EL Congreso de los EE.UU. toma el control directo de la economía de Puerto Rico

La Deuda de Puerto Rico comparte muchas constantes con los casos de cualquier otro país encerrado en la dinámica de los mercados financieros globales.

El endeudamiento público de los Estados es un “pecado” que no tiene perdón y del que no es posible redimirse. Esencialmente, es lo que sucede con la Deuda de Puerto Rico que, a pesar de algunas variables propias de su caso particular, comparte muchas constantes con los casos de cualquier otro país encerrado en la dinámica de los mercados financieros globales.

El 30 de junio pasado – dos días antes del vencimiento del pago de 2.000 millones de la deuda del mal llamado Estado Libre asociado-  el Congreso estadounidense autorizó la reestructuración de la deuda de Puerto Rico, que supera los 70.000 millones de dólares. Al mismo tiempo, el presidente Obama promulgaba la ley Promesa, por la cual quedaba establecido un consejo de control de la autoridad federal para administrar la economía puertorriqueña.

De acuerdo a la opinión de quienes apoyaron la normativa, dicho proyecto “ayudará a la Isla a manejar sus crisis, permitiendo una reestructuración ‘organizada’ de sus 72 mil millones de dólares en bonos.

Por su parte, quienes cuestionan la medida del Congreso aseguran que representa un regreso al colonialismo, ya que retira el control democrático del pueblo de Puerto Rico. En realidad -como en cualquier endeudamiento similar- dichas medidas no representan ningún alivio a las abultadas cifras de la Deuda previamente contraída, sino todo lo contrario.

En un informe publicado por la organización ReFund America Project, se asegura que casi la mitad de la Deuda que Puerto Rico debe -72 millones de dólares-, no es dinero que la Isla haya pedido prestado, sino intereses que se les debe a los inversores en concepto de bonos asegurados, pertenecientes a entidades financieras como  Goldman Sachs, Citigroup, Merrill Lynch y Morgan Stanley.

La constante en estos procesos es que en todos ellos se establecen nuevas condiciones y plazos para  evitar los impagos de la Deuda y conseguir que la rueda del molino no se detenga en favor de los acreedores.

Ante tal situación, lo único previsible es que  el pueblo puertorriqueño continúe enfrentando los embates de nuevos recortes, que la “filosofía” de la  austeridad recomienda para cumplir con los especuladores.

No existe ninguna evidencia que permita sostener que el dinero que se niega a los servicios sociales sirva -tal y como aseguran los tecnócratas- “para retomar la senda del crecimiento económico y del empleo”, gracias al pago de la Deuda

Los hechos  demuestran una vez más, la absoluta actualidad de las previsiones que realizara Carlos Marx, en el capítulo XXIV del Capital, Referido a la llamada acumulación originaria,  acerca de la deuda pública, como una de las más eficaces “palancas de la acumulación de capitalista”.

“Desde su nacimiento, – señalaba Marx- los grandes bancos, revestidos de títulos nacionales, no eran sino sociedades de especuladores privados, que se colocaban al lado de los gobiernos y, gracias a los privilegios obtenidos, estaban en condiciones de adelantarles dinero”.

“El sistema fiscal moderno,  cuyo eje lo constituyen los impuestos sobre los medios de subsistencia más imprescindibles (o sea, su encarecimiento), lleva en sí, por tanto, el germen de su progresión automática. Los impuestos excesivos no son un hecho pasajero, sino más bien un principio”.

Es por eso, precisamente, que una economía como la de Puerto rico, sin perspectivas económicas de recuperación, más temprano que tarde -por “principio”- deberá pedir irremediablemente  nuevos créditos, para pgar los intereses de los anteriores y, por encima de todo, para que el sistema de acumulación del gran Capital no se detenga.

(Fuente: Canarias Semanal / Autor: Julio Andrés Capey)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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