Alemania declara a Marx “inconstitucional”: la democracia burguesa y sus límites

El Tribunal Administrativo de Hamburgo ha dado un paso que debería encender todas las alarmas de quienes se reclaman de la tradición revolucionaria. En una resolución fechada en julio, cuyo trasfondo recién se ha revelado, la corte afirma que las enseñanzas de Karl Marx son “fundamentalmente incompatibles con el orden democrático liberal”de la República Federal Alemana.

La paradoja es brutal: el mismo fallo absuelve a la asociación cultural Masch (Escuela Marxista de Política y Cultura), que había demandado al Estado alemán por ser incluida en informes de “extremismo de izquierda”. Sin embargo, al exculparla, el tribunal lo hace con un argumento que parece escrito con tinta envenenada: Masch no constituye un peligro porque carece de la “actitud militante activa” para llevar a la práctica lo que estudia. En otras palabras, leer a Marx no es delito, pero es sospechoso por definición.

Capitalismo blindado como Constitución

El núcleo del dictamen revela un principio inquietante: el tribunal considera que el marxismo mismo está fuera de la legalidad constitucional, porque postula la dictadura del proletariado, entendida de forma reduccionista como la exclusión “antidemocrática” de otros grupos sociales. Con ello, el fallo desvela algo que las burguesías europeas rara vez dicen en voz alta: que la democracia liberal está inseparablemente atada al capitalismo.

La corte rechaza la lectura clásica del jurista socialista Wolfgang Abendroth, quien defendía que la Ley Fundamental alemana es neutral en materia económica y no prohíbe un camino socialista si este se decide democráticamente. Por el contrario, el fallo hamburgués coloca al capitalismo como núcleo intangible del orden constitucional.

Un boomerang contra la crítica radical

La victoria de Masch, que desde 1981 organiza lecturas de El Capital y debates en la Universidad de Hamburgo, se ha convertido en un boomerang judicial. El abogado del colectivo advierte que el razonamiento del tribunal abre la puerta a que todo círculo marxista sea puesto bajo vigilancia, ya que basta con que sus actividades giren en torno a Marx para ser tachadas de “incompatibles” con el orden democrático.

Lo que se castiga no es la violencia, ni siquiera la militancia, sino el mero hecho de pensar la superación del capitalismo. Una democracia que se proclama libre muestra aquí sus límites: lo que se prohíbe es la crítica radical a la propiedad privada y al Estado burgués.

Europa y la deriva autoritaria

Este episodio no es un accidente aislado. Mientras la extrema derecha avanza electoralmente en todo el continente, los aparatos estatales refuerzan un autoritarismo preventivo dirigido contra la izquierda. El capitalismo europeo, asediado por crisis económicas, guerras imperialistas y deslegitimación social, ciega toda salida que no sea la represión.

El fallo de Hamburgo recuerda a las proscripciones históricas: así como en la posguerra se persiguió a los comunistas en nombre de la “defensa democrática”, hoy se repite el libreto contra simples círculos de estudio. A contrapelo, otros tribunales, como el de Berlín, han admitido que la transformación socialista podría ser incluso constitucional si se realiza sin violencia. Pero Hamburgo opta por la línea dura: blindar el capitalismo, incluso a costa de restringir el pensamiento crítico.

El espejo para Chile

La lección es clara. Lo ocurrido en Alemania anticipa lo que significa la “democracia blindada” que en Chile se busca consolidar: aquella que se basa en la criminalización de toda perspectiva anticapitalista. No por la acción directa de las masas, sino por la existencia misma de un horizonte revolucionario. En este escenario vemos cómo el capitalismo democrático europeo adopta la misma lógica contrainsurgente que busca extirpar de raíz aún la idea de la revolución.

La resolución del tribunal de Hamburgo y la relación con nuestro propio ordenamiento jurídico no debe llamarnos a sorpresa. En efecto, el modelo jurídico alemán ha servido de base desde la instalación de la Constitución de 1980 —que se basó en la referida Ley Fundamental de la Alemania Federal— para todo el ciclo de reformas sobre las que se construyó el régimen chileno, incluyendo la vasta reforma procesal penal chilena.

No solo la fundación Konrad Adenauer financió a la Democracia Cristiana en aquél período. Buena parte de los cuadros del Partido Socialista se formaron en las universidades alemanas y hasta hoy esa escuela jurídica sigue siendo una referencia indiscutida aún para la formulación del frustrado proyecto constitucional «progresista» de 2022, el de Fernando Atria precisamente.

Por lo indicado, el fallo de Hamburgo no es un gesto jurídico menor: es una declaración de guerra ideológica contra Marx y contra la tradición de lucha obrera. Frente a ello, los revolucionarios no pueden responder con silencio académico. La defensa del marxismo como herramienta crítica y emancipadora es hoy una tarea política de primer orden. Porque si la democracia burguesa necesita declarar inconstitucional a Marx para sobrevivir, es que la crisis del capitalismo ha llegado a un punto en que la verdad del marxismo vuelve a ser insoportable para las clases dominantes.

Fuente: El Porteño.

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