El cambio climático en Andalucía: paisaje desértico, más calor e inundaciones
El cambio climático es un fenómeno ya irreversible. Los científicos advierten de que, aunque el ser humano dejara hoy mismo de emitir por completo gases contaminantes a la atmósfera, la inercia generada ya por el propio fenómeno se mantendría durante décadas. No hay vuelta atrás y sus efectos, algunos palpables desde que comenzó el siglo, se agudizarán en zonas sensibles como Andalucía.
El panorama que pintan los modelos predictivos no es muy halagüeño y apuntan hacia un clima cada vez más desértico en la mitad oriental, en el que se alternarán largos periodos secos con episodios de lluvias torrenciales y un progresivo aumento global de la temperatura media que podría llegar hasta los cinco grados en las zonas continentales de la región.
Por su ubicación y características climáticas, Andalucía superará con creces las expectativas más catastrofistas que pretendía evitar el acuerdo sellado hace casi un año en la Cumbre de París por los representantes de casi 200 países de todo el mundo. Las medidas que se fijaron entonces buscaban frenar el calentamiento global del planeta para que la subida del promedio térmico global no sobrepasara los dos grados al término de esta centuria. Pero localmente el incremento térmico en las próximas décadas podría ser de entre dos y tres grados en invierno, y de entre tres y cinco grados en verano.
El reciente estudio sobre el impacto del cambio climático en la cuenca mediterránea publicado por la revista Science alerta de que esa subida de las temperaturas provocará que el paisaje desértico vaya ganando terreno en Andalucía a lo largo de las próximas décadas si la emisión de gases contaminantes sigue al ritmo actual.
No obstante, los cambios no serán los mismos en todo el sur de España ni la desertización un fenómeno que afecte por igual. Las incidencias que acarreará el clima dependerá de cada zona y sus particularidades. El catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga (UMA), José Damián Ruiz Sinoga, asegura que no es posible afinar en los efectos del cambio climático en Andalucía “sin comprender la pugna entre la tropicalidad y la mediterraneidad, que tendría como eje meridiano el malagueño río Guadalhorce que discurre en el umbral entre el paisaje seco a semiárido y el subhúmedo a húmedo”.
La provincia de Málaga ejerce, por tanto, de línea divisoria entre un clima y otro en el que ya hoy en día hay grandes diferencias. De hecho, en las provincias más occidentales la tendencia de las precipitaciones en el último medio siglo ha sido al alza, es decir, el promedio pluviométrico ha ido aumentando ligeramente. Todo lo contrario que lo que ha ocurrido en el extremo oriental donde progresivamente las lluvias han ido disminuyendo. Y si el fenómeno sigue su ritmo esas diferencias se agudizarán en las próximas décadas.
Eso significa, según el experto, que “va a traer consecuencias directas en el paisaje tanto en un caso como en otro”. En la zona occidental, al disponer de más agua será más húmeda y “la biodiversidad y la cubierta vegetal no se verá tan afectada”, mientras que en el otro lado de Andalucía ocurrirá lo contrario. O, lo que es lo mismo, en las zonas donde llueva menos “la aridificación aumentará irremediablemente”.
Dentro del Plan Andaluz de Acción por el Clima, puesto en marcha por la Junta de Andalucía, se han generado simulaciones futuras con distintos escenarios para predecir los cambios que se podrían producir en esta zona a lo largo de este siglo y resultado de estos estudios es el hecho de que la precipitación en forma de nieve también disminuirá en todas las zonas de media y alta montaña de la comunidad, desapareciendo en muchas de ellas a finales de siglo.
También los informes especiales sobre escenarios de emisiones que el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) elabora como proyecciones a futuro determinan que en Andalucía entre 1941 y 1970 se producirá un descenso generalizado de las lluvias que oscilará entre el 6 y el 8% anual. Unido al ascenso térmico previsto a lo largo de ese tiempo, para los 30 últimos años del siglo es cuando se espera que estos cambios se traduzcan en una pérdida de diversidad climática en la comunidad al reducirse significativamente el clima de alta montaña en beneficio del clima continental propio del interior de Andalucía y del aumento de las zonas desérticas.
Al disminuir los días de precipitación, que no necesariamente la cantidad anual acumulada, la extensión desértica de Almería se irá extendiendo hacia la zona baja de la Alpujarra granadina y la comarca malagueña de la Axarquía. La desertización, entendida por el profesor titular de Ecología de la Universidad de Málaga Francisco Javier López Gordillo como “la pérdida de la capacidad del suelo de contener agua”, será más notable en la agricultura y obligará dijo a cambiar los patrones agrícolas en esta zona andaluza en las próximas décadas.
Este experto, que lleva diez años viajando al Ártico para estudiar los cambios que se están produciendo por el calentamiento global, precisó que “necesariamente se va a tener que ir cambiando poco a poco el tipo de cultivo en el extremo oriental porque el paisaje agrícola es el que más se va a haber modificado”. Los cultivos de subtropicales, tan extendidos en la zona, serán los más afectados. La adaptación de los efectos de este fenómeno es, en su opinión, “la única salida porque el cambio ya está en marcha y es imparable”, por lo que advirtió que se trata de “una carrera contra el crono entre el avance de la tecnología agrícola y el desierto”. La combinación de desigual distribución de las precipitaciones y más calor acarreará, además, que a lo largo de este siglo las estaciones vayan modificando su comportamiento. Los incrementos térmicos se acentuarán en los meses de primavera y verano, y menos en invierno.
El escenario más negativo sobre la evolución espacial de la subida de la temperatura media anual sería el aumento de hasta cinco grados en las zonas continentales de la región andaluza, como Sierra Nevada, Cazorla, Grazalema y Norte de Sierra Morena de Córdoba. De cerca y con incrementos de 4 y 4,5 grados, lo harán el resto de serranías de prácticamente toda Andalucía. Más atenuado será el ascenso térmico en el Valle del Guadalquivir y su área de influencia donde la media aumentará de tres a cuatro grados. En cambio, donde menos se notará será a lo largo de toda la costa mediterránea, más suavemente cuanto más cerca de Almería.
Pero además eso traerá consigo otro peligro efecto. Para Ruiz Sinoga, lo más preocupante es que suban las temperaturas mínimas porque “eso hace que el agua del mar se caliente continuamente y que se generen grandes cantidades de vapor de agua, que en otoño con la entrada de aire frío puede suponer una inversión térmica extraordinaria multiplicando los riesgos de torrencialidad en las zonas costeras”.
No es únicamente achacable al cambio climático, pero la realidad es que en las últimas décadas la evolución de las temperaturas en todas las provincias andaluzas ha sido al alza. Los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) así lo avalan. Los casos de Sevilla, Córdoba y Málaga son los más llamativos, ya que en todas estas capitales la temperatura media ha subido por encima del medio grado en diez años si se comparan los dos periodos que se toman como referencia 1981-2010 y 1971-2000.
Huelva y Jaén son, en cambio, las capitales andaluzas donde menos se ha notado ese incremento térmico, mientras que en Almería, Cádiz y Granada se mantienen a medio camino entre ambos extremos con subidas de 0,2 y 0,3 grados. La clave de lo que ocurra a partir de ahora está en la capacidad del ser humano de mitigar en parte y, sobre todo, adaptarse a los efectos de este cambio climático del que los científicos llevan décadas alertando y del que ya no hay vuelta atrás.
(Fuente: diarios Grupo Joly / Autora: Raquel Garrido)
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