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En el aniversario del accidente de ENCE de 2014 y su trágico recuerdo

Por Silvestre Ramírez Delgado

“Mi conciencia tiene para mi más peso, que la opinión de todo el mundo”

Marco Tulio Cicerón

El pasado 24 de marzo, se cumplió siete años del accidente laboral que le costó la vida a un trabajador de contrata en la antigua factoría de ENCE. La prensa anunció el pasad o 30 de enero la sentencia firme, creo, sobre aquel fatídico día atenuando la pena impuesta en su momento.

Y hoy al rememorar aquellos acontecimientos se me agolparon en el cerebro, y la memoria me hizo recordar un cúmulo de circunstancias, de hechos, que me hace transcribir de la memoria a esta hoja virtual del ordenador.

He ojeado la hemeroteca para recordar las expresiones vertidas en aquellos aciagos momentos y aunque muchos de ellas me hacen reaccionar de ira las vísceras por las falsarias declaraciones de algunos; así como la sentencia rectificada a la baja de los responsables de aquella trágica muerte; no pretendo centrarme sobre aquellas expresiones, ni de la sentencia de aquel suceso, ni la anterior ni siquiera esta última.

No es el objetivo hacerlo, no, sí lo es tener presente obviamente aquellos pronunciamientos. Me intentaré explicar.No pretendo valorar aquellas manifestaciones realizadas en su momento; aunque si recordar las realizadas por la parte empresarial, como: “…lamentando profundamente” el accidente;.. el hacer “todo lo posible” para rescatar con vida al trabajador accidentado. Ni siquiera sobre “en ningún momento se dejó de atender a la víctima” y que se avisó de lo acontecido al 112, aunque “no en tiempo y forma”: o aquello de “La compañía seguirá trabajando y dedicando sus mayores esfuerzos, y todos los recursos necesarios para lograr el objetivo Cero Accidentes, la primera prioridad de su sistema de gestión”.

Tampoco la prisa que se dieron algunos medios de comunicación -no puedo ahora mismo ordenar los que fueron-, el encabezar la noticia del suceso centrándola en que “el trabajador no llevaba puesto el arnés de seguridad”. No les dio tiempo en considerar el porqué no lo tenía puesto. Pero encabezaron la noticia como elemento central de la “información”.Omito tampoco valorar, aunque resulte doloroso, las declaraciones de un dirigente del sindicato mayoritario en aquel Comité de Empresa de ENCE cuando anunció que el sindicato, su organización sindical, presentó una denuncia ante la Inspección de Trabajo para pedir que “se depuren todas las responsabilidades”

Las declaraciones de mi sindicato, el Sindicato Unitario, en algunos, pocos medios, lo tuvieron en cuenta. Valga este comentario del periódico y del sindicato: “El Sindicato Unitario no se ha cortado un pelo a la hora de valorar el trágico suceso que el pasado lunes acabó con la vida de un trabajador en la planta de Ence en Huelva tras caer en un tanque de lejía. A través de un comunicado, “en el que nos hacemos eco de la opinión de los trabajadores de la fábrica”, el sindicato, que tiene un miembro en el comité de empresa de Ence, acusa a la empresa de saber que alguien podía morir allí, habla de “asesinato” y “lamenta la falta de humanidad que lleva consigo el hecho de que la producción no se parara pese a la muerte del trabajador”. Así, el citado comunicado de mi sindicato asegura que Ence, “tenía perfecto conocimiento de que en cualquier momento podrían quitarle la vida a otro trabajador”, ya que “las tapas de los depósitos de lejía están corroídas, aparte de otros desperfectos en las instalaciones dado que los trabajos de mantenimiento son casi inexistentes. Ahora se repara en lugar de mantener”.

Señalo conscientemente expresar “MI” sindicato, porque como decía Alberto Cortez en una de sus canciones: “decimos que es nuestro lo que consideramos de nuestra propiedad”. Eso no obsta reconocer que no frecuento “MI” casa con la regularidad que debiera. La vida te hace seleccionar cual es tu lugar en momentos concretos y actuar según la necesidad personal o familiar antes que cumplir los propios deseos. De todos los comentarios copiados de las páginas de la prensa en aquellos días, recalco un párrafo de las declaraciones de nuestro sindicato que me dejó huella: “la falta de humanidad que lleva consigo el hecho de que la producción no se parara pese a la muerte del trabajador”.

Inhalo aire hasta agotar mi capacidad,… lo mantengo durante un tiempo para evocar aquellos momentos y lo exhalo conteniéndome, pausadamente, pero reteniendo y recuperando lo que la memoria me permite hacerlo; pues el paso del tiempo tiende a que sucesos, aunque fuere importantes, se borran en muchos de sus detalles. Y este apartado es lo que pretendo reflexionar; la carencia de sentimientos, de solidaridad con el finado, la reacción “antinatural”, inhumana, irracional, con la persona que perdió la vida en su puesto de trabajo, por parte de todos y cada uno de los que asistimos de primera mano ante aquel luctuoso suceso. Cuando comencé a memorizar aquello, anunciaba al principio que no iba a posicionarme sobre los comportamientos de empresa, medios de comunicación, de la sentencia o de determinados sindicatos. Y eso haré ya que me baso en que desde un análisis siquiera elemental, no se podía esperar reacción contraria a las que realizaron.

Yo mismo quiero explicarme y auto convencerme. Los empresarios, por medio de sus “representantes” tienen un objetivo meridiano que quieren que se cumpla, “la producción no puede parar”, el beneficio, extraer el máximo de ganancias de aquellos que se encuentran dentro de su sistema de explotación es objetivo de primer orden. Es su principal “razón” desde su punto de vista, por encima de todo, como era el caso. Aunque suene a salvajada, son “coherentes” en sus posiciones.

Los medios de comunicación, sobre todo los que en aquellos momentos emitieron sus comunicados, se encuentran al servicio de sus propietarios, estos les condiciona una determinada línea de información; por tanto tienen un posicionamiento de clase concreto. Su línea editorial y la mayoría de las “informaciones” que aparecen, en nada puede dañar los intereses de los propietarios de esos medios. Soslayan lo que les perjudica. Son “coherentes”.

Las organizaciones sindicales de trabajadoras y trabajadores por cuenta ajena, al menos sobre su articulado, deber tener un comportamiento claro, defender, asesorar y formar al conjunto de la clase trabajadora. Pero como la práctica diaria enseña, esa “defensa” está definida por el posicionamiento ideológico de esas organizaciones.

Las opciones que adoptan, puede ser desde una perspectiva de clase coherente, o socialdemócrata, populista, “amarilla” e incluso reaccionaria; por lo que les hace optar a unos por la defensa sin fisuras, a ultranza de estos y, otros, por la renuncia a esa defensa de la clase a la que se dice defender, al abocarse al pactismo, la “templanza” en las reivindicaciones de sus afiliadas o afiliados; en definitiva, a la traición de quienes dicen defender. Son “coherentes”, aunque a veces quiera argumentar esas traiciones con retorica barata.

El aparato judicial, es un brazo más de la dominación del capital en las instituciones de los aparatos del Estado, por lo que las leyes, siempre, casi siempre, tienen unos recovecos que, a pesar de evidencias casi irrefutables, les permite sortearlas para beneficiar al sujeto que sirve. Son “coherentes”. Pero, ¿qué decir del conjunto de los trabajadores que allí estábamos? Éramos centenares, no puedo cuantificar la totalidad con precisión. Me pregunto todavía ¿qué hicimos ante la muerte de un compañero de trabajo, un compañero de clase, un compañero que como los demás servía a un patrón para que este se beneficiase económicamente de su actividad laboral?

Recuerdo que a los pocos minutos de ocurrir la caída de aquel joven al tanque -este se encontraba muy cerca de los talleres generales-, llamé al sindicato, a “Mi” sindicato, para dar la noticia y esperar que medida tomar. Pero fue un acto impulsivo para reducir la presión emocional que tenía ante aquella noticia, ante aquellos funestos momentos.

Llego a posteriori a la conclusión de que no es justo esperar desde fuera – aunque fuese desde la organización que tienes plena confianza-, el solicitar realizar acciones que marquen la pauta personal o del conjunto de los trabajadores, como norma general o en el caso de los que nos encontrábamos allí, por decenas en la cercanía del tanque; cuando ya empezaban a aflojar los “espárragos” de la boca de hombre, para comenzar su vaciado. Supone una falta total de iniciativa harto censurable, personal y colectiva; aunque es necesario coordinar esfuerzos, solicitar apoyo organizativo, legal,……pero cuando estemos en acción o queremos iniciarla.

Pues bien, ante tanto desconcierto, ante tanta desesperación en la zona, en toda la fábrica; no hubo un llamado a parar la producción, sea de la fábrica, el mantenimiento de esta o de los trabajos por ofertas; como era mi caso. Tampoco se hizo por parte de los representantes de las organizaciones sindicales presentes en aquel día y en esa factoría. Antes al contrario, ante la ausencia de acciones concretas por parte de nosotros los trabajadores, referente a qué hacer ante aquella trágica situación; fueron los mandos de Celulosas los que resolvieron aquel desconcierto ordenando ¡¡reanudar la actividad laboral¡¡

A mí al menos no me consta, ni recuerdo que fuesen los mandos de las empresas de contratas las que tomaran la iniciativa; procedió del seno de ENCE, aunque en honor a la verdad, tampoco se negaron a esa orden aquellos, las obedecieron, creo que sin reparo alguno.El panorama era incalificable….moralmente. Sacaron el cuerpo de aquel compañero -estaba desfigurado por la corrosión de la sustancia del tanque de lejía-, le echaron una sabana por encima y lo depositaron en el suelo, entiendo en espera de la decisión del levantamiento del cadáver por parte de la autoridad judicial. Quiero rehuir de aquellos momentos. Ahí quedan aquellas fotos mentales y dolorosas de aquel funesto recuerdo.¡¡Y se continuó las tareas laborales¡¡ ¡¡Y lo hicimos¡¡

Algunos intentaban no circular por el lugar donde se encontraba inanimado aquel joven productor durante tanto tiempo; otros no tenía otra forma de esquivar aquel macabro espacio y pasaban justo a escasos metros, con lo que suponía una presión anímica enorme ¡¡pero no se paró la producción, ni el mantenimiento, ni los trabajos contratados¡¡

Ante tanta ignominia como miembro de la clase trabajadora, ante semejante humillación personal -todavía recuerdo aquellos momentos y se me embota la mente-; en las maquinas de café que se encontraban en la fachada principal de los talleres principales, comentábamos una y otra vez la afrenta que estábamos soportando y la nula respuesta por nuestra parte.

Un compañero de trabajo de mucho tiempo, Paco “el pescaero” y yo, comentábamos en voz alta, que no podíamos aceptar semejante ofensa en nuestra dignidad como trabajador y como ser humano; pero ni caló en los que nos escuchaba nuestros comentarios, ni nosotros fuimos capaces de que aquella tentativa tuviera éxito y que permitiera paralizar nuestra actividad en respeto a la persona yacente durante muchas horas en la fábrica. Tampoco opte por rebelarme de forma personal. No tengo dudas que lo mismo que intentábamos hacer Paco y yo, se realizó en otros lugares por otros compañeros, pero con el mismo resultado, se frustró el paralizar la producción y el trabajo de mantenimiento y de contrata; estas actividades continuó hasta la terminación de la jornada.

¿Y porqué rememoro, en voz alta, en el “papel” virtual del PC, lo que aconteció en aquella fatídica fecha a pesar de transcurrir siete años? Porque creo que en el cerebro, nuestro “cuadro de mando”, nuestra “sala de control”, nuestro “microchip”, dentro de sus múltiples funciones, materiales y espirituales, en este último caso, nos genera dos procesos que nos conduce como persona.Una es la memoria, que es “la facultad del cerebro para retener y recordar eventos del pasado”, sean sensaciones, impresiones, sentimientos o ideas concretas. Es en la memoria donde almacenamos nuestros aprendizajes a lo largo de la vida, así como aquellos conocimientos que consideramos más importantes y útiles”; que pueden ser positivos o negativos.

El otro elemento espiritual que nos conduce como ser humano -si se tiene o adolece del mismo-, es la conciencia. La conciencia “es la capacidad propia de los seres humanos de reconocerse a sí mismos, de tener conocimiento y percepción de su propia existencia y de su entorno. En este sentido, la conciencia está asociada a la actividad mental que implica un dominio por parte del propio individuo sobre sus sentidos. Así, una persona consciente es aquella que tiene conocimiento de lo que ocurre consigo y en su entorno, mientras que la inconsciencia supone que la persona no sea capaz de percibir lo que le sucede ni lo que pasa a su alrededor”. Esto último es carecer de sentimientos.Quiero ser honrado y reconocer que lo anterior no es mío, salvo matizaciones, es literalmente copiado. No quiero hacerme trampas en el solitario.

O sea, la noticia de la reducción de la sentencia me hizo recordar -la memoria- aquella fecha donde ocurrió aquella catástrofe evitable y que nos supuso a muchos un golpe fortísimo mentalmente; aumentado si cabe a los que tuvimos que realizar la ingrata tarea de “tapar el agujero” de la cúpula del tanque por donde cayó aquel desdichado compañero en su interior. Sigo sin entender aquella prisa en reparar aquello, máxime cuando ya estaba todo “sub judice “Es decir, la memoria, ese lugar donde se acumula mis vivencias, me presentó, en estos días, cual película grabada, aquellos momentos de marzo de 2014, y la conciencia aún me golpea.

Lo que es más escalofriante, no es el recordar aquel suceso, como otros que aconteció durante la vida laboral o personal de cada uno; pues incluso el recordar, memorizar acontecimientos nos puede servir de aprendizaje. “Los errores nos hace más listos”, frase que se le asigna a un dirigente revolucionario chino. No, lo que te angustia en este caso, es la conciencia, que hace que ese recuerdo te atormente, o te llene de satisfacción, según el caso.

Me pregunto cómo actúan o actuaron, aquellos que asesinaron y ultrajaron, o aquellos que realizan acciones agresivas y deshonestas a personas por defender un mundo mejor o un derecho social. Me pregunto qué pasaba tiempo después por la mente de criminales como Yagüe o Franco, durante y después de la Guerra Civil; o Willy el Niño. O de “agentes de la autoridad” que agreden a manifestantes por defender y reclamar un convenio laboral justo, o por evitar un desahucio. O esos jueces que…….También hay gente que su conciencia le hace reconocer que se debe de actuar, a veces incluso con acciones que está en peligro su vida, o incluso sin llegar a ese extremo, pero que nuestro comportamiento podría haber favorecido el eliminar una circunstancia desagradable o siquiera molesta. Es justo, sano, y por tanto meritorio, que se reconozca que se hizo mal y testificar esa situación. Mentalmente esa “carga” negativa al liberarla mejora espiritualmente nuestra vida. Y me viene a la memoria como un dirigente de mi sindicato, públicamente exponía con aflicción en las RRSS; como negó realizarle un servicio en el medio de transporte público donde cumple con su actividad laboral a una mujer alegando esta que no tenía dinero para pagar el viaje. Ese compañero se encontraba mal mentalmente después de aquello; su conciencia se lo recordaba continuamente, y reflexionaba en voz alta que no le volvería a pasar; prefería que se le tomase por incauto, por pardillo, en lugar de recordar que negó el viaje a una persona necesitada.

Ni que decir tiene que actos así honra a las personas y al mismo tiempo uno se libera de un hecho que aunque sea insignificante como es el caso, pesa sobre la conciencia personal…a quien la tenga. El auto preguntarse sobre el accidente: ¿Qué hice en aquella circunstancia? ¿Por qué no hice más? ¿Qué me hizo ser cobardemente contemplativo y no rebelarme ante tamaña injusticia y consideración ante el respeto que siquiera “humanamente” como decía nuestro sindicato se merecía aquel trabajador? ¿Qué nos ocurrió como colectivo que no supimos estar a la altura de aquel asesinato? ¿Porqué fuimos corresponsables del desprecio que se le hizo a ese hombre muerto, por aquellos que consideran que la producción, el beneficio, las ganancias, esté por delante de la vida o del respeto de las personas que incluso pierden la salud y la existencia por aquellos objetivos bastardos? Esa circunstancia pesa.

Es evidente que aquellos recuerdos no se puede evitar, pero quizás sirva de estimulo personal para no volver a repetir aquel acto reprobable, intentar no repetirlo, posicionándose en positivo ante las injusticias, siendo solidario, participando de movimientos reivindicativos, rebelándome. De esta actitud beligerante, se palia y se rechaza aquellas acciones o comportamientos negativos.

Hay que realizar periódicamente auto análisis de nuestros comportamientos y al recordarlo, analizarlo de una forma dialectica, la conciencia te señale si hice lo que debiere ante por ejemplo, aquel acto repulsivo, no solo contra gente de mi propia clase, o de aquellas que también parafraseando al comentario de mi sindicato sea de “…. falta de humanidad”.

Pareciera que estoy abocado a que un discípulo del neurólogo austríaco Sigmund Freud me siente en el diván y me libere de la presión de la conciencia.O en el caso de que fuese creyente, pasar al confesionario para que un sacerdote de la religión “0ficial” del régimen, me expíe de “ese pecado”.O al razonarlo delante de “un cuñao”, este, con su consabida e indisimulada sapiencia, me guíe según su vasto conocimiento sobre las debilidades humanas. Ni quiero, ni pretendo, que un siquiatra me trate por algo que es personal, trascendente, pero que afecta a mis sensaciones personales. Ni mucho menos que un “pastor de ovejas descarriadas y pecadoras” me entone el “ego te absolvo”, y en su falsa autoridad me envíe penitencia.Es obvio que también rechazo que algún “cuñao” me recuerde que “el ya lo sabía” y que eso me torturaría en el cerebro al no mostrar mi rechazo personal ante aquel acto infame.

Entonces ¿Por qué públicamente expreso aquellas circunstancias? ¿A qué se debe que transcriba a este papel virtual lo que se me agolpa en el cerebro?¿Acaso me reconforta? ¿Actúo de una forma morbosa con el dolor que eso genera? ¿Lo realizo para sacar el disimulado ego que mucha gente tenemos cuando nos manifestamos?Pues, sinceramente, no lo sé exactemente; sí es cierto que en esta fecha, afloró aquellos recuerdos y algo en mi exigía que lo manifestase públicamente ¿La conciencia?Quizás se debe a realizar propósito de enmienda ante situaciones como la vivida en aquella aciaga fecha, como en otras. Es evidente que esta “confesión abierta” no solo es aplicable a la vida laboral, me encuentro en otro estado vital. Y también vale.Y eso es lo que he hecho.

Pdt.- Cuando salíamos de la factoría, al terminar la jornada, nos encontramos que el Comité de Empresa de Celulosas estaba apostado en la puerta principal de la fábrica -no recuerdo si exhibía alguna pancarta-, pero así fue su “propuesta y acción” de manifestar su reprobación por lo que ocurrió muchas horas después del suceso.No logro ponerle imagen a la persona que iba delante de mí; pero una vez fichada la salida, cuando ese compañero se encontró con esa “acción de protesta del Comité”, dijo en voz alta y cargado de enojo: ¡¡Ahora es cuando protestáis¡¡ ¡¡Al terminar la jornada¡¡ Con rabia contenida, miró con desdén al reducido grupo, levantó la mano y pronunció la famosa frase que el añorado Labordeta le espetó a la bancada del PP cuando de forma irrespetuosa lo intentaba acallar ¡¡A LA MIERDA¡¡

Gibraleón, 25 de marzo de 2021.

Silvestre Ramírez Delgado

Afiliado al Sindicato Unitario y jubilado

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