Los trabajadores de Abengoa esperan resignados más despidos por Navidad
“No se ve el final del túnel. Bueno, sí se ve, pero no una luz. Esto no es el principio de una nueva Abengoa. La empresa es ahora de los bancos y quieren vender. Esto es el ‘sálvese quien pueda”. Habla un trabajador, J. Q., que prefiere dar solo iniciales porque estudia acciones legales. Este jueves, dijo adiós tras dos años y medio trabajando en Palmas Altas. Su contrato expira. Le han ofrecido ‘expatriarse’ a Israel, recién llegado de Arabia Saudí, pero las condiciones ofertadas para quienes viajan fuera se han rebajado ostensiblemente. Licenciado en Ingeniería, admite que es mejor buscar otras salidas. El talento, el famoso ‘know how’, que la más importante multinacional andaluza vendió durante los últimos años como su principal marca, se fuga casi tan deprisa como se desmoronaron sus números.
Abengoa camina para volver a convertirse en una empresa de ingeniería y construcción. Los fondos que la han salvado de un concurso de acreedores quieren liquidez y proteger sus inversiones. Los laboratorios, Abengoa Research, están en venta, según la propuesta de nueva estructura que la empresa ha ofrecido a los representantes de los trabajadores. El I+D+i es pasado. Del organigrama saldrá todo lo que no sea ingeniería y construcción vinculada a dos grandes fases, agua y medio ambiente y generación eléctrica. Solo se están primando como estratégicas ofertas que antes eran menores, por ejemplo, los proyectos de construcción de plantas de tratamiento de basuras (‘waste to energy’), donde la UE fija nuevas subvenciones. La imponente Solúcar, una planta solar única en el mundo situada en la localidad sevillana de Sanlúcar la Mayor, va camino de convertirse en el recuerdo de lo que un día fue la compañía que el hijo de su fundador, Felipe Benjumea, llevó a cotizar a Nueva York y, de ahí, al juzgado.
La salvación de la quiebra, sellada en la junta de accionistas del pasado 23 de noviembre, no disipa las sombras. Al frente del renovado consejo de administración, Gonzalo Urquijo ha decidido dejar a las ‘viejas glorias’ de la etapa Benjumea. Nombres como el del director de recursos humanos, Álvaro Polo, a quien los trabajadores acusan de practicar una durísima política laboral que llevó a bautizar como ‘Palmatraz’ a la moderna sede sevillana, ahora a la venta, siguen en el organigrama. Otros, como el director general Joaquín Fernández de Píérola, también se mantienen, para asombro de los trabajadores. Estas maniobras han quitado crédito al aterrizaje de Urquijo, que ‘de facto’ ha dirigido la reestructuración en los últimos meses tras Antonio Fornieles, según fuentes de la empresa.
También ha sorprendido a los trabajadores que la cadena de cargos intermedios siga ahí, intocable, sin verse afectada por los expedientes de regulación de empleo. “Esto forma parte de la idiosincrasia de la compañía. Muchos son enchufados, hijos o amigos de, apellidos ilustres que ahora no tienen apenas carga de trabajo pero siguen cobrando sueldos muy por encima de la media”, asegura una trabajadora altamente cualificada y poco esperanzada con los cambios operados en la cúpula. “No sabemos si hay muchas deudas de silencio y las ‘viejas glorias’ siguen aquí para seguir tapando los números o los han dejado porque son de verdad los que conocen la empresa por dentro y los que mejor pueden hacer limpieza a fondo”, añade otro trabajador de Palmas Altas con más confianza en los nuevos tiempos.
Urquijo mandó un correo interno a los trabajadores en el que quiso dirigirse “al principal activo: sus empleados”. Finalizaba proclamando que ha comenzado “una nueva etapa” y antes daba algunas pinceladas sobre la nueva estructura interna. Anunciaba medidas de reorganización, capitalización de deuda, “renovación total” del consejo de administración y una nueva organización ejecutiva, con un comité ejecutivo y otro de dirección. Ninguna pista sobre cuál es el plan de futuro.
Opacidad y falta de transparencia
“En este año y medio, todavía no nos han presentado el plan industrial, ni el plan de reestructuración ni los objetivos”, denuncia Carlos Sánchez, presidente del comité de empresa de Abeinsa BD. Quienes están negociando con la empresa no niegan que es necesario redimensionar la compañía. “Pero los despidos y expedientes aprobados hasta ahora no sabemos a qué objetivo final responden”, señala. “Nadie se ha sentado con nosotros y nos ha dicho, ‘esta es la nueva Abengoa. Se harán equis despidos conforme a criterios objetivos, económicos y productivos’. La empresa sigue actuando de mala fe”, asegura este portavoz. En Abeinsa Engineering, hay en marcha un ERTE con 45 trabajadores en la calle 18 meses y 10 despidos dentro de otro ERE en una plantilla total de 150 empleados. En Abeinsa Epc, ingeniería y construcción, se espera lo peor. Esta filial, con 540 trabajadores, tiene prevista una reunión el 12 de diciembre donde la empresa desvelará sus planes y que esta vez sí afectará también a los ‘expatriados’. En la antesala de la Navidad, se espera la noticia ‘bomba’, aunque ya hay más resignación e incertidumbre que tensión en la plantilla.
Abengoa cuenta con más de 200 sociedades en su entramado empresarial, y no hay comunicación oficial por parte de la compañía del número de despidos en marcha. En su política de comunicación hay cierta apertura, al menos ahora sí responden a los medios, aunque las principales preguntas siguen sin despejarse. Los trabajadores asumen, aunque nadie se lo ha dicho oficialmente, que la multinacional volverá a los proyectos de ‘llave en mano’ y desechará el I+D. “¿Cómo puede ser esta nuestra apuesta de futuro si no aportamos nada distinto a las actuales empresas de construcción?”, se pregunta el presidente del comité de Abeinsa BD. “Albergamos pocas esperanzas. En nuestros proyectos, trabajamos con un margen del 8% y pagamos en intereses por créditos y pago de deudas un 10%. Hasta ahora, un proyecto para nosotros tenía una fase de maduración de un mes a un año. Los fondos inversores, cuando pase un año y no vean liquidez, ¿qué van a hacer?”, reflexiona Sánchez.
Negro para bonistas, proveedores y trabajadores
“El futuro sigue siendo negro para los bonistas, los trabajadores y los proveedores”, sentencia Felipe Izquierdo, abogado de la Plataforma de Perjudicados de Abengoa, que reúne a unos 140 pequeños y medianos accionistas. Uno de los pocos que mantuvieron una voz crítica en la junta del 23 de noviembre, y que entiende con claridad que en esta reestructuración “se protegen los fondos que han llegado a última hora” pero se deja atrapadas a miles de personas englobadas en el trío perdedor mencionado. El abogado de esta plataforma, que ha elevado dos querellas, una por administración desleal y otra por falsedad en cuentas, se pregunta cómo puede ser que al frente de los departamentos contables y comerciales “sigan estando los mismos”. “Lo que han evitado de una manera forzada es el concurso”, opina.
Cifras no oficiales, manejadas por los representantes de los trabajadores, hablan de que la plantilla ha pasado de los 32.000 a los 17.000 trabajadores en todo el mundo en el último año y medio. En España, se han perdido unos 1.900 empleos (hasta los 4.600 actuales) y en la sede principal, en Sevilla, la plantilla ha caído de 2.900 a 1.700 trabajadores. No todo son despidos. Hay bajas voluntarias y contratos en prácticas o por obras o servicios que no se renuevan. La reforma laboral da cobertura a estos despidos de forma barata. El 25% de afectados tenía reducción de jornada.
La compañía asumió el pasado mayo un ajuste del 10% de su plantilla en España. Nada que, por otra parte, no sea razonable para una empresa que admitió pérdidas de 5.400 millones de euros en el último año y una deuda con proveedores de 1.073. José María González, del comité de empresa de Abeinsa Epc, donde posiblemente caerá el ‘gordo’ de los despidos para cerrar un 2016 nefasto en clave laboral, tiene claro que la única reestructuración ha sido financiera y que “se va a seguir destruyendo empleo”, advirtiendo de que se está despidiendo a trabajadores en el extranjero, expatriando a otros con peores condiciones y firmando con subcontratas que empeoran cualquier condición laboral. En la carta con la que respondieron al saludo de Urquijo, le dieron la bienvenida y solo pidieron expresamente un cambio urgente en la política de recursos humanos. “En la nueva comisión ejecutiva han dejado a dos o tres el antiguo cortijo y no sabemos cuáles son sus intereses”, avisan. De momento, conceden a la nueva cúpula sus 100 días de gracia. Y comunican a la plantilla cambios como que el almuerzo ya no es obligatorio hacerlo en el comedor de Palmas Altas y se podrá llevar comida de casa. Un gesto simbólico si se recuerda que la plantilla vivió la conocida ‘rebelión de los tuppers’, que motivó despidos ante el plante a la obligatoriedad del comedor que gestionaba la esposa de Benjumea.
(Fuente: El Confidencial / Autora: Isabel Morillo)
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