Los conflictos del agua en Andalucía: Esquilmación de acuíferos, expansión de agricultura intensiva, resurgimiento de la minería…
Del trasvase del Guadiana al Guadalquivir a la privatización de la gestión del agua urbana en Jerez de la Frontera. Andalucía hace frente a un total de 41 conflictos relacionados con el agua, según recoge el “Mapa colaborativo de los conflictos del agua en Andalucía”, un proyecto que tiene como objetivo mapear problemas y buscar soluciones en la gestión del bien común más necesario: el agua.
El 25 de mayo de 2001 distintos colectivos sociales se reunían en Málaga para constituir la Red Andaluza de la Nueva Cultura del Agua. Durante todos estos años, esta coordinadora regional ha sido el punto de encuentro de quienes luchan por este bien común. Mientras se imprimen estas páginas, estos colectivos celebran en Priego de Córdoba la XII Fiesta del Agua, el espacio de encuentro anual de esta Red en el que se ponen en común la situación de los distintos conflictos. A partir de esta idea surgió el mapa colaborativo de los conflictos del agua en Andalucía, una herramienta web que concentra de forma resumida décadas de lucha.
En este mapa, financiado por el Centro de Estudios Andaluces, se refleja el estado global de las masas de agua —subterráneas, lagos, aguas costeras y de transición, así como los ríos— atendiendo a los informes de los planes hidrológicos y han sido registrados 41 conflictos en toda Andalucía. Cada uno lleva aparejado una ficha completa que lo describe aportando información sobre la tipología, demarcación, escala, orígenes del conflicto, actores involucrados, impactos medio ambientales y socioeconómicos y resultados de la lucha, entre otros aspectos.
Así, partiendo de las provincias occidentales, encontramos conflictos como el trasvase del Guadiana al Guadalquivir y el robo de agua en Doñana en Huelva; la reapertura de la mina de Aznalcóllar o la degradación del Río Guadaíra en Sevilla; la usurpación del dominio público de humedales desecados en La Janda, o la privatización de la gestión urbana del agua en Jerez de la Frontera, en Cádiz y las privatizaciones de Pozoblanco, Montilla o Priego de Córdoba.
En la Andalucía oriental se localizan otras pugnas por el agua, como los proyectos urbanísticos sobre los acuíferos de las dehesas de Ronda o la expansión del regadío en la Axarquía, en Málaga; la desecación del río Guadalfeo o el trasvase del Castril, en Granada; el ecocidio en el Río Aguas, Almería; y la sobreexplotación del acuífero del Estanque, en Pegalajar, Jaén.
En Andalucía, el 80% de la demanda de agua se debe al uso agrario y en este contexto no hay que olvidar las repercusiones del cambio climático. Mónica Aguilar, doctora en Geografía de la Universidad de Sevilla, investiga la incidencia del clima sobre la sequía en Andalucía y apunta que, “con la tendencia climática actual, la agricultura va a necesitar más agua a la vez que se prevé que vamos tener menos agua disponible”. El cambio climático “aumentará la presión sobre los conflictos”, precisa.
Un embalse, la urbanización en la costa o sobre humedales, son conflictos visibles, pero desde Doñana, Juanjo Carmona, portavoz de WWF, alerta de lo poco que trasciende la explotación de los acuíferos, enormes masas de agua subterránea amenazadas por la expansión de la superficie agraria y el regadío. “Si fuesen embalses en superficie sería más visible su explotación y sería motivo de escándalo. Es recurrente en las televisiones la imagen de los embalses bajo mínimos, cuando aparece un antiguo pueblo o la típica iglesia románica. Todos los periodistas buscan al señor mayor del pueblo para preguntarle cuándo fue la última vez que veía ese pueblo o iglesia. Luego vuelven los periodos de lluvia, el embalse se recupera y hasta la próxima… que, con el cambio climático, veremos en menos tiempo”. En el caso de Doñana, el señor mayor lleva viendo 20 años seguidos la misma iglesia llueva más o llueva menos.
Robo de agua en Doñana
En Doñana conviven cultivos tradicionales, como el olivar y el viñedo, con otros más recientes, como arroz, cítrico y frutales, además de la fresa y otros cultivos bajo plástico. La presión creciente a la que se ha visto sometido el entorno y su acuífero, con el crecimiento de estos últimos cultivos intensivos, el robo de agua y explotaciones ilegales, ha hecho insostenible la situación.
La Conferencia Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) declaró el acuífero de Doñana como sobreexplotado el pasado mes de marzo. Colectivos como WWF, el más importante en la zona, llevan luchando por su preservación ya más de dos décadas. “La situación no ha mejorado en todos estos años, pero al menos la nueva presidencia de la CHG ha mostrado un cambio de actitud”, declara Juanjo Carmona, portavoz de la organización ecologista.
La CHG debe proponer un plan que anunció que presentaría este año. “Es importante empezar a tomar medidas”, defiende Carmona. Desde WWF señala la necesidad del cierre de pozos, la reorganización de la agricultura e inversión en I+D para el ahorro de agua y su reutilización y reciclaje.
Descarta que un trasvase sea la solución. “Es inútil gastarse una millonada en trasvases de otras cuencas que en la práctica suponen un efecto llamada, porque no se pone techo al consumo de agua”, explica Carmona. “Cuando se debilite la otra cuenca y vengan periodos de sequía, ¿qué hacemos?”, añade.
Hay mucha resistencia, vicios adquiridos y no hay más agua. Juanjo Carmona defiende que es necesaria una agricultura “ordenada”. “Bien llevada, aporta positivamente a los ecosistemas. Debería apostarse más por la agricultura ecológica y la marca Doñana”, resume.
Carmona, pese a todo, se muestra optimista: “Prefiero tener esta discusión con la agricultura, cuya situación es reversible en cualquier caso, mientras que enfrentarse a una urbanización sería otra cosa”. Una superficie agrícola es mucho más fácil de retirar y renaturalizar que la dificultad y coste que supone retirar construcciones, un punto al que prácticamente ni se aspira a llegar.
Un ejemplo de impacto urbanístico en la misma Doñana está en la playa de Matalascañas. Una de las favoritas de los sevillanos y una zona en la que las urbanizaciones llegan a pie de playa. En los últimos años ha perdido arena, mientras se acumula en otras zonas de alrededor que permanecen como paraíso natural.
Resurge la minería
A pocos años del vigésimo aniversario del mayor desastre ecológico de España, la mina de Aznalcóllar espera su reapertura a falta de los últimos trámites. El pasado 12 de marzo, el Juzgado de Instrucción número 3 de Sevilla archivó por segunda vez la causa abierta por la adjudicación del concurso de la mina. Cuatro días después, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) desestimaba otro de los recursos administrativos presentados por Emerita Resources, la perdedora del concurso. Aún queda una causa pendiente contra Minera Los Frailes, sociedad creada por Minorbis (Grupo Magtel) y Grupo México.
Esta no es la única amenaza en la faja pirítica ibérica, cuyos 250 kilómetros cruzan el sur de Portugal y Huelva hasta llegar a Sevilla. Los cinco principales grupos ecologistas —EeA, Greenpeace, SEO/Birdlife, WWF y Amigos de la Tierra— han advertido del peligro de que la tragedia se repita por duplicado. Porque el escenario podría reproducirse en Minas de Riotinto, que retomó su actividad hace unos años y que acumula, como sucedió en Aznalcóllar, toneladas de residuos altamente contaminantes en unas condiciones que estas organizaciones no consideran seguras.
Volviendo a Sevilla, junto a Aznalcóllar se encuentra la mina Cobre Las Cruces, situada en suelos de Guillena, Gerena y Salteras, que sufrió en enero un nuevo derrumbe en las instalaciones de la explotación —van cuatro— y cuya actividad ha sido suspendida seis meses.
Isidoro Albarreal, miembro de Ecologistas en Acción en Sevilla, explica que la minería a cielo abierto, además del impacto paisajístico, produce siempre un gran impacto hidrológico. El agua que hay que retirar de las minas va a los arroyos y ríos cercanos, y “aunque los sistemas de depuración actuales sean efectivos, son caros de mantener y no suelen funcionar a su máximo rendimiento”, explica. Además, denuncia que las multas que se les suele imponer a las minas son pequeñas y, al alargarse los procesos judiciales, se benefician de atenuantes.
Recuperarse de la tragedia de Aznalcóllar, que envenenó el Guadiamar y llegó hasta Doñana, supuso 250 millones de euros que asumió la ciudadanía. Veinte años después, el Guadiamar es un corredor verde entre Sierra Morena y Doñana protegido con la figura de Zona de Especial Conservación de la Red Ecológica Europea Natura 2000.
Olivos en el desierto
El desarrollo de explotaciones de monocultivo superintensivo de olivar en pleno desierto de Taberna ha llevado a la amenaza de muerte de un verdadero oasis, el río Aguas. El nacimiento del mismo se encuentra en el Paraje Natural del Karst de Yesos de Sorbas, uno de los espacios naturales más peculiares y sorprendentes de Almería.
Los olivos, regados con aguas fósiles extraídas del acuífero de Aguas, lo han dejado en una situación de sobreexplotación de un 400%. De él depende el Río Aguas, uno de los pocos recursos hídricos de la provincia completamente desertificada. La situación ha originado graves problemas de desabastecimiento en núcleos urbanos y aldeas de la zona como Lucainena de las Torres, Sorbas, Tabernas Turrillas y Uleila el Campo, así como la amenaza de una serie de ecosistemas singulares únicos en el planeta.
Distintos grupos ecologistas agrupados en la Plataforma Acuíferos Vivos llevan más de 15 años denunciando la sobreexplotación de este acuífero. Desde la plataforma destacan que diferentes estudios coinciden en que el río está próximo a secarse sentenciando de muerte a la flora y fauna, los modos de vida sostenibles y condenando a sus habitantes a la migración precaria.
El profesor de Hidrogeología de la Universidad de Almería, José María Calaforra, experto en karst, fue el primero que denunció públicamente que el descenso del caudal en el nacimiento no se podía explicar solo por el régimen de lluvias, sino también por la sobreexplotación del acuífero. El acuífero de Aguas es, según el Plan Hidrológico de Cuencas Mediterráneas, el más sobreexplotado de toda Andalucía.
La burbuja del mango
Tras la crisis financiera de 2008, diversos grupos inversores se lanzaron a rentabilizar los suelos baldíos o cultivos de secano, poco rentables, de la comarca de la Axarquía, en Málaga. Transformaron terrenos de secano en cultivos de regadío de especies subtropicales. De forma paralela a la burbuja inmobiliaria, ya se habían desarrollado cultivos de aguacate en las zonas más bajas de las cuencas fluviales de la Axarquía, pero en este nuevo contexto, con la desaparición de buena parte de la obra pública y la existencia de grande extensiones de suelo rústico sin aprovechamiento, la maquinaria pesada, antes vinculada a la construcción, miró hacia la agricultura.
Los antiguos empresarios de la construcción apostaron por el mango, que resiste mejor las heladas, requiere menos agua que el aguacate y ya entonces tenía un buen precio y aceptación en el mercado europeo. Con los avances tecnológicos, el agua de pozos y del embalse de la Viñuela se podía bombear a mayor altitud, lo que permitía convertir las viñas o policultivos de olivos y algarrobos en un monocultivo más rentable.
Así, los inversores empezaron a comprar tierras y, a veces, parcelas minifundistas contiguas donde desarrollar esta nueva actividad que el Coordinador de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía y Catedrático de Ciencias Naturales de la Universidad de Málaga, Rafael Yus Ramos, bautizó como “burbuja del mango”. Yus prevé que este aumento de la superficie de regadío provocará el colapso hídrico del acuífero. Este es un conflicto “invisible —comenta—, ya que la población en la zona está volcada al turismo y la actividad en la costa, y los pequeños agricultores no tienen acceso a la maquinaria de los capitales que invierten en el mango”.
Muchos de estos cultivos se producen a más de 140 metros de altitud en lo que supone una vulneración del plan de regadío conocido como Plan Guaro, que no permite otorgar licencias para regadío por encima de dicha altitud.
La comarca de la Axarquía es uno de los territorios de Andalucía más fuertemente amenazados por la erosión y consiguiente desertificación. Un proceso que acortan los movimientos de tierra en tiempo mínimo para instalar el mango. Con ello también se destruye toda la vegetación espontánea y vestigios de vida, “cortocircuitando” flujos naturales que antes se respetaban y convirtiendo los terrenos en eriales subdesérticos.
Esta transformación de la zona rural ha acabado prácticamente con el legado paisajístico de aterrazamiento de las laderas protegidas con muros de piedra seca o balates, que los antiguos agricultores necesitaron para retener el suelo y el agua pendientes donde sin estos recursos se llenarían de surcos y cárcavas en poco tiempo.
¿Trileros del agua?
A partir de la experiencia de la privatización de la gestión del agua urbana en Jerez y diversos casos en la provincia de Cádiz, el documental ¿Trileros del agua? revela tramas, puertas giratorias, ingeniería empresarial y las distintas estrategias con las que las grandes multinacionales han hecho del agua, derecho humano básico, uno de sus principales negocios.
Aún de gira por España tras su estreno en 2018, el documental, dirigido por el periodista Ricardo Gamaza, muestra cómo, tras la crisis de hace una década, un puñado de empresas se ha hecho con este lucrativo negocio.
El documental, disponible de forma gratuita bajo licencia de Creative Commons, analiza cómo el 74,8% de los municipios andaluces mantiene una gestión pública del agua, frente al 13,5% que ha privatizado el servicio y el 11,7% mantiene una gestión mixta. Sin embargo, cuando se pone el foco en la población asistida encontramos que el 44% está en manos privadas.
En España, el 55% de la gestión está controlada por grandes empresas privadas. Y aquí, dos empresas controlan el 87% del sector, originando un oligopolio: Agbar —perteneciente al grupo Suez— y Aqualia —del grupo FCC—. En Andalucía, Acciona completa el top tres de empresas que controlan el oligopolio del agua urbana privatizada. Cortes de agua, facturas imposibles, despidos o vertidos contaminantes son algunas de las consecuencias que el documental muestra de esta situación.
En Córdoba, una pequeña agrupación vecinal ha traído de cabeza a Aqualia, que desde 2010 gestiona el ciclo integral del agua en Priego de Córdoba como socio minoritario en la empresa mixta Aguas de Priego. Desde el grupo cívico Priego, Agua y Desarrollo comenzaron denunciando los numerosos cortes de suministros de agua durante los años más duros de la crisis, llegando a contabilizar 120 cortes en 2013. La lucha de este colectivo llevó al Pleno a firmar el Pacto Social por el agua en la localidad. En verano de 2017, una moción de censura desplazaba al alcalde popular con la remunicipalización del agua como uno de los principales ejes de acción. Sin embargo, el tripartito formado por PSOE, Participa Priego y Partido Andalucista no ha conseguido desbloquear la situación y llevar a cabo la propuesta.
El corazón de Pegalajar
Pegalajar, situado en la Sierra de Mágina, al sur de Jaén, ha vivido históricamente una relación especial con el agua. Este pueblo, que hoy tiene 3.000 habitantes, ha disfrutado durante siglos de un abundante manantial en torno al que se configuró el desarrollo de la población. La “plaza mayor” es un gran estanque conocido como la Charca, el lugar central de la vida y fiestas del pueblo. Esta forma parte del sistema Fuente-Charca-Huerta, una estructura que ha definido la identidad del municipio y que conforma un patrimonio histórico-cultural-económico de gran valor, como reconoce su declaración de “lugar de interés etnológico” y su inclusión en el Patrimonio Histórico Andaluz.
Las acequias que parten de la Charca propiciaban la existencia de lugares como el lavadero, una fábrica de jabón, molinos de aceite y harina, que establecían un trasiego continuo entre el pueblo y la huerta. De igual modo, las calles del pueblo se prolongan a través de los caminos que llegan hasta los bancales comunicando las casas y el espacio público urbano con el espacio agrícola de los huertos en terraza típicos andaluces.
El corazón de Pegalajar dejó de latir en 1988, cuando la sobreexplotación del acuífero ocasionó en la desecación de la Fuente de la Reja y el deterioro de la huerta. Desde entonces, el agua brota esporádicamente durante algunos meses en épocas de abundantes lluvias. Esta problemática reunió a los vecinos de Pegalajar, que conformaron la Asociación Vecinal Fuente de la Reja, que durante estos años ha realizado numerosas actividades y acciones para la defensa, difusión y recuperación de su patrimonio.
Diego Polo, uno de los integrantes de esta asociación, explica que hasta el momento solo se han dado soluciones “parciales” y que “se sigue sin regular las extracciones”. “Pegalajar ha perdido un patrimonio que es su signo de identidad”, lamenta. Desde la asociación desarrollaron un proyecto para la recuperación de la Charca que fue incluido en el Plan Especial de Protección del Lugar de Interés Etnológico y enmarcado en la Estrategia Andaluza de Educación Ambiental.
(Fuente: El Salto – Andalucía / Autor: Alberto Otero)
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