Manuel Rodríguez Illana: «Quiero aportar una mirada diferente a la imagen que la población andaluza tiene de sí misma»
¿Quién es Manuel Rodriguez Illana y cuál es tu profesión y formación?
Nací en Sevilla en 1975, me crié en un típico barrio de clase trabajadora de la periferia de la ciudad y al llegar a la etapa universitaria me decanté por estudiar Psicología. A la vuelta de una Erasmus el último año de la carrera me decidí a ampliar mi formación cursando Periodismo, ya que existía la opción de entrar por segundo ciclo con algunas asignaturas puente.
Curioso tándem formativo. ¿Cómo se tradujo profesionalmente?
Posteriormente pasé por unos años de trabajo en el campo de la comunicación, a través de la de tipo institucional y el marketing electoral primero, terreno en el que también me formé en posgrado: campañas para ayuntamientos, una asesoría en comunicación política para el FMLN de El Salvador, incluso una experiencia como observador internacional de medios durante el referéndum revocatorio presidencial de 2004 en Venezuela… Después estuve un tiempo haciendo periodismo científico como monitor del por desgracia extinto Programa de Divulgación Científica de Andalucía. Finalmente me preparé para la enseñanza secundaria, en la que he venido impartiendo la materia de Lengua Castellana y Literatura, y entretanto me doctoré en Periodismo.


¿Cómo influye ese input heterogéneo en tu actividad investigadora?
Retrospectivamente me doy cuenta de que esos tres campos de interés personal, tanto el comportamiento, percepción y cognición humanas como las ciencias de la comunicación y el estudio del lenguaje en sí eran las tres patas que luego me iban a conducir a lo que ha sido mi terreno favorito de investigación, el análisis ideológico del mensaje mediático. De algún modo siempre me ha atraído la cuestión del poder de los medios a la hora de conformar una mentalidad sumisa, como diría Vicente Romano, en grupos grandes de población; esa capacidad de hacernos odiar al oprimido y amar al opresor, según la famosa sentencia de Malcolm X. O de hacernos creer que los intereses de la clase dominante son los nuestros, de acuerdo con Noam Chomsky.
¿Cómo definirías tu linea de investigación en estos momentos y qué razones te llevan a realizarla?
Llevo trabajando desde hace años en lo que denomino “colonización mediática de Andalucía”. El tema se estaba gestando en mi cabeza, aunque en principio no fuera consciente de ello, en virtud de determinadas lecturas que me hicieron tomar conciencia de la realidad nacional que significa Andalucía, por usar la expresión de Blas Infante, y de cómo se ha tratado de ocultar.
Y en un momento dado decidiste plasmarlo negro sobre blanco.
Sí. Lo que me brindó esa denominación y me impulsó definitivamente a ponerme con ello fue el visionado de una presentación del escritor y editor vasconavarro Josemari Esparza, quien ponía el ejemplo de cómo durante un viaje en coche iba pasando de una emisora de radio a otra y con ello se daba cuenta de hasta qué punto su país estaba colonizado, según decía. Así que me decidí a estudiar esa misma dinámica en el mío.
¿Qué pretendes aportar con este libro?
Una mirada diferente a la imagen que la población andaluza tiene de sí misma, fabricada no de forma exclusiva pero sí en buena medida redifundida por los medios de comunicación, los cuales me sirven como material de análisis a la hora de identificar los clichés y mitos con que se nos percibe exteriormente y, lo que es más importante, nos autopercibimos.
¿Cómo se engarza este volumen en el resto de tus obras?
Como te he comentado, el tronco central, del que van brotando los diferentes asuntos, es la colonización mediática de la que somos objeto. Ese punto de partida se ha ido traduciendo en diferentes trabajos. Parte de los casos que aparecen en El esclavo feliz, y que ahora he podido desarrollar en mayor profundidad, tuvieron como anticipo El españolismo sonriente, una obra breve en la que compilé algunos ejemplos de apariciones de humoristas que contribuían a reforzar determinados estereotipos sobre Andalucía.
Después te has ocupado de la controvertida cuestión lingüística o el papel de Andalucía como enclave extractivista y vertedero de residuos.
Sí, después del primer libro vino Por lo mal que habláis, un trabajo más extenso y exhaustivo donde realicé un examen de los discursos tanto explícitos como implícitos en torno al andaluz como lengua natural, aunque sin dejar de lado referencias a las lenguas y variedades peninsulares diferentes al castellano central que también han sido históricamente objeto de los ataques de la cultura monolingüe de Estado. Mi tercer trabajo publicado fue Andalucía, basurero del Estado español, cuyo tema viene reflejado en el propio título y que, como sucedió con el anterior, sobre la lengua, fue creciendo de tal forma en cuanto a muestras mediáticas y subtemas que terminó mereciéndose un libro para él solo.
¿Esta vez es diferente? Es decir, ¿El esclavo feliz no se centra en un solo tema concreto?
Eso es. En esta ocasión se trata de una miscelánea de temas; todos, lógicamente, alrededor de esa distorsión de Andalucía a través de los medios de comunicación. Aquí entran desde las apropiaciones culturales de lo andaluz por parte del imaginario español al efecto de fabricar, o intentarlo, una identidad unitaria de Estado, hasta la presentación de la oligarquía terrateniente como el buen patrón al que rendir pleitesía, pasando por la exaltación de la entelequia de la idea de Europa para justificar tanto el masivo exilio laboral como nuestro rol en la división internacional del trabajo como destino de recreo.
Antes has hablado de Blas Infante. ¿Quiénes son tus referentes y qué aporta cada uno de ellos en el enfoque de tu investigación?
Como parte de mi metodología confronto el discurso mediático y su ideología hegemónica con las refutaciones que pueden encontrarse en el pensamiento de diversos autores y autoras. En efecto, he citado a Infante, de quien tanto se ha usado su nombre, sobre todo a nivel institucional, y cuyo discurso anticolonial, sin embargo, ha sido tan escondido y tergiversado, precisamente, por la mayoría de las instituciones; de hecho, sorprende cómo la lectura de sus obras hace ver que muchos de sus hallazgos e intuiciones en materias como la historia, la cultura y el análisis de las sociedades se han visto refrendados un siglo después de haberlos planteado.
¿Qué otras referencias en cuanto a pensamiento podemos encontrar?
Podría destacar como otra de las figuras que construye las gafas con las que enfoco esas piezas mediáticas al pensador martiniqués Frantz Fanon. En su libro Piel negra, máscaras blancas estudia la neurosis social del colonizado negro obsesionado con blanquearse como la metrópoli. Es una obra que ofrece paralelismos asombrosos (salvando aspectos fenotípicos superficiales como la diferencia en el color de la piel) con el caso de la población andaluza, la cual se esfuerza constantemente por asimilarse al universo simbólico de Castilla, respecto a donde se le acostumbra a enseñar que tiene sus supuestos orígenes.
¿Cómo es tu proceso de producción?
Normalmente veo, oigo o leo algo directamente en los medios que me llama la atención porque he detectado en el mensaje en cuestión algún tipo de manipulación, omisión, falsedad o retrato de conjunto desde un enfoque colonial. Otras veces es alguien quien me pasa la referencia o el enlace, porque me conoce y sabe que me va a servir como material de análisis. Entonces los disecciono en profundidad y posteriormente agrupo esos mensajes en función de los temas o discursos generales de los que me estoy ocupando.
¿Qué próximos trabajos tienes en mente?
Pues en estos momentos, y en colaboración con la propia editorial secretOlivo, estoy trabajando en temas adicionales para ampliar El esclavo feliz con dos nuevos volúmenes que completarán una trilogía.
Esperamos ansiosos esa continuación
En eso estamos.
Fuente: SecretOlivo.
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