Cuando el metal ruge, Cádiz no se calla. La huelga del metal de 2025: traición, dignidad y conciencia de clase

En Cádiz, cuando se detiene el metal, se detiene todo. No es una exageración. Hablamos de una provincia donde más de 30.000 obreros dependen, directa o indirectamente, de la industria metalúrgica. Hablamos de una tierra con tasas crónicas de paro que rondan el 25%, donde la precariedad se hereda y donde la clase trabajadora carga sobre sus espaldas la riqueza de otros.
Y, aun así, siguen queriendo que callemos.
La huelga del metal de 2025 no empezó como una reacción desde abajo, sino como una maniobra calculada desde arriba. UGT y CCOO -los sindicatos del régimen- la convocaron de forma sorpresiva, sin consultar a los trabajadores, sin asambleas, sin debate. Y, para más inri, la convocatoria solo afectaba a las subcontratas, excluyendo a los fijos. Una huelga parcial, por la mitad, pensada para fracasar desde el primer día.
Pero la historia obrera gaditana tiene memoria. No se dejaron engañar. Las bases rechazaron los acuerdos firmados a espaldas del tajo: convenios de diez años que enterraban el poder adquisitivo, contratos basura para jóvenes, penalizaciones por enfermedad y silencio absoluto sobre condiciones tóxicas. Se respondió con dignidad, con asambleas multitudinarias, con CGT y CTM asumiendo la legalidad de una huelga indefinida, esta vez sí, desde abajo.
Las exigencias eran claras y firmes:
- IPC real actualizado anualmente.
- No a los contratos precarios para menores de 25 años.
- Reconocimiento de los pluses tóxicos, penosos y peligrosos.
- Regularización del falso fijo-discontinuo.
- Fin de las listas negras que castigan a quienes luchan.
- Comisión de control y vigilancia del convenio, elegida en Asamblea.
Y todo ello bajo un principio incuestionable: la Asamblea es sagrada.
Las calles se llenaron. Piquetes desde la madrugada. 10.000 personas marchando en Cádiz al grito de “¡Ni un paso atrás en la lucha del metal!”. La represión no tardó: drones, identificaciones, detenciones, un joven en prisión preventiva con 40.000 euros de fianza… Pero la respuesta fue más fuerte: solidaridad popular y Caja de Resistencia. Porque cuando el Estado golpea, el pueblo se organiza.
Incluso desde Cuba, la pareja de uno de los represaliados fue recibida con honores. Una muestra clara de que la conciencia de clase no conoce fronteras.
Y no olvidemos a las limpiadoras, trabajadoras de subcontratas amenazadas y presionadas para limpiar a toda prisa las fragatas ante la visita de los saudíes, ni a quienes asumieron la represión sin doblar la espalda.
La huelga se desconvocó el 8 de julio, no como una retirada planificada, sino forzada por la presión combinada de la represión estatal y las deserciones internas, producto del desgaste económico y del miedo. No se llegó a firmar la traición, pero tampoco se logró barrerla. Se detuvo la ofensiva para no entrar con la cabeza agachada, y las lecciones quedaron claras: o nos organizamos mejor para resistir, o volverán a debilitarnos desde dentro.
Y una de esas lecciones es clara: UGT y CCOO no son mayoría de nada. Son correas de transmisión del poder, infiltradas en nuestra clase. No representan a la clase trabajadora. Representan a quienes nos explotan.
Nosotros, los de abajo, sí somos mayoría. Y mientras sigamos organizados desde las asambleas, desde los tajos, desde la dignidad, nadie podrá decirnos cómo vivir.
¡Viva la lucha obrera, por una clase obrera organizada y antifascista!
Artículo elaborado desde el Colectivo Solidario de la Bahía de Cádiz. Agosto de 2025.
Fuente: Haize Gorriak.
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