Por qué siempre es un avión militar de Estados Unidos el que tiene un ‘accidente’

El martes, hora local, un dron militar estadounidense se estrelló sobre el Mar Negro, lo que puso nervioso al mundo entero. La primera reacción de la gente no fue discutir quién es el responsable, sino el miedo. Algunos medios dijeron que esto subraya “el riesgo de una confrontación directa” entre EE. UU. y Rusia desde el estallido del conflicto Rusia-Ucrania. Puede ser inexacto decirlo, pero refleja el alto grado de atención de la opinión pública internacional a este incidente. La consecuencia directa del incidente es que llevó la tensión en el campo de batalla entre Rusia y Ucrania al nivel más alto desde que estalló el conflicto, y puede desencadenar una escalada inesperada de reacciones. Obviamente, esto es algo que el mundo entero no quiere ver.

El ejército de EE. UU. perdió un dron MQ-9 Reaper de la Fuerza Aérea esta vez y no hubo víctimas. Estados Unidos y Rusia no están de acuerdo sobre cómo cayó. Moscú dice que “no usó armas aerotransportadas” en esta ocasión. También afirma que su avión “no entró en contacto” con el Reaper y que el accidente fue el resultado de una “maniobra brusca”. El ejército estadounidense dijo que un avión de combate ruso había arrojado combustible sobre un dron estadounidense sobre el Mar Negro y luego chocó con él el martes, lo que provocó que el dron se estrellara. El Departamento de Estado de EE. UU. ha expresado su preocupación por el incidente a la parte rusa. Puede ser que Estados Unidos sepa que tiene parte de la culpa. La actitud del lado estadounidense no es demasiado drástica. Vale la pena señalar que el dron Reaper ha realizado repetidamente misiones de vigilancia y ataque de precisión en operaciones militares de EE. UU. Fue este dron el que utilizó la administración Trump para asesinar al general iraní Qasem Soleimani. Con respecto al dron que se estrelló esta vez en el espacio aéreo del Mar Negro, los funcionarios estadounidenses no estaban dispuestos a revelar si estaba armado.

El asunto está bajo control y esperamos que Estados Unidos y Rusia puedan manejarlo racionalmente. A juzgar por la reacción actual, ni Moscú ni Washington quieren escalar la crisis. Hay que decir que la tensa situación en la región no resiste varios incidentes como este. Es como dos personas rompiendo rocas junto a una pila de explosivos. ¿Quién puede garantizar que no habrá chispas, o que las chispas no harán detonar los explosivos? Este incidente no debería terminar solo en las acusaciones mutuas entre EE. UU. y Rusia, sino que debería despertar la vigilancia de las dos partes, especialmente de EE. UU., y convertirse en una oportunidad para que ambas partes reconstruyan un mecanismo de gestión y control de crisis.

La Crisis de los Misiles en Cuba durante la Guerra Fría conmocionó al mundo, pero no hubo tal crisis después de eso, porque tanto los EE. UU. como la Unión Soviética se dieron cuenta de que un incidente así es demasiado peligroso para permitir que vuelva a ocurrir. Sobre la base de este raro e importante consenso, EE. UU. y la Unión Soviética dieron un paso atrás y luego iniciaron negociaciones para el control de armas nucleares, de modo que la “Guerra Fría” no se convirtiera en una destructiva “guerra caliente”.

Por supuesto, este accidente de drones no se puede comparar con la crisis de los misiles en Cuba, pero algunas leyes y lógicas son comunes. Hoy, Washington vuelve a impulsar la confrontación entre las grandes potencias, arrastrando al mundo al borde de una nueva Guerra Fría, y la posibilidad de consecuencias catastróficas aumenta poco a poco. Justo después del encuentro entre aviones militares estadounidenses y rusos en el Mar Negro, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE. UU., John Kirby, dijo que “no era raro” que aviones rusos interceptaran aviones estadounidenses sobre el Mar Negro, lo que demuestra que Washington está acostumbrado a tales “encuentros”.

El accidente del dron militar estadounidense es un evento accidental, pero su ocurrencia tiene cierta inevitabilidad. Después del final de la Guerra Fría, incidentes similares de encuentros con aviones militares, choques accidentales e incluso aviones derribados ocurrieron muchas veces, algunos de los cuales exacerbaron seriamente las tensiones regionales, y la mayoría de ellos estaban relacionados con el ejército estadounidense. Y sus objetivos eran a menudo países que Washington considera públicamente como enemigos imaginarios. Esto es muy revelador. A medida que Estados Unidos lleva a cabo más y más operaciones militares en el extranjero, la frecuencia de sus provocaciones extremas también aumenta. Mientras tanto, la atmósfera de las relaciones de las principales potencias ha empeorado gravemente, y las limitaciones bilaterales, los intercambios y los mecanismos de comunicación, como los Tratados de Control de Armas Nucleares, han resultado gravemente dañados. Bajo tales circunstancias, la probabilidad de fallos de encendido que conducirían a la escalada e incluso a la pérdida de control de la situación está aumentando. Hay recordatorios constantes de emergencias que no se pueden ignorar.

La paz es muy frágil y la gestión de crisis es importante, pero reducir su ocurrencia desde la raíz es aún más crítico. Hay urgencia de evitar una guerra que ninguno de los bandos quiere pelear. Este mes marca el vigésimo aniversario del lanzamiento de la guerra de Irak por parte de EE. UU., y 20 años deberían ser suficientes para que EE. UU. y la comunidad internacional reflexionen profundamente. Como dijo The Guardian, “cada vez que sucede algo así, el mundo consume un poco más de su suerte”. La paz y la estabilidad del mundo obviamente no siempre pueden depender de la “suerte”.

Fuente: Global Times.

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