

Las justificaciones sobre aquella ofensiva fueron ampliamente cuestionadas, una de ellas, se refería al supuesto freno a una limpieza étnica en la provincia de Kosovo, pues presumiblemente las autoridades militares yugoslavas diseñaron un plan con este propósito.


Pedro Antonio Marín Marín, mejor conocido por su alias de «Manuel Marulanda Vélez» o «Tirofijo» fue un guerrillero colombiano, cofundador y comandante en jefe de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) hasta el día de su muerte. Murió el 26 de marzo de 2088 y por eso este día es considerado como el Día Internacional del derecho de los Pueblos a la Rebelión Armada.
Fue el guerrillero más veterano del mundo y de su tiempo. Su alias ‘Tirofijo’ proviene de la habilidad para acertar en el blanco al disparar con armas de fuego durante sus días de combatiente, y su alias ‘Manuel Marulanda Vélez’ proviene de un antiguo líder comunista asesinado durante La Violencia. Integró y militó las FARC hasta su muerte.
Primeros años
Pedro Antonio Marín Marín nació en Génova, municipio del departamento de Caldas (actualmente pertenece al departamento del Quindío). Existe controversia sobre su fecha de nacimiento, y no está claro si tuvo lugar en mayo de 1928 o de 1930. Era hijo de campesinos liberales que vivían en Ceilán (Valle). Su padre era Pedro Pablo Marín Quinceno y su madre era Rosa Delia Rodríguez y su padrastro Ramiro Betancourt. Sus hermanos eran Rosa Helena, Jesús Antonio, Obdulia y Rosa María. Marín cursó hasta quinto de primaria en la escuela. A los 13 años se fue de casa.
La época de la violencia
Marín trabajó como expendedor de carne, panadero, vendedor de dulces, constructor, tendero y comerciante. Como seguidor de liberales, Marín aparentemente habría participado en las revueltas del Bogotazo en 1948, luego del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Se desató una ola de represión y violencia política (periodo conocido en la historia del país como “La Violencia“), dentro de la cual muchos campesinos liberales y de izquierda crearon milicias armadas para protegerse de las acciones de los elementos conservadores más violentos dentro de la clase de los terratenientes y del ejército, además de los simples bandidos oportunistas, por lo que llegaron a ser conocidos como «Los chusmeros».
Frente Nacional
Al acercarse la época del Frente Nacional, éstas comunidades rurales armadas ya habían tomado un carácter más autónomo y de una tendencia ideológica más cercana al comunismo agrario, de ahí que desde la izquierda algunos las llamaran “zonas liberadas”.
Aunque eran todavía mayormente defensivas, desde el gobierno se les consideró una amenaza al ser consideradas unas “repúblicas independientes”, donde no tenía influencia la autoridad y la legalidad centralista que se pretendía restaurar.
Fundación de las FARC
Luego del pacto entre liberales y conservadores conocido como Frente Nacional para acabar con La Violencia bipartidista, se mantuvo en el país una tensa paz entre 1958 y 1960, producto de las Autodefensas Campesinas del Sur del Tolima que silenciaron sus armas, pero se habían negado a entregarlas argumentando desconfianza hacia esta alianza bipartidista. En el año de 1960 fue asesinado, en complicidad de militares colombianos, Jacobo Prías Alape, alias Charro Negro, líder comunista de la región de Gaitania en el Tolima; confirmando las sospechas contra la coalición del Frente Nacional, lo que generó el regreso a la lucha armada de varios combatientes comunistas del periodo de La Violencia, incluido Tirofijo, refugiándos en en este mismo territorio que se dio a conocer como la “República de Marquetalia“, además de otros territorios donde la autoridad del estado era nula. En 1964 se tomó la decisión, de parte del gobierno, de acabar definitivamente con esos reductos autónomos por la fuerza e imponer el dominio estatal, para la cual se montó operativos militares para recuperar estos territorios, el más conocido era la “Operación Soberanía” contra la República de Marquetalia, donde estaba Manuel Marulanda. Esta acción del ejército dispersó los asentamientos, obligando entonces a Manuel Marulanda y a otros campesinos partícipes de estas milicias, además de una docena de hombres a internarse en las montañas.
Durante su histórica alocución en la ONU, en diciembre de 1964, el comandante Ernesto «Che» Guevara se refirió a Marulanda en su contrarréplica al representante diplomático de Colombia:
¿No recuerda el señor representante de Colombia que en Marquetalia hay fuerzas a las cuales los 11 propios periódicos colombianos han llamado «La República Independiente de Marquetalia» y a uno de cuyos dirigentes se le ha puesto el apodo de Tirofijo para tratar de convertirlo en un vulgar bandolero?Ernesto «Che» Guevara. Discurso en la ONU, 11 de diciembre de 1964.
Poco después, estos sobrevivientes se organizarían bajo la dirección de Marulanda y de miembros del Partido Comunista para crear una fuerza subversiva conocida como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). A lo largo del desarrollo de la guerra en Colombia, llegaría a un número estimado de 16.000 integrantes en 2001, pero que a 2009 cayó por acciones de la Fuerza Pública a un estimado de entre 6.000 a 9.000 efectivos.
Murió el 26 de marzo de 2008 como guerrilero en la selva colombiana, al parecer por causas naturales o por un paro cardíaco.
Un 26 de marzo del año 1091 moría la poeta andalusí «Wallada» (Wallada bint al-Mustfakí). Nació en Córdoba en el año 994. Fue hija del califa Omeya Muhammad Mustafkí. Fue famosa por su gran talento poético y fue la más célebre de las escritoras andalusíes, pero de igual modo mujer de una belleza apabullante: hermosa figura, tez blanca, ojos azules, pelirroja… el ideal de la época.
Tras la muerte de su padre, con apenas 17 años, prescindiendo de toda tutela masculina, abrió palacio y salón literario en Córdoba, donde ofrecía instrucción en la poesía y el canto a hijas de familias poderosas y acaso instruía a esclavas en la poesía, el canto y las artes del amor. Al cabo ella era hija de Amin Am, una esclava cristiana enviada a cultivarse a Medina, y su nodriza y maestra fue la esclava negra Safia.
Entre sus alumnas destacó Muhya Bint Al Tayyani, una joven de condición muy humilde (hija de un vendedor de higos) a la que acogió en su casa y que terminó denigrándola en crueles sátiras.
Su posición privilegiada en lo social le da un carácter excepcional, aunque la personalidad de Wallada, sensible y refinada, hubiese destacado de todos modos, ya que Wallada era la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba. Se paseaba sin velo por la calle y, a la moda de los harenes de Bagdad, lleva versos suyos bordados en la orla de su vestido o en túnicas transparentes. La leyenda dice que en el lado izquierdo rezaba:
«Por Alá, que merezco cualquier grandeza
y sigo con orgullo mi camino»
y en el derecho:
«Doy gustosa a mi amante mi mejilla
y doy mis besos para quien los quiera».
Apenas se conservan nueve poemas suyos, de los cuales cinco son satíricos, se ha visto rodeada de una cierta fama de atrevida y mordaz. Además algunas alusiones un poco subidas de tono, en sus versos, seguramente unidas a las represalias de sus enemigos, motivaron que pasara a la historia como inmoral y libertina, a lo cual contribuye el hecho de que no se casó nunca, y se le conocieron varios amantes.
A los 20 años conoció al hombre que marcó para siempre su vida. Fue en una noche de fiesta poética, jugando a completarse poemas según la costumbre cordobesa de entonces. Su historia de amor y desamor con Ibn Zaydum (noble de excelente posición, con gran influencia política y el intelectual más elegante y atractivo del momento) se convirtió en una leyenda. Fue el choque de dos vanidades literarias, en la que ella tomó la iniciativa Tras unos amores estrepitosos, apasionados, públicos y versificados, pronto se rompió el idilio.
De esta relación nacieron varios de los poemas que se conservan de ella. Poemas que tuvieron la misión de ser cartas entre los amantes, dos expresan los celos, la añoranza y los deseos de encontrarse; otro, la decepción, el dolor y el reproche; cinco son duras sátiras contra su amante, al que reprocha entre otras cosas tener amantes masculinos, y el último alude a su libertad e independencia.
Cuando rompió su relación con Ibn Zaydum, se hizo amante del hombre fuerte de Córdoba, el visir Ibn Abdus, rival político y enemigo personal de Ibn Zaydun, al que privó de sus bienes y acabó metiendo en la cárcel. En esa época de cautiverio físico y amoroso escribió Ibn Zaydun sus poemas más famosos. Pero Wallada no quiso volver a verlo. Eso es lo que creó realmente la leyenda. Ibn Zaydun, tras recobrar la libertad, recorría de noche los palacios arruinados de Medina Al Zahara, símbolos de una pasión destruida. Cuenta la leyenda que toda Córdoba lo vio errante y ojeroso, enfermo de amor, y supo de sus poemas sumisos, implorando el perdón que nunca le fue concedido.
Arruinada en su fortuna y su crédito, Wallada recorrió la España de los reinos de Taifa, quizá también la cristiana, exhibiendo su talento y acaso otorgando sus favores, pero siempre volvió a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo aunque sin casarse con él y bajo cuya protección le sobrevivió, siempre altiva y hermosa, hasta cumplidos los 80 años.
Muere el 26 de marzo de 1091, día en que los almorávides entran en Córdoba.
Fuente: poetasandaluces.com

La Comuna de París de 1871 fue uno de los episodios más grandes e inspiradores de la historia de la clase obrera. Fue un gran movimiento revolucionario en el que los trabajadores de París reemplazaron el Estado capitalista por sus propios órganos de gobierno y mantuvieron el poder político durante más de dos meses antes de caer. Los trabajadores parisinos lucharon, en condiciones extremadamente difíciles, para poner fin a la explotación y la opresión, para reorganizar la sociedad sobre bases completamente nuevas.
Veinte años antes del advenimiento de la Comuna, tras la derrota de la insurrección obrera en junio de 1848, el golpe militar del 2 de diciembre de 1851 llevó al poder al emperador Napoleón III. A finales de la década de los sesenta, sin embargo, el fin del auge económico y la recuperación del movimiento obrero debilitaron seriamente al régimen. En agosto de 1870 los ejércitos de Napoleón III marcharon contra Bismarck. La guerra, según Napoleón III, permitiría a Francia conquistar nuevos territorios, debilitar a los enemigos internos y poner fin a la crisis financiera e industrial que asolaba el país.
Guerra y revolución
El intento de Napoleón III de invadir Alemania fue su perdición. El 2 de septiembre, en Sedán – frontera oriental de Francia- el ejército de Bismarck capturó al emperador junto a 100.000 soldados. En París, las masas tomaron las calles de la capital para exigir el fin del imperio y la proclamación de una república democrática.
La llamada oposición republicana estaba aterrorizada por este movimiento de las masas, pero a pesar de todo, el 4 de septiembre se vieron obligados a declarar la república y a formar un “gobierno de defensa nacional”. Las tropas alemanas rápidamente rodearon París y establecieron un cerco sobre la ciudad. El pueblo apoyó inicialmente al nuevo gobierno en nombre de la “unidad” contra un enemigo extranjero. Sin embargo, esta unidad tardó poco en romperse.
Fuera del ejército regular, una milicia formada por 200.000 personas -la Guardia Nacional, formada mayoritariamente por trabajadores- estaba decidida a defender París. Pero los trabajadores armados dentro de París eran una amenaza mayor para los intereses de clase de los capitalistas franceses que el ejército extranjero que estaba a las puertas de la ciudad. El gobierno decidió que lo mejor sería capitular ante Bismarck tan pronto como fuera posible.
París y la Asamblea Nacional
Las zonas rurales de Francia estaban a favor de la paz y los votos del campesinado en las elecciones de la Asamblea Nacional de febrero dieron la mayoría a los candidatos conservadores y monárquicos. La Asamblea nombró jefe de gobierno a un empedernido reaccionario: Adolphe Thiers. El choque entre París y la mayoría “rural” de la Asamblea era inevitable.
La reaccionaria Asamblea Nacional provocaba constantemente a los parisinos, a los que calificaba de criminales y asesinos. París se vio privada de su estatus como capital de Francia, transferida a Versalles.
Transformación de la Guardia Nacional
La Guardia Nacional eligió un “Comité Central de la Federación de Guardias Nacionales” que representaba a 215 batallones, equipados con 2.000 cañones y 450.000 armas de fuego. Declararon “el derecho absoluto de los Guardias Nacionales a elegir sus dirigentes y revocarlos tan pronto como perdieran la confianza de sus electores”. En esencia, el Comité Central y sus correspondientes estructuras en cada batallón fueron precursores de los soviets de trabajadores y soldados, que aparecieron en Rusia durante las revoluciones de 1905 y 1917.Para Thiers, su tarea inmediata era poner fin a la situación de “doble poder” en París. Los cañones bajo la dirección de la Guardia Nacional eran toda una amenaza a la “ley y el orden” capitalistas. A las 3 de la madrugada del 18 de marzo, el gobierno envió soldados regulares a tomar estos cañones. Sin embargo, el ejército se desmoronó ante los Guardias Nacionales sin ofrecer la menor resistencia.
Thiers no había previsto la deserción de sus tropas. Presa del pánico, huyó de París y ordenó al ejército abandonar la ciudad. Quería salvar lo que quedaba del ejército y evitar el contagio del París revolucionario.
El viejo aparato del Estado estaba fuera de juego y la Guardia Nacional tomó los puntos estratégicos de la ciudad sin encontrar ninguna resistencia. El día 18 de marzo por la tarde, se formó un nuevo gobierno revolucionario basado en el poder armado de la Guardia Nacional.
Gobierno revolucionario
La primera disyuntiva a la que se enfrentó el Comité Central fue qué hacer con el poder. Después de mucha discusión se acordó organizar elecciones en los barrios (comunas). Al grito de “¡viva la Comuna!” los miembros del Comité Central expresaban el deseo de delegar el poder cuanto antes. La cuestión inmediata sobre la que decidir era qué hacer con Thiers y el ejército, en retirada hacia Versalles. Algunos propusieron perseguirlos para acabar con lo que quedaba de las fuerzas de Thiers. Pero sus llamamientos cayeron en saco roto.
Thiers aprovechó las vacilaciones de los comuneros utilizó para iniciar una campaña de propaganda y mentiras contra París, dirigida a las provincias, y, con la ayuda de Bismarck, reforzó la cantidad de armas y soldados para preparar un nuevo ataque sobre París.
La recién elegida Comuna, el 28 de marzo, sustituyó la dirección de la Guardia Nacional por un gobierno oficial del París revolucionario. El gobierno estaba formado por personas relacionadas con el movimiento revolucionario de una u otra forma. De sus 90 miembros, 25 eran trabajadores, 13 pertenecían al Comité Central de la Guardia Nacional y 15 a la Asociación Internacional de Trabajadores. Los blanquistas, hombres enérgicos siempre dispuestos a medidas extremas y dramáticas pero con ideas políticas muy vagas, y los internacionalistas, eran una cuarta parte de la Comuna.
Construyendo una nueva sociedad
La Comuna eliminó todos los privilegios de los funcionarios, congeló los alquileres, los talleres abandonados pasaron a estar controlados por los trabajadores, limitó el trabajo nocturno, garantizó la subsistencia de los pobres y los enfermos. La Comuna declaró que su objetivo era poner fin a “la anarquía y la competencia ruinosa entre los trabajadores por el beneficio de los capitalistas” y la “diseminación de los ideales socialistas”. Se ilegalizaron los ejércitos “separados y aparte del pueblo”. Se requisaron los edificios públicos para aquellos que no tenían un techo bajo el que cobijarse. La educación pública era para todos, lo mismo ocurría con los teatros, los centros de cultura y aprendizaje. A los trabajadores extranjeros se los trataba como hermanos y hermanas, como soldados de la “república universal del trabajo internacional”. Se celebraban reuniones día y noche, en ellas miles de hombres y mujeres normales debatían sobre todos y cada uno de los aspectos de la vida social y sobre cómo organizar la sociedad en interés del bien común.
El carácter social y político de esa sociedad, era incuestionablemente socialista
Se ha escrito mucho sobre la incoherencia, la pérdida de tiempo y energía, sobre los errores del pueblo parisino en las diez semanas que estuvo en el poder dentro de los muros de una ciudad asediada. La mayoría son verdad. Marx y Engels fueron muy críticos con los comuneros por no tomar el control del Banco de Francia, que seguía pagando millones de francos a Thiers para armarse contra París. Sin embargo, la mayoría de las iniciativas importantes tomadas por los trabajadores apuntaban en dirección a la completa emancipación social y económica de la población asalariada como clase. Ante todo, a la Comuna le faltó tiempo. El camino hacia el socialismo fue cortado por el regreso del ejército de Versalles y el terrible baño de sangre que puso fin a la Comuna.
El aplastamiento de la Comuna
Sin duda, la Comuna subestimó la amenaza que representaba Versalles, ni intentó atacar ni tampoco se preparó seriamente para su defensa. A pesar del entusiasmo de los batallones de comuneros, éstos carecían de preparación política y militar serios.
El ejército de Versalles entró en París el 21 de mayo de 1871. Los comuneros lucharon con tremendo valor y finalmente el 28 de mayo fueron derrotados. Las fuerzas de Thiers provocaron una terrible carnicería en la que murieron más de 30.000 hombres, mujeres y niños, en las semanas siguientes asesinaron aproximadamente a otras 20.000 personas.
Marx y Engels siguieron de cerca los acontecimientos de la Comuna y sacaron muchas lecciones del primer intento de construir un Estado obrero. Sus conclusiones se pueden encontrar en los escritos publicados bajo el título “La guerra civil en Francia”. Antes del 18 de marzo declararon que, debido a las circunstancias desfavorables, la toma del poder representaba “una locura desesperada”. Sin embargo, tras los acontecimientos del 18 de marzo y el inicio de la revolución, saludaron la Comuna con un entusiasmo incondicional.
(Fuente: Centro Marx.org)


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