Se cumplen 50 años de la muerte de Camilo Torres

Camilo Torres Restrepo murió en su primer combate con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuando intentaba cumplir el rito iniciático de conseguir su propio fusil. El cura guerrillero, como es conocido mundialmente, pese a que en el momento en que ingresó a la guerrilla ya había dejado los hábitos, intentó emboscar junto a sus compañeros a un pelotón del Ejército colombiano que rechazó el ataque y le dio muerte.

El mito revolucionario comenzó ese día en una selva espesa del noroccidente del país, hace 50 años. Un 15 de febrero de 1966. El padre Camilo, un hijo de la alta burguesía bogotana, fundador de la primera facultad de sociología de América Latina y compañero en la carrera de Derecho de Gabriel García Márquez, se había convertido en mártir de la lucha armada latinoamericana sin disparar un solo tiro.

“Donde cayó Camilo nació una cruz, pero no de madera, sino de luz”, reza la canción que el cantautor uruguayo Daniel Viglietti compuso como homenaje a quien ha sido considerado el Che Guevara de los cristianos. Su padre, Calixto Torres, fue un reputado pediatra que, paradójicamente, salvó la vida del niño Álvaro Valencia Tovar, el militar que años más tarde comandaría la operación en que murió el hijo del médico y quien ocultó su cadáver para evitar que la tumba se convirtiera en lugar de peregrinación.

A finales de los años cuarenta Torres coincidió con García Márquez en la Universidad Nacional. Camilo abandonó la licenciatura para entrar al seminario y Gabo tuvo que irse de Bogotá tras el alzamiento popular motivado por la muerte del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. La amistad se mantuvo y Torres ofició el bautizo del primogénito de García Márquez, el hoy director de cine Rodrigo García Barcha. “Lo que más me interesa del mito de Camilo es que es una demostración muy triste de que América Latina no cree sino en héroes muertos”, declaró el premio Nobel en un documental sobre la vida de su amigo.

Torres oscilaba entre las ceremonias de la burguesía, las manifestaciones populares y el campus de la Universidad Nacional. El presidente de la República, Juan Manuel Santos, hijo de la familia propietaria del periódico El Tiempo y sobrino-nieto de un expresidente, fue monaguillo del cura en los años sesenta, según la revista Semana. Entretanto, el religioso lideraba el Frente Unido, una coalición de movimientos populares que se oponía al bipartidismo férreo implantado por liberales y conservadores en el país.

Ante las presiones de la jerarquía eclesiástica por su activismo político, el sacerdote viajó a Bélgica para doctorarse en sociología por la Universidad de Lovaina. A su regreso a Colombia en 1959 fundó junto a Orlando Fals Borda la primera facultad de sociología de América Latina, auspiciada por la fundación Rockefeller y otras instituciones estadounidenses que estaban inquietas por el triunfo de la revolución cubana y que patrocinaron las ciencias humanas en el continente para comprender la agitada situación social y desactivar el fenómeno revolucionario.

En los muros de las universidades públicas de Colombia todavía se lee un sinnúmero de pintadas con el grito de guerra del ELN, la segunda guerrilla del país, de orientación maoísta y cristiana: “¡Camilo vive!”. Varias de las imágenes más reproducidas de Camilo Torres lo retratan en la Universidad Nacional, rodeado siempre de estudiantes que, como él, seguirían su ejemplo para echarse al monte a perseguir la utopía de una sociedad mejor y del hombre nuevo.

(Fuente: El País / Felipe Sánchez)

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Camilo Torres: el cura guerrillero colombiano al que comparan con el Che Guevara

En San Vicente de Chucurí, departamento de Santander, centro norte de Colombia, el 15 de febrero de 1966 Camilo Torres Restrepo, el “cura guerrillero”, se convirtió en mito, para algunos en mártir. Su cuerpo ha permanecido escondido desde entonces, para evitar que se formara un culto en torno a su sepultura, que se encendiera un foco de rebelión. Lo mismo que ocurrió con el cuerpo de Ernestro “Che” Guevara en Bolivia.

Ese día, hace exactamente 50 años, Torres murió abatido en uniforme del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el segundo grupo guerrillero más importante de Colombia, que había nacido en ese mismo municipio en julio de 1964.

También en San Vicente de Chucurí, el 16 de enero de 2016, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos dijo que el Estado buscaría los restos de Camilo Torres, como una muestra de buena voluntad hacia el ELN –los rebeldes lo habían pedido–, grupo con que el gobierno sostiene diálogos exploratorios hace casi dos años, de cara a un proceso de paz que parece no poder concretarse.

“Héroes muertos”

Para su biógrafo, Walter Joe Broderick, la de Camilo Torres es ciertamente una figura equiparable a la de Ernesto “Che” Guevara, quien fue abatido un año y medio más tarde.

“Esta es la historia del primer personaje colombiano en el siglo XX que llegó a tener fama mundial”, dice la primera línea de la primera página de su libro “Camilo, el cura guerrillero”. Su fama comenzó a extenderse con su muerte.

En un documental de 1974 del director colombiano Francisco Norden, un joven Gabriel García Márquez dice: “Lo que más me interesa del mito de Camilo es que es una demostración más, y una demostración muy triste, muy dolorosa, de queAmérica Latina no cree sino en héroes muertos”. Habla allí de quien fuera su amigo, su compañero en la Universidad Nacional.

Los mejores colegios

Camilo Torres nació en el seno de una acomodada familia de Bogotá, el 3 de febrero de 1929, hijo del reconocido médico Calixto Torres Umaña y de Isabel Restrepo Gaviria, quienes se divorciaron cuando él tenía 8 años. Vivió con su madre, quien fue una gran influencia para el futuro guerrillero, de acuerdo con Broderick.

“Fernando (su hermano) y Camilo estudiaban en los mejores colegios, eran miembros del círculo social bogotano y experimentaban el sentimiento de seguridad y progreso que compartía toda la burguesía de la época”, cuenta el biógrafo acerca de su estilo de vida de adolescencia.

Comenzó a cursar derecho en la Universidad Nacional, pero luego decidió entrar al seminario para convertirse en cura, algo que a su familia, en la que predominaba el anticlericalismo, no le hizo ninguna gracia. Se formó como sociólogo en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica; luego cofundaría la facultad de Sociología en la Universidad Nacional en Bogotá, donde fue capellán.

Desde su tiempo como seminarista desarrolló tareas sociales en barrios populares y se preocupó por el bienestar de los sectores menos favorecidos. En ese sentido, fue un producto de su era, según escribe Broderick: “La preocupación por los problemas sociales, lejos de ser característica exclusiva de Camilo, era más bien una moda del momento”.

Argemiro

Pero para el sacerdote resultó ser más que eso. Influido por su contacto con la realidad social, sus lecturas académicas y, ciertamente, la revolución cubana de 1959, progresivamente se fue radicalizando, a la vez que su figura pública se iba acrecentando.

Ya para 1964, cuenta su biógrafo, pasaba más tiempo que nunca con obreros en la capital o con campesinos fuera de ella. Sus vínculos con la estructura de la iglesia Católica se habían tensado hasta un punto que terminó con la laicización de Camilo Torres, a quien la gente nunca dejó de llamar “cura”.

En 1965 comenzó a editar el semanario Frente Unido, publicación de un proyecto político de unidad de los movimientos revolucionarios que se acabó, se desbandó, cuando Torres se fue para el monte a unirse a las filas del ELN poco antes de que acabara el año. Allí recibió el alias de Argemiro y un revólver. Y el grupo guerrillero dio un gran golpe de publicidad cuando se difundió el hecho de que el cura Camilo Torres se les había sumado.

“Eran un puñado de desarrapados, con viejas carabinas, y Camilo románticamente se une a ellos, muere en combate con ellos y se vuelve una figura heróica, un mártir”, dice un vital Broderick, de 81 años, quien me recibió en su apartamento-oficina-biblioteca de Bogotá.

Cristianismo revolucionario

En el documental de Norden, Gabriel García Márquez asegura: “En el momento en que Camilo se sacrificó por lo que estaba defendiendo muchísima gente que no había creído en él empezó a creer, como diciéndose ‘ah, si se hizo matar por eso, entonces decía la verdad, entonces tenía razón'”.

Como consecuencia, señala Broderick, muchos jóvenes católicos de la época, desde curas y monjas hasta seminaristas, se sumaron a las filas del ELN. “Se volvió una especie de movimiento cristiano de izquierda”, dice; su influencia se extendió hacia Argentina, Chile, Nicaragua.

No obstante, a ojos de muchos, los sacrificios del cura guerrillero y otros como él, y las heridas que se abrieron al volcarse a la lucha armada, tampoco llevaron al resultado esperado. “Eso ha empeorado”, sostiene Broderick al hablar de la concentración de la riqueza y la inequidad en Colombia, la gran angustia de Torres. El de Camilo fue entonces un fracaso, cree él.

Epidemia bautismal

No obstante, en Colombia al menos, su nombre se mantiene muy presente. Es llamativo cuantos colombianos nacidos después de su muerte han sido llamados Camilo, en una suerte de epidemia bautismal que “afectó” sobre todo a hombres que hoy tienen entre 30 y 50 años.

Le pregunté a un amigo por qué le habían puesto ese nombre. Porque mi papá era medio izquierdoso”, me contestó; otros me dijeron cosas similares. La muerte del cura motivó a esos padres a mantener su nombre vigente a través de sus descendientes. “La gente joven no sabe quién es”

Entonces, si se encuentra su cuerpo, si tiene sepultura pública, ¿se volverá una figura reverenciada, se hará real el temor que tuvieron las autoridades de que se convierta en lugar de peregrinaje? Broderick no lo cree: “Colombia es un país muy joven y la gente joven no sabe quién es Camilo Torres ni le interesa especialmente”.

Tendrá valor, dice, para aquellos que fueron cercanos a sus ideas y para los hijos y nietos de estas personas: esos Camilos cuarentones. “Ellos tendrán mucha satisfacción y emoción, e irán a su tumba”.

Un cuerpo aparecido

Tal vez estén cerca de empezar a ejecutar ese ritual. Un cuerpo ya apareció, pocos días después de que el presidente Santos anunciara la búsqueda de los restos. Fue exhumado el 25 de enero pasado en un panteón militar, en la Quinta Brigada de Bucaramanga, capital del departamento de Santander, a decenas de kilómetros del fundacional municipio de San Vicente de Chucurí. Pero todavía no se sabe si es el de Camilo Torres.

El director del Instituto de Medicina Legal de Colombia Carlos Valdés dijo de inmediato, en una entrevista publicada por el diario El Espectador, que determinar si lo es puede llevarles tres o cuatro meses.

Versiones de prensa, que BBC Mundo no pudo corroborar, señalan que para poder confirmarlo han solicitado al Instituto de Medicina Legal de Cuba una muestra del ADN de la madre Torres, Isabel Restrepo, cuyo cuerpo reposa en esa isla. Si los exámenes dan positivo, se habrá cerrado uno de los múltiples capítulos abiertos –venas abiertas– de la violenta historia política de Colombia.

Pero no se habrá acabado la violencia: el ELN anunció que desde este domingo 14 de febrero, y por 72 horas, sostendría un paro armado en las zonas bajo su control, en el marco del 50 aniversario de la muerte de Camilo Torres; el gobierno advirtió que no lo permitirá.

(Fuente: BBC – Mundo)

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Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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