Mohamed VI intenta salvar su amistad con Israel frente a la opinión pública marroquí claramente propalestina
El país en el que reina Mohamed VI ha sido el último de los que se incorporaron a los llamados acuerdos de Abraham y estableció relaciones diplomáticas con Israel. En 2020, cuando Marruecos los suscribió, la opinión pública seguía empatizando con los palestinos. Más de dos tercios de los marroquíes se oponen a la normalización con el Estado hebreo, según un sondeo de Arab Barometer del año pasado, una de las pocas encuestas que se pudieron efectuar sobre el tema.
A cambio de que el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconociese la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, el rey Mohamed VI estrechó la mano de Israel. Desde entonces, Marruecos ha sido el país árabe que más ha exhibido esa nueva amistad. Prueba de ello es que Rabat es la capital del mundo que, en lo que va de año, más visitas de ministros y altos cargos israelíes ha recibido.
El propio primer ministro, Benjamín Netanyahu, había sido invitado oficialmente por el monarca a visitar Marruecos este otoño. Le cursó esta invitación justo después de que él también reconociese, como Trump, la ‘marroquinidad’ del Sáhara el pasado junio. La cooperación bilateral abarca muchos ámbitos, pero Rabat pone sobre todo el énfasis en la seguridad y la militar. Libra una guerra de baja intensidad con el Frente Polisario, pero su gran adversario es Argelia, el país con el segundo Ejército más poderoso de África.
A ojos de Israel, el reino alauí no es un país árabe cualquiera. Algo más de un 10% de la población israelí es originaria de Marruecos. De ahí el elevado número de turistas que, en cuanto se establecieron vuelos regulares directos Tel Aviv-Casablanca, viajaron al país de sus ancestros. Es el único país árabe donde subsiste una pequeña comunidad judía (unas 3.000 personas) protegida y mimada por la monarquía. Mucho antes de que Rabat y Tel Aviv estableciesen una relación formal, ambas ya colaboraban con discreción en materia de seguridad y espionaje.
Ese vínculo tan estrecho con Israel coloca ahora en una situación incómoda a las autoridades de Marruecos. Desean a toda costa preservar la relación con su nuevo aliado, pero quieren evitar enajenarse aún más a su opinión pública. “Hacen equilibrios para intentar quedar bien con todos a la vez”, explica Pierre Vermeren, catedrático de historia del Magreb de la Universidad de la Sorbona.
Marruecos “condena los ataques contra los civiles cualquiera que sea su procedencia” y solicita “el cese inmediato de todos los actos de violencia”, rezaba, el pasado 8 de octubre, el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores marroquí. Mohamed VI pidió además una reunión urgente de los ministros de la Liga Árabe, que se celebró el miércoles.
El monarca alauí inauguró la sesión de otoño del Parlamento con un discurso en el que no mencionó el conflicto palestino, pese a que preside el Comité Al-Quds, que vela por la protección de los lugares santos del islam en Jerusalén, empezando por la mezquita de Al-Aqsa.
La diplomacia marroquí y el propio rey fueron elusivos. El Ministerio de Exteriores no mencionó en su comunicado los ataques de Hamás, tachada de organización terrorista por muchos gobiernos europeos, empezando por el español. Tampoco denunció la “brutalidad y el carácter criminal de la ocupación sionista”, como lo hicieron la vecina Argelia y, con algunos matices, Túnez, el tercer país del Magreb.
Algunos partidos políticos marroquíes han salido de su letargo en defensa de los palestinos. Lo hizo el Partido del Progreso y del Socialismo, heredero aguado del partido comunista, que achacó a la “entidad sionista” la responsabilidad de la escalada militar. Lo hizo también, en términos más mesurados, la Unión de Fuerzas Socialistas Populares, miembro de la Internacional Socialista.
Los más contundentes fueron los islamistas del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), una formación venida a menos electoralmente en 2021, pero aún con arraigo popular. Su líder, Abdelilá Benkiran, expresó el 7 de septiembre su “gran orgullo por los acontecimientos de Palestina”, es decir, por el ataque de Hamás. Su partido lo describió como “una operación heroica”.
David Govrin, quien dirige la misión diplomática israelí en Rabat —aún no tiene rango de embajada—, hizo público un largo comunicado explicando a los marroquíes que “recae sobre Hamás toda la responsabilidad del ataque criminal”. A las 48 horas, la dirección del PJD volvió a reaccionar y esta vez exigió a las autoridades marroquíes que le “declarasen persona non grata“. Con esta reivindicación, los islamistas interferían en la política exterior de Marruecos, que es una competencia exclusiva del monarca. Es el rey el que nombra, por ejemplo, al ministro de Asuntos Exteriores. La Casa Real ya amonestó en marzo a Benkiran y a su partido por haber criticado la normalización con Israel. Cometieron “excesos irresponsables”, según el comunicado de palacio. Este les recordó además que la política exterior es una prerrogativa del soberano.
Los partidos como tales no han organizado manifestaciones pro palestinas, pero la sociedad civil marroquí sigue movilizándose. El Frente Marroquí de Apoyo a Palestina ha convocado una “marcha nacional” el domingo 15 en el centro de Rabat. Entre sus objetivos, figura la expulsión del jefe de la misión israelí. Es un nuevo desafío a una política exterior que, constitucionalmente, está solo en manos del rey.
Fuente: El Confidencial.
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Mohamed VI, el traidor alauita a su pueblo y a su religión.