Reino Unido: “Brexit” se escribe con x de xenofobia
La deriva extremista del Gobierno conservador amenaza con llevarse por delante la tradición liberal británica y alarma a la comunidad extranjera
“Después de 20 años en este gran país y tras haber sido condecorada con la Orden del Imperio Británico, ¿cuánto tiempo va a pasar hasta que tenga que coser una estrella en mi ropa?”. El twitter de Tamara Rojo la pasada semana fue el mejor ejemplo de hasta dónde ha llegado el malestar de los extranjeros que viven en el Reino Unido. La admirada bailarina y respetada directora del English National Ballet evocaba la estrella amarilla con la que los nazis marcaron a los judíos.
Una comparación apasionada, en respuesta a los planes del gobierno de la primera ministra Theresa May de exigir a las empresas las listas de sus empleados extranjeros. Rojo daba la alarma mientras el ministerio de Exteriores excluía a cualquier académico y especialista no británico como consejero sobre las futuras negociaciones sobre Europa. Otra iniciativa de May ha sido ordenar a los colegios que entre los datos del alumnado se incluya el origen de los mismos.
Algo muy estúpido y peligroso está ocurriendo en el Reino Unido. Los extremistas del ‘brexit’ quieren acabar con la tradición liberal británica y de paso llevarse por delante la economía británica. Para May y su gobierno ‘brexit’ se escribe con la x de xenofobia.
La última conferencia de los conservadores fue un show de intolerancia y resentimiento hacía los extranjeros que viven en el Reino Unido. El lenguaje fue agresivo. Los propósitos intimidantes. En lugar del talento o la preparación, se evocó la preferencia nacional a la hora de cubrir puestos de trabajo. La contratación de mano de obra de otros países se presentó como vergonzosa para las empresas.
“No vamos a dejar la Unión Europea solo para volver a ceder de nuevo el control de la inmigración”, declaró May. La libertad de movimiento no estará, pues, en la mesa de negociaciones con Bruselas. Una “retórica cada vez más proteccionista y antiextranjera”, como señalaba el diario alemán Frankfurter Allgemeine, que denunciaba el “resentimiento creciente contra los extranjeros en Gran Bretaña”.
El nuevo espíritu del ‘brexit’ es el Little Britain. Pequeño, mezquino. Cierre de fronteras y mentes aún más cerradas. “Si ustedes creen que son ciudadanos del mundo, entonces no son ciudadanos de ninguna parte”, proclamaba May desde la tribuna. Y cuanto más la aplaudían los asistentes a la conferencia, más caía la libra esterlina.
Como apuntaba el columnista del Financial Times, Martin Wolf, el lenguaje del menosprecio y la xenofobia no solo desmoraliza a los trabajadores extranjeros que residen en el Reino Unido, también a posibles inversores. “Los políticos proponen y los mercados disponen”, advierte Wolf .“El Reino Unido está dispuesto a ‘recuperar el control’ de su destino. Pero la soberanía formal no equivale a poder”.
La gestión del ‘brexit’ ha quedado en manos del inefable Boris Johnson y dos de los elementos más retrógrados del Partido Conservador, Liam Fox y David Davis, cuyas respectivas y apolilladas carreras políticas parecían concluidas hace tiempo.
Cierta prensa británica se burla del trio en artículos y viñetas, comparándolos con los enanitos de Blancanieves. “Lo que llaman reforma es una desvergonzada regresión y una venganza revisionista. Una interpretación del resultado del referéndum, como un apoyo a la división, a una agenda derechista muy alejada del centro”, señalaba The Observer en un largo editorial el pasado domingo. “Debemos combatir esta vuelta atrás de la Gran Bretaña de tradición liberal y miras abiertas”, proclamaba el periódico.
May quiere que las negociaciones con Bruselas sean secretas. No solo ha excluido a los académicos extranjeros. También pretende excluir al Parlamento. Los diputados, incluido un buen número de conservadores, acusan a la primera ministra de “tiranía” y de falta de respeto a la democracia. May se comprometió ayer a informar a la Cámara de los Comunes siempre que sea pertinente, pero rechazó cualquier voto de los diputados para determinar el alcance del ‘brexit’.
La polémica sobre el uso unilateral de poderes por parte de May y la retirada de la Unión Europea sin un voto del Parlamento es de orden constitucional y ha llegado a los tribunales. Serán los jueces quienes tengan la última palabra. “Y no descarto la posibilidad de que el Gobierno pierda el caso”, afirma la voz autorizada del profesor Mark Elliott, de la Universidad de Cambridge.
(Fuente: El Periódico / Autora: Begoña Arce)
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