La sentencia del juicio del Brexit abre el camino a la independencia de Escocia
¿Es inevitable un segundo referéndum de independencia en Escocia? La posibilidad ha tomado más fuerza que nunca después de que el Tribunal Supremo decidiera que el Gobierno central de Theresa May no está obligado a consultar a los poderes legislativos de las “autonomías” -el Parlamento escocés y las asambleas de Gales e Irlanda del Norte- antes de invocar el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Mientras los magistrados discreparon a la hora de dictaminar si era necesario un debate en Westminster (ocho votaron a favor y tres en contra), sí mostraron unanimidad sobre la cuestión “autonómica”.
Y tras el fallo, May respiró tranquila. Una rebelión en la Cámara de los Comunes parece ahora inverosímil, pero el asunto de la devolución de poderes sí podría haber creado un escenario complejo, concretamente en Edimburgo. La llamada “Convención de Sewel” establece la relación entre el Ejecutivo central y los Gobiernos de las distintas regiones que forman Reino Unido. Pero el Supremo, la máxima autoridad judicial del país, ha venido a conformar que es sólo eso: una convención.
La Ley de Escocia de 2016 -que siguió al referéndum de independencia de 2014 para traspasar los poderes prometidos por Londres-, recoge la Convención de Sewel: “Se reconoce que el Parlamento del Reino Unido normalmente no legislará con respecto a asuntos descentralizados sin el consentimiento del Parlamento Escocés”. Sin embargo, según los magistrados, eso meramente formalizó su reconocimiento. En otras palabras, no le dio más fuerza legal.
Lo cierto es que esta misma cuestión fue debatida en el momento de la aprobación de la normativa. El Gobierno de la nacionalista Nicola Sturgeon exigió más garantías, pero el debate político, mucho más preocupado entonces por los nuevos poderes fiscales propuestos por la región, derivó en otros menesteres. Ahora la líder independentista afirma que ha quedado claro que la relación entre Londres y Edimburgo nunca será de “igual a igual”.
Aileen McHarg, de la Universidad de Strathclyde (Glasgow), asegura que “cuanto más rehúse el Gobierno central a mantener a Edimburgo involucrado ahora en el proceso del Brexit, más posibilidades habrá de que Sturgeon se plantee sacar de nuevo las urnas”.
“Para el referéndum de independencia de 2014 se llegó a un acuerdo entre Londres y Edimburgo, pero aunque muchos aseguren que sin el permiso de Downing Street, no se podría convocar otro plebiscito, la cuestión no quedó muy clara hace dos años. Sturgeon buscaría el consenso del Gobierno central para evitar dudas sobre la legitimidad. Pero aún sin el consentimiento del Ejecutivo central, podría darse el caso de que pudiera seguir convocándolo. En su momento no quedó resuelto y ahora las dudas vuelven a ponerse sobre la mesa”, afirma a El Confidencial. “En cualquier caso, de darse la circunstancia, dudo mucho que May se opusiera a un segundo referéndum si así lo ha aprobado el Parlamento de Edimburgo”, matiza. “Cualquier negación alimentaría aún más el desprecio por Westminster”, añade.
Llegado el momento, Sturgeon no tendría problemas en conseguir el apoyo Holyrood a sus planes separatistas. De los 129 escaños que hay, su partido, el SNP, tiene 63, pero contaría con el apoyo de los Verdes, que tienen 6 asientos. Por la parte unionista, los conservadores y laboristas cuentan con 31 y 24 respectivamente.
“Es cierto que tras las elecciones regionales del año pasado, el SNP perdió su mayoría absoluta y los conservadores se convirtieron, por primera vez en décadas, en el principal partido de la oposición. Pero eso no atiende tanto a la cuestión independentista, sino al debacle sufrido por los laboristas. Además, el sistema electoral escocés no favorece la victoria de mayorías absolutas. Que el SNP lo consiguiera en los comicios regionales de 2011 fue una excepción”, recalca la experta.
Así bien, sin obstáculo de Downing Street y con el apoyo del parlamento de Edimburgo, ¿está dispuesta Sturgeon a cumplir sus amenas? “Sería un verdadero órdago para los nacionalistas y tendrían que estar muy seguros de ganarlo porque perder dos referéndums independentistas tan seguidos sería el inicio del fin para ellos. Ya pasó en Quebec”, afirma McHarg.
Según las encuestas celebradas antes del referéndum de junio sobre la permanencia en la Unión Europea, el 53% de los escoceses quería seguir formando parte del Reino Unido, frente al 47% que abogaba por la independencia. Cuando a los encuestados se les preguntó cómo podría afectar su elección en caso de Brexit, el 52% apoyaba la independencia frente a un 48% que se posiciona en contra.
En efecto, los sondeos acertaron y tras el triunfo del Brexit hubo un ligero repute de la opción secesionista. Sin embargo, duró poco, y en las encuestas de los últimos meses el apoyo a la independencia se mantenido en torno a un 44%, es decir, prácticamente igual que en el referéndum de 2014, donde la pertenencia del Reino Unido ganó por un 55,3% de los votos, frente al 44,7%.
Con todo, el “timing” es clave. El ex líder del SNP, Alex Salmond, lo sabe mejor que nadie. La secesión apenas tenía un 30% de respaldo cuando convocó la consulta y en año y medio a punto estuvo de conseguir su sueño. Ahora Salmond vaticina que habrá plebiscito en otoño de 2018 y los nacionalistas ganarán porque para entonces ya estará claro con las negociones con Bruselas que Londres saldrá mal parado fuera de la UE y del mercado único.
Pero aún queda otra derivada. Sturgeon no sacará las urnas hasta garantizar que, en caso de independencia, Escocia seguirá como miembro del bloque comunitario. En este sentido, la prensa escocesa tiene muy presente el escenario español. El rotativo New Stateman aseguraba recientemente que con la “cuestión catalana”, “España siempre parece salir en conversación, como un tic nervioso” al poder bloquear su solicitud. “Aunque el argumento del SNP es que podrían ganarse su confianza con el acceso a la pesca, y de todos modos Cataluña es totalmente diferente”, matiza.
El segundo foco de atención es Irlanda. El gobierno del Reino Unido está desesperado por encontrar una manera de mantener abierta la frontera entre la República e Irlanda del Norte, y nadie es más solidario a esta propuesta que el SNP. Su teoría es que si funciona en Irlanda, puede funcionar en Gretna Green, el pueblo que está en frontera entre Inglaterra y Escocia.
Finalmente, está Alemania. Los nacionalistas creen que su apoyo es crucial para permanecer en el bloque aunque Ángela Merkel no se ha pronunciado de momento al respecto. Por tanto, ¿es inevitable un segundo referéndum de independencia en Escocia? Las puertas, desde luego, están abiertas.
(Fuente: El Confidencial / Autora: Celia Maza)
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