Catalunya: Declaración de Endavant-OSAN “El refuerzo de las autonomías, el camino contrario a la independencia”
Ha comenzado el verano de 2021, a media legislatura de los pactos progresistas del Botánico y Bellver que buscan revalidar un tercer mandato para que PSPV y PSIB sigan afianzando su hegemonía política en ambas comunidades, y recién investido Pere Aragonés, que quiere dirigir un gobierno republicano que no deje de estar supeditado a Sánchez y al mismo borbón. Y, desde Madrid, Sánchez y el PSOE se sienten fuertes y pretenden, con el paradigma de la estabilidad económica, alargar al máximo el gobierno del estado, mientras PP y VOX se alinean para ir haciendo saltar alertas y lanzar proclamas contra golpistas y comunistas.
El panorama con el que nos encontramos es el estado español más asentado los últimos años , que ha aprovechado la mayor parte de los episodios políticos que se han vivido últimamente en favor del proyecto del estado-nación español y que se ha reforzado con ayudas que van desde el neofascismo de VOX hasta la izquierda española de Unidas Podemos, y que ha contado en determinados momentos con la complicidad de soberanistas vascos, gallegos y catalanes.
El estallido de una crisis
Nos encontramos justo en los tiempos iniciales de una crisis. La Covid y sus derivados, el freno económico sin precedentes, el incremento de gasto público para pagar ERTEs, medidas sanitarias, un aumento sustancial de la violencia contra las mujeres y las ayudas europeas son elementos que han distorsionado lo que tenía que suceder y que todas las economistas ya habían previsto: una nueva reestructuración del capitalismo era inminente, y la Covid provocará dos cosas:
– Que la crisis será más acusada. La Covid ha empeorado la situación, ha afectado negativamente decenas de miles de trabajadoras, autónomas y pequeñas empresas y ha incrementado de una manera muy acusada la deuda que sostienen los estados europeos . Esto provoca que el punto de partida de la crisis económica ya sea peor.
– Un cambio en el calendario. Ya se ha vivido una primera caída precipitada, pero los fondos europeos y algunas políticas estatales y autonómicas están sirviendo de flotador económico temporal, lo que retrasará un tiempo la nueva trompazo.
La propuesta socialdemócrata ha hecho de almohada del desprendimiento económico y ha visibilizado que la capacidad tanto política como económica de la izquierda del sistema ya no permite ni siquiera mantener las condiciones de vida de la clase trabajadora del sur de Europa , que ya son bastante precarias, sino que sólo puede parar una parte del golpe, pero el daño existe. La moratoria de los desahucios, los ERTE y las ayudas especiales a trabajadoras han frenado el impacto del capitalismo sobre nuestra espalda, pero no lo ha hecho desaparecer.
Durante la ola pandémica los gobiernos de la UE se han aprovechado del miedo a la enfermedad, la infección y la muerte y también al total desamparo económico y social, para imponer una agenda represiva, un adoctrinamiento, un discurso único sobre el orden y recortes en derechos colectivos. Como si los recortes en derechos fueran la moneda de cambio para la seguridad sanitaria y social. Cuando lo que realmente aspiraban era a apaciguar cualquier chispa de crítica y respuesta en las calles, para preparar un escenario de crisis social, mejor preparados para pasar la apisonadora de derechos sociales del capitalismo.
Y ahora nos tenemos que preparar para una segunda ola, pero esta vez seguramente no será una ola infecciosa, como nos hemos acostumbrado durante un año y medio, sino una crisis social, una ofensiva del capital transnacional, unos ajustes de los gobiernos para combatir la endeudamiento y una reconversión económica que pagarán miles de trabajadoras. El capitalismo no está en crisis, sino que se está reforzando para seguir enriqueciéndose a costa de nuestro trabajo y nuestra vida .
Ante la situación que comienza, pretender hacer creer que el capitalismo está en crisis y que estamos más cerca de tumbarlo es mentir. Pero una cosa es cierta: la defensa de elementos básicos para a la supervivencia del conjunto de las clases populares pasará a ser una propuesta antisistémica, porque desde la extrema derecha hasta la izquierda gubernamental aceptarán lo que vendrá . Reivindicaciones como pan, trabajo y techo irán en contra de toda lógica del capitalismo y de las estructuras que lo aplican.
¿Qué nos toca hacer?
Nos toca armar la resistencia, unir a la clase trabajadora bajo dos ideas principales:
– No a la sectorialización. Sólo uniendo las luchas por la vivienda, el trabajo, contra el sistema patriarcal y racista, por la defensa del territorio, la lengua y contra la represión podremos hacer frente al proyecto político unificado que nos explota, nos mata y nos hace la vida imposible .
– El sistema no permite vías legales y políticas para articular las necesidades de la clase trabajadora y el conjunto de las clases populares. Una opción que defienda la mejora sustancial de nuestras vidas, es decir, el derecho a vivir bien ya ser dignos, conlleva una revolución política, darle la vuelta al sistema; conlleva la autodeterminación como herramienta de transformación.
La falacia de la autonomía
Mientras el mundo gira, las clases populares nos empobrecemos, pero en los Países Catalanes todo se mantiene más o menos igual. Los aires transformadores en forma de gobiernos del cambio, pactos progresistas y procesos soberanistas ya no soplan. Y no es sólo por valentía política, falta de liderazgos y la represión sostenida del estado, sino porque partían de propuestas políticas que son erróneas. Los polos de la transformación del estado español a través de la alianza entre los poderes progresistas periféricos y la complicidad de un gobierno de izquierdas en Madrid han acabado con la demanda de exiguas mgajas presupuestarias y un estado más centralizado que en 2015. Por otro lado, el impulso de grandes jornadas de movilización desobediente de los años anteriores en el Principado ahora terminan con la firma de unos indultos sólo para unos cuantos y la promesa de una mesa de diálogo en el que todos los temas importantes están descartados: referéndum, autodeterminación, amnistía, etc. No existe una vía autonómica y legal, ni hacia la reforma del estado, ni hacia la autodeterminación, porque el poder está mayoritariamente en manos del estado y él no piensa ceder ni un centímetro.
Y, mientras cualquier persona entiende que esta es una realidad palpable de la naturaleza de España, ¿que ofrecen los gobiernos de Armengol, Puig y Aragonés?
Ellos pretenden hacernos creer que, si nos llevamos bien, si se administran con cuidado el dinero y las competencias que el estado reparte, si se hace un buen uso de los fondos europeos, si se da estabilidad al estado y no se molesta mucho la oligarquía política y económica, todo irá a mejor. Es el pensamiento mágico que se extendió durante el confinamiento, según el cual, si se hacía caso de las recomendaciones sanitarias, el estado ya garantizaría el resto como un agente mágico que arregla el mundo sin que nos demos cuenta. Los gobiernos progresistas de los Países Catalanes pretenden ser unos gestores impecables de la autonomía y el alumno aventajado del autonomismo y, así, el estado se dará cuenta y reconocerá los esfuerzos con dineros y reformas.
Esta propuesta contiene dos elementos principales contra los que hay que luchar:
– La reforma progresiva y descentralizada del estado no satisfará las necesidades de las clases populares, porque esta reforma no permite subordinar la oligarquía estatal y local a los intereses de la clase trabajadora. Por eso defendemos la autodeterminación como contrapropuesta, porque permite cambiar no sólo el modelo de estado, sino todas las estructuras que lo soportan.
– La vía autonómica o de la ley a la ley hacia la independencia está agotada y no funciona. Las muestras de capacidad política real de ruptura con el estado se visualizaron cuando el poder popular tomaba las calles y el estado, así como la Generalitat de Catalunya, eran incapaces de controlarla. La cuestión no es descongelar repúblicas, hacer una DUI o una nueva manera ocurrente de crear confusión legislativa: es articular un poder político que pueda confrontar al estado y desgastarlo, sostener una pulsión política suficientemente potente para forzar el estado y esto implica la autoorganización popular.
Fundamentos sólidos para nuevos retos
El panorama que nos toca vivir a las clases populares de los Países Catalanes no es ilusionante en cuanto a conquistas políticas y sociales, pero la necesidad de reforzar el proyecto político de la Unidad Popular y la Esquerra Independentista como motor principal de esta Unidad Popular es más evidente que nunca.
Es momento de articular la resistencia social de las clases populares contra la ofensiva del capitalismo. Si los proyectos reformistas son sólo flotadores en medio de un mar inmenso, nosotros tenemos que defender con uñas y dientes un proyecto rupturista, aquel que no acepta ni un retroceso en derechos de nuestra gente, haciéndonos fuertes con la unidad política de la clase trabajadora, porque para nosotros avanzar es la única manera de no retroceder.
El de la Esquerra Independentista es un proyecto que ha nacido para dar la vuelta de raíz al sistema. El posibilismo político no nos puede confundir los objetivos. Ni mesas de negociación, ni presupuestos, ni nuevas financiaciones nos harán libres: nuestro deber es articular un proyecto rupturista socialista y feminista en los Países Catalanes. Si descuidamos nuestros objetivos, el posibilismo nos puede confundir.
El futuro político de los Países Catalanes implica articular la construcción nacional, barrio a barrio, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad. Somos la nación que la constitución española prohíbe, somos la nación que los parlamentos autonómicos dicen que no existe, somos la nación que el estado no puede aceptar.
Nuestra independencia es la fuerza para hacerlos caer.
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