Arnaldo Otegi: “Es imposible la regeneración de la izquierda si no acepta el problema nacional”
En 45 minutos un café puede enfriarse. Y mucho. Arnaldo Otegi no se preocupa por la temperatura y, entre respuesta y respuesta, da pequeños sorbos. Lo ha servido él mismo en la cocina de Sortu, el partido político de la izquierda abertzale. El despacho del veterano militante independentista está muy cerca de los fogones. Dentro de su oficina está todo ordenado. En las baldas que reposan sobre una pared blanca aún hay espacio para documentos. No en vano, hace poco más de un año que dispone de escritorio en esta sede. Antes escribía y pensaba desde una celda.
El secretario general de Sortu recibió a Público sobre las 11.45 de una mañana lluviosa en Donostia. La conversación duró tres cuartos de hora. Nada más terminar, volvió a la cocina para fregar las tazas. Antes, con el café templado, respondió a las preguntas de este periódico.
En unos días se cumplirán 15 meses de su última salida de prisión. Usted había estado preso más veces…
Sí, cinco veces.
¿Alguna vez sintió miedo a perder la libertad?
Más que miedo, uno tiene preocupación por la familia. También es verdad que siempre hemos vivido eso con cierta naturalidad: en la medida en que te enfrentas con el sistema, siempre tienes riesgo de que vayan por ti, que traten de construir pruebas falsas para encarcelarte y torturarte. Pero no diría miedo: para algunos es una virtud que haya existido una generación de militantes en este país dispuesta a pasar por ahí. Pero si lo piensas en frío, también tendríamos que haber tenido el derecho de no vivir con ese miedo, de ser una sociedad normal, en la que no pasan esas cosas. Pero como dicen los irlandeses, nosotros no buscamos el enfrentamiento, sino que el enfrentamiento vino a nosotros.
¿Cree que podrían volver a encarcelarle?
En el Estado español nunca se pueden descartar estas cosas. Si hemos visto a titiriteros ingresar en la cárcel, si tenemos a Andrés Bódalo [sindicalista del SAT] y Rafa Diez [exsecretario general del sindicato LAB) en prisión, es evidente que estamos en un estado donde la inestabilidad en cuanto a los derechos es bastante evidente. En cualquier caso, no creo que ahora mismo podrían realizar una operación de ese tipo. El estado, con respecto a la izquierda abertzale, ha perdido cierta capacidad de maniobra, por lo que sería escandaloso que ahora hicieran una operación de ese tipo. No obstante, hay que tener en cuenta que la cárcel siempre ha sido la alternativa de la derecha en España, cuando no lo han sido peores cosas.
¿Cómo le marcó su paso por la cárcel?
La cárcel puede tener dos consecuencias: el debilitamiento o el fortalecimiento de tus posiciones. En mi caso ha ocurrido lo segundo. Además, la cárcel te permite ver lo que no sale en las televisiones: toda la gente marginada socialmente que está allí, apartada, sin demasiados derechos ni posibilidades de tener un buen abogado. Al final llegas a una conclusión: en la cárcel sólo hay pobres.
Su último encarcelamiento duró seis años y medio. Al salir, ¿se encontró con una Euskal Herria diferente?
Se lo voy a decir de una manera gráfica: cuando yo entré en prisión no existía Whatsapp. Creo que eso da la medida de qué fue lo que ocurrió durante esos seis años y medio. Cuando salí, me encontré que todo el mundo decía que las cosas habían cambiado mucho. Con el tiempo, he llegado a una conclusión: lo que ha cambiado la sociedad ha sido la crisis económica y financiera. La gente pensaba que vivía en un mundo de certidumbres, pero de repente todo eso se derrumba, y la percepción es que no hay seguridades. El problema es que la izquierda no puede dar esas seguridades, por lo que ese espacio es ocupado –salvo en España con Podemos y en Grecia con Syriza- por la extrema derecha.
En estos últimos 15 meses usted ha hablado varias veces sobre la necesidad de autocrítica por parte de la izquierda abertzale. ¿A qué se refiere?
Hay gente que le tiene miedo a la autocrítica, y a mí me parece un error. Quien se autocritica lo hace porque es fuerte. Desde la izquierda abertzale tenemos varios espacios en los que necesitamos hacer una revisión crítica. Uno es evidente: nuestra actitud respecto al desenvolvimiento de la lucha armada en el país. Sobre este punto, es necesario destacar que nosotros hacemos autocrítica hacia este pueblo, no porque nos lo pidan los partidos o no sé quién. En términos más políticos, creo que la izquierda independentista tuvo un éxito electoral muy importante hace cuatro años, pero no supimos leer bien de qué manera la crisis económica y financiera estaba golpeando a la gente y cómo estaba cambiando el índice de sus prioridades. Nosotros estábamos embarcados en un proceso de paz inexistente, porque el Estado no quería ese proceso. Las prioridades de la gente eran el empleo, si les iban a echar de sus casas… No supimos leer bien eso.
¿Quizás priorizaron la cuestión nacional por encima de la cuestión social?
No lo creo. Lo que sí decimos es que hoy, desde nuestro punto de vista, y visto el ejemplo de Catalunya, lo que realmente mina las bases del proyecto oligárquico en el Estado español son los procesos independentistas, porque la unidad de España es el pilar fundamental del proyecto de dominación. Si eres capaz de construir procesos constituyentes en las naciones sin estado, estás haciendo el mayor proceso anticapitalista posible.
Sin embargo, el otro partido que se reivindica abertzale, el PNV, está viviendo un momento muy idílico con el PP. ¿Usted cómo lo valora?
Ellos dicen que más que amor, es sexo. En cualquier caso, también debo decir que nosotros ya preveíamos que el PNV iba a cerrar un acuerdo con el PP. Más que un proyecto popular, parece que el PNV está primando un proyecto de clase, y eso es terriblemente preocupante: cuando el Estado tiene una crisis evidente, cuando la corrupción estalla por todos lados, que el PNV se preste a este enjuague presupuestario nos parece excesivamente osado, así como muy grave en términos políticos y económicos. A partir de ahora, el PNV va a ser corresponsable de todas las medidas que vaya a adoptar el gobierno del PP. Y lo será no sólo en el tema nacional respecto a Catalunya o en torno a la cuestión de los presos, sino también en materia económica y social.
Hablando de presos, parece que la política penitenciaria no ha entrado en las conversaciones entre el PNV y el PP.
Aquí hay una evidencia: después del desarme de ETA, todo el mundo sabe que hay que abordar el tema de los presos. Se podrá dilatar más o menos, pero es evidente que estará sobre la mesa. Estoy convencido de la mayoría de las fuerzas políticas del País Vasco son conscientes de que ese es un tema que hay que empezar a tratar con seriedad. Ya no solo lo que afecta al espacio humanitario –presos enfermos o mayores- sino que hay que abordar un plan integral para sacar a todos los presos. Además, hay que destacar que la competencia de política penitenciaria está en el Estatuto. Por tanto, estás jugando con un Estado que incumple sus propias leyes orgánicas.
¿Este será el año de la disolución de ETA?
Después del desarme dije que no haría especulaciones ni peticiones públicas al respecto. Creo que hay que dejar a ETA hacer ese debate. Estoy convencido de que ese debate se va a hacer en la misma dirección en la que se ha apuntado en los últimos años. ETA es hoy una organización que no tiene más interés que reforzar el escenario de paz.
¿Qué debería ocurrir en este país para que puedan acercarse posiciones con las víctimas de ETA, o al menos con aquellas asociaciones de víctimas que se han mostrado reacias al diálogo?
Hacemos mal cuando hablamos de todas las víctimas de ETA como si fueran homogéneas, porque no lo son, ni de un lado ni del otro. En este país la reconciliación se ha dado de hecho: la gente ha pasado página, y eso es un dato objetivo. Luego hay determinadas asociaciones que tienen un interés más político que humanitario. Son asociaciones que obedecen a una estrategia determinada, puesta en marcha en su día por [el exministro de Interior] Jaime Mayor Oreja, y que ahora están más al servicio de FAES que de otra cosa.
Sin embargo, también debo decir que incluso con esos sectores, en la medida en que todo el mundo haga gestos y sea consciente de que vivir en el odio no nos conduce a ningún sitio, creo que vamos a avanzar mucho. Hay muchas víctimas de un lado y de otro que están en una posición constructiva. No debemos olvidar que una vez producido el desarme, todas las excusas han caído. Hoy estamos en otro tiempo, y eso exige memoria, respeto y consideración, pero también que se hable de presos, y que se aborde el tema de la reconciliación y la convivencia en términos globales.
¿Qué le parece la moción de censura que promueve Podemos contra el gobierno de Rajoy?
En términos políticos, significa estar a la altura de lo que está ocurriendo en el Estado español. Un Gobierno al que la corrupción le llega hasta el cuello necesita ser removido. Dicho de otra manera, hay que echar al gobierno corrupto del PP. Hoy nadie puede decir que la corrupción es un hecho aislado en ese partido. Otra cosa es si existen condiciones y relación de fuerzas suficientes para una moción. Me parece que el panorama político en el Estado español aún es inestable, y todo el mundo está mirándose de reojo.
¿Este año habrá referéndum en Catalunya?
Sí.
¿Unilateral?
Es unilateral con matices, en la medida que no hay un Gobierno dispuesto a pactar un referéndum bilateral. Ha habido una oferta permanente de pactar, y también ha habido un gobierno diciendo permanentemente que no. En ese contexto, me parece que se equivocan quienes piensan que el presidente de la Generalitat no va a ir hasta el final. También veremos qué actitud adopta el Gobierno español ante este asunto. Si lo impide, será extremadamente grave.
¿Lo que ocurra en Catalunya podría valer como espejo para Euskal Herria en caso de que decida recorrer ese mismo camino?
A veces nos acusan de querer seguir un modelo estrictamente catalán, y no es el caso. El problema es que cuando hacemos un análisis en términos estructurales sobre el Estado, suelen decirnos que el mejor escenario sería un referéndum pactado, el reconocimiento plurinacional y un modelo de relación confederal, con derecho de las partes a irse. Debo decirle que la idea de Confederación Ibérica siempre nos ha gustado, aunque no dejaremos de plantear la independencia como meta final. El problema es que no existe un Estado para eso, ni es previsible que vaya a ocurrir. Por tanto, lo que tenemos que poner en marcha en este país es un proceso de auto-organización nacional, un proceso popular constituyente, en el que tenemos que estar todas las fuerzas progresistas del país.
¿La plataforma Gure Esku Dago, que ya ha organizado consultas en una amplia cantidad de municipios, puede ser la apropiada para ello?
Sí. De hecho, creo que Gure Esku Dago está haciendo un trabajo fantástico. Sin embargo, estos días hemos visto que el lehendakari se desmarcaba de Gure Esku Dago en sus declaraciones. Creo que Urkullu tiene un problema que va más allá de la construcción nacional: tanto él como buena parte de su partido encabezan lo que podríamos denominar una “revolución conservadora”, con muchos matices y muchas consecuencias. Han construido un régimen que ha instaurado determinados valores en el país, como la estabilidad, la falta de confrontación, el no conflicto, que son valores bastante dañinos para quienes queremos construir otros modelos de sociedad. Al lehendakari no le gustan los sindicatos ni los movimientos populares, ni nada que no pueda controlar desde una institución. Resulta que Gure Esku Dago rompe esa especie de régimen conservador desde abajo, porque allí se encuentra gente del PNV, EH Bildu, Podemos… Esa dinámica no le gusta a Urkullu, pero a nosotros sí.
¿Quién le gustaría que ganase las primarias del PSOE?
No lo puedo decir… [risas]. Veo que Susana Díaz es la candidata del régimen, de Bono, de Eduardo Inda, de Felipe González… El aparato está con ella. Patxi López está perdido en el medio, y luego está Pedro Sánchez, que es una incógnita. Ahora bien, ¿realmente va a cambiar algo en el PSOE si gana uno u otro? No lo sé. Lo que sí está claro es que más allá de quién gane, la caída de la socialdemocracia en Europa es un hecho evidente.
¿Qué opinión tiene de Podemos?
La crisis económica y financiera ha generado determinados comportamientos psicológicos y de necesidad vital en la gente. Creo que Podemos leyó muy bien el cabreo de la gente, y eso forma parte de su gran éxito, pero ahora tiene la necesidad de conformar un proyecto claro. Todavía no conocemos cuál es su proyecto en términos territoriales, más allá de que está a favor del derecho a decidir. ¿Cómo estructuraría Podemos un estado? Percibo que si tú aceptas el carácter plurinacional del Estado y el derecho a decidir estás en el modelo confederal, pero tampoco lo tengo muy claro, porque nadie lo ha explicitado así.
En términos sociales, creo que Podemos puede ser una pata importante para la reconstrucción de la izquierda en el Estado. Sobre este tema, quiero decir públicamente algo que siempre hemos manifestado en privado: no hay posibilidad de regeneración de la izquierda en España si esa izquierda no acepta el problema nacional y si no defiende el derecho de autodeterminación, porque ese es el pilar de la oligarquía en el Estado.
Durante muchos, usted ha sido una especie de demonio para la prensa española. ¿Cree que está cambiando la percepción hacia usted en los medios estatales?
Me parece que no. En los medios españoles no salgo, ni siquiera en los llamados “progresistas”. En parte, lo entiendo. ¿Qué ganan los medios españoles dándonos voz a nosotros? Hay un problema añadido: cuando un medio de comunicación español te concede una entrevista, sabe que va a ser criticado por ello. Entonces trata permanentemente de acorralarte -entre comillas-, hablando del pasado. Es una forma de pedir perdón: oye, yo estoy entrevistando al monstruo, pero ya ves que no simpatizo nada con él, ni es de izquierdas, ni nada. Ese es el grave problema con el que nos hemos encontrado muchas veces. No en vano, cuando cambiamos de estrategia dijimos que también teníamos que hacer pedagogía para el pueblo español. Está claro que ha habido un grave conflicto, y a nosotros –con razón y sin ella- nos perciben como nos perciben. Por eso queremos hacer pedagogía, pero es prácticamente imposible: los medios de comunicación en España saben que entrevistar a Arnaldo Otegi genera problemas. Si hay alguien que se atreve, luego tiene que pasarse 34 minutos hablando de ETA.
(Fuente: Público / Autor: Danilo Albin)
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