Nuevos datos sobre las primeras sociedades del Neolítico en Andalucía y sus orígenes
Un investigador de la Universidad de Granada (UGR) ha aportado nuevos datos sobre el modo de vida de las primeras sociedades del Neolítico Antiguo (hace 7500-6800 años) en la Península Ibérica, a partir del estudio de los brazaletes de piedra. En él de nuevo vuelve a abundar en las particularidades del Neolítico andaluz.
Su trabajo, pionero hasta la fecha, supone el estudio más completo realizado sobre estos adornos, y ha servido para determinar que eran empleados tanto por niños como por adultos de ambos sexos, y suponían un indicador cronocultural de las primeras comunidades neolíticas peninsulares.
Francisco Martínez Sevilla, investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR, ha analizado un total de 2549 objetos procedentes de 126 yacimientos, como canteras, contextos de producción, asentamientos y lugares ritualizados. Las dataciones absolutas y las secuencias estratigráficas estudiadas sitúan que dichos brazaletes de piedra se empleaban entre el 5500-4800 cal. a.C., con una máxima representación a partir del 5300/5200 cal. a. C.
Esta delimitación temporal responde a un cambio cultural en las poblaciones neolíticas del sur: los brazaletes aparecieron con el surgimiento del Neolítico, su consolidación y máximo apogeo se da en el Neolítico Antiguo, y desaparecieron durante el Neolítico Reciente.
La distribución geográfica de los brazaletes ha permitido definir, como confirman estudios previos de la Prehistoria, dos grandes grupos culturales denominados tradicionalmente como el Neolítico andaluz y el Neolítico valenciano. Esta distribución y su cronología los convierte en un definidor cultural de primer orden de las sociedades del Neolítico Antiguo en los diferentes ámbitos geográficos peninsulares.
El uso de los brazaletes de piedra es uno de los fenómenos arqueológicos más destacados asociado a las primeras sociedades neolíticas en gran parte del Occidente Mediterráneo. “En el caso de Iberia, los brazaletes se distribuyen principalmente por las zonas de la costa, proyectándose hacia el interior, donde se produce la neolitización más temprana y un desarrollo cultural más destacado en los primeros momentos de la agricultura y la ganadería”, explica Martínez Sevilla.
El estudio tipológico y tipométrico ha permitido al investigador de la UGR establecer fundamentalmente cuatro tipos de brazaletes: estrechos, medios, anchos y decorados con líneas paralelas. Dentro de cada uno de ellos se han podido definir tres grupos, según el tamaño de su diámetro interior que estaría relacionado con los individuos que los usaron.
Según la tipología de los brazaletes, los estrechos son los que tienen una distribución geográfica más uniforme entre Andalucía y el Levante. Los brazaletes medios tienen una distribución homogénea en las dos zonas geográficas, pero son más característicos del Levante especialmente los de sección cuadrada y plana, que aparecen exclusivamente en esta zona. Los brazaletes anchos y decorados con líneas paralelas son característicos de Andalucía.
Orígenes de la especificidad del Neolítico andaluz
Estas investigaciones se complementan con las realizadas por el equipo del Profesor Miguel Cortés Sánchez de la Universidad de Sevilla que dieron a conocer en 2013 una tercera ruta de expansión del Neolítico (en el mapa), el Magreb, que explicaría los rasgos identitarios específicos del mundo neolítico en Andalucía.
Las rutas de expansión del Neolítico por el ámbito mediterráneo desde sus focos de origen en el Próximo Oriente han sido discutidas desde hace casi un siglo, aceptándose tradicionalmente dos vías de llegada del fenómeno a la Península Ibérica: una primera, continental, que discurriría por el margen septentrional de este mar, y una segunda, marítima, que habría alcanzado el Levante español “saltando” desde Chipre a las Baleares.
Estos científicos radiodataron, en un primer momento, numerosas muestras orgánicas de indiscutible procedencia neolítica, caso de los huesos de animales domésticos y los granos de cereales cultivados. Con ello lograron fechar la entrada del Neolítico en el sur peninsular hacia los 7500 años antes del presente. Se trata de una cronología sorprendentemente sincrónica con las obtenidas para otras zonas peninsulares, si bien su cultura material, tan diferente a la documentada en las restantes regiones ibéricas, indica que estamos ante un fenómeno neolítico andaluz independiente del resto.
Los resultados obtenidos con diferentes registros, así como análisis paleoclimáticos a escala regional, indican que cuando se produjo la llegada a este territorio peninsular de gentes neolíticas se estaban produciendo notables alteraciones climáticas y ecológicas en el Mediterráneo occidental y zonas colindantes. Todos estos cambios ambientales parecen haber afectado a las poblaciones mesolíticas ibéricas, cuya economía se fundamentaba en la caza, recolección y los recursos marinos, siendo este el momento cuando se constata el abandono de los más emblemáticos yacimientos pre-neolíticos de la zona. Pero la crisis paleoambiental afectó , sobre todo, a las poblaciones Neolíticas saharianas, en cuyos yacimientos se han descrito también fenómenos de cambio climático que condujeron, según todos los indicios, al abandono masivo de los asentamientos.
Los autores de este estudio postulan que fue esta coyuntura ambiental la que generó una sinergia que, por una parte, impulsó a las poblaciones neolíticas norteafricanas a cruzar el estrecho y, por otra, a que las poblaciones de cazadores-recolectores del sur peninsular incorporasen rápidamente el modo de vida asociado con el sistema de producción. Las sociedades neolíticas pioneras encontraron de esta suerte nuevas tierras donde asentarse al tiempo que indujeron a las poblaciones mesolíticas a incorporarse activamente al proceso de cambio. Es en este contexto, donde, durante un breve lapso temporal, la expansión de los nuevos modos de vida, en sus aspectos económicos, sociales, simbólicos y de cultura material, se difunden y reelaboran activamente generando una etapa neolítica de gran pujanza y marcada personalidad cultural, en la Iberia meridional.
Basándose en la diversidad de especies vegetales y animales implicadas, así como en determinadas pautas de la cultura material, los autores sitúan este origen magrebí en el entorno de Orán (Argelia), punto de partida para estos colonos neolíticos de la Península Ibérica.
Carlos Ríos para La Otra Andalucía
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