Las trabajadoras del envasado en Almería, esclavas de S. XXI. El SAT denuncia precariedad, humillaciones y malos tratos
Almería es la provincia que más frutas y hortalizas cultiva de todo el Estado Español, y uno de los mayores productores del mundo. El pasado mes de octubre superó los 2700 millones en exportaciones de hortalizas frescas, aumentando los beneficios empresariales un 14% con respecto al año pasado. Un suculento negocio para unos pocos empresarios que aumentan sus ganancias con jornadas imposibles y un trato inhumano a sus empleados.
Recientes denuncias de trabajadoras de las empresas envasadoras han puesto el punto de mira en este sector donde trabajan casi 30.000 trabajadores, en su mayoría mujeres y muchas de ellas inmigrantes. Estas obreras soportan cada día la precariedad, pues más del 70% de las plantillas son eventuales y el resto son fijas pero la patronal del sector va poco a poco reduciéndolas con el fin de lograr una temporalidad total.
Con la temporalidad consiguen reducir al mínimo los derechos de las trabajadoras como declaraba Elisa para el Diario Público: “Los turnos nos los dicen de un día para otro”. Así hacen del miedo el cimiento ideal para sus abusos patronales, que poco tienen que envidiar a las fábricas del sudeste asiático que denuncian los medios de comunicación oficiales.
Llegan a realizar cada día turnos de más de dos jornadas seguidas en pie, con horarios que muchas veces no respetan el convenio. Las humillaciones y malos tratos por parte de estas empresas son el complemento de estas “innovadoras” iniciativas de gestión empresarial.
Realizan movimientos mecánicos y repetitivos con graves riesgos de lesiones mientras los encargados exigen más y más velocidad amenazándolas con el despido y con vejaciones continuas.
Según afirma José García Cuevas, portavoz del SAT en Almería: “es muy usual la figura del trabajador fijo discontinuo. Te llaman para una campaña durante varios meses y a la tercera ya no vuelven a contar contigo para no hacerte fijo, porque el convenio así lo exige”.
Las últimas reformas laborales de PP y PSOE no hicieron sino aumentar la precariedad y la impunidad de los empresarios que cada día violan más los convenios, pagando sueldos por debajo de lo que éstos establecen, haciendo del trabajo en festivos y las horas extra algo obligado, además de los turnos dobles y otros abusos.
Según afirma García Cuevas las trabajadoras apenas llegan a los 5 euros por hora cuando el convenio estable los 6,50 euros la hora. Continua el sindicalista: “Aunque las empresas sean BIO y estén dentro de la denominada Responsabilidad social corporativa tampoco lo cumplen”.
Según una trabajadora del sector, de facto está prohibido pedir los días de asuntos propios, la reducción de jornada, el no trabajar en festivos, ir varias veces al baño o a beber agua. Si las trabajadoras no aceptan los abusos son despedidas y no se las vuelve a contratar. Los crecientes conflictos laborales en este sector van arrojando más luz sobre las prácticas empresariales del “cortijo del envasado”.
Esta semana una trabajadora denunciaba que la producción siguió mientras un compañero cayó muerto en el puesto de trabajo, permaneciendo su cuerpo durante horas en la cadena, puesto que los desmayos por exceso de trabajo son habituales en la empresa: “Esta tarde en el trabajo ha muerto un compañero. Parecía un desmayo. Tan habitual es que alguien se desmaye que no le hemos dado ni importancia. Al poco rato han llegado los rumores de que había sido un infarto o un ictus”.
Otras trabajadoras denunciaban que la Nave Alhóndiga de la Unión (polígono Primares) obligaba a las trabajadoras a colgarse una llave de cartón cada vez que iban al baño para humillarlas delante de la plantilla: “¿Qué opináis de esto? Humillar a las trabajadoras con una llave de cartón gigante y una cuerda llena de mierda para colgártela si quieres ir al baño”. En esa empresa, por un derecho básico como ir al servicio se humillaba de esta forma a las trabajadoras además de hacerlas pedir vez si no querían mearse encima.
Provocar el terror entre la plantilla es básico para imponer mayores abusos, según las trabajadoras los encargados las obligan a hacerles regalos para no cebarse con ellas durante la jornada.
El almacén en el que gritan y humillan poco está mejor considerado entre las plantillas. Estas condiciones propias del s. XIX son una práctica cotidiana en Almería y son resultado de la connivencia de intereses de la burguesía local, como afirma el portavoz del SAT. La burguesía almeriense ha mantenido vivo el latifundio tradicional en la economía agrícola de invernadero, que muchas veces se disfraza de ecológica, socialmente responsable y toda la retahíla de etiquetas que ha puesto de moda el “capitalismo verde”. Unas etiquetas que tienen un gran eco entre el público de clase media.
La realidad es que estas empresas no son más que las herederas del viejo cortijo andaluz, el de la miseria, el hambre y la esclavitud, contra el que tanto han luchado generaciones de jornaleros a lo largo de nuestra historia.
La burocracia sindical de CCOO y UGT ha puesto su granito de arena para fomentar la impunidad empresarial con la desconvocatoria de la huelga indefinida que se convocó el 21 de marzo de 2016 en el sector del envasado almeriense, tras obtener unas míseras subidas salariales de unos 15 céntimos la hora (un 2,5% que no compensaba ni de lejos el 7,5% perdido desde el comienzo de la crisis en 2007).
Victorias obtenidas por las trabajadoras, como la de las obreras inmigrantes de la planta de BIOSOL, afiliadas al SAT en 2014 y 2015 muestran lo urgente de la vuelta a la lucha como clase para poder golpear a estos patrones donde más les duele, en la cartera. Estas trabajadoras crearon una tupida red de apoyo con las organizaciones sociales de Almería, coordinándose con las asociaciones de consumidores, ecologistas, sindicatos y otras organizaciones de Suiza, Alemania y Austria, llevando a cabo una campaña de acción directa internacional. Consiguieron imponer a la empresa el disfrute de su mes de vacaciones, el prorrateo de las pagas extra y la puesta en marcha de un mecanismo de diálogo y negociación propio de cara a futuros conflictos laborales.
Experiencias como la de las trabajadoras de BIOSOL nos muestran que la organización en nuestros puestos de trabajo y de estudio y la lucha conjunta de los trabajadores como clase es la vía para acabar con esta España gris de dictaduras y cortijos, que nunca se terminó de ir y que hoy nos oprime bajo el manto del Régimen del 78.
(Fuente: La Izquierda Diario / Autor: Aníbal Maza)
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