Cartas desde Granada de los soberanos nazaríes

Fragmento de una carta de Ismā‘īl I (1314), abierta; recto. ACA, CA10. http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/4797637.

Papel rojo, tinta negra, un gran sello; un texto que voltea en tres direcciones y lleva al final una frase en grandes letras, también negras, trazadas por su mano. Así eran las cartas árabes de los soberanos nazaríes

En el cabildo celebrado en Jerez el 27 de febrero de 1447 se leyeron dos cartas: “una bermeja de don Ysmael, rey de Granada, con un sello grande de çera colorada e la otra del alcayde de Gibraltar, solicitando la liberación de dos moros gibraltareños que habían sido llevados a Sevilla”. 

Papel rojo, tinta negra, un gran sello; un texto que voltea en tres direcciones y lleva al final una frase en grandes letras, también negras, trazadas por su mano. Así eran las cartas árabes de los soberanos nazaríes.

La mayor parte de la documentación conservada de época nazarí (1238-1492) consiste en contratos de alquiler, compraventa de casas y terrenos, actas de casamiento, testamentos y distribuciones de bienes entre herederos firmados por particulares ante notario; llevan las firmas de éste y de los testigos y nada tienen que ver con las actividades del gobierno.  

Por lo que se refiere a los que salían del palacio de la Alhambra, hay que hacer una clara distinción entre los escritos oficiales y los productos literarios obra de los redactores de la Corte, que contenían alabanzas, invitaciones y saludos, felicitaban fiestas religiosas y civiles, aniversarios y nacimientos, y a veces se enviaban a otros países para dar publicidad a hazañas guerreras. 

Dejando a un lado la correspondencia mantenida por los ministros y otros altos cargos, a nombre del soberano se redactaron escritos oficiales de muy variadas tipologías, según su contenido y efectos, que llevaban su validación. En unos casos se trataba de órdenes que había que cumplir; en otros, de compromisos; otros eran informativos. Había salvoconductos a favor de comerciantes extranjeros o de los embajadores y sus séquitos, para garantizarles atravesar el país con seguridad. Había permisos para los emisarios que iban a otros reinos a negociar tratados en nombre del soberano y estaban las actas de esos tratados de paz y acuerdos comerciales. Se avisaba a una zona del inminente ataque de los castellanos, ordenando aprestarse a defender el territorio o, por el contrario, se notificaba que se había firmado con ellos un tratado de paz por un tiempo determinado y que la población debía evitar causarles daños.  

Existían además documentos que se entregaban como prueba de una concesión real a favor del beneficiario: dispensa del pago de impuestos o designación para el cargo de predicador en la mezquita mayor de la capital, responsable de una fortaleza, juez de una localidad o jefe del ejército. Cuando era necesario, estas actas de nombramiento se acompañaban de un mensaje real dirigido a las autoridades locales, que se leía públicamente en la mezquita, para garantizar su veracidad y obligar a respetarlo.

Carta de Muḥammad V (1355) abierta; recto y verso. ACA, CA69, http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/4799290 

Al desaparecer el reino nazarí de Granada en 1492 se perdió casi toda la documentación árabe que tenía que ver con el gobierno y el funcionamiento interno del país. De los escritos que mandaron a las cortes norteafricanas, por ahora no se ha encontrado ninguno. Pero sí se ha conservado parte de los que enviaron a otros mandatarios extranjeros, porque éstos guardaron los escritos originales que recibieron y copia de las respuestas que expidieron. En el Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona, hay unos 80 de esos textos originales en árabe (algún tratado de amistad, libre comercio y mutua ayuda y muchas misivas) y unas 40 cartas escritas directamente en castellano, que cubren todo el siglo XIV y el primer cuarto del XV.  

Cuando en 1540 se fundó el Archivo General de Simancas, en el que se trató de reunir la documentación oficial de la Corona de Castilla, el reino nazarí de Granada ya no existía desde hacía medio siglo y los escritos que sus gobernantes habían remitido a los castellanos carecían de valor, interés o utilidad para el gobierno central. Así pues, los escasos documentos oficiales granadinos que dan fe de sus relaciones con Castilla se han conservado gracias a que se guardaban en los archivos de los nobles que habían participado en tratos con Granada (como el secretario de los Reyes Católicos Hernando de Zafra) o habían tenido relaciones de frontera (Casas de Alba, Altamira, Campo Real). Algunos de esos documentos han pasado al Archivo Histórico de la Nobleza (Ducado de Frías, Casa de Osuna); hay otros en Simancas, en algún municipio (Sevilla), en archivos privados (Real Academia de la Historia, Monasterio de Guadalupe) o en manos de coleccionistas. De los textos nazaríes originales enviados a Castilla se conoce una veintena, entre árabes y bilingües, y otros tantos en castellano, que datan del siglo XV.  

Esto nos permite acercarnos a la realidad material de los documentos, estudiarlos, ver cómo eran y comprobar que cada tipo tenía sus características externas e internas y una redacción especial con fórmulas propias.

Reconstrucción del aspecto de ACA, Cartas Árabes 69 cerrada.

Las “cartas cerradas”, es decir las misivas de carácter oficial y la correspondencia que los soberanos de Granada enviaron a los de Aragón y a los de Castilla en los siglos XIV y XV, son el tipo de documento del que nos han quedado más ejemplos.  

Su contenido versa sobre un número de temas variado pero limitado; informan de la llegada de un embajador extranjero, agradecen regalos, ruegan se dé creencia a los embajadores que las llevan, pero la mayor parte trata de negociaciones para concertar acuerdos, intercambio y liberación de cautivos, responde a quejas presentadas por los otros reinos o plantea reclamaciones similares porque no se ha respetado lo pactado y algunos súbditos granadinos han sido víctimas de corsarios y bandoleros que los han apresado y han robado sus mercancías.  

La característica común a todas ellas es que no se trata de cartas públicas, abiertas, que comuniquen algo de interés general, sino de correspondencia con carácter más o menos secreto. En realidad, los aspectos esenciales de lo que se estaba tratando no se escribían en la carta, sino que su portador era el encargado de transmitirlos oralmente. 

Dirijamos ahora nuestra atención a las cartas cerradas originales, sin tener en cuenta su mensaje, atendiendo solamente a sus características externas. Empezaremos por fijarnos en su aspecto. Todas ellas, sin excepción, desde la más antigua hasta la más moderna, están escritas sobre papel, un material que ya era de uso generalizado en esa época y se empleaba para este tipo de mensajes que no necesitaban conservarse largo tiempo. El pergamino se reservaba para los tratados de paz. 

Se sabe por citas indirectas de los siglos XV y XVI que ciertos documentos reales nazaríes eran de color rojo. Y, en efecto, se observa que a partir de 1306 las cartas de los soberanos y los documentos oficiales firmados por ellos se escribían sobre papel teñido de rojo, de modo que se identificaban inmediatamente por el color. Se han hecho análisis de los pigmentos y se ha determinado que el colorante está depositado en la superficie de la hoja, es decir, que se tiñó después de formada, no durante su proceso de fabricación. Hoy son pocas las cartas que conservan todavía su color rojo; en su mayor parte tienen un vago color rosado y de muchas no se puede afirmar a simple vista que en su día estuvieron teñidas. 

En la documentación oficial nazarí la tinta es siempre negra o pardo-oscuro. No se utilizan nunca tintas roja o de más colores como se ve en los privilegios rodados castellanos o en las cabeceras de los capítulos de algunos manuscritos árabes. 

Al revisar las cartas observamos que las hay escritas en árabe y las hay escritas en romance (muchas en castellano, en catalán unas pocas). Esta division se corresponde también con diferencias en el aspecto visual y en las fórmulas usadas en su redacción. Esto quiere decir que, una vez conocidas las diferencias, es relativamente fácil distinguir una carta redactada directamente en romance de la traducción de una escrita en árabe.  

En las cartas en árabe la letra es magrebí, limpia y cuidada, pero no especialmente caligráfica. Al empezar a escribir, el papel se colocaba con la dimensión mayor en posición vertical; por lo que respecta a la colocación del texto en la hoja, tiene siempre una distribución característica, que no se ve en ningún otro tipo documental.  

Se iniciaba dejando un amplio margen en la parte superior. Según se iba escribiendo, en cada línea sucesiva se dejaba más espacio en el margen derecho. Al llegar al borde inferior de la hoja, se giraba el papel 180° y se escribía en lo que antes era el margen derecho hasta llegar al extremo. Entonces se giraba de nuevo 90° y se escribía perpendicularmente en el borde superior. Si todavía quedaba algo que decir, se escribía en lo alto de la otra cara de la hoja.

Disposición del texto en las misivas nazaríes en árabe. Esquema basado en ACA, CA65 (año 1344). Dibujo: A. Labarta 2018 p. 77.

Para validar sus documentos, los soberanos de Granada escribían personalmente al final del texto una frase en grandes letras en un estilo que se obtiene con una caña de punta ancha que permite alternar trazos gruesos y finos. Esta inscripción característica, visible desde lejos, se denomina ‘alāma. Se sabe que Muḥammad I escribía ‘Dios es el único vencedor’, pero no se ha conservado ninguna muestra. Entre 1295 y 1303 la frase fue ‘se ha escrito en esta fecha’, como puede verse en dos tratados de paz. Se cambió luego por ṣaḥḥa haḏā ‘esto es correcto’ que se documenta desde 1314; sería la fórmula fija hasta 1492 y es la que se ve en todas las misivas conservadas. 

Una vez escrita la carta y validada, se doblaba de modo que el mensaje quedara oculto a la vista. La manera de doblar y cerrar las cartas no era arbitraria: había normas y costumbres propias de cada país y cada época. Las misivas nazaríes en árabe se doblaban un par de veces horizontalmente. Luego se escribía la dirección a un lado, se practicaban dos incisiones paralelas con un estilete y se pasaba a través de ellas una tirita de papel, independiente del documento, que mantenía la carta cerrada y los pliegues en su sitio. Sabemos que era de papel (y no un cordelito o unos hilos de seda) porque han quedado restos de ellas. Sus extremos quedaban sujetos bajo el disco de cera fundida sobre el que se estampaba el sello. El sello era circular, de cera roja, y se colocaba en el centro de la carta doblada, del mismo lado que la dirección, y tapaba en parte los finales de las líneas.

Colocación de la dirección, dobleces, incisiones y sello en el vuelto de las cartas en árabe. Esquema basado en ACA, CA65 (año 1344). Dibujo: A. Labarta 2018 p. 78.
Reconstrucción parcial del sello de Muḥammad V a partir de ACA. Cartas Árabes, 69. Dibujo: A. Labarta 2016, p. 139.

Para abrir la carta había que romper la tirita de cierre y el sello. Los restos de éste se han ido perdiendo con el tiempo, pero han dejado sobre el papel algunas migas rojas y manchas redondas que se han podido medir; se comprueba así que sus diámetros oscilan, según el sello de cada uno, entre 6 y 8 centímetros. Hay algunos casos excepcionales en que se han conservado algunos fragmentos que han permitido reconstruirlos parcialmente. La huella se obtenía, al igual que las de los sellos de los reyes castellanos, aragoneses o de otros países, con una matriz metálica, no con un anillo-sello. 

Las pocas misivas árabes originales que se han conservado de la segunda mitad del siglo XV permiten observar que se produjo una modificación en su plegado: después de doblarlas varias veces horizontalmente, se les hacía un último doblez vertical por la mitad; el sello se colocaba en el centro y cubría parte de las líneas de la dirección.

Colocación de la dirección, dobleces, incisiones y sello en el vuelto de las cartas en árabe más tardías. Año 1475. Dibujo: A. Labarta 2018 p. 78.

Por lo que se refiere a las cartas escritas en romance, son muy pocas las que se pueden considerar cartas reales. Hubo una primera etapa (1292-1314) en la que, aunque se escribieron en su nombre, no pasaron por las manos del monarca para ser validadas. Tras el destronamiento de Naṣr, siguió un largo periodo del que no queda ninguna, tal vez porque no se escribieron. Las misivas en romance que se conservan y llevan ʽalāma son de Muḥammad V (1369-1378), Muḥammad VIII (1418) y Yūsuf IV (1432). El resto de las conocidas hasta el final del reino son obra de ministros y cortesanos.

Carta en castellano con la ‘alāma de Yūsuf IV Ibn al-Mawl (1432). Fue propiedad de C. Dubler.

Estas cartas de los siglos XIV y XV se escribieron a lo ancho, colocando el papel de modo apaisado. Las líneas de escritura son horizontales, paralelas y mantienen una distancia constante. Para cerrarlas, en teoría se doblaban de arriba a abajo en tres y luego verticalmente en tres, con dobleces de anchos diferentes, de modo que el lado más estrecho se solapaba sobre el más ancho; se hacían luego las dos incisiones, se pasaba la tirita de papel y se colocaba allí el sello de cierre, que unía los dos lados; la dirección se escribía en la otra cara de la carta. El sello era redondo, de cera roja; de las pocas huellas y restos que han sobrevivido parece deducirse que su diámetro era de unos 5 centímetros, algo menor que el que se usaba en las cartas en árabe, y tenía distinta distribución de las letras en su interior.

Colocación de la dirección, dobleces, incisiones y sello en el vuelto de una carta nazarí en romance. Año 1310. Dibujo: A. Labarta.

¿Cómo distinguir una carta original en romance de una traducción del árabe?

Lo más evidente es que llevará señales de los dobleces, perforaciones para la lengüeta de cierre, sello de cera o restos de él y ‘alāma si es un mensaje real. Si leemos el texto, no iniciará con la fórmula “En nombre de Dios” como comienzan todas las escritas en árabe. Al final, indicará el lugar en que fue escrita y la fecha, remitiendo a la Era Hispánica o al año cristiano de la Encarnación o de la Natividad. Las cartas en árabe indican el lugar desde el que se envían en los primeros párrafos del texto, antes de entrar en materia; para dar la fecha, utilizan el mes y el año de la Héjira.

Ana Labarta
Universidad de Valencia  

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