El racismo explota en la Italia de Salvini: Una ola de agresiones, palizas, linchamientos y desprecio la recorre en los últimos meses
El sábado por la noche, el marroquí Zaitouni Hady se encontraba sentado en un coche frente a un edificio de apartamentos cuando un grupo de vecinos empezaron a increparle y acusarle de ser un ladrón. Le persiguieron en automóvil hasta que el vehículo de Hady se estrelló. Los agresores le alcanzaron, y, ya lesionado por el accidente, le remataron con más golpes. Ocurrió en Aprilia, una urbanización de 70.000 habitantes a 20 kilómetros de distancia de Roma, con una amplia comunidad inmigrante de 10.000 personas.
En este clima, la policía no ha aclarado todavía qué motivó el ataque, pero maneja como posible el elemento racista, puesto que en la zona desde el comienzo del año fueron denunciados apenas cuatro robos, y también se está investigando si los agresores formaban parte de patrullas de vigilancia ciudadana.
El de Aprilia es el más grave de una serie de incidentes racistas ocurridos en los últimos días en Italia, donde las políticas antiinmigración del nuevo Gobierno y las incendiarias declaraciones del ministro del Interior, Matteo Salvini, parecen haber incentivado estas agresiones. En otro trágico episodio reciente, una bebé de 13 meses de etnia rom fue víctima de un disparo en Roma, presuntamente realizado por un antiguo empleado del Senado, desde el balcón de su casa.
La última víctima, en orden cronológico, ha sido la atleta olímpica Daisy Osakue. Esta italiana hija de inmigrantes nigerianos, nacida en la piamontesa Turín e integrante de la selección italiana de lanzadoras de disco sub-23, fue agredida en la madrugada del domingo al lunes. Daisy se encontraba sola, de camino a su casa, cuando un automóvil viró repentinamente, dirigiéndose a gran velocidad hacia ella. “Ya había sufrido ataques racistas, pero solo verbales. Cuando se pasa a la acción, significa que ha caído otro muro”, dijo Osakue después del ataque, por el cual en los próximos días deberá ser operada quirúrgicamente en un ojo para extraer los fragmentos de los huevos que, desde el automóvil, le arrojaron a la cara.
Otro ha sido el caso de Khalifa Dieng, un joven senegalés y solicitante de asilo político de 19 años, quien el viernes fue atacado por un grupo de hombres mientras trababajaba como camarero en un café de Partinico, en la provincia de Palermo, la capital de la isla de Sicilia. “Vuelve a tu país, sucio negro”, le gritaron los agresores —algunos de los cuales fueron luego arrestados—, mientras le daban patadas y puñetazos, como relató luego Dieng.
Un episodio que recuerda a la tragedia de Sacko Soumalya, el joven sindicalista de Malí, que fue asesinado el pasado 3 de junio mientras buscaba materiales para construir una choza en una fábrica abandonada en Vibo Valencia, en la sureña región de Calabria. O la historia de Idy Diene, asesinado en marzo —sin que se haya esclarecido con claridad el desencadenante— por el jubilado Roberto Pirrone en un puente de Florencia. O el tiroteo racista de Luca Traini, un simpatizante de la Liga (el partido de Matteo Salvini), que en febrero hirió a seis nigerianos porque le pareció que “eran tan negros” como el supuesto asesino de una drogadicta blanca. Decenas de episodios (los conocidos, es decir, los denunciados), poco habituales en este país hasta hace un año.
Una situación que ha hecho saltar las alarmas en el país, en el que muchos ciudadanos se han lanzado a denunciar las situaciones a las que están asistiendo, recogidas en la prensa italiana y en las redes sociales. Como el caso de una mujer que le gritó a un inmigrante que volviese a su país, por el tono de llamada en árabe de su móvil. Un clima que no ha encontrado barreras ni en las oficinas públicas. “Vete de aquí. Esta no es la oficina de [medicina] veterinaria”, le llegó a responder el empleado de la Agencia Sanitaria Italiana (ASL) de Abruzos a un italosenegalés.
Negar la mayor, la estrategia del Gobierno
Pero, pese a todo, la reacción de Salvini y de sus socios del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) ha sido la de negar un significado especial a estos crímenes. “No creo que en este país exista una alarma por el racismo”, dijo el jefe político del M5S, Luigi Di Maio. “Es una invención de la izquierda, los italianos son buenas personas, pero su paciencia se ha acabado. Yo, como ministro, trabajo desde hace 58 días para dar seguridad y serenidad a nuestras ciudades”, respondió el propio Salvini. “La única alarma que existe son los delitos que cometen los inmigrantes”, añadió Salvini.
Opuesta, en cambio, ha sido la reacción del Partido Democrático (PD) y de la Iglesia católica. “El problema”, ha dicho el presidente del PD, Matteo Orfini, “es que existe una parte del país que ahora se siente autorizada a hacer lo que antes solo pensaba en un momento de rabia”. “Están pasando a la acción: se toman la justicia por su mano, agreden, golpean, matan. La exclusión y la pobreza son vistas como una culpa”, ha añadido el directivo del PD, en un mensaje escrito en las redes sociales.
En este mismo tono, el obispo de Monreale, Michele Pennisi, rechazó el ataque racista de Partinico, con palabras contundentes. Ha sido, dijo Pennisi, “un gesto xenófobo y racista que condeno de la manera más firme”. Una posición, esta, que se suma a los encontronazos —cada días más evidentes— este último mes del Gobierno italiano, y en particular de Salvini, con la Iglesia italiana. Tan es así, que la revista católica ‘Famiglia Cristiana’ ha llegado a publicar una portada con el titular “Vade retro, Salvini”, parafraseando una oración conocida por su empleo en los rituales de exorcismo para alejar al diabio. Una portada que le valió al semanario los aplausos de los sectores más izquierdistas del país, mientras que un Salvini visiblemente molesto la calificó “de muy mal gusto”.
Y lo mismo el presidente de la República, Sergio Mattarella. “Italia no es y no puede ser el Far West, donde todos iban armados y se disparaban en las calles. No, Italia no puede deslizarse hacia una peligrosa involución de valores”, opinó Matterella, el pasado 26 de julio. En las filas gubernamentales, en cambio, solo se ha alzado una voz de prestigio contra la ola de racismo: la de Roberto Fico, presidente del Congreso y miembro del M5S. “Todo acto de racismo debe ser condenado siempre”, afirmó Fico, sin apuntar, sin embargo, contra sus socios políticos.
Se ha desatado, además, una nueva guerra de cifras, en relación con el número de delitos cometidos por los inmigrantes, un mantra que Salvini no desperdicia ocasión de repetir, después de haber promovido la prohibición de entrada a puertos italianos de barcos de ONG que rescatan inmigrantes en el Mediterráneo y, más recientemente, haber recortado los fondos destinados a la acogida. “En Italia, no existe ninguna emergencia por los inmigrantes, ni ninguna emergencia ligada a la seguridad por la presencia de los inmigrantes”, opinó el lunes Patrizio Gonnella, presidente de la asociación Antigone, que vigila la situación de los presos detenidos en las cárceles italianas. “El número de extranjeros detenidos en Italia ha disminuido en los últimos 10 años. En 2008, la tasa de detenidos extranjeros equivalía a un 0,71% del total, hoy [hasta el 30 de junio] no supera el 0,33%”, precisó Gonnella.
Mientras tanto, sin embargo, el miedo de los inmigrantes en Italia está creciendo. Lo reflejaban las palabras de los padres de Daisy Osakue, la atleta agredida en Piamonte: “Ahora todos mis hijos deberán regresar a casa más temprano”.
(Fuente: El Confidencial: Autora: Irene Savio)
“En Italia, hay una creciente legitimación de la gente que se declara fascista: lo hace ya sin pudor”
¿Lanzar un huevo a la cara de una persona puede considerarse un acto racista? Que se lo pregunten a la atleta italiana Daisy Osakue, de 22 años y padres nigerianos, que el pasado domingo tuvo que ser intervenida de urgencia por heridas en la córnea después de que unos desconocidos le arrojaran huevos desde un coche en la periferia de Turín. La lanzadora de disco de la selección sub 23 denunció la agresión, que según dijo iba seguramente dirigida contra una “persona de color”, como las que transitan por esa zona.
La Fiscalía está investigando el suceso y su posible vinculación con otros ataques anteriores atribuidos a la bautizada como “banda del huevo”, pero sin considerar el agravante de odio racial por falta de elementos. Esté o no claro el objetivo que perseguían los atacantes, su caso no es el primero que hace sonar las alarmas. En el último mes y medio ha habido al menos una decena de acciones contra inmigrantes, de las que los medios se han hecho eco ante la ausencia de estadísticas oficiales recientes.
El Observatorio para la seguridad contra los actos discriminatorios (Oscad), dependiente del Gobierno, señala que entre 2010 y 2017 se recibieron 2.030 casos (304 arrestos y 840 denuncias), de los que el 51,5 % estaba relacionado con la discriminación por raza o etnia. La Oficina de instituciones democráticas y derechos humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) recoge las últimas cifras de 2016, cuando la policía italiana registró 803 delitos de odio vinculados a la discriminación (338 por racismo y xenofobia), en considerable aumento desde 2012.
A pie de calle, los casos se siguen acumulando. El pasado domingo varios italianos mataron a golpes a un marroquí, al que tomaron por ladrón en la ciudad de Aprilia, en el centro del país. También aquí la Policía descartó la motivación racial en el asesinato, aunque la víctima despertara sospechas por ser extranjero. Se investiga si los habitantes de la zona han organizado una suerte de patrullas ciudadanas.
Antes que él, fueron otras las víctimas, la más pequeña una niña de etnia gitana de 13 meses que recibió un perdigonazo que le causó una lesión vertebral, lo que podría dejarla inválida. O el sindicalista maliense que murió en una fábrica abandonada en Calabria al ser alcanzado por los disparos realizados por un hombre con fusil a distancia.
También procedían de Mali los dos jóvenes que el pasado junio fueron disparados desde un coche en el centro de Caserta (sur) o el cocinero que vivió un episodio similar en Nápoles. En Latina, al sur de Roma, varios chicos fueron acusados de herir a dos nigerianos en una parada de autobús mientras “practicaban tiro”.
Son escenas que se repiten e inquietan a una parte de la sociedad italiana, como al presidente del país, Sergio Mattarella, que insiste en que “Italia no puede convertirse en el Lejano Oeste”. “El racismo se está insinuando en las fracturas de la sociedad”, aseguró el mandatario, para quien “no ver el grave riesgo que estamos corriendo después de que se multipliquen los casos de violencia sobre migrantes es un grave error”. Ya en febrero alertó contra los riesgos del “nacionalismo extremo y el odio étnico”.
Ese mes, en plena campaña electoral, un joven se puso a pegar tiros contra los africanos que encontró en las calles de la localidad meridional de Macerata, hiriendo a seis. Acabó haciendo el saludo fascista, con la bandera italiana a la espalda. Casi seis meses han pasado desde entonces, periodo en el que el discurso antiinmigración ha encontrado un amplificador en el Gobierno formado entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga de Matteo Salvini, impulsor del cierre de los puertos italianos a las personas rescatadas en el Mediterráneo.
Ante los últimos ataques, el ministro del Interior niega la mayor: “¿Emergencia racismo en Italia? No digamos tonterías”. Incluso el cómico Beppe Grillo, fundador del 5 Estrellas, ha quitado hierro al asunto al criticar “la indignación por un huevo en la cara”. “Con eso basta para quedar paralizados mediáticamente”, añadió. El líder de esa formación y vicepresidente del Gobierno, Luigi Di Maio, cree que acciones contra inmigrantes ha habido en años precedentes, solo que ahora “comienzan a ser noticia”. Mientras, desde la oposición, el secretario general del Partido Democrático, Maurizio Martina, culpa directamente a Salvini de provocar “esta corriente de odio racial”.
También la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) ha expresado su “profunda preocupación por el creciente número de ataques contra inmigrantes, solicitantes de asilo, refugiados y ciudadanos italianos de origen extranjero” durante los últimos meses. “Es difícil establecer una relación directa entre las agresiones y las políticas del Gobierno, pero sí es cierto que tenemos un ministro (Salvini) que ha basado su estrategia en la propaganda racista”, subraya Chiara Favilli, profesora de Derecho Europeo por la Universidad de Florencia y experta en políticas comunitarias de asilo.
La presidenta de la ONG Emergency, Rosella Miccio, ve con “extrema preocupación” estos hechos de violencia “intolerables”, que “no son esporádicos” ni mucho menos se pueden “minusvalorar”. “Hay una creciente legitimación de la gente que se declara fascista y que lo hace ya sin pudor” bajo el lema de “primero los italianos”, afirma Miccio. Considera que “se están creando enemigos que no existen y se demoniza al extranjero”, mostrando una incapacidad para “aceptar las diferencias”. Y apela a la “responsabilidad de los políticos” en este delicado momento.
El docente de Ciencias Sociales de la Universidad de la Sapienza de Roma Luis Antimo acusa, por su parte, al titular de Interior de ser “uno de los promotores de esta campaña alarmista sobre la inmigración clandestina”, aumentando la “hostilidad hacia los inmigrantes” a pesar de que su llegada a las costas italianas ha disminuido recientemente. Entre enero y julio de este año, llegaron a Italia un total de 18.392 inmigrantes y refugiados por la denominada ruta del Mediterráneo Central, cinco veces menos que en el mismo periodo de 2017, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Pero una cosa son las cifras reales y otra la percepción que de ellas tienen las personas.
Un reciente informe de la comisión parlamentaria italiana sobre los fenómenos ligados a la intolerancia recoge que la mayoría de los italianos creen que los inmigrantes son el 30 % de la población, cuando en verdad representan el 8 %. Según un sondeo de Ipsos difundido el pasado junio, el 59 % de los italianos opina que su “identidad” está en riesgo y el 59 % considera que la inmigración tiene un “impacto negativo” en su país. Para la profesora de Psicología Social de la Universidad Bicocca de Milán Chiara Volpato, la crisis económica ha debilitado el tejido social, pero en el actual contexto Salvini está utilizando la “propaganda política” para “culpar de todo a los inmigrantes”.
(Fuente: el diario.es / Autor: Ismael Monzón)
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