Occidente enfrenta una crisis de producción militar a gran escala frente al ritmo de Rusia y China

Proyectiles de artillería de 155 mm (fuente: defence-ua.com).

La capacidad de producción y reposición de equipos militares en los países occidentales atraviesa una crisis estructural tras décadas de desindustrialización y modelos de fabricación avanzados “justo a tiempo”. Según apuntaba el informe del Center for Strategy and Technology Analysis (CFTA) en 2023, la guerra a gran escala iniciada en Ucrania en 2022 marcó un punto de inflexión: “la calidad de las armas no puede reemplazar la cantidad” en conflictos de alta intensidad.

El suministro de munición, especialmente proyectiles de artillería de 155 mm, se ha convertido en un cuello de botella para la OTAN y la UE, lo que ha obligado a lanzar programas de emergencia y a invertir en la modernización y ampliación de plantas que datan en muchos casos de la Segunda Guerra Mundial, según advierte el Real Instituto Elcano.

En los Estados Unidos de América, la producción mensual de proyectiles de 155 mm ha pasado de 14.500 antes de 2022 a 40.000 en 2024, con el objetivo de alcanzar 100.000 en 2025, de acuerdo con los datos del Departamento de Defensa de EE. UU. Sin embargo, el propio Pentágono reconoce que los retrasos en la financiación y la logística dificultarán alcanzar esa meta en los plazos previstos, pese a inversiones récord de más de 5.000 millones de dólares y la apertura de nuevas plantas en Arkansas y Kansas.

El proceso de modernización y ampliación se ha visto ralentizado por la antigüedad de las infraestructuras, la dependencia de proveedores externos de componentes críticos como TNT (principalmente de Corea del Sur) y la falta de mano de obra especializada. El Joint Systems Manufacturing Centre en Ohio, por ejemplo, ya no produce tanques nuevos: reacondiciona modelos antiguos, y aún así cada unidad requiere hasta dos años de trabajo, según el Ejército estadounidense.

En contraste, la Federación Rusa ha multiplicado su producción de misiles, blindados y munición desde 2022, alcanzando cifras inéditas desde la Guerra Fría. Según Bruegel, la producción anual rusa de misiles ha pasado de cantidades marginales antes de la guerra a unas 2.200 unidades en 2024, incluyendo misiles Iskander, Kalibr y otros tipos. El flujo de munición y vehículos al frente ucraniano es constante, aunque muchos tanques son reacondicionados, no nuevos, según indican fuentes militares españolas. Rusia produce aproximadamente 3 millones de proyectiles de artillería al año (250.000 al mes), superando los 1.2 millones combinados de EE.UU. y la UE, lo cual está marcando la diferencia en el frente.

La República Popular China, por su parte, mantiene una base industrial militar altamente estatalizada, capaz de escalar la producción con rapidez y flexibilidad ante crisis o conflictos, según The Military Balance 2025 del International Institute for Strategic Studies (IISS). La fusión civil-militar de China optimiza la producción de armamento, apoyada por su dominio en componentes como baterías de iones de litio, con el 77% de la capacidad global en 2022.

En la Unión Europea, la Comisión ha movilizado 500 millones de euros para duplicar la producción de munición hasta 2 millones de proyectiles anuales en 2025, pero la fragmentación industrial y los largos plazos de contratación siguen siendo un problema para Bruselas, tal y como confiesa la propia Comisión Europea. Empresas como Rheinmetall (Alemania) y Nexter (Estado francés) están incrementando la producción, pero los avances son lentos en comparación con sus rivales.

Expertos y fuentes oficiales coinciden en que Occidente ha iniciado un proceso de reindustrialización militar forzado por la guerra, pero la transición es lenta, costosa, relativamente tardía y dependiente de aliados como Corea del Sur para componentes críticos, limitando la autonomía de la UE e incluso de EE. UU.

El modelo de producción ajustada, la subcontratación global y la reducción de inventarios tras la Guerra Fría han dejado a las potencias occidentales con dificultades para responder a un conflicto convencional prolongado de alta intensidad, mientras Rusia y China mantienen o amplían su capacidad de producción en masa, que está resultando decisiva en el campo de batalla.

Un aumento del gasto militar arriesgado sin garantía de competitividad

En este contexto, cabe la posibilidad de una paradoja estructural en Europa: incluso si todos los miembros de la UE elevaran su gasto en militar hasta el 5% del PIB —un nivel históricamente inédito para la mayoría de sus Estados miembros—, esto no garantizaría necesariamente una competitividad militar real frente a Rusia y China. Según recuerdan el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) y el International Institute for Strategic Studies (IISS), la eficiencia de la inversión militar depende no solo del volumen absoluto, sino de la estructura industrial, la integración de cadenas de suministro, la especialización tecnológica y la capacidad de movilización rápida, ámbitos en los que Rusia y China mantienen ventajas significativas por sus modelos estatales y su menor dependencia de proveedores externos.

Además, un rearme acelerado a costa del 5% del PIB tendrá consecuencias graves para el modelo social europeo. El aumento drástico del gasto militar implicaría necesariamente recortes en otras partidas clave como sanidad, educación, protección social o inversión civil, poniendo en riesgo los pilares del Estado de bienestar que distinguen a la UE en el contexto internacional. Esta tensión entre el rearme y la cohesión social es señalada por economistas y centros de estudios como Bruegel y el European Council on Foreign Relations, que advierten que un desequilibrio prolongado podría “socavar la legitimidad política y la estabilidad interna” de las democracias liberales europeas, sin asegurar necesariamente la paridad estratégica con potencias como Rusia o China.

Fuente. Diario Socialista.

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