Violencia

Por Isabel Vileya.

La violencia es la partera de la historia, lo sabía la burguesía del Siglo XIX, lo sabía Marx y lo sabe la burguesía imperialista actual.

El que ostenta el poder y quiere conservarlo sabe que ejercer la violencia es la única garantía, el que quiere desafiarlo también debería saber que debe recurrir a ella.

David y Goliat. Cuadro del pintor francés Guillaume Courtois, siglo XVII

La «legítima violencia» es el necesario empleo de la fuerza contra el opresor.

Toda la historia de la humanidad está llena de expresiones de violencia, solo los episodios en los que el empleo de la fuerza violenta ha constituido un avance para la humanidad, ha sido cuando los interses colectivos han prevalecido sobre los del individuo, los del oprimido sobre el opresor.

La fuerza destructora de la violencia es generadora de Paz, cuando actua como elemento emancipador de los avasallados.

La burguesía imperialista y los Estados occidentales del Atlántico Norte han concentrado más poder y recursos bélicos que ningún otro gobierno o coalición gubernamental a lo largo de la historia, probablemente lo hayan hecho porque pensarán mantener sus privilegios por la vía pacífica (Nótese el sarcasmo).

La prédica del pacifismo nunca ha interesado más a nadie, que a los opresores. En este caso, la mano la viene sosteniendo la burguesía imperialista, no solo en el campo miltar ofensivo, sino en el ideológico. Un zorro guardando el gallinero que ha convencido a las gallinas para que entreguen los huevos, las plumas y la pechuga y lo hagan sin cacarear.

Tiene que ser así porque somos millones, unos pocos no pueden contra los que somos y seremos, sin el concurso de la técnica y la intimidación, sin la mentira, sin la manipualición. Sin la falsificación del empleo de la violencia como motor de transformación de la historia.

Para revolucionar las estructuras de Poder y dominación y convertir a los oprimidos en actores decisivos en los procesos historicos de construcción de la sociedad venidera, la única palanca es la lucha violenta.

Nunca un cambio se opera negociando con quien no tiene nada que ofrecer.

Quien ejerce la violencia desproporcionada como opresor, en nada está interesado en ceder o transigir gratuitamente y entregar algo (los privilegios) que les es muy preciado, solo por la buena voluntad o por una instancia suprema de la invocación del bien en abstracto o la Paz mundial.

¿Desde cúando los ricos, poderosos explotadores, colonialistas, opresores, imperialistas, sionistas, burgueses y demás laya de liquidadores de la humanidad se han sentado a hacer concesiones a los parias, oprimidos, explotados, saqueados, empobrecidos y demás excluidos y marginados del festín capitalista, sin que medie forma alguna de presión violenta?

¿Cuántas conquistas sociales se conocen a lo largo de los últimos siglos de historia en las que las clases oprimidas no hayan tenido la necesidad y la obligación de ejercer el legítimo recurso de la violencia?

En el momento en el que renunciamos al uso de la violencia como motor de transformación de la sociedad desigual, injusta y opresiva, estamos legitimando la violencia del dominador y sus intereses, contrarios a los de la humanidad en la sociedad igualitaria, justa, donde se desarrollen al máximo las potencialidades de los individuos en Paz.

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