cambridge, era un arabista amante del desierto, fascinado por el mundo árabe (convertido al islam en 1930) pero que estaba en total desacuerdo con la política exterior británica en el Medio Oriente. En 1924, Philby dejó el servicio de Su Majestad de Inglaterra para convertirse en asesor personal de Ibn Saud Re de Arabia Saudita. La duplicidad de Gran Bretaña hacia los árabes, mezclada con el sentimiento de odio que albergaba hacia su país, lo llevó a cometer una formidable traición al Imperio.

De hecho, en 1933, el renegado Saint-John asestó un duro golpe a esta odiada aristocracia al aconsejar con éxito a Ibn Saoud que prefiriera la Standard Oil de California a la Anglo-Persian Oil Company para la explotación de sus recursos.

A fines de la década de 1940, la presión ejercida por las compañías petroleras británicas de la Anglo-Persian Oil Company (ahora Anglo-Iranian Oil Company) sobre Irán fue mortal: el Imperio Británico era entonces el tercer productor más grande del mundo y el primer productor de Oriente Medio -. Mohammad Mossadegh quería emprender importantes cambios políticos y económicos para su país, reducir la influencia extranjera y destituir al Shah de su cargo. En 1951 logró ser nombrado Primer Ministro con la ayuda del Majlis, el Parlamento iraní, y provocó la nacionalización de la Anglo-Iranian Oil Company, provocando una reacción inmediata de Londres con un bloqueo internacional a los hidrocarburos. Con la Anglo-Iranian Oil Company asegurando la independencia energética de la Royal Navy, Winston Churchill siguió el caso “muy de cerca”.

En 1952, el director del SIS en Teherán, Christophe Woodhouse se reunió con sus dos homólogos estadounidenses, Bedel Smith y Frank Wisner, en Washington. El SIS se preparará para el “golpe de Teherán”, llamado Operación BOOT, al que se unirá la CIA a través de la Operación AJAX.

El bloqueo de Berlín de 1948 dejó huellas duraderas y profundas en la memoria: el miedo a que las fuerzas armadas no pudieran frenar el avance de la URSS y el miedo a la pérdida de las compañías petroleras de Irán, Irak y el Golfo Pérsico indujo la CIA y el SIS británico volvieron a colaborar en 1948. Esta sinergia se materializó en un documento conocido como NSC 26 que preveía la posibilidad de demoler plantas, equipos y suministros de petróleo en Oriente Medio. El objetivo de este proyecto era destruir las reservas de combustible y desmantelar las plantas mediante demoliciones selectivas temporales, para que pudieran reutilizarse tras la derrota de la URSS. Para tener éxito, las operaciones del NSC requirieron la participación tanto de las compañías petroleras como del ejército.

Los británicos temían no solo las consecuencias económicas, sino también que las compañías petroleras estadounidenses pudieran reducir el petróleo en el Medio Oriente. Sin embargo, este plan sufrió numerosos cambios por varias razones. En primer lugar, por las deficiencias identificadas en los términos de ejecución de las demoliciones selectivas, algunas de las cuales podrían haber resultado irreversibles, y por la presencia de instalaciones petroleras iraníes que no estaban bajo el control británico.

Sin embargo, debido al auge del nacionalismo, y en particular del iraní, las guerras regionales y las invasiones soviéticas, el NSC 26 se modificó en la década de 1950 tomando forma en un plan conocido como NSC 5714 que abandonó el recurso a las empresas petroleras, se fortaleció la acción de las Fuerzas Armadas, se mantuvo la destrucción de arsenales, se planificó la destrucción de tierras y medios de abastecimiento y se previó el uso de ataques aéreos con bombas convencionales y nucleares. Afortunadamente, estos planes nunca se implementaron, pero estas estrategias secretas muestran lo valioso que era el petróleo y cómo no cayó en manos del adversario o aliado.

En 2011, la Libia del coronel Mouhammar Gaddafi fue objeto de violentos levantamientos populares promovidos por el Consejo Nacional de Transición (CNT) que rápidamente se convirtió en una guerra civil con una visible intervención británica (ejército regular) y clandestina (SIS). Gracias a las recientes revelaciones de Wikileaks sabemos que hubo correos electrónicos entre Hillary Clinton y Sidney Blumenthal, uno de sus asesores cercanos, que revelaron que altos funcionarios de la CNT estaban convencidos de que el Ministerio de Relaciones Exteriores estaba trabajando para fortalecer la posición de British Petroleum. En estos correos electrónicos, se enfatiza que BP se ha visto obligada hasta ahora a tratar con Gaddafi, pero que el Reino Unido fue, sin embargo, una de las primeras grandes potencias en apoyar la rebelión de la CNT.

Estos correos electrónicos también revelan la presión que ejercieron los británicos sobre la CNT para obtener una compensación por su apoyo en forma de contratos favorables para las empresas del sector petrolero. La CNT, rechazando acuerdos globales, acepta selectivamente acuerdos comerciales a favor de empresas británicas. Por tanto, lo que realmente estaba en juego en la guerra no era solo la transición a un nuevo orden político sino la gestión y la redistribución de los ingresos petroleros.

Francia y el neocolonialismo petrolero.

Después de la independencia de Argelia, París perdió el control de una parte importante del petróleo. Sin embargo, la independencia energética tan cara a la política del presidente De Gaulle, por el contrario, requería un aumento de sus fuentes de abastecimiento.

Francia luego recurrió a los recursos petroleros de su antiguo imperio colonial en África Occidental. A través de Jacques Foccart, la SDECE y la compañía petrolera Elf, estableció redes de influencia para mantener a líderes “amigos de Francia” a cargo de los estados petroleros del Golfo de Guinea. El objetivo que se persigue así es la estabilidad política del país productor porque la rentabilidad de un campo petrolero se logra a largo plazo: desde el descubrimiento de un campo hasta su explotación, puede llevar de 5 a 10 años.

Primero, Jacques Foccart fue “Secretario General de la Presidencia de la República para la Comunidad y Asuntos Africanos y Malgaches” bajo De Gaulle y luego bajo Pompidou de 1960 a 1974. Rápidamente se convirtió en indispensable gracias a la red muy activa que está desarrollando para llevar a cabo la política africana francesa.

Por un lado, tiene lazos muy fuertes con los presidentes francés y africano. Por otro lado, con servicios de inteligencia como SDECE pero también con empresas francesas presentes en África como Elf y su presidente, Pierre Guillaumat. Además, Elf es “una empresa al servicio del Estado”. Su ex presidente, Loïk Le Floch-Prigent, incluso lo apodó “el ministerio del petróleo”. También es una “agencia de inteligencia” privada llena de ex agentes operativos y analistas de inteligencia que trabajan a la sombra del petróleo. Foccart también coloca a miembros de su red allí. Por ejemplo, el dinero del petróleo ayuda a financiar la política exterior de Francia.

En particular, puede influir en el voto de sus aliados africanos en la ONU y así “extender su estatus como potencia mundial manteniendo su asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU”. Al mismo tiempo, SDECE y DST tienen una gran cantidad de fuentes humanas con las que lidiar entre las filas de los muchos expatriados que trabajan en Elf. Además, el apoyo brindado por SDECE a la empresa Elf ayudó a garantizar parcialmente el suministro de petróleo francés.

Sin embargo, los diversos compromisos externos de Francia después de 1945 ayudarán a que el SDECE sea un servicio más orientado a la acción clandestina que a la búsqueda de inteligencia. Finalmente, la figura clave en estos entrelazamientos de intereses fue Maurice Robert. Oficial de la SDECE de 1954 a 1974, ocupó en particular el cargo de jefe de la sección de África. Luego trabajó para el presidente de Elf de 1974 a 1979, donde desarrolló las capacidades de inteligencia de la empresa. Su actividad consistió principalmente en estar al tanto de lo que sucedía política y económicamente en los países donde Elf estaba presente o tenía proyectos, en la búsqueda de nuevas oportunidades para el grupo. Con frecuencia se reunía con altos líderes políticos africanos, incluidos jefes de estado, en África o Francia durante sus viajes.

La intervención francesa en Gabón

Jacques Foccart colocó a Gabón, rico en petróleo, en el centro de la política africana de Francia. No dudó, por tanto, en intervenir en los asuntos internos del país. Después de la independencia del país en 1960, el ex colono ayudó fuertemente a Léon M’ba, el presidente francófilo, a organizar su administración. El mantenimiento de la estabilidad política, de acuerdo con los intereses de Francia, se expresó por primera vez durante el golpe de Estado de Jean-Hilaire Aubame en 1964. Charles de Gaulle quiso entonces restaurar M’ba en el poder. En esencia, autorizó una intervención militar organizada por Foccart, Guillaumat, Robert (SDECE) y Robert Ponsaillé, asesor del grupo petrolero y presidente de Gabón. M’ba recuperó así el poder. Cuando murió en 1967, la red Foccart instaló a Omar Bongo, ex miembro del servicio secreto francés, a cargo de Gabón.

Nigeria y Biafra, en busca de petróleo

El caso de la guerra de Biafra en Nigeria (1967-1970) puso de relieve la capacidad subversiva de Francia para establecer un régimen favorable al suministro de petróleo a la propia Francia. Desde la década de 1960 en adelante, las reservas de petróleo de Nigeria han demostrado ser excepcionales.

En 1968, De Gaulle encargó a Foccart que recuperara el control de los campos petrolíferos de Nigeria y de la terminal petrolera de Port-Harcourt (la única puerta de entrada importante al Atlántico), entonces bajo control anglosajón. Desde su base en Libreville en Gabón y Abidjan en Costa de Marfil, la SDECE alimentará el conflicto suministrando armas a los secesionistas con el pretexto de ayuda humanitaria. El teniente coronel Raymond Bichelot, jefe de la SDECE en Abidjan desde 1963, desempeñó un papel central en la conducción de operaciones en Biafra. París estaba utilizando sus servicios de inteligencia con fines subversivos para ayudar a su industria petrolera a desarrollar sus fuentes de suministro.

En realidad, la Guerra de Biafra es una guerra entre las compañías petroleras británicas, Shell y BP, y la francesa SAFRAP, una subsidiaria del grupo estatal francés ERAP. París iba prácticamente a cazar en tierras de empresas británicas ya establecidas en 1950. La revuelta fue reprimida a costa de más de un millón de muertos provocados en parte por el bloqueo alimentario decidido por el ejército nigeriano.

La SDECE aprovechó el “genocidio para manipular la opinión pública (a través del diario Le Monde) y ocultar su verdadero papel en la guerra”. Sin embargo, la petrolera francesa logró mantener la mayor parte de su producción de petróleo. En conclusión, observamos que Foccart había orquestado efectivamente “las diversas estrategias de influencia y manipulación contra los países productores de petróleo”. Su propósito era mantener un clima político favorable al buen suministro de petróleo a Francia. Para lograrlo, se basó en los recursos humanos de los servicios de inteligencia y las redes diplomáticas, así como en importantes recursos financieros como los de Elf y sus aliados africanos. Sin embargo, este “sistema Foccart” no se desarrolló fuera del distrito africano, una “visión particular sobre el papel de la inteligencia económica en la preservación de un interés del poder, con la excepción de algunas áreas clave” y en particular la del petróleo.

El papel de Alexandre de Marenches

Alexandre de Marenches fue nombrado Director General de la SDECE por Pompidou en 1970. Ocupó este cargo hasta 1981. El presidente lo invitó a reformar fundamentalmente la SDECE. La elección de Pompidou estuvo motivada por el asunto Marković, un escándalo que involucró a la esposa del presidente y la SDECE. En los albores de la primera crisis del petróleo (1973-1974), de Marenches se preocupó por el uso que los países de la OPEP harían de la ganancia financiera generada por el “drástico aumento de los derechos de las empresas petroleras”. Para satisfacer los intereses de Francia trajo a la luz cuatro estrategias posibles: guerra financiera, participaciones árabes en empresas francesas, potencialmente desestabilizadoras para la economía, ayuda a organizaciones terroristas y, finalmente, el uso de la corrupción generalizada.

Convencido de que la Unión Soviética estaba moviendo los hilos en secreto para socavar el suministro de petróleo de Occidente, construyó una alianza de inteligencia anticomunista: el club Safari. Creado en 1976, reunió a la inteligencia francesa, iraní, egipcia, saudí y marroquí. El objetivo de París era la lucha contra el comunismo en África y Oriente Medio. El SDECE utilizó petrodólares sauditas para financiar sus operaciones y aumentar su influencia.

Lo que estaba en juego, además de su participación en el club Safari, no era solo la importancia de Arabia Saudita para la industria de armas francesa, sino también la renovación del acuerdo petrolero con el Reino de Arabia Saudita. Además, sus socios de la OTAN confiaron tácitamente a Francia el papel de “policía de África”. A cambio, su activismo enérgico particularmente autoritario fue tolerado. Por ejemplo, durante la guerra civil en Angola (1975-1991), la SDECE, y en particular su servicio de acción, brindó apoyo militar a UNITA, un movimiento guerrillero que luchó contra el régimen comunista gobernante. Angola era un país rico en petróleo y, en particular, la región de Cabinda. Elfos. Durante la Guerra Fría, la SDECE se había transformado en un servicio de defensa de la región africana con el fin de mantener la influencia francesa sobre sus antiguas colonias y garantizar su suministro de recursos petroleros.

Traducción: Xerez.

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