Andalucía regresa al grupo de países pobres de la UE. Vuelve a estar entre los territorios con un PIB por debajo del 75% de la media

Seis años ha estado Andalucía en el grupo de regiones en transición, aquellas cuya riqueza por habitante se sitúa en la banda templada de los territorios europeos. Bruselas ha confirmado que el PIB per cápita de la comunidad ha caído otra vez por debajo del 75% de la media de la UE, por lo cual vuelve a pasar al grupo de las regiones en desarrollo, las más pobres, aquellas que antes se denominaban de Objetivo 1, las que más ayudas reciben. Sí, habrá más fondos para la creación de empleo, para las infraestructuras y para atender a los inmigrantes, pero la caída también guarda una lectura demoledora: después de haber recibido más de 100.000 millones de euros de fondos europeos, Andalucía no ha logrado converger. Diverge.

Si hubo una vez una deuda histórica, un deber económico y social que algunos territorios contrajeron con el sur, Bruselas lo ha pagado. Y con creces. Desde 1986, el momento en que España, ingresó en la entonces, Comunidad Económica Europea, Andalucía ha recibido 102.000 millones de euros. Y sin contar las ayudas europeas. La cifra es grandiosa: equivale a tres veces el actual Presupuesto anual de la Junta. Cuando Felipe González pactó con las grandes potencias europeas la consolidación de las políticas de cohesión para recibir más fondos a las puertas de la implantación del euros, siempre argumentaba que España los necesitaba porque su objetivo era dejar de cobrarlos un día. Por lo que respecta a Andalucía, esto no ha sucedido.

Si en 2014 la comunidad logró subir uno de esos escalones relativos que ascienden hacia la riqueza europea, la crisis económica nos ha hecho volver a los puestos de salida. Ni la mejoría de las infraestructuras ni las ayudas a la industrialización ni a la creación de empleo -éstas dos últimas, francamente, infértiles- han procurado ese gran salto. La debilidad de una economía sustentada en la construcción y en los créditos baratos nos ha dejado donde siempre estuvimos, junto al resto de regiones del sur de España, Italia y Grecia. A la vez que Andalucía, también Extremadura, Castilla-La Mancha y Ceuta y Melilla han regresado al grupo de las comunidades en desarrollo.

Subida del 5%

El marco comunitario que deben aprobar las autoridades europeas es el de 2021 a 2027. España recibirá 34.004 millones de euros, un 5%, y buena parte de ellos irán a Andalucía por su peso poblacional y por ser región en desarrollo, el bocado puede ser del 25%.

Para el economista Joaquín Aurioles, profesor de la Universidad de Málaga, el hecho es claramente negativo, porque “nos sitúa donde estuvimos, se ha demostrado que fue una salida falsa de ese grupo” de las más pobres. La causa que primero salta a la vista es meridiana. Andalucía, como pocas comunidades, ha sufrido una crisis financiera que derrumbó su potente sector de la construcción, lo que se tradujo en un aumento considerable del empleo, volvimos a cifras del 30%.

El PIB que mide la Comisión Europea para diferenciar las comunidades, es el PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo, y además lo corrige con algunos datos como el desempleo, la formación educativa de la población y las tasas de inmigración.

Tal como recuerda Aurioles, cuando se pactaron estas potentes políticas de cohesión, se permitió que parte de las inversiones no sólo fueran a disminuir la brecha de productividad entre las distintas regiones y países, sino que también sirviese para mejorar el Estado del bienestar. Esto último fue una concesión a los países del norte, los más productivos, pero el sur también invirtió en ello. A su juicio, Andalucía se encontró en una paradoja del bienestar que ha impedido ese ajuste de productividad, porque cuenta con unos salarios similares a los de otros territorios y, además, no se ha producido un flujo emigratorio considerable, a pesar de las altas cifras de desempleo.

Emigración

Es más, cuando los andaluces han comenzado a emigrar, lo han hecho los más preparados, los jóvenes formados gracias a esas inversiones en educación.

Buena parte de las ayudas también han servido para recrecer un sector público que, en determinadas políticas, se ha mostrado ineficiente, por no decir que absolutamente estéril. Piénsese en las políticas activas de empleo y en todos los casos de corrupción en las que ha derivado -como el de los ERE y los cursos de formación-, sólo servían para repuntes coyunturales de la oferta pública de empleo. Cuando se agotaban las ayudas, se volvía a los mismos niveles de antes.

“La política regional trataba de evitar -sigue Joaquín Aurioles- tres elementos: la absorción de empresas por parte de las grandes empresas de otros países, por lo que había que restituir el tejido empresarial; la destrucción de empleo, por lo que había que restituir la empleabilidad, y conseguir un nivel medio de competitividad, por lo que había que restituir el stock de capital, y dentro de ello estaba la mejoría de las infraestructuras, aunque sea un apartado menor”. Y su balance es el siguiente. Demoledor. “De lo primero, casi nada; de lo segundo, ahí están todos los casos de los sindicatos, los cursos y demás, y de lo tercero, poco, a excepción de la infraestructuras”.

De este modo, seguimos encerrado en nuestro particular bucle. Concluye que nuestra competitividad sólo mejorará si nos diferenciamos en algunos de estos tres factores: salarios, tecnología y fiscalidad. Y por ninguno de ellos nos distinguimos, quizás los más difíciles de conseguir sea la competitividad salarial y la fiscal, ambas por causas políticas, pero el tiento en la inversión tecnológica ha sido muy mejorable.

Un caso ilustra esto. A mediados de octubre comenzó un verdadero éxodo de empresas catalanes hacia otras regiones españolas a causa de las pérdidas que causaba el riesgo de la independencia. Fueron miles, pero sólo tres decidieron trasladarse a Andalucía y porque ya contaban con instalaciones en las provincias de Córdoba y de Málaga. La Andalucía de las oportunidades empresariales nadie la ve fuera de nuestras fronteras regionales, no somos atractivos ni por bajos salarios ni por bajos impuestos, sino todo lo contrario, ni por una tecnología eficiente que reduzca los costes.

Para el catedrático de Economía de la Hispalense Francisco Ferraro, “no es que perdamos convergencia, estamos divergiendo, y lo que debemos preguntarnos, más allá de las causas coyunturales, es por qué crecemos menos y, en definitiva, por qué producimos menos”. Los factores que determinan la producción en la literatura clásica son la riqueza de los recursos naturales, el trabajo y el capital, entendido como la inversión en cosas que produzcan cosas.

Sobre el trabajo, Ferraro es muy crítico, porque entiende que el modelo educativo andaluz, basado en el “para todos” sobre otros criterios, ha impedido una educación en excelencia y ha dado, como resultado, unos trabajadores poco cualificados. Y, por otra parte, la iniciativa empresarial, entendida como el interés personal por crear empresas, es muy limitada, muy pegada al terruño e ignorante del entorno globalizado.

Por parte del capital, es cierto que la inversión privada en Andalucía sigue siendo muy baja, por debajo del porcentaje que le corresponde por población, lo que le lleva a preguntarse por qué invierten tan poco las empresas en la comunidad.

Ésta es una pregunta esencial. No sólo su respuesta, sino su formulación, porque lo cierto es que, como antes se apuntó, las compañías no eligen a Andalucía para la inversión. Su atractivo diferencial no existe. Ni en salarios ni en tecnología ni en impuestos.

Mal gobierno

Pero Ferraro apunta a otros problemas: considera que el marco institucional no es bueno, porque ni las leyes que se promulgan son efectivas y ni la calidad del Gobierno andaluz es la adecuada. Es mala. De hecho, el índice de calidad de los gobiernos que publica la Comisión Europea (EQI) coloca a Andalucía en el puesto más bajo de España, comparable al de algunos territorios polacos y por encima de los griegos y de los del sur y centro italianos. Una de las deficiencias que Ferraro apunta, en este sentido, es la ausencia de evaluaciones de las políticas. “No se miden sus efectos, a pesar de que sabemos que hay algunas, como las de empleo, que no sirven para nada”, concluye Ferraro.

Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de Economía en la Universidad Pablo Olavide, mantiene que la salida del grupo de las comunidades en transición también puede ser coyuntural. Andalucía había sobrepasado el listón del 75% por pocas décimas hace cinco años, y son sólo un poco menos que las que pierde ahora. Más allá de las razones estructurales, analizadas por Ferraro y Aurioles, Hidalgo apunta a dos causas. La primera es acumulativa, los sectores en los que Andalucía estaba más especializada, como la construcción, son los que han caído más. El sector del ladrillo ha sido importante en todas las regiones, pero más en nuestra comunidad. Eso hace que Andalucía haya crecido menos que el resto del país. Y, además, el consumo andaluz también cayó más que en el resto, debido al incremento del desempleo, francamente grave durante los años de la crisis.

(Fuente: diarios Grupo Joly / Autor: Juan Manuel Marqués Perales)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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