Colombia: Nueva muestra de la división en las FARC. Carta de Timochenko llamando a “Oscar El Paisa” a asistir a Jurisdicción de Paz

El presidente del partido político de Colombia, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), Rodrigo Londoño (Timochenko) envió una carta al ex guerrillero Hernán Velásquez, más conocido como “Oscar el Paisa”.

En la carta, enviada el pasado 11 de diciembre, llama al destinatario a hacer acto de presencia en la Jurisdicción Especial de Paz (JEP). También le invita a la reunión del Pleno del Consejo de los Comunes de la FARC, encuentro que, según expresa Timochenko, vendrá a sentar las bases de trabajo del partido que dirige.

El ‘Paisa’, alegando falta de garantías de seguridad física y jurídica, al igual que Iván Márquez, salió de Miravalle, vereda de San Vicente del Caguán (Caquetá), en la que lideraba la reincorporación de unos 90 ex guerrilleros, y hasta el momento nadie, ni siquiera las directivas de la FARC, saben donde está.

Ni Márquez ni ‘Paisa’ se han presentado a las reuniones que han tenido el partido en el que se transformó la ex guerrilla, incluyendo el aniversario del segundo año del acuerdo de paz que esa organización firmó en el gobierno del presidente Juan Manuel Santos el 24 de noviembre del 2016.

Cabe recordar que, el pasado 22 de septiembre, Iván Márquez y Oscar Montero “el Paisa” escribieron una carta que, con dureza manifiesta, denunciaban que el Acuerdo de Paz había sido traicionado: COLOMBIA. Fuerte carta de Iván Márquez y Hernán Velásquez, alias  Oscar Montero “El Paisa” (foto adjunta), denunciando que el Acuerdo de Paz fue traicionado (reproducida a continuación de la de Timochenko).

Esta es la carta íntegra de Timochenko:

Recordado Oscar:

Reciba usted el más cordial de los saludos desde Bogotá, en donde me encuentro reunido con otros camaradas en la labor de preparación del Pleno del Consejo Nacional de los Comunes, que tendrá lugar el próximo fin de semana. Sabe usted que la reunión de la dirección nacional de nuestro partido se ocupa en adoptar las decisiones más importantes para nuestro trabajo, motivo por el cual me permito reiterarle la invitación a participar en ella.

Soy consciente de las dificultades y temores que originaron en usted las prevenciones para participar en los eventos partidarios nacionales. Las cosas realmente no se presentan del modo como lo habíamos pensado durante los diálogos de La Habana, y mucho menos del modo como quedaron consignadas en el Acuerdo Final.

Sin embargo vuelvo y pienso en nuestra vida guerrillera de tantos años, y no puedo menos que reconocer que esa situación caracterizó constantemente nuestro trasegar en la guerra. El Plan Estratégico aprobado en nuestra séptima conferencia, en 1982, no se cumplió tal y como lo concibieron los camaradas Manuel y Jacobo. Siempre estábamos reajustándolo porque una y otra situación se atravesaba en el camino. Pese a ello no dejó de ser nuestra guía.

Aprendimos a pensar con los años que no se trataba del diseño exacto de la forma en que presentaría la revolución colombiana, sino de una especie de norte que señalaba nuestro rumbo, así como las etapas que era necesario cumplir para avanzar hacia ella. Recuerdo que apenas formulado tras la séptima conferencia, los plenos subsiguientes le señalaron un plazo fijo de ocho años. Entonces se presentaron los diálogos de paz con el gobierno de Belisario Betancur.

Y necesariamente tuvimos que actuar de otra manera. Los Acuerdos de La Uribe marcaron la ruta de la salida política a la confrontación, se firmaron un cese al fuego y luego la tregua. Como solía decir el camarada Manuel durante los desarrollos de la guerra sucia que impidió la materialización de ese Acuerdo, la oligarquía colombiana era ciega. Quién sabe cuál habría sido nuestro destino si en vez de aniquilar la Unión Patriótica hubiera permanecido fiel a la palabra pactada en La Uribe.

La actitud extrañamente permisiva del gobierno de Virgilio Barco nos obligó a considerar la posibilidad de reanudar la confrontación, siendo necesario que el Pleno del Estado Mayor de 1989 volviera a reformular nuestro Plan Estratégico, que entonces se llamó Campaña Bolivariana por la Nueva Colombia. Allí se avizoró que hacia el año 97 estaríamos cumpliendo con nuestro objetivo de la toma del poder.

Ese año, en el Pleno de noviembre, el Estado Mayor Central consideró la posibilidad de entablar conversaciones de paz con el próximo gobierno, lo que terminó desencadenando el proceso de paz del Caguán. Usted y yo conocemos de sobra lo que sucedió en San Vicente y los 5 municipios despejados de tropas oficiales. La ruptura de las conversaciones en 2002 y la cruenta confrontación que se desarrolló durante más de una década.

No creo que haya habido un solo combatiente de las FARC al que no le ardiera la sangre con la embestida paramilitar que se tomó el país. De acuerdo con cifras oficiales fueron más de cien mil los colombianos y colombianas asesinados en forma salvaje, con complicidad en las fuerzas militares. El horror de las masacres, se unía a ciertas declaraciones a su favor por parte de altos mandos, una parte de la clase política y hasta de grandes cadenas informativas.

Tengo la convicción íntima de que semejantes atrocidades jamás fueron imaginadas por los camaradas que diseñaron nuestro Plan Estratégico, pese a que Manuel y Jacobo habían vivido en carne propia la terrible época de la violencia desatada desde el crimen de Jorge Eliécer Gaitán. El destierro y la desposesión de millones de campesinos cuyas tierras pasaron a convertirse en proyectos de capital, esperan su aclaración en la Comisión de la Verdad y la JEP.

Y todo eso se presentó estando nosotros alzados en armas. Nuestra respuesta armada no consiguió impedirlo. Del mismo modo que no fue posible que se cumplieran las previsiones de nuestro Plan. Avanzamos, quemamos etapas, determinamos muchas cosas en Colombia. Pero también se fortaleció la necesidad de encontrar una solución dialogada y civilizada al conflicto. Y fue esta vieja aspiración de las FARC la que terminó por abrirse paso por encima de poderosas oposiciones.

Los Acuerdos de La Habana tienen que ser vistos como el resultado final de todos esos años de lucha. No clausuran nuestro sueño de tomarnos el poder junto con las mayorías del pueblo colombiano. Simplemente nos marcan una ruta distinta a la de la guerra. Aquí estamos, convertidos en un partido político, lo cual no nos hace menos revolucionarios. Por el contrario, imprime nuevos retos a nuestra inteligencia, la necesidad de concitar un apoyo mayoritario para la paz.

Miravalles, el Espacio Territorial Oscar Mondragón, nuestra muchachada, fueron privados con su ausencia de su condición de líder. Ahora la Jurisdicción Especial para la Paz inicia un incidente en su contra a fin de determinar si de su parte ha habido un incumplimiento al régimen de condicionalidad. Para nadie es un secreto en lo que puede terminar ese procedimiento, si usted no se presenta a dar prueba real de su interés por continuar dentro del proceso de paz.

Que hay muchos riesgos, es cierto. Que siempre existirá la posibilidad de perecer bajo manos criminales, lo sabemos todos los que estamos aquí. Que pueden insistir en montajes a fin de conseguir nuestro encarcelamiento o extradición, nadie lo desconoce. Pero en la montaña también existía el riesgo de perecer. Hay nombres cuyo solo recuerdo nos despierta un inmenso dolor, Raúl, Alfonso, Jorge, Iván, Simón. La tragedia ronda siempre la actividad revolucionaria.

El temor nunca podrá ser la guía de conducta de un revolucionario. Nuestra unidad y cohesión, la firmeza en nuestras convicciones, la confianza en lo logrado y conquistado, el empeño en seguir adelante por encima de cualquier adversidad, la seguridad de ganar cada día más espacios y amigos, han sido nuestras fortalezas en todos los tiempos, los buenos y los malos. Continuar siempre fue nuestro orgullo, por donde va la dirección vamos todos, así fue siempre.

Guardo muy bellos recuerdos de la región de El Pato. Tras mi ingreso a las FARC, fui designado a trabajar allá, bajo el mando de hombres legendarios como Joselo Lozada y Martín Villa. Las inmensas montañas, los ríos caudalosos que bajan de Los Picachos, el espíritu trabajador y rebelde de sus pobladores, el valor de los combatientes forjados en su abrupto paisaje. El destino quiso que usted fuera el último de los grandes en destacarse allá.

Los tiempos cambian, Oscar, y con ellos el papel que deben jugar las organizaciones y los líderes. Retroceder, intentar revivir el pasado, persistir en caminos que el grueso del colectivo decidió dejar atrás, no puede ser pese al valor que se le quiera añadir, la decisión más acertada. Nuestro lugar en la lucha está aquí, las estrellas que soñamos alcanzar con el fuego de nuestras armas aún pueden caer, pero con la fuerza arrolladora de las masas. De eso se trata, estamos esperándolo.

Camarada, hermano, si usted lo considera pertinente, yo mismo me ofrezco para viajar al lugar donde usted se encuentre, con el propósito de acompañarlo en su viaje a Bogotá, para que se sienta más tranquilo en su presentación en la JEP. Sobra decirle que el equipo jurídico del partido le brindará todo el apoyo necesario. Y que el conjunto del partido está dispuesto a rodearlo. Todo nuestro esfuerzo se aplicará por su seguridad completa en Miravalles.

Con el mismo afecto de los viejos tiempos, me despido de usted a la espera de un estrechón de manos y un abrazo.

Timo.

Bogotá, 11 de diciembre de 2018.

Texto de la carta de Iván Márquez y Oscar Montero

CARTA ABIERTA A LA COMISIÓN DE PAZ DEL SENADO

Señores

COMISIÓN DE PAZ DEL SENADO

Congreso de la República Bogotá

Pese a que el Acuerdo de Paz fue destrozado por depredadores sin alma, nuestro sueño sigue siendo la paz de Colombia.

Al menos tres actos de insensatez empujaron la esperanza tejida en La Habana al taciturno abismo de los procesos de paz fallidos: la inseguridad jurídica, las modificaciones al texto original de lo convenido y el incumplimiento de aspectos esenciales del Acuerdo.

Sin duda, la INSEGURIDAD JURÍDICA tocó techo con la detención de Jesús Santrich con fines de extradición mediante montaje judicial urdido por el Fiscal General, el embajador de los EEUU y la DEA. Esta decisión delirante concebida para sabotear la paz terminó ahuyentando la poca confianza que aún quedaba en los excombatientes. Debemos reconocer que la Fiscalía General de la Nación se ha convertido en una fábrica de mentiras para empapelar judicialmente a mucha gente, y en el caso que nos ocupa, a los principales negociadores de paz de la guerrilla, llegando hasta el asombro de elevar en el rollo de su montaje, la tentativa y el pensamiento mismo a la categoría de delito para justificar la extradición, buscando desesperadamente hundir sin remedio el anhelo colectivo de paz. Estamos frente a un descarado abuso en el ejercicio del poder, mezclado con una rendición inaceptable de nuestra soberanía jurídica a una potencia extranjera. No podemos dejar la Paz -que es el derecho más importante- en manos de personajes como Martínez y Whitaker. Carecen ellos de sentido común para trazar el destino de Colombia, que definitivamente no puede ser el de la guerra. Pero, ¿qué gana EEUU aplastando la paz de Colombia? Muy poco ha contribuido a fortalecerla. Para reforzarla, por ejemplo, pudo haber liberado, luego de la firma del Acuerdo de La Habana, a Simón Trinidad, extraditado 14 años atrás a través de un montaje judicial del Gobierno de la época. John Kerry, ex Secretario del Departamento de Estado había abierto esta posibilidad en una reunión que sostuvimos personalmente en la capital de la Isla. Esas buenas intenciones fueron arrastradas por el viento.

Por otra parte, las MODIFICACIONES AL TEXTO ORIGINAL DE LO CONVENIDO transfiguraron el Acuerdo de La Habana en un horroroso Frankenstein. Personajes que nunca fueron ungidos con el honor de ser plenipotenciarios de las partes, se dieron a la tarea de meterle mano para dañar lo construido con tanto esfuerzo y amor. Sucedió después de la entrega de las armas. Eso es perfidia, trampa y “conejo”. Mal hecho. No se puede traicionar la paz de esa manera. Los acuerdos, que fueron firmados solemnemente, son para cumplirlos. ¿En qué otra parte del mundo ha ocurrido algo semejante? El mismo Estado que firmó el Acuerdo, azuzó luego a su tronco y a sus extremidades a destruirlo aduciendo la independencia de poderes cuando tenía en sus manos el recurso constitucional de la colaboración armónica. Se produjo entonces el desconocimiento de una obligación internacional que descansa en el hecho notorio de que éste es un Acuerdo Especial del Artículo 3 de los Convenios de Ginebra y que ostenta al mismo tiempo el rango de Documento Oficial del Consejo de Seguridad de NNUU. A esto debe agregársele el fallo de la Corte Constitucional que estableció de manera clara y categórica que dicho Acuerdo no podía ser modificado por los próximos tres gobiernos. El ex Presidente y Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, no tuvo ni el valor ni la convicción de hacer uso de las facultades que le otorgaba la Constitución para salvar el proceso. Prefirió no cruzar el Rubicón por temor a la jauría.

Señores Senadores: la JEP no es la que aprobamos en La Habana, sino la que querían el Fiscal y los enemigos de la concordia; esta ya no es para todos los involucrados en el conflicto; sustrajeron de su jurisdicción a los terceros; rodearon de tinieblas la verdad, que es lo único que puede cerrar y sanar las profundas heridas causadas por el conflicto y generar al mismo tiempo un nuevo ambiente de convivencia. También ampliaron el universo de los aforados para asegurarle larga vida a la impunidad. Con sus propias manos el fiscal Martínez sembró en la Jurisdicción Especial para la Paz las minas de la reincidencia, el testaferrato y otras argucias para poder llevar encadenados a antiguos guerrilleros a la justicia ordinaria y saciar así su sed de odio y de venganza que comparte con ciertas élites del poder. Realmente el “fast track” legislativo fue aprovechado para destrozar a dentelladas rápidas aspectos sustanciales del Acuerdo de Paz con la bendición incoherente de la Corte. No debe olvidarse que la Ley de Procedimiento de la JEP fue aprobada unilateralmente sin tener en cuenta para nada la opinión de la CSIVI. Siempre quedamos con la impresión que la preocupación del Gobierno por las víctimas del conflicto fue una preocupación fingida adornada con palabras llenas de aire.

Finalmente, sin eufemismos y en lenguaje franco: lo esencial del Acuerdo de Paz de La Habana ha sido traicionado. El Congreso anterior hundió la Reforma Política y las Circunscripciones Territoriales Especiales de Paz. No se aplicó plenamente la amnistía; todavía quedan guerrilleros presos. Cinco años después de lograr el primer Acuerdo Parcial no hay titulaciones de tierras, ni fondo de 3 millones de hectáreas para los que no la tienen, ni nada que signifique dignificación de la vida en el campo. La sustitución está empantanada porque el Fiscal no permite el tratamiento penal diferencial para los campesinos cultivadores y mujeres pobres, y porque no hay formalización de la propiedad de la tierra ni proyectos económicos alternativos. El mismo personaje ha saboteado el funcionamiento de la Unidad Especial de lucha contra el paramilitarismo imponiendo con ello que más de15 mil imputaciones de paramilitarismo y de apoyo económico a esas estructuras criminales, que según Memoria Histórica han asesinado a 100 mil colombianos, duerman engavetas en la Fiscalía el sosegado sueño de la impunidad.

El Acuerdo tuvo una falla estructural que pesa como pirámide egipcia que fue haber firmado, primero, la Dejación de las Armas, sin haber acordado antes los términos de la reincorporación económica y social de los guerrilleros. Esa es la causa de los problemas que hoy afrontan los ETCR por incumplimientos del Estado. Ingenuamente creímos en la palabra y la buena fe del Gobierno, a pesar de que Manuel Marulanda Vélez siempre nos había advertido que las armas eran la única garantía segura de cumplimiento de los eventuales acuerdos. Hoy a los guerrilleros los están matando uno a uno en medio de la indiferencia de las autoridades, e igual sucede con los líderes sociales cuyo sacrificio parece no tener fin. Tengan en cuenta que hasta el sol de hoy no se ha producido ningún desembolso para financiar proyectos productivos en los Espacios Territoriales. Que alguien nos diga a qué bolsillos fueron a parar los recursos del post conflicto colocados tan generosamente por los países donantes.

Señores y señoras congresistas: nuestra principal preocupación es cómo sacar la paz de Colombia del abismo de los acuerdos fallidos a la que fue arrojada con desprecio, y nos gustaría conocer al respecto sus valiosas apreciaciones. Vale la pena intentar lo imposible, porque de lo posible se ocupan los demás todos los días.

Reciban de nuestra parte un saludo cordial.

Iván Márquez    Oscar Montero “El Paisa” (*)

Septiembre 22 de 2018, Octavo aniversario del asesinato de comandante Jorge Briceño

(*) en paradero desconocido

Fuente: Insurgente)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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