La muerte de un vendedor ambulante desata protestas contra el régimen marroquí en el Rif
Desde que hace ya casi seis años un joven vendedor ambulante tunecino, Mohamed Bouazizi, se suicidó para protestar por la incautación de su mercancía por una mujer policía, y acabó provocando la caída de la dictadura de Ben Ali, los gestos de indignación de estos mercaderes informales inquietan a las autoridades del mundo árabe.
La muerte el viernes por la noche, en circunstancias confusas, de un vendedor de pescado en Alhucemas ha suscitado manifestaciones y sentadas de miles de jóvenes en esa y en otras ciudades rifeñas y concentraciones menos numerosas otras ciudades marroquíes como Casablanca, Rabat, Tetuán, Larache, etcétera.
Como ya sucedió en otras ocasiones la indignación pacífica trascendió la trágica defunción del vendedor treintañero para convertirse, según el diario digital marroquí “Le Desk”, en una “protesta contra la hogra”, esa mezcla de arbitrariedad y desprecio con el que las autoridades de los países árabes tratan con frecuencia al ciudadano de a pie.
Aunque está de gira por África Oriental, el rey Mohamed VI ha reaccionado con diligencia para impedir que la ola de indignación que recorría el norte de Marruecos siguiera creciendo. Ordenó a su ministro del Interior, Mohamed Hassad, y al ministro adjunto, Charki Draiss, que viajaran el domingo a Alhucemas para dar el pésame a los padres de la víctima, Mouhcine Fikri, de 31 años, vendedor ambulante de pescado.
Después de abrazar ante las cámaras al padre de Mouhcine, Hassad anunció además ante el domicilio familiar la apertura, en aplicación de las instrucciones reales, de “una investigación minuciosa y profunda” para determinar quiénes son los responsables del incidente.
Por de pronto, el delegado provincial en Alhucemas del Ministerio de Agricultura y Pesca ha sido destituido de su cargo, según el diario digital oficialista “Le 360”, aunque no haya tenido ningún papel en la muerte de Mouhcine Fikri. El primer ministro Abdelilá Benkiran, líder de una formación islamista moderada (Partido de la Justicia y del Desarrollo), lamentó también lo sucedido, pero instó a sus militantes a no sumarse a las manifestaciones.
Junto con dos amigos Fikri compró, el viernes por la noche en el puerto de Alhucemas, unos 500 kilos de pez espada, una especie que Rabat prohíbe pescar y comercializar en octubre y noviembre porque ha decretado una parada biológica. Con su furgoneta atravesó sin problemas, a la salida del puerto, el control aduanero y policial, según la reconstrucción de los hechos efectuada por medios de comunicación independientes marroquíes. La transacción ilegal tuvo lugar en un recinto vigilado por las autoridades.
Fue al pasar delante de la sede del tribunal de Alhucemas cuando la policía le paró, descubrió el cargamento ilegal, lo incautó y decidió destruirlo allí mismo. Para hacerlo llamaron a la empresa Pizzorno, que se encarga en la ciudad de la recogida de la basura, que les envió un camión. Hasta que llegó un puñado de jóvenes de concentraron alrededor de Fikri y de los agentes.
Estos tiraron el pescado en el interior del vehículo y Fikri y sus dos amigos no dudaron en meterse dentro como gesto de protesta o con la intención de impedir su destrucción. En ese momento se puso en marcha la prensa de compresión de la basura y los dos acompañantes de Fikri lograron salir ilesos del camión, pero él quedó atrapado y fue parcialmente triturado. La muchedumbre profirió entonces gritos horrorizados. Aunque los vídeos grabados por los allí presentes son de mala calidad esto es lo que se deduce de su visionado y del relato de los testigos.
Fue necesaria la intervención de los bomberos para extraer del camión el cuerpo sin vida de Fikri del que los jóvenes concentrados ante el tribunal también sacaron fotos que empezaron a circular por las redes sociales junto con el hashtag en árabe “Todos somos Mouhcine”.
En los últimos meses varios vendedores ambulantes se suicidaron en Marruecos, pero las imágenes impactantes de la muerte de Mouhcine Fikri han contribuido, probablemente, a encrespar más los ánimos en una región de Marruecos ya de por sí rebelde. Desde el viernes por la noche hasta el domingo por la noche las manifestaciones no cejaron.
La más numerosa fue la que acompañó el domingo a mediodía los restos mortales del vendedor a lo largo de la veintena de kilómetros que separan Alhucemas de Imzouren, la ciudad rifeña de donde era originario. A lo largo del interminable cortejo fúnebre afloró el nacionalismo rifeño porque solo se exhibían banderas bereberes y ninguna marroquí.
El Ministerio del Interior publicó un comunicado con el que se esfuerza en contrarrestar algunos de los rumores que propagan las redes sociales. Negó que un policía haya reclamado dinero a Fikri a cambio de dejarle circular con el pescado y que otro agente haya ordenado al conductor del camión de la basura que activara la prensa de comprensión cuando el vendedor estaba dentro del vehículo. Trata así de acreditar la versión de que el chófer lo puso en marcha porque ignoraba que había alguien en el interior.
Un buen número de investigaciones anunciadas a bombo y platillo por Interior no han dado resultados, como recordaba ayer el diario marroquí online “Le Desk”. Cinco jóvenes murieron, por ejemplo, calcinados el 20 de febrero de 2011, durante una protesta en Alhucemas, sin que se hayan aun aclarado las circunstancias de su fallecimiento.
(Fuente: El Confidencial / Autor: Ignacio Cenbrero)
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