El proyecto de las religiones abrahámicas de producir un islam sionista para normalizar las relaciones con “Israel”
Por Dr. Jamal Wakim
¿Alguna vez has oído hablar de los cristianos monotelitas que siguen la Voluntad Única? La historia se remonta al siglo V d. C., cuando surgió una controversia sobre la naturaleza de Jesucristo y si era divina o humana.
La controversia se resolvió en el Concilio de Calcedonia en el año 453 d.C. con el acuerdo de que Cristo tiene dos naturalezas, divina y humana. Pero surgió otra controversia sobre la relación entre las dos naturalezas y cuál prevalecería. Mientras algunos insistieron en que las dos naturalezas son separadas e iguales en sustancia, otros insistieron en que la naturaleza humana es limitada, mientras que la naturaleza divina es ilimitada y, por lo tanto, superará la naturaleza humana de Cristo y la integrará en ella, lo que llevará a Cristo a tener una sola naturaleza, que es la naturaleza divina.
Lecciones de historia
Esta controversia habría quedado confinada entre los muros y pasillos de los monasterios entre el propio clero, si no hubiera tomado otra dimensión para expresar el conflicto entre los griegos por un lado y los siríacos, egipcios y árabes por otro. Los griegos eran los que controlaban el Imperio Romano de Oriente o Bizantino, y los siríacos, egipcios y árabes se consideraban objeto de discriminación por parte de los griegos desde la conquista de Oriente por Alejandro el Macedonio a finales del siglo IV a.C. y el establecimiento de un imperio dominado por la cultura griega helenística, que fue sucedido en el siglo I a.C. por el Imperio Romano que adoptó la herencia griega y discriminó a los siríacos y coptos, quienes se consideraban más civilizados en virtud de su larga herencia civilizatoria desde miles de años antes de Cristo, emanada de sucesivas civilizaciones que gobernaron ya fuera en Irak, el Levante o Egipto. Este conflicto fue expresado por los griegos que adoptaron la doctrina de las dos naturalezas separadas de Cristo e iguales en sustancia, en contraste con los sirios y egipcios que adoptaron la doctrina de la naturaleza única de Cristo, la naturaleza divina. Bajo el paraguas de este cisma ideológico, se expresó el conflicto nacional y cultural entre los griegos por un lado, y los siríacos, los egipcios y una parte de los árabes por el otro.
Este conflicto desempeñó un papel importante en la búsqueda de las causas de la división entre los súbditos del estado bizantino en el Levante, Egipto y Anatolia en un momento en que el estado bizantino había comenzado a enfrentar un nuevo desafío cuando el estado sasánida en Irán e Irak adoptó un política hostil activa contra Bizancio a partir de la segunda mitad del siglo VI d.C. En ese momento, los persas habían comenzado a fijar sus miras en llegar al Mediterráneo oriental y extender su comercio hasta él, sin tener que ganarse la aprobación de los bizantinos. Los persas aprovecharon el conflicto dentro del estado bizantino, apoyaron a los seguidores de la Voluntad Única y los utilizaron para lograr victorias contra el estado bizantino que les permitieron controlar partes de Anatolia y todo el Levante y Egipto a principios del siglo VII d.C.
El emperador bizantino Heraclio, que asumió el trono en el año 610 d.C., tuvo que hacer un gran esfuerzo para restaurar las provincias que le habían sido arrebatadas a Bizancio. Dos décadas más tarde, estos esfuerzos culminarían con una gran victoria sobre los persas en el año 629, en la que pudo ocupar su capital en Ctesifonte y obligarlos a firmar un tratado por el que se retirarían de Egipto y el Levante, de vuelta al frontera que separaba los dos imperios en el este a lo largo del río Éufrates. Heraclio era consciente de que la división dentro del Imperio bizantino entre los siríacos y los egipcios, los seguidores de una naturaleza, y los griegos, los seguidores de las dos naturalezas, había desempeñado un papel en el debilitamiento del control del estado bizantino en el este. Por lo tanto, pensó que si lograba reconciliar las dos sectas, podría encontrar un terreno común que terminaría con las causas de la división y ayudaría a establecer el dominio bizantino en Oriente. Esto le hizo adoptar un punto de vista presentado por Pablo, el patriarca de Armenia, en el que decía que si Cristo tenía dos naturalezas, divina y humana, tenía una sola voluntad, que es la voluntad divina. La secta que siguió a Pablo era conocida como los seguidores de la Voluntad Única o Monotelitas.
Pero la iniciativa del emperador fracasó y sólo contribuyó a generar una nueva secta religiosa que entraría en conflicto con los griegos que siguen dos naturalezas y los siríacos y egipcios que siguen una naturaleza. La razón radica en el hecho de que el emperador no era consciente de que esta disputa religiosa reflejaba una lucha nacional entre los griegos que dominaban el estado bizantino por un lado y los siríacos y egipcios por el otro. Esta lucha nacional contribuirí más tarde a que los siríacos y egipcios apoyaran a los árabes musulmanes en la conquista del Levante y Egipto, por considerarlos salvadores de la opresión griega.
La historia se repite
El pasado parece similar a lo que sucede en la actualidad, ya que somos testigos de que Estados Unidos, que se considera una reencarnación del Imperio Romano y la civilización grecorromana, e intenta mantener su hegemonía sobre el Levante para contener el ascenso de otras potencias euroasiáticas, incluido Irán, para evitar que llegue al Mediterráneo oriental. Estados Unidos está tratando de consolidar su hegemonía sobre Irak, Siria, Líbano y el Golfo, remodelando la ideología de la región y contribuyendo a la integración de Israel, que es adoptado por Estados Unidos como base para la influencia estadounidense en el Levante, en la mayoría árabe-musulmana circundante. Esto hizo que Estados Unidos buscara imponer el Acuerdo del siglo en la región impidiendo el establecimiento de un estado palestino y normalizando las relaciones entre los árabes e Israel.
Como EL emperador Heraclio hace 1400 años, los estadounidenses consideraban que el conflicto entre Occidente y los árabes, y entre los árabes e Israel, era religioso. Así lo afirmaban los escritos de los religiosos estadounidenses de derecha como Samuel Huntington, quien consideraba que el mundo está dividido en civilizaciones basadas en la religión, entre ellas la civilización occidental judeocristiana, la civilización cristiana ortodoxa, la civilización islámica, las civilizaciones asiáticas china y japonesa, la civilización india, la civilización africana y la civilización católica latina. Huntington consideró que surgirían conflictos en las zonas de contacto entre estas civilizaciones, incluso en el Levante árabe donde se está produciendo un conflicto entre el judaísmo sionista, como parte de la civilización judeocristiana y con los árabes que forman parte de la civilización árabe-islámica. Según estos pensadores de la derecha occidental, se culpa al islam del choque en Oriente con el Israel judío, y se le culpa de su choque con la civilización occidental al ser incapaz de modernizarse como sucedió con la civilización judeo-cristiana que sí se modernizó, dice el historiador sionista estadounidense Bernard Lewis en su libro “What Went Wrong”, en el que se presenta como un crítico de la religión y la cultura islámicas.
Según estos pensadores occidentales de derecha, las deficiencias están en el islam, estos pensadores comenzaron a presentar la idea de “reformar” el islam. Y como el conflicto según ellos es un conflicto con una dimensión religiosa, entonces la “construcción de la paz” estaría en el acercamiento entre religiones o la llamada normalización religiosa adaptando la religión que tiene carencias, que es el islam según estos pensadores derechistas con la religión que se modernizó que son la religión judía y la religión cristiana evangélica. De ahí que la idea del acercamiento interreligioso surgiera a partir de la década de 1970 con la firma del acuerdo de paz de Camp David entre Israel y Egipto. Durante los últimos años, con el expresidente estadounidense Donald Trump proponiendo el acuerdo del siglo, que se basa en la normalización de las relaciones entre los países árabes e Israel, se ha vuelto a hablar de un acercamiento interreligioso.
En agosto de 2020, los Emiratos Árabes Unidos e Israel firmaron en Washington un acuerdo para establecer relaciones diplomáticas entre ellos, seguido de otro acuerdo entre Baréin e Israel en septiembre de 2020 que incluyó una ceremonia en la que representantes de Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Israel y los Estados Unidos lanzaron el proyecto Abrahámico para unir las religiones. El proyecto se basó en el llamado a aceptar al profeta Abraham, el padre de todos los profetas, como lo reconocen las tres religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Los estudiosos han analizado los textos religiosos, como sucedió con el movimiento de Reforma protestante en el siglo XVI que tomaba en cuenta la Biblia en sus dos partes, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, de manera literal sin mirar la metafísica y las dimensiones de valores. Esto allanaría el camino para el lanzamiento de una “religión islámica sionista” bajo el pretexto de la Reforma Religiosa, como sucedió en el siglo XVI cuando la rebelión contra la Iglesia Católica contribuyó al lanzamiento del cristianismo sionista. A la luz de este enfoque, se lanzó el Fondo Abraham para ser financiado por los estados miembros para implementar proyectos religiosos, culturales y turísticos que contribuyan a la producción de una cultura común entre los seguidores de las religiones judía, islámica y cristiana en su aspecto evangélico. Varios líderes árabes han declarado su disposición a unirse a este acuerdo, incluidos los líderes de Sudán, Marruecos, el Sultanato de Omán y Jordania.
El fracaso es inevitable
Concluimos que, así como el emperador Heraclio trató de crear una nueva doctrina que se suponía constituiría un terreno común entre los siríacos jacobitas y los ortodoxos griegos que aseguraría la supervivencia de la hegemonía de Bizancio en Oriente, Estados Unidos cree que puede garantizar la supervivencia de su hegemonía en Oriente si apoya la normalización religiosa entre musulmanes, judíos y cristianos evangélicos creando un terreno común entre las tres religiones. Pero lo que los estadounidenses pasaron por alto fue que la crisis de árabes y musulmanes con Estados Unidos radica en el dominio de la región por una potencia extranjera, y en que Washington se presenta como un obstáculo para las aspiraciones nacionales y de desarrollo de los árabes y musulmanes, al igual que el emperador Heraclio pasó por alto el hecho de que la disputa religiosa en el siglo VII no era más que una tapadera para el conflicto nacionalista entre los siríacos y los egipcios por un lado, y los griegos por el otro. Por lo tanto, así como el proyecto de Hércules fracasó en unir a las religiones durante el siglo VII, el proyecto de EE. UU. inevitablemente fracasará, ya que no aborda el problema de raíz: el deseo de los árabes y musulmanes de liberarse del control occidental. Concluimos que ningún factor ideológico, aunque tenga una dimensión religiosa, puede triunfar si no aborda las dimensiones materialistas del conflicto.
En este contexto, podemos recordar otra experiencia ideológica del siglo XX, que es la del nacionalismo árabe. Este movimiento ideológico se inició en la segunda mitad del siglo XIX como un intento de los árabes bajo el dominio otomano de encontrar un papel para sí mismos en un mundo cambiante. Durante la Primera Guerra Mundial, y en el contexto del conflicto por la región árabe entre el Imperio Otomano y Gran Bretaña, el Gobierno de la reina Isabel apoyó el nacionalismo árabe, pensando que serviría para ganar el favor de los árabes frente al Imperio Otomano. Uno de los héroes de este Movimiento durante ese período fue Nuri al-Saeed, quien se convertiría en varias ocasiones en el primer ministro de Irak. Pero durante la década de 1950, surgiría un nuevo liderazgo en Egipto, representado por Gamal Abdel Nasser, quien levantaría la bandera de la liberación del viejo colonialismo. Abdel Nasser estuvo influenciado por el nacionalismo árabe, pero como chocaría con Gran Bretaña, reestructuraría el nacionalismo árabe, liberándolo de la hegemonía británica y reformulándolo como un movimiento de liberación. Esta fue la diferencia entre el nacionalismo nasserista y el nacionalismo tradicional que lo precedió. En resumen, es el movimiento de Nasser el que finalmente ganaría para encontrar a Nuri Al-Saeed, el representante del movimiento nacionalista árabe afiliado a Gran Bretaña arrastrado por las calles de Bagdad en 1958. ¿Tendrán los padrinos de la religión abrahámica el mismo destino que Nuri Al-Saeed?
Dr. Jamal Wakim
Profesor de Historia y de Relaciones Internacionales de la Universidad Libanesa
Fuente: espanol.almayadeen.net
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