El ejército de Estados Unidos reorganiza y fortalece fuerzas en Asia Occidental

Desde su retirada de Afganistán en 2021, el ejército estadounidense ha reducido sus tropas en Asia Occidental, pero la tendencia se ha invertido desde el 7 de octubre de 2023. El número de soldados estadounidenses en la región ha aumentado de unos 34.000 a casi 50.000 a finales del año pasado, un nivel no visto desde el primer mandato de Trump, además de un rápido aumento en los despliegues navales y aéreos.

Este cambio refleja un cambio estratégico que parece estar impulsado menos por una planificación a largo plazo que por una respuesta improvisada a Irán o a la inestabilidad en el Mar Rojo.

Uno de los cambios más visibles fue el despliegue de tres portaaviones frente a la costa de Yemen: el Dwight D. Eisenhower, el Carl Vinson y el Harry S. Truman, como parte de la Operación Guardian de la Prosperidad en respuesta a los ataques hutíes en el Mar Rojo.

Los portaaviones proporcionaron cobertura aérea durante la escalada de los ataques contra objetivos e infraestructuras hutíes, tras los ataques del grupo contra las rutas marítimas en el Mar Rojo, en represalia por la guerra israelí en Gaza. Cada grupo de ataque de portaaviones también está acompañado por una escolta de cruceros y destructores equipados con misiles guiados y sistemas de defensa antimisiles Aegis. El Carl Vinson transporta 90 aviones y 6.000 tripulantes, reforzando las capacidades operativas de la Marina de los EE. UU. en la región.

Mientras tanto, seis bombarderos furtivos B-2, que representan casi el 30 por ciento de la flota de bombarderos furtivos de la Fuerza Aérea de EE.UU., han sido desplegados en Diego García, una base remota pero estratégicamente ubicada en el Océano Índico que proporciona un trampolín para misiones de largo alcance destinadas a intimidar a Irán y fortalecer el control imperialista sobre el Estrecho de Ormuz. Este es uno de los mayores despliegues de este tipo en esta base desde que comenzó su construcción por parte de los Estados Unidos en 1971.

Los despliegues en Jordania y Chipre también se han ampliado y formalizado con nuevos acuerdos, mientras que las unidades de la Infantería de Marina y el Ejército están rotando en Kuwait y Arabia Saudita. Alrededor de 13.500 soldados estadounidenses están estacionados en Kuwait, principalmente en Camp Arifjan y la base aérea Ali al-Salem, lo que subraya la importancia estratégica de estas instalaciones. La base aérea de Al Udeid en Qatar y la base aérea de Muwaffaq Salti en Jordania sirvieron como plataformas clave para las operaciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR), así como para los despegues de F-15/F-16. La intensificación de las operaciones de ISR refleja un cambio hacia la vigilancia persistente como forma de disuasión, con sistemas aéreos no tripulados y plataformas de inteligencia de señales que operan en el Golfo y el Levante.

En marzo, el Pentágono lanzó la Operación Rough Rider, una importante expansión de su campaña contra el territorio controlado por los hutíes en Yemen, utilizando la lucha contra la piratería y la seguridad marítima como justificación para ataques aéreos mortales contra objetivos civiles, militares y logísticos. El 18 de abril, decenas de personas murieron en un ataque contra el puerto petrolero de Ras Issa, lo que provocó la condena de las organizaciones humanitarias y acusaciones de errores estratégicos.

Desde el 7 de octubre de 2023, la administración Biden ha presentado sus despliegues en Asia Occidental como reactivos y defensivos, destinados a proteger al personal estadounidense y disuadir a los representantes iraníes. Sin embargo, la estructura de los movimientos de fuerza revela una situación más compleja: la disuasión se ha convertido cada vez más en una doctrina de inercia.

En lugar de reducir el riesgo, esta escalada refleja un impulso constante hacia la escalada sin una estrategia u objetivo claro. Washington está movilizando recursos militares de alto nivel para interceptar los misiles hutíes. El resultado es un error: los hutíes están desangrando las acciones estadounidenses sin cambiar el equilibrio estratégico.

El reciente ascenso de Estados Unidos recuerda el paradigma de la “política de presencia” posterior al 11 de septiembre, donde la influencia militar reemplazó a la estrategia política. La creciente autonomía operativa del Centcom, cuyos comandantes sobre el terreno a menudo actúan antes o fuera de los plazos diplomáticos civiles, no hace más que exacerbar el problema, subrayando una dinámica en la que la postura militar determina cada vez más la política exterior, y no al revés.

Estados Unidos cree que esta acumulación de tropas le da una ventaja en futuras negociaciones con Irán o protege a sus aliados regionales de las represalias iraníes. Pero este despliegue es imposible de financiar para un país endeudado como Estados Unidos. El costo económico, la carga logística y la falta de estrategia plantean interrogantes sobre su sostenibilidad, tanto en Washington como entre sus aliados, cada vez más preocupados por la continua debilidad de Estados Unidos.

Fuente: Alba Granada North Africa.

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *