Desde mediados de septiembre, la República Islámica de Irán ha estado sometida a un nuevo ciclo de desestabilización. La muerte, el 16 de ese mes, de la joven kurdo-iraní Mahsa Amini (22) fue el punto de partida. Amini, que había sido detenida brevemente por la policía moral el 13 de septiembre por no usar correctamente su hijab, colapsa en una estación policial, muriendo a los tres días.

Imágenes de cámaras de circuito cerrado reflejan el momento en el que la joven cae al suelo repentinamente y sin coerción policial visible, cuando iba a recibir un curso ordinario de código islámico de vestimenta. Pero antes de que la policía hiciera públicas estas imágenes (y el gobierno ordenara una investigación), ya había comenzado a correr la especie de que la joven había fallecido por un derrame cerebral, producto de los golpes recibidos en la estación policial.

Poco importaron los problemas de salud que acarreaba (con varios antecedentes de problemas de salud: en 2006 había pasado por cirugía cerebral), que el archivo audiovisual demuestra que nada extraordinario ocurrió previo al colapso, que no hubo ningún contacto físico entre funcionarios y la joven, que muere de una hipoxia cerebral y un infarto, luego de pasar casi tres días en coma.

La noticia, inicialmente reseñada por el diario reformista Shargh, rápidamente es recogida por grupos de «derechos humanos» y agencias de información kurdas que comenzaron un seguimiento que paulatinamente fue replicándose hacia los medios de proyección internacional, mientras que el seguimiento inicial iba adulterando la naturaleza de la noticia, para luego consolidar la matriz de que la joven Amini murió producto de las agresiones físicas perpetradas, resumiendo, por «esbirros del régimen islámico».

Dos factores informativos visiblemente condujeron al salto de lo doméstico a lo global empotrado en el sistema comunicacional prestablecido: por un lado, el «seguimiento» de los acontecimientos que la «activista» del Departamento de Estado Masih Alinejad (sobre ella, más adelante) hiciera de la de por sí versión adulterada del acontecimiento, y el ingreso a la tuitósfera de la mano del exfutbolista radicado en los Emiratos, Alí Karimi, desde donde numerosas cuentas recién creadas comenzaron a replicar la «noticia» y etiquetas como #OpIran, entre otras, toda vez que la versión secuestrada y modificada de los hechos ya circulaba por todo el sistema de medios anti-república islámica.

Sobre la base de un acontecimiento reconocido como trágico por todas las partes sin distinción, un gran número de dispositivos aceitados y organizados, con ramificaciones y retroalimentaciones en el extranjero, se pusieron en marcha. Al poco tiempo, la representación del conflicto pasó de la denuncia por la muerte de la joven Amini a la horma liberal de protestas «anti-hijab», por la «democracia», contra el sistema islámico y las dificultades socioeconómicas.

Y mientras hacia afuera se narraba la versión a la medida por «la libertad» y contra la opresión, presentando las manifestaciones como «pacíficas», en numerosas ciudades del país comenzaron a atestiguar disturbios, violencia armada, agresiones contra personas y propiedad pública (nada más en la primera semana los «manifestantes» destruyeron 61 ambulancias), ataques contra instituciones religiosas y de gobierno, asesinatos y linchamientos contra cuerpos de seguridad, además de acciones terroristas.

Hasta ahora, de este ciclo se pueden distinguir con bastante precisión dos momentos u oleadas. La primera, en reacción directa al caso Amini, donde visiblemente (y sobre las demás acciones) predominó el formato de las «manifestaciones pacíficas» ofuscando el resto de eventos de signo ultraviolento, desde el 16 de septiembre hasta mediados de octubre.

Una segunda oleada, de corte más explícitamente terrorista, armada, y de violencia aún más indiscriminada, que pudiera establecerse desde el 26 de octubre, cuando un hombre armado abrió fuego contra peregrinos y feligreses, matando a 15 e hiriendo a más de 40, en el templo de Shah Cheragh, en la ciudad de Shiraz, en la provincia de Fars. Dicho atentado fue reivindicado por el Estado Islámico. Los cuerpos de seguridad frustaron, también, un atentado bomba que debió ocurrir al mismo tiempo en la ciudad.

Así se establece la secuencia clásica de un proceso de desestabilización bajo la codificación de revolución de colores, formato repetido hasta el cansancio y el agobio, que, de las «movilizaciones» de la «sociedad civil» que le da cobertura y contexto que políticamente no alcanza los objetivos (el cambio de régimen), se pasa a la fase armada directa. Esto sin que, más allá de los daños de toda índole, tampoco pareciera alcanzar los objetivos de poner al gobierno y la sociedad iraní en jaque.

Como también suele ser el caso, el mismo aparataje de medios y redes occidentales que le dan vida al relato a la medida de los preceptos liberales se ve en la obligación de ocultar y/o negar la existencia de las grandes manifestaciones, contramarchas y asistencia masiva a funerales en honor a los mártires, en defensa del país y del gobierno, que también se han dado a la par de las distintas fases operativas del cambio de régimen.

LA DESCOMUNAL ARQUITECTURA DEL PAISAJE INFORMATIVO: EL TALLER NARRATIVO

Siempre es y ha sido un componente esencial, pero no por eso el constatarlo deja de sorprender la dimensión, la magnitud y el alcance que en el caso iraní se despliega para establecer el aparato narrativo, superando los parámetros habituales. Aquí se destacarán los componentes más importantes, que, sin lugar a dudas, se moldean y se sostienen en lo logístico, financiero y operativo por los mismos actores de siempre: Estados Unidos, Reino Unido, monarquías del Golfo Pérsico, Arabia Saudita y los personajes principales de la Unión Europea.

DEL DECIR AL HACER: TERRORISMO, VIOLENCIA ARMADA Y «CREACIÓN DE REALIDAD»

En el último lustro (por darle una referencia temporal corta), la República Islámica no ha estado libre ni de manifestaciones que alcancen niveles intensos de violencia, ni de atentados terroristas, ni de incidentes fronterizos con formaciones separatistas en su periferia territorial. Lo que ha distinguido a esta jornada de las anteriores es, quizás, el grado de intensidad, simultaneidad, concentración y despliegue nacional de todos estos elementos en el marco de las jornadas de desestabilización.

La segunda oleada, como se ha decidido caracterizar en este informe para contrastar la cobertura de la «sociedad civil» con acciones ya enmarcadas en la guerra no convencional, desde el atentado terrorista de Shiraz el 26 de octubre en adelante, no ha gozado de la fluidez aparente de la primera, pero ha sido una fuerza activa y constante a lo largo de estos casi dos meses. Lo que más diferencia a un momento de otro ha sido que en esta segunda etapa se ha encontrado más despojada de envoltorio narrativo eficaz: la desnudez de la violencia armada compromete el relato tal como venía.

Hasta la tercera semana de noviembre, la cifra de muertos entre civiles, policías, funcionarios de los cuerpos de seguridad (Basijs, Guardia Revolucionaria) llega a 60. En diversas circunstancias, oficiales de alto nivel como un general o jefes regionales de inteligencia son parte de las bajas, por lo general al enfrentarse o ser rebasados por las turbas, o al recibir un disparo de sicarios en moto.

A inicios de octubre, un portavoz del Consejo de la Shura afirmaba que alrededor de 45 mil operadores de servicios de inteligencia extranjeros están involucrados en las protestas. 40 extranjeros han sido detenidos, incluyendo ciudadanos polacos, alemanes, italianos, franceses, holandeses y suecos. La agencia Fars señala también el papel de la embajada alemana en el desarrollo de las movilizaciones.

Toda vez que tanto la Guardia Revolucionaria y el Ministerio de Inteligencia confirman el papel de la CIA y el Mossad en el establecimiento y entrenamiento de redes operativas en las que se ha invertido dinero por distintas vías. Lo que conduce a otro factor que ha sido destacado desde el inicio de las revueltas: los grupos separatistas o minoritarios kurdos (Partido Kurdo Democrático de Irán; Partido de la Libertad Kurda; Komala), baloches (el Movimiento Balochistán Libre o FBM; el grupo Jaish al-Adl), secesionismo árabe o azerí.

Así, ciudades como Zahedan o Chabahar en la provincia de Sistan-Baluchistán, Kermanshah en la provincia homónima kurda o Izeh en la provincia de Khuzestán con minorías árabes, en distintos momentos han sido escena de alzamientos violentos o ataques terroristas indiscriminados.

Y es que bien sean baloches, kurdos o azeríes, la impronta del Mossad está patente (sobre todo en los dos últimos), como una constante histórica, bien sea con las relaciones directas entre Tel Aviv y Bakú, o entre Israel y el Kurdistán iraquí, donde se encuentran las bases de operaciones y entrenamiento.

A esto se le debe agregar también las propias facciones monarquistas y del MEK que también reciben apoyo, entrenamiento y dotación. Es lo que desembozadamente admitió el exconsejero de seguridad nacional de Trump y ultra-halcón, John Bolton, en una entrevista para el servicio persa de la BBC: las armas o son enviadas desde el Kurdistán iraquí o se las quitan directamente a las milicias Basij (esto último probablemente más difuso y menos real que lo primero).

De este modo, el modelo Contra, primero empleado en la década de 1980 del siglo XX en Centroamérica y luego en la primera década del XXI en Siria o a finales de la década en Venezuela, vuelve a destacar el papel de las fronteras como cabeza de playa para entrenamiento, infiltración y suministro de armamento y otros equipos logísticos.

No obstante, a pesar de un mega despliegue en frentes múltiples, desde el mediático al juvenil al militar, del impacto alcanzado en materia de daños a personas y bienes públicos, la «guerra compleja» contra Irán, en palabras del presidente Raisi, no ha alcanzado los objetivos de cambio de régimen.

Los puntos de retaguardia en la región kurda en Irak llevan varias semanas siendo atacados por drones y misiles de la Guardia Revolucionaria, muchos de los canales de tráfico de armamento, como en la provincia de Azerbayán Oriental donde han sido condenados, y la propia opinión occidental admite que los dispares grupos que han protagonizado la revuelta no se encuentran en capacidad de unificarse y convertirse en una opción política efectiva.

CONTRAPUNTOS SOBRE EL TABLERO GEOPOLÍTICO


* Fun fact: en 2020, Alinejad había «denunciado» un presunto plan de secuestro en el que operadores de la Guardia Revolucionaria Iraní la abduciría, para luego ser trasladada por vía marítima a Venezuela.

fuente: Misión Verdad

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