En las primeras horas de la mañana del 1 de noviembre de 1954, un grupo guerrillero del FLN atacó diversos objetivos militares y civiles en toda Argelia, en lo que se conoció como Toussaint Rouge (“Día de Todos los Santos Rojo”). Desde El Cairo, el FLN había transmitido un programa pidiendo a los argelinos que se sumaran a la insurrección por la “restauración de la nación argelina, soberana, democrática y social, dentro de los principios del Islam”.
La reacción francesa a los primeros atentados, los del 1 de noviembre, fue inmediata. En Argel, la policía desmanteló casi toda la red del FLN en quince días. Para finales de mes, el dirigente principal que aún seguía en libertad era Saadi Yacef, un panadero de veinticinco años; el resto eran militantes aislados. En la región de Orán, el FLN también fue casi aniquilado. En la cordillera de los Aurés, por el contrario, se extendió rápidamente la rebelión, cuya represión quedó pronto en manos de los regimientos de paracaidistas. Fue esta la única región de Argelia en la que los combates siguieron inmediatamente a los atentados del 1 de noviembre. En la Cabilia, los guerrilleros —cuatrocientos pero con ciento treinta armas solamente—, que llevaban años combatiendo a los franceses, tuvieron que evitar las primeras operaciones militares de estos. Al principio su situación era muy precaria. A finales de noviembre de 1954, sin embargo, algunas refriegas favorables al ALN y la represión francesa de la población civil hizo que esta comenzase a colaborar con el FLN, lo que les permitió a sus hombres obtener víveres, información, dinero y nuevos reclutas.
Dos años después de la Declaración, Weizmann afirmó en un discurso pronunciado ante una audiencia judía en Londres: “[La Declaración Balfour] es a llave de oro que abre las puertas de Palestina y os da la posibilidad de poner todos vuestros esfuerzos en el país”. La Declaración fue el fruto de varios meses de negociaciones ente el gobierno británico de Lloyd George y los sionistas que residían en Gran Bretaña dirigidos por Chaim Weizmann. Las explicaciones dadas por los políticos británicos de la época a las razones que sustentan la Declaración van desde el idealismo al utilitarismo. Para algunos era el resultado de las presiones ejercidas por los sionistas dirigidos por Chaim Weizmann, un científico que rindió importantes servicios a los esfuerzos bélicos británicos durante la Primera Guerra Mundial.
Weizmann se puso en contacto con el futuro primer ministro Lloyd George, con el secretario colonial Winston Churchill y con el subsecretario de Asuntos Exteriores Lord Robert Cecil. Durante la guerra Weizmann se había ganado el mayor de los reconocimientos por parte del nivel más alto del gobierno británico al haber inventado un proceso especial de fragmentación que sería utilizado por la armada británicas. Promovió la idea de crear un hogar judío bajo la protección británica en Palestina, con lo que vinculaba el éxito del programa sionista a la victoria de los aliados en Palestina.
Cuando Lloyd George llegó a ser primer ministro en 1916 dentro del gobierno británico existía un consenso respecto a los beneficios que podría suponer para Gran Bretaña una asociación con los sionistas en la que Gran Bretaña podría gobernar en una Palestina judía. El subsecretario Mark Sykes, un buen amigo de Weizmann y firme defensor del proyecto sionista, sugirió que una presencia judía en Palestina podría servir a los intereses británicos en la defensa del Canal de Suez de un ataque desde el norte y como una estación de las futuras rutas aéreas hacia el este.
El general Allenby estaba preparando la invasión de Palestina en 1917 cuando Balfour pidió a Weizmann que propusiera un borrador escrito de la declaración para que los británicos se comprometieran con un hogar nacional judío en Palestina que él podría presentar al gobierno británico para que lo aprobaran. Algunos de los colegas de Weizmann presentaron un borrador y tras algunas deliberaciones de los miembros del gobierno británico se modificó ligeramente y se presentó en forma de carta a Lord Rothschild, presidente de la Federación Sionista Británica.
En 1994 Yitzhak Shamir escribió que la Declaración Balfour fue el primer éxito político de la organización sionista. Se puede argumentar que en sí misma la Declaración no era vinculante al no ser un tratado entre dos Estados. Pero se volvió vinculante cuando la Liga de las Naciones, que estaba dominada por Gran Bretaña y Francia, la incorporó casi literalmente al Artículo 2 del Mandato para Palestina: El Mandato será responsable de situar el país en unas condiciones económicas y políticas tales que sean capaces de asegurar el establecimiento del hogar nacional judío … El Mandato era incluso más específico al referirse a las relaciones históricas del pueblo judío con Palestina para asegurar la implementación del programa sionista.
En 1936 Lloyd George declaró que lo que había inducido a los británicos a proclamar la Declaración fue el conseguir el apoyo del pueblo judío, incluida la comunidad judía estadounidense, durante la guerra cuando Gran Bretaña perdió la confianza de sus aliados. Otras razones de la Declaración tenían que ver con la ideología y actitud de los dirigentes británicos. Se sugirió que Lord Balfour, el principal arquitecto de la Declaración que lleva su nombre, y el primer ministro Lloyd George eran fervientes defensores del movimiento sionista debido a sus creencias religiosas en la Biblia y el derecho de los judíos al retorno. Según Chaim Weizmann, ambos eran hombres profundamente religiosos y conocedores de la Biblia.
Arthur Balfour cerraba el memorando que escribió el 11 de agosto 1919 afirmando que tanto si el sionismo es correcto o no, bueno o malo, está arraigado en antiquísimas tradiciones, que tiene una importancia mucho más profunda que los anhelos de los 700.000 árabes que ahora habitan esta tierra y los perjuicios [que se les puedan ocasionar].
La mayoría de los políticos británicos creían que un Estado judío aliado con Gran Bretaña serviría a los intereses británicos en Oriente Próximo y ayudaría a proteger las líneas de comunicación con el subcontinente indio, la joya de la corona británica. El apoyo al sionismo y el desprecio de las quejas formuladas por los palestinos se convirtió en la base de la política de los gobiernos británicos que sucedieron al de Lloyd George. Algunos analistas sugieren que los políticos británicos podrían haber cooperado con los sionistas para desviar inmigrantes judíos del este de Europa hacia Palestina en vez de a Gran Bretaña.
Los colonialistas británicos se otorgaron el derecho de conceder un hogar nacional para el pueblo judío en un territorio que Gran Bretaña había conquistado por la fuerza, y sin consultar a los árabes palestinos que constituían el 93% de los habitantes de esa tierra. Éste fue el más cruel acto de colonialismo. El 4 de agosto de 1919 Lord Curzon escribió al coronel French que los términos del Mandato para Palestina incluían el que se hiciera cumplir la Declaración Balfour y que en cada ocasión que se presente hay que subrayar a los dirigentes árabes e insistir en ello que el asunto es una chose jugèe [hecho consumado], y que sería inútil y perjudicial una continua agitación [política].
Fuente: Palestina Libre.
El 3 de noviembre de 1918 Blas Infante da la conferencia de “La Sociedad de las Naciones” que daría lugar al libro del mismo nombre (descargable aquí de forma gratuita). Blas Infante aprovecha la inminente finalización de la I Guerra Mundial para afirmar Andalucía como sujeto merecedor de reconocimiento internacional. En la obra hace una defensa del derecho a la autodeterminación (de sorprendente similitud con las tesis de Vladimir Ilich U. Lenin sobre este aspecto) diciendo: “Nosotros defendemos el reconocimiento de la personalidad y libertad consiguiente de todos los grupos o pueblos o colectividades de individuos , fundadas por la necesidad o por la historia, que aspiren a regirse por sí“.
En el libro afirma que “las nacionalidades ibéricas despiertan de su letargo… Y una de estas nacionalidades es Andalucía”. Una “Andalucía verdadera, Andalucía libre, Andalucía de si“. Esto a pesar de que “los poderes centralistas depredadores vinieron a soldar, por una acción tiránica, hace un lustro de siglos, el alma distinta de las nacionalidades ibéricas en la uniformidad corporal de una España que nació muerta”.
Al igual que durante toda su vida, Blas Infante es aquí implacable contra la España monárquica, centralista, caciquil y corrupta que había convertido a Andalucía en “bufón, Patria desconocida y despreciada, enterrada por el bárbaro cristiano conquistador: la Patria más oprimida”. Apuesta por una confederación de las naciones peninsulares bajo la fórmula de los “Estados Unidos de Iberia”, formados por libre decisión de pueblos soberanos, expresa la necesidad de un “desarme absoluto y universal” y de una radical desmilitarización.
Un 4 de noviembre de 2011 es asesinado, después de haber sido hecho preso, el comandante de las FARC-EP Alfonso Cano. El asesinato se realiza por orden directa del presidente colombiano Santos: “Yo dí la orden de eliminarlo porque estábamos en guerra y seguimos en guerra” dijo en un mitín electoral poco tiempo después, el 13 de junio de 2014 en Bogotá. Cano estaba herido y capturado tras un bombardeo de la Fuerza Aérea en las montañas del Cauca. Fue un asesinato en toda regla, no una muerte en combate.
La victoria del pueblo angolano en su lucha de liberación nacional corría entonces peligro. Los acuerdos de Alvor, el 15 de enero de 1975, establecían al 11 de noviembre de ese año como la fecha para proclamar la independencia, pero el proceso de descolonización pretendía ser abortado. Grupos internos y gobiernos extranjeros arremetieran contra el Movimiento Popular para la Liberación de Angola, única fuerza legítima por la independencia, la unidad y la prosperidad de su pueblo. Para los cubanos, formados en una profunda vocación internacionalista, había un solo camino: no dejar solo al pueblo angolano. De esa heroica gesta, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana expresó: «¡Estamos cumpliendo un elemental deber internacionalista cuando ayudamos al pueblo de Angola!».
A lo largo de los siguientes años hubo nuevos intentos de invasión, por lo que los cubanos se vieron obligados a volver para rechazar las nuevas agresiones. El 13 de diciembre de 1988 se firma un acuerdo de paz entre África del Sur, Cuba y Angola que pone fin definitivo a la guerra, asegurando la independencia angoleña y, además, logrando también el reconocimiento de la de Namibia.
Sombra hecha de luz,
que templando repele,
es fuego con nieve
el andaluz.
Enigma al trasluz,
pues va entre gente solo,
es amor con odio
el andaluz.
Oh hermano mío, tú.
Dios, que te crea,
será quién comprenda
al andaluz.
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