¡Es mentira! El gobierno Sánchez-Díaz no va a dedicar solo un 2’1% del PIB a gasto militar


El aparato propagandístico del gobierno se ha empeñado estos días en dar por cierto que España va a dedicar (mejor dicho, tiene que hacerlo) el 2,1% de su PIB a gasto militar, negándose a acatar los mandatos de la pareja de baile Trump-Rutte en la pasada cumbre de la OTAN, donde ordenaron subirlo al 5%.
Lo triste es que hasta quienes en apariencia están contra todo esto asumen con cierta resignación la cifra y la dan por buena, como si no fuera de por sí un despropósito y como si no fuera una de las muchas trampas con las que se embosca nuestro gasto militar.
No, amigos, no. España no va a quedarse en el 2% del PIB en gasto militar porque, de hecho, lo supera desde hace ya bastante tiempo, como he venido denunciando.
La retórica escenificada de una teórica pugna entre la España libre y la OTAN sumisa no es otra cosa que escenificación para normalizar a base de calambrazos un elevado gasto militar (que de hecho ya supera el 2% del PIB desde antes de 2018) que sigue resultando altamente impopular en la sociedad española y para legitimar la sucísima política de consentimiento (cuando no de promoción) de la izquierda con las políticas de remilitarización con las que al menos vienen colaborando desde que en 2018 participan, por activa y por pasiva, en el gobierno. Pueden autoengañarse o intentar engañarnos a todas, pero lo cierto es que los hechos son así de graves, como puede verse en la gráfica de evolución del gasto militar que ya he presentado otras veces y vuelvo a presentar con las correcciones del año 2025.


Un consejo de ministros promotor del militarismo
El gobierno de Sánchez-Díaz es un activo promotor del gasto militar. Durante el primer semestre de 2025 ha autorizado gasto militar, fuera del presupuestado en los presupuestos prorrogados de 2023, por más de 35.300 millones de euros, superando espectacularmente el que ya aprobó en 2024 y en 2023.


Cierto es que gran parte de este gasto es de carácter plurianual, es decir, no para pagar este año, sino en diferido, por las futuras generaciones, con una patada hacia adelante, como se hace siempre que algo turbio e inconfesable aparece en el horizonte.
Es impresionante la escalada de este gasto militar durante el año en curso. Mes a mes, ha ido aumentando de forma desaforada y distanciándose más y más del aumento (también espectacular) que ya sufrió el gasto militar en 2024.


Sánchez afirma que en 2025 España gastará en defensa y 31 nuevos programas de modernización 33.123 millones de euros, con un aumento de 10.471 millones extra respecto a los consolidados para el ejercicio, lo que equivale al 2,1% del PIB que tanto cacarea. Sólo el pasado 10 de junio su consejo de ministros autorizó 15.635 millones de euros para programas de armas y no es la única partida aprobada para ello.
Gasto militar oculto
Pero ocurre que gran parte del gasto militar español es un gasto ocultado fuera del presupuesto de defensa. Es decir, no se encuentra transparentemente explicitado como gasto militar y, lo que es más curioso, siempre acaba siendo mayor del previamente presupuestado, algo de lo que tanto la Intervención General de la Administración Estatal (IGAE) como el Tribunal de Cuentas se quejan con amargura.
Concretamente, en mi análisis del gasto militar de 2024 detecté, sirviéndome de los resúmenes de ejecución presupuestaria que IGAE realizo sobre las cuentas públicas españolas de 2024, así como de la suma de convenios, acuerdos del Consejo de Ministros, memorias de actividades, intervenciones de autoridades y militares en la Comisión de Defensa y otras instancias, boletines oficiales diversos y otras fuentes, un gasto militar externo al Ministerio de Defensa de 16.777 millones de euros, un dineral incluso por encima del gasto presupuestado del propio Ministerio de Defensa.
Contamos con más de 50 partidas ajenas a defensa donde el gobierno esconde desde tiempos inmemoriales gasto militar habitual. Además, en determinados años se incorporan a las partidas habituales otras, llamémoslas pasajeras, con las que se engrosa el gasto militar oculto de forma constante y deliberadamente opaca.
En el siguiente cuadro, para las mentes mas curiosas, ofrezco una relación de partidas y programas fuera del presupuesto de Defensa que ocultan gasto militar.


No podemos por ello dar por bueno el gasto militar cacareado por el gobierno Sánchez-Díaz, o PSOE-Sumar si se prefiere, con sus escuderos, la monja alférez Doña Margarita Robles por un lado y el coordinador Maíllo por el otro, porque en realidad es una trola deliberadamente repetida por toda esta troupe de mandarines que encubre la verdad de un gasto militar mucho más exorbitado e insolidario y que busca imponer a la sociedad el gran pelotazo del gasto militar que ellos mismos llevan años provocando.
La cifra del gasto militar previsible para 2025
En todo caso, estos 33.123 millones hemos de asumirlos como la punta del iceberg (dado que es el pico que reconoce el gobierno). A ellos iremos sumando el gasto oculto en otros ministerios que también participa de la financiación de lo militar (y que no se incluyen en las partidas de gasto militar reconocido), así como el pago del plazo anual de las partidas plurianuales del ministerio de defensa (actualmente más de 30.000 millones de compromisos y más de 30.300 de autorizaciones de gasto según los datos de la IGAE) y la parte proporcional de deuda pública imputable a defensa del conjunto de deuda que debe amortizar España en 2025.
Con arreglo a los datos disponibles, presento aquí el cuadro del que estimo será el gasto militar español de 2024: al menos 65.015,74 millones de euros. Ni el 2 ni el 3 del PIB español, sino el 4,12% que ya gasta España en mantener el militarismo suficientemente engrasado y oculto.


Con un gasto militar de tal guisa tocamos por cabeza a 1.346 euros (mayor cifra por autóctono si hacemos caso de VOX y no contabilizamos a los inmigrantes).
O a un equivalente a 178,12 millones de euros al día, 7,42 millones a la hora, 123,666 euros por minuto o 2.061 euros por segundo.


Debo indicar que esta cifra es conservadora, pues he preferido no incorporar partidas más dudosas y tirar más bien a la baja en las estimaciones de gasto extraordinario o deuda, lo que quiere decir que la cifra real puede ser incluso superior.
Respecto de la deuda, hemos tomado el porcentaje más conservador: el porcentaje de participación del ministerio de defensa en el total de gasto ministerial, pero podíamos haber elegido otro, por ejemplo el porcentaje del gasto militar total (esto es el del ministerio de defensa más el de los gastos ocultos en otros ministerios) sobre el total del gasto ministerial (7,38%) lo que nos arrojaría un coste de amortización de la deuda imputable a lo militar de de 9.505,20 millones de euros y un gasto militar final de 67.334.08 millones de euros y un porcentaje del 4,3% del PIB.
¿Qué supone este gasto militar para el conjunto de las políticas públicas?
No me detendré demasiado en calificar a unas fuerzas políticas vendidas que fingen haber librado una batalla cruenta contra el militarismo ramplón para no elevar el gasto militar español, cuando en realidad su escenificación ha servido para atornillarlo, ocultarlo y buscar una nueva justificación de unas políticas que no son, a juzgar por las encuestas, bien acogidas por la sociedad. Si comparamos el gasto militar que aparentemente nos exigía Trump y el que venimos consolidando desde hace años, uno y otro se parecen mucho más de lo que nos dicen los que marcan lo que debemos pensar.
Me esforzaré más en intentar provocar la indignación de quienes no se quieran consolar con tanto engaño y aspiramos más bien a tejer una sociedad más justa y pacifica y a poner pie en pared al militarismo.
Tenemos que repetirlo. Nuestro gasto militar no sería asumible en el dos por ciento del PIB que nos predican nuestros rijosos gobernantes, ni lo es en el 4´1% que de momento nos han colado de forma fraudulenta.
Para hacernos una idea, el gasto militar español, implica dos mil novecientos millones de euros menos del total de gasto educativo del estado y las comunidades autónomas juntos, y dos puntos menos de PIB del total de gasto sanitario público existente en España, las principales estructuras sociales por nivel de gasto destinadas a atender a la seguridad humana con las que cuenta el estado.
O un tercio del total de prestaciones sociales que destina el estado a las diversas situaciones de prevención con las que cuenta la cartera de previsión pública, uno de los pilares de la seguridad humana.
O más de seis veces el gasto público español en políticas contra el cambio climático, en este caso incluyendo las ayudas europeas (de lo contrario multiplicaríamos la cifra por más de veinte veces).
Podríamos seguir aumentando la cifra comparando política tras política, pero el agravio comparativo no haría otra cosa que agrandarse y demostrar el enorme coste de oportunidad del gasto militar español y que el mismo lo es en detrimento de políticas públicas en España siempre desatendidas e infradotadas que forman parte de la seguridad humana y ecológica y que deberían ser el eje de la agenda de prioridades para construir un mundo justo y pacífico.
Respecto al coste de oportunidad y el contravalor económico del gasto militar, por más que los fanáticos de la economía liberal dogmática se empeñen de lo contrario en su actual propuesta de keynesiamismo militar, existen suficientes estudios técnicos, como los de Nicole Ball o de Arturo Sarukhán, por lo que se refiere a su relación con el desarrollo, o como Jürgen Brauer, J. Paul Dunne, Sergio D´Agostino y otros siguiendo la estela del premio nobel V. Leontiev, para desmentir los supuestos beneficios del gasto militar. De hecho, la propia Naciones Unidas, en su panel sobre democracia y en los informes de su principal experto en la materia, vienen exigiendo el recorte del gasto militar y el trasvase de sus inasumibles partidas para políticas de desarrollo como condiciones para lograr un mundo más justo y democrático y, ¡quien lo iba a decir! el propio y novísimo Papa de Roma en una de sus últimas alocuciones, ha clamado también por recortes severos del gasto militar y de las políticas remilitarizadoras.
En el caso español, ninguna política pública de las desarrolladas por los distintos ministerios se permite un gasto plurianual comprometido como el de defensa, de mas de 30.000 millones de euros. Ningún ministerio ha sufrido aumentos, tanto cualitativos como cuantitativos, tan espectaculares como el gasto militar y las políticas militaristas. Ningún ministerio disfraza su gasto en los otros, tal como hace defensa, ni tiene el grado de opacidad del gasto militar.
Solo con pensar qué se podría hacer y a qué sociedad podríamos aspirar si nos liberamos de la carga del gasto militar se nos visibiliza el papel del gasto militar como un rubro contrario a nuestro desarrollo.
Y lo que es peor, es que el gasto militar no solamente priva de recursos a otras políticas más sensatas en el presente. Además, dado que es un gasto comprometido en general a largo plazo y financiado a base de deuda pública para la adquisición de armas que no nos benefician para nada, compromete también el futuro en un doble sentido: primero, porque supone una carga que heredarán las generaciones futuras, y segundo, porque inevitablemente impondrá restricciones y recortes en otro tipo de políticas para poder sostenerse.
No es cierto que genere riqueza social de ningún tipo, De hecho lo que genera es dominación en los lugares donde nuestros ejércitos actúan y deuda y dependencia en los países que compran nuestro armamento (séptimo mayor exportador de armas del mundo, una de las razones por las que al poder, aliado con los señores de la guerra, le conviene alimentar un gasto militar elevado, con altas dosis de intervención/exhibición de nuestro armamento en el mundo entero (actualmente 18 intervenciones en pie y un gasto en operaciones en el exterior de más de 1.700 millones en este año y casi 24.000 millones desde que España empezó a enviar tropas fuera) y vínculos poco santos entre los mercaderes de la muerte y las instancias políticas, incluidas las obscenas puertas giratorias entre el oligopolio militar y la casta política.
No es cierto (en contra de la vergonzosa complicidad de unos sindicatos amarillos que cada vez transforman más su rostro de clase hacia una clase nacionalista, blanca, supremacista y belicista, olvidando su internacionalismo y su compromiso por la paz y la justicia) que el keynesianismo militar genere riqueza (la genera solo para las empresas del oligopolio militar cuyo accionariado, casualmente, está participado por grandes fondos extranjeros y financiado por una banca voraz y armada) o empleo.
Estudios contundentes demuestran las mayores capacidades productivas y la mayor generación de empleo de casi cualquier sector respecto de la industria militar y, desde luego, el mayor beneficio social y reparto de bienestar y respeto a la naturaleza herida.
¿Por qué deberían hacer caso las trabajadoras a la prédica del secretario general de UGT pidiendo un impuesto especial para que los trabajadores europeos financien el rearme en vez de exigir de los trabajadores la ambición y la dignidad de negarse a fabricar armas y a rearmarse contra otros trabajadores y otros pueblos?
Por si faltara algo en la ensalada, las políticas de creciente militarización que Europa y la OTAN desarrollan desde al menos 2014, no han hecho sino incrementar la inseguridad global. No hay como acudir a los distintos indicadores, como el índice global de paz u otros similares, para verificar cómo mayor inversión en defensa no implica mayor seguridad, sino, al contrario, mayor inseguridad y violencia.
Todo ello nos obliga a diversificar y complejizar nuestra agenda de luchas y alianzas contra el rearme y por la desmilitarización. Como he dicho en otras ocasiones hoy el caballo de batalla no es ni la paz desiderativa y vaporosa, ni la aspiración de una paz jurídica de respeto a los tratados, ni ninguna de las viejas recetas del pacifismo más oficial y menos alternativo, sino una verdadera lucha por la desmilitarización y contra el núcleo del paradigma dominación violencia y su juego como sistema complejo de relaciones y estructuras en un mundo interconcetado y en un escenario de crisis ecosocial y climática ineludible.
Y ello debe afectar a nuestras agendas, a nuestras prácticas y a las alianzas que tejamos para un radical cambio de rumbo que ni será fácil ni será dulce.
Dedicaré otro momento para plantear objetivos y líneas de acción que me parece debemos articular en el presente.
Hoy nos basta con desmentir el autosatisfecho gasto militar del dos por ciento del PIB que cacarean los voceros del gobierno militarista, no digamos que más, pero tampoco que menos que otros anteriores, del PSOE–Sumar y sus socios.
Juan Carlos Roig.
Fuente: Grup Tortuga.
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