Horitzó Socialista y la supuesta derrota histórica del comunismo

La aparición de Horitzó Socialista no es indiferente. Ubican, como objetivo, crear un PARTIDO COMUNISTA DE MASAS, algo que Crida Comunista también persigue, para garantizar la independencia política del proletariado y conquistar su total emancipación. Al igual que nosotros, consideran que, hoy por hoy, este objetivo, a pesar de ser irrenunciable, todavía no está al alcance. He aquí otro punto de coincidencia.

A pesar de estas coincidencias relevantes, Crida Comunista espera pacientemente ver su evolución. Somos contrarios a inmiscuirnos en los asuntos internos de otros. Rechazamos el entrismo y la doble militancia.

El debate entre comunistas debe ser franco y abierto y entre iguales, más allá de la fuerza social y militante de cada uno y esperamos poder realizarlo en un futuro con los compañeros de Horizonte Socialista. Esto no debe esconder que hay cosas de Horitzó Socialista que ya podemos comentar, sin establecer, en modo alguno, una valoración de conjunto, por lo que necesitamos tener mucha más información y alcanzar un mayor grado de complicidades.

Las referencias con las que ahora contamos son sólo los artículos de su web y algunas entrevistas. En este breve escrito nos centramos en exclusiva en la siguiente afirmación, expresada en una entrevista publicada en la Directa:

“La derrota histórica del comunismo no la datamos en los años ochenta con la caída del muro, la datamos en los años veinte con la derrota de la Internacional Comunista y la desarticulación de la posibilidad de una revolución comunista en Europa”

Los comunistas y las clases trabajadoras hemos sufrido derrotas, lo que no ha evitado volver a levantarnos y lograr después victorias memorables. Basta recordar los fracasos de la revolución de 1848 y de la Comuna de París, analizados con lucidez por Marx y Engels y de los que sacaron enseñanzas que ya forman parte de nuestro patrimonio teórico. La revolución de Octubre, por su parte, fue precedida de la derrota sangrienta de 1905 y la revolución China lo fue por un descalabro con miles de comunistas asesinados que obligó a emprender la Larga Marcha. Pero a pesar de las dos frustraciones puntuales, las revoluciones Rusa y China triunfaron.

Es cierto, como explicaremos a continuación, que los bolcheviques (al igual que ocurrió con el Manifiesto Comunista y con las revoluciones china y cubana) no lograron de inmediato los objetivos a los que inicialmente aspiraban a nivel internacional y que esto condicionó, en cierta medida, su proceso revolucionario a nivel nacional. Pero hay que ser prudentes al valorar estos contratiempos y las decisiones que irremediablemente se tuvieron que tomar, lo que no significa justificar los errores, que es evidente que se cometieron a la hora de ajustar planteamientos.

No podemos hacer cómo el eurocomunismo, cuando avaló su viraje al vacío, en la búsqueda de una “estrategia socialista eurocéntrica”, afirmando que el impulso de la revolución de octubre se había apagado; o ir más lejos aún, para decir que ese impulso ya se había apagado en la década de los veinte, tirando por el fregadero todo lo logrado y aprendido gracias a ese impulso.  

En la actualidad, los comunistas catalanes no tenemos ni podemos tener una valoración definitiva y completa de la historia del movimiento comunista internacional. Sería presuntuoso creer que ya estamos en condiciones de escribirla o que podemos encontrarla en tal o cual manual sobre “capitalismo y economía mundial”. Sería un error parecido al que ya cometieron algunos jóvenes revolucionarios en los años setenta del pasado siglo, cuando se dejaron aturdir por una parcial ya menudo desenfocada historia del movimiento comunista internacional, escrita por el entonces disidente del PCE, Fernando Claudín.

El estudio concluyente de la historia del movimiento comunista internacional es una tarea que nos supera y debe ser abordada no sólo por nosotros, sino también por el resto de comunistas; y no sólo de Europa, sino de todo el mundo. Es aventurado querer avanzar ya conclusiones definitivas y anunciar un supuesto fracaso y señalar el momento preciso en el que se produjo. Más aún: consideramos que hay elementos claros que nos permiten, a todos, no partir de cero y alrededor de los cuales se puede establecer un cierto consenso. Paradójicamente, muchos de estos elementos se derivan de experiencias posteriores a las de los años veinte. Despreciándolos caeríamos, una vez más, en lo que se llama “adamismo”, borrando la experiencia histórica y la sabiduría legada por quienes nos han precedido, o bien pretenderíamos volver a un punto de partida que ya no se puede restablecer,

Reconocer los errores y sacar lecciones para rectificar forma parte de la conducta comunista. Lo llamamos “función dialéctica del error”. Nuestros enemigos, sin embargo, quieren hundirnos en las derrotas y presentan cada una de ellas como la definitiva. Incluso presentan nuestras rectificaciones como si de derrotas se trataran cuando, de hecho, lo que derrota a la rectificación es el error cometido. Lo primero que hay que tener claro es que la derrota definitiva (¿histórica?) no se produjo ni con la caída de muro de Berlín ni antes, digan lo que digan los teóricos del fin de la historia y los periodistas que, de forma inconsciente , son prisioneros de estas teorías.

Es cierto que la Internacional Comunista no logró los objetivos que en el momento de su constitución proclamaba. Pensamos que Lenin y los bolcheviques inicialmente veían perfilarse la república soviética mundial, con la desaparición, en última instancia, de las clases, estados, naciones, mercado y religión. Nada ha sucedido y han transcurrido ya más de cien años. ¿Significa esto que hemos sido derrotados? En realidad, el desfase entre programa y resultados es algo que ha sucedido en muchas ocasiones y que debemos intentar evitarlo. Ya se certificó con el propio contenido del Manifiesto Comunista, como sus autores, Marx y Engels, reconocieron posteriormente. Pero un desfase no es una derrota. Lenin ya lo analizó en su memorable libro dedicado al “infantilismo enfermizo”. El erróneo, en todo caso, hubiera sido no corregirlo e igual de erróneo sería volver a la situación desfasada, como si nada se hubiera aprendido o como si “el infantilismo enfermizo” nunca hubiera sido escrito. En cualquier caso, superar el desfase no significa renunciar a los objetivos perseguidos. Significa sólo modificar las estrategias, tácticas y temporalidades para alcanzarlos y para afrontar retos que previamente no se habían previsto.

Las derrotas europeas de los intentos revolucionarios -¡ciertamente históricas, estas sí!- de antes de los años veinte, contribuyeron al desfase entre teoría y realidad. Basta recordar las derrotas húngara de los consejos obreros y el espartaquismo en Alemania o el fracaso de la experiencia de los consejos de fábrica en Italia.

Nunca deberíamos olvidar que la reacción presentó la derrota de la revolución espartaquista como un restablecimiento del orden y como la derrota definitiva de los comunistas, a lo que Rosa Luxemburgo respondió, horas antes de ser asesinada:

” La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas ya partir de las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta “derrota” una pieza más de esta serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta “derrota” florecerá la victoria futura.

¡El orden reina en Berlín!”, ¡esbirros estúpidos! Su orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana se elevará de nuevo con empuje y proclamará, para vuestro terror, entre sonido de trompetas: ¡fui, soy y seré!”

El Orden que reinó en Berlín durante años, nunca evitó la presencia de acciones obreras de resistencia, muchas de ellas heroicas, protagonizadas por los comunistas y todos los hermanos antifascistas. Berlín cayó, más adelante, en manos de la barbarie nazi que desató la Segunda Guerra Mundial. Pero al final, el Ejército Rojo entró victoriosamente en Berlín. Esto, como la épica lucha de los partisanos, también forma parte de la historia exitosa de los comunistas, aunque ahora, los mercenarios del fin de la historia quieren esconderlo con sus teorías negacionistas. Y también forman parte de nuestra historia -y del impulso de la revolución de octubre- las revoluciones China, Yugoslava, Coreana, Cubana y Vietnamita, entre otras, con sus aciertos y sus inevitables limitaciones.  

Sin negar las derrotas puntuales que suceden a lo largo de la historia y sin negar los contratiempos, ¡no podemos olvidar los logros y las rectificaciones y desarrollos teóricos que las hicieron posibles! ¡Es una herencia a la que no deberíamos renunciar!

Por Crida Comunista.

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