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Comunicado Navideño de la Asamblea Interprofesional de Granada

Primero fue Pablo Hernández de Cos (actual gobernador del Banco de España). Después Millán-Astray (actual presidente y diputado del PP en el Congreso). Luego Albert Primo de Rivera (presidente del Partido de la parte rica de la Ciudadanía). Entremedias abrieron la boca los guardianes de los intereses del BBVA y otras grandes empresas de las que parten y se reparten el bacalao. Ahora le ha tocado el turno a José Luis Feito (presidente del Instituto de Estudios Económicos). Si en capítulos anteriores éste último impresentable nos proponía ir a trabajar a Laponia y dejar de cobrar el paro ahora nos propone la profecía del empleocidio según la cual elevar los salarios mínimos y enanos a salarios de supervivencia absoluta pone en peligro la creación de empleo, la existencia de España, su alegre monarquía y la humanidad.

Con la profecía del empleocidio o, para usar mayor rigor científico, conjetura del empleocidio llegamos de pleno a un paradigma que ha de definir los contextos y contornos de la norma de la explotación del capital en la actualidad basada en la extensión de la jornada laboral y su intensificación hasta que los cuerpos aguanten con una reducción drástica del salario hasta llegar incluso a niveles en que no garanticen si quiera la supervivencia. Todo sea por los números y brotes verdes en la bolsa, las ganancias de los empresarios y los felices intereses de la banca. Es la teoría general de la relatividad salarial, según la cual el salario no es una constante inamovible ni tiene tampoco porqué ser un sueldo precario constante. El salario ha de estar en relación a otras formas de ingresos. Puede incluso que incluso no sea, no exista: puede ser que se trabaje completamente gratis y no pase nada. Pero en lo fundamental, según esta teoría, de lo que se trata es que el coste de reproducción de la fuerza de trabajo no sólo ha de depender obligatoriamente de la remuneración salarial que abone el empresario, sino que ha de relacionarse o apoyarse en otros factores como un trozo de la pensión de los padres, un préstamo de un muy buen amigo o amiga, un esporádico robo y aquí te mato en el supermercado, una ayuda pública para pobres (sea por que a uno o a una le pase una “pobreza energética”, una “pobreza alimentaria”, una “pobreza textil”, una “pobreza inmobiliaria”, una “pobreza educativa” o cualquier tipo de pobreza que se inventen). Una noticia que ya no es noticia: Casi trece millones de trabajadores y trabajadoras, el 28 % de la población vive ya en riesgo de pobreza y exclusión social. Si llegar a fin de mes amenaza con convertirse en un milagro para cada vez mayores segmentos de la población trabajadora, que significará llegar vivo y salvo al final de año. Antes de mostrar y exponer nuestra alternativa (la teoría sobre el empresariocidio) queríamos refrescar la memoria un poco.

crisis económica

Lo que representaron con nombre publicitario de crisis económica en lugar de crisis capitalista (que suena peor) no acabó todavía a pesar de que podamos (o queramos) pensar lo contrario. Esta crisis no sólo opero (y opera) destruyendo capital y ante todo fuerza de trabajo como modo de recuperación de beneficios del capital. No sólo operó (y opera) contra el trabajo por medio de una reducción del precio de la fuerza de trabajo disminuyendo la remuneración general de la clase trabajadora, es decir, pegando un buen mordisco a la masa salarial en su diversa composición (salario directo, salario indirecto, salario diferido) y en los distintos segmentos de la población trabajadora (según rama, sexo, nacionalidad y mil y una brechas y caras de la misma clase obrera…). Hoy por hoy la masa salarial sólo representa el 47,3% del PIB. Es el dato más bajo de toda la serie histórica. Dejando a un lado todo el rescate a la banca y a los negocios ruinosos de los capitalistas, así como las ingentes subvenciones y descomunales bonificaciones a los negocios privados de las grandes industrias del transporte, la construcción, la energía, etcétera, así como la montaña de horas extras impagadas a los trabajadores y trabajadoras… en este tiempo, dentro de la economía capitalista española han conseguido transferir más de 40.000 millones de euros desde los salarios a los beneficios del capital. El trasvase de rentas desde los salarios hacia el capital ha sido el gran asunto que ha ocupado (y ocupa) el primer lugar en la agenda de los empresarios y sus representantes en el gobierno y en el resto de los aparatos del Estado. El objetivo ha sido (y continúa siendo) obtener más beneficios con menos salarios para continuar acumulando capital. “Producir mas con menos” que diría el extinto Mariano Rajoy. De este objetivo se obtiene otra derivada: la de menos salarios para todos (o casi todos) y menos asalariados en general entre todos. Dos ejemplos:

  • Según un reciente estudio de Funcas, los contratos a jornada parcial y el ajuste salarial han producido que los nuevos contratos tengan una menor remuneración que se calcula en un 23%.
  • Durante el tercer trimestre de 2018 el número de trabajadores ocupado se elevaba hasta los 19,5 millones. El cénit de la población activa ocupada data del tercer trimestre 2007 y fue de 20,8 millones de trabajadores.

Mientras los beneficios envueltos en la bandera de España y escupiendo mala baba galopan desbocados el nivel de destrucción y descuartizamiento del empleo por medio de miles de despidos y millones de contratos que no multiplican ni los panes ni los peces superan los máximos históricos… Y la masa salarial continua su desplome. Para calibrar con mayor exactitud la magnitud del negocio es necesario hacer constar que además se parte de la base de que el coste de una hora de trabajo en España es un 30% más barato que en la zona euro.

A unos salarios estancados cuando no menguantes le sigue un pobre nivel de ocupación total con una elevada rotación en el empleo. Este año se superarán los 21 millones de contratos firmados. La temporalidad alcanza a más del 90% de los contratos firmados. La media de los contratos temporales tienen una una duración 49 días de media. A estos aspectos que trazan los contornos básicos de la explotación capitalista en España le sigue una tasa de paro (del 14,55%) que continua superando ampliamente la media de la Unión Europea (el 6,8%). Pero “ya paso el temporal” nos dicen los meteorólogos del capital. No obstante a su pronóstico siempre añaden que “no es hora de acometer grandes cambios” que no soltemos las castañuelas al aire: La senda de “moderación salarial” ha de continuar. Nada dicen de la “glotonería de los beneficios” de los capitalistas españoles cuya única patria es (y seguirá siendo) la cartera. La tasa de paro sigue siendo elevada. La norma es que sea elevada. La tasa de paro es especialmente escandalosa en los segmentos juveniles donde supera ampliamente el 30%. La reducción general de la tasa de paro se debe más a las florituras estadísiticas y a los funestos de efectos para la clase trabajadora de las sucesivas reformas laborales que a una reducción real y efectiva de la misma. Que la tasa de paro pase del 27% a un 15% no no va a ocultar la realidad de la explotación, la sobreexplotación y la precariadad laboral que campan a sus anchas. Se trata de una ilusión estadística basada en el desguace y troceamiento del empleo, la temporalidad, la formas precarias y fraudulentas de contratación que tienden ha difuminar los límites del “estar ocupado” y “estar parado”; a diluir las fronteras entre buscar ofertas en infojobs y descargar una aplicación de Glovo o sucedáneos, o servir unas copas durante un par de horas horas en la barra de un bar.

Lo que en su día entró en crisis fueron los beneficios por parte del capital. Eso lo pagamos y lo seguimos pagando todos los trabajadores y trabajadoras a través de la miniaturización de los salarios y los derechos laborales y los recortes en derechos sociales. Con tanta inyección de créditos anabolizantes en condiciones muy favorables y con el aderezo de un par de reformas laborales poco tardaron en recuperase pese a tanta lágrima de cocodrilo derramada. De tal manera que en 2018 se ha encadenado el sexto año de crecimiento de los beneficios empresariales. En el último informe del Banco de España se destaca con gran alegría y excitación que el resultado de las empresas no financieras creció un 59,5% durante los nueve primeros meses de 2018. Eso explica la euforia desatada y el humor desenfrenado de Campofrío cuando nos felicita la Navidad. Es su forma de decir “gracias, por los beneficios dados”. Esta multinacional del chóped sólo en el 2017 aumentó sus ganancias en un 22%. En el mismo orden de cosas el Banco de España también destacó los riesgos de vincular las pensiones al IPC y del retraso del llamado factor de sostenibilidad de las pensiones. El futuro caso del pueblo contra el Banco de España prestar tiempo a la defensa será una perdida de tiempo y una dilación injustificada de la causa procesal. Desde ya, queda declarado culpable.

precariedad laboral

El rápido curso de los negocios del capital y las políticas de Estado que los acompañan con diligencia operó (y operan) no sólo en el simple y llano incremento de la explotación y del empobrecimiento general de la clase trabajadora. Va más allá. Opera con la represión a la clase trabajadora. La represión y criminalización de su expresión en sus distintas manifestaciones, de su organización y sus luchas en el mundo del trabajo (taller, fábrica, oficina, supermercado, restaurante…) y fuera del mundo del trabajo (en la calle, en el barrio, en la escuela…). Han aprendido bien la lección declarando una guerra preventiva sin cuartel para tener a su disposición una clase trabajadora sometida y disciplinada sin rechistar al régimen de la esclavitud asalariada, predispuesta a la bajeza, al esquirolaje permanente y a la bajada de pantalones, calzoncillos y calcetines a la vez; reduciendo a la clase trabajadora a meros burros de condición sumisa y servil. Cercenan la lucha sindical. Y más allá de está atacan toda posibilidad de la configuración de un movimiento obrero combativo que defienda los intereses de la clase trabajadora, de las clases explotadas en general por el capital. Las proclamas apocalípticas del “sálvese quien pueda”, del “cada uno a lo suyo” así como otros discursos suicidas, racistas y fascistas que vienen a condimentar este escenario no son gratuitos en absoluto. Vienen a enturbiar nuestras tristes, amargadas y explotadas vidas para que no salgamos jamás del hoyo y desgastemos las energías y las fuerzas en una guerra intestina entre los únicos que debemos ser fraternos entre sí: la clase trabajadora.

La declaraciones de los representantes de los empresarios (y de éstos mismos),  además de un insulto y una infamia representan una amenaza más a tener en cuenta, un chantaje más que no hemos olvidar jamás. Más temprano que tarde nosotros tendremos que saldar cuentas con ellos. De cara al futuro recordemos todos estos informes, mensajes, anuncios, exhabruptos y ofertas de empleo por llamarlas de alguna manera. Un tribunal popular que en lugar de dictar sentencias dictara justicia los admitirá como prueba contra los acusados. Mientras tanto, no van a parar ni un segundo en tensar la cuerda o apretar los grilletes de la explotación que son la fuente de sus beneficios y de nuestra miseria. Seguirán velando por la única integridad que les preocupa que es la de la propiedad privada, por la defensa de los únicos intereses estratégicos que conocen que son los de la banca y promoción de la única la libertad que les interesa que es la de la libertad de empresa, la libertad para explotar, expoliar, pisotear y humillar a la clase trabajadora. A pesar de los pesares, por nuestra parte, no hemos dudar ni tan siquiera un instante que sólo organizándonos y luchando colectivamente saldremos de este laberinto cenagoso y enviaremos todos esos explotadores, delincuentes de los negocios y criminales financieros al estercolero de la historia para que prueben la mierda de una vez y logren entender que la mierda realmente sabe a mierda, por si acaso lo ignoraran.

Salarios de hambre, jornadas de trabajo interminables, contratos leoninos, abusos patronales, despidos individuales, colectivos… a mansalva, paro, muertes en el trabajo, privaciones y carencias, facturas y más facturas, deudas, desahucios, compañeros y compañeras que yacen en el fondo del mediterráneo, miseria, asco y soledad… Cada vez queda más claro la disyuntiva entre la que elegir: De un lado, los que estamos en contra de la explotación, el paro, la pobreza, los desahucios, las guerras, el hambre… De otro lado, quienes están a favor de que suframos la explotación, el paro, la pobreza, los desahucios, las guerras, el hambre…

Quizás hemos dejado que la indignación, la rabia, el dolor acumulado y el sufrimiento ante nuestros padecimientos como clase inunde nuestro discurso de fin de año… Y nos hemos olvidado de lo fundamental. Ante el último escupitajo que hemos recibido en la cara antes de concluir este 2018 queríamos exponer una alternativa eficaz y consecuente a la que nos dictan los representantes, agentes comerciales y “community managers” del capital: la teoría del empresariocidio. En modo sintético la teoría propone y concluye que el empresariado debe desaparecer. No entraremos en más detalles. Ni en el cómo, ni en el cuándo ni en el dónde porque no estamos para perder el tiempo con pleitos acerca de la incitación al odio, enaltecimiento del terrorismo y demás subterfugios con los que pretendan enrredarnos los abogados del capital. El empresariado, la patronal, los capitalistas… deben desaparecer.

 

Feliz Navidad

Asamblea Interprofesional de Granada

Carlos Ríos

Carlos Ríos

Vine al mundo en Granada en 1977. Soy licenciado en Geografía y trabajador en la enseñanza. Escribí "La identidad andaluza en el Flamenco" (2009) y "La memoria desmontable, tres olvidados de la cultura andaluza" (2011) a dos manos. He escrito en los libros colectivos "Desde Andalucía a América: 525 años de conquista y explotación de los pueblos" (2017), "Blas Infante: revolucionario andaluz" (2019) y "Andalucía con Palestina" (2024).

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