

Para más información ver en la sección Memoria Andaluza el artículo: “28 de Junio de 1861: Levantamiento campesino de Loja”.






Cantón de Sevilla reprimido por el General Pavía en 1873. El documento muestra a varios militares que presencian a varios sevillanos muertos en la barricada, con un tonel lleno de fusiles y una bandera que dice “Pena de Muerte al Ladrón”. Posiblemente esa bandera sea para resaltar por parte del autor la medida más polémica tomada por el cantón.
El 30 de junio de 1873, el ala izquierda de los federales sevillanos, conocidos como federalistas socialistas o “intransigentes”, con la ayuda de compañeros procedentes de Málaga y Córdoba, se apoderan del Ayuntamiento, constituyen una “Junta Republicana Democrática Federal” y proclaman la República Social. Dos días después serán derrotados por las tropas gubernamentales del republicanismo español. Pero su actuación marcaría el inicio de la revolución cantonalista andaluza que, a lo largo de las primeras semanas de julio, iría constituyendo cantones libres, a semejanza de la Comuna de París, en todas las capitales y en decenas de otras poblaciones andaluzas, enarbolando la bandera roja de la liberación social. El 21 de julio los cantonalistas proclamarían solemnemente la independencia de Andalucía y el Estado Libre Andaluz en las estribaciones de Despeñaperros, frontera natural de nuestra tierra.


Los esclavos fueron desembarcados en el puerto de New Haven, Connecticut. El oficial al mando del barco, el teniente Thomas R. Gedney, reclamó la propiedad del Amistad y su carga. Se inició así un largo y complejo proceso jurídico, ya que la Corona española exigió la devolución de lo que consideraba propiedad suya, a la vez que se acusaba d
En 1840, el tribunal federal declaró que los africanos habían sido secuestrados de su hogar, en la actual Sierra Leona, y transportados ilegalmente, por lo que actuaron en defensa propia. La absolución de los amotinados, tras ser considerados como víctimas de secuestro y no como mercancías, será una importante victoria para el abolicionismo en América.






A través del texto de Independencia, Venezuela estableció los principios de igualdad de sus habitantes, la abolición de la censura y la libertad de expresión.
Dicha Acta consagró el principio constitucional y se opuso radicalmente a las prácticas políticas, culturales y sociales que habían sido impuestas durante los trescientos años que había durado el régimen colonial en la América.
Hasta el 5 de julio de 1811 la máxima e indiscutible autoridad de Venezuela fue el Rey de España, a quien los lacayos locales obedecían, juraron lealtad y respeto.
Las siete de las provincias argumentaron su acción señalando lo funesto que significaba el hecho que, una pequeña Nación de Europa gobernara las grandes extensiones de América.
A pesar de la Declaración de Independencia ese 5 de julio de 1811, la liberación definitiva se logró en el campo de batalla desde ese año hasta 1823, período en el que los republicanos enfrentaron y derrotaron al Ejercito español.
Entre las múltiples batallas y campañas independentistas, destaca la del 24 de junio de 1821, la Batalla de Carabobo, cuando el Ejército republicano al mando del Libertador Simón Bolívar logra vencer al Ejército español, que se retiró ante el ímpetu y voluntad independentista de los venezolanos.
Dos años después, el 24 de julio de 1823 se libra la Batalla naval del Lago de Maracaibo, que enfrentó a las escuadras del Almirante José Prudencio Padilla y las del Comandante Español Laborde, quien tras un intenso combate por parte de los patriotas criollos, capituló y emprendió la huida.
Con la Independencia de Venezuela, aumentó en América del Sur el fervor independentista: Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia fueron luego liberadas del dominio español, bajo el liderazgo militar y político de Simón Bolívar.


Vino al mundo en una Andalucía caracterizada por las consecuencias políticas de la revolución cantonalista y determinada en lo social por las problemática jornalera. En una población que se proclamó como cantón independiente durante la revolución cantonalista de 1873, menos de do años después de aprobado al proyecto soberanista de la Constitución de Antequera, y en plena efervescencia reivindicativa y combativa de los trabajadores del campo. Ambas cuestiones conformarían su concienciación. Una consciencia de la identidad y de la explotación del pueblo trabajador andaluz que conformarían los ejes vertebradores de su lucha política.
Con respecto a esos primeros años de vida en Casares, él mismo escribiría años después: “Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales; he presenciado cómo son repartidos entre los vecinos acomodados, para que éstos le otorguen una limosna de trabajo, tan sólo por fueros de caridad ; los he contemplado en los cortijos, desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias; les he visto dormir hacinados en sus sucias gañanías, comer el negro pan de los esclavos, esponjado en el gazpacho maloliente y servido, como a manadas de ciervos en el dornillo común, trabajar de sol a sol, empapados por la lluvia del invierno, caldeados en la siega por los horrores de la canícula; y he sentido con indignación al ver que sus mujeres se deforman consumidas por la miseria de las rudas faenas del campo; al contemplar cómo sus hijos perecen faltos de higiene y de pan, cómo sus inteligencias se pierden atrofiadas por la virtud de una bárbara pedagogía, que tiene un templo digno en las escuelas como cuadras; o permaneciendo totalmente incultas requerida toda la actividad, desde la más tierna niñez, por el cuidado de la propia subsistencia, al conocer todas, absolutamente todas, las estrecheces y miserias de sus hogares desolados. Y, después he sentido indignación al leer en escritores extranjeros que el escándalo de su existencia miserable ha traspasado las fronteras, para vergüenza de España y de Andalucía”. (Blas Infante: El Ideal Andaluz, 1915)
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