Lecciones del ciclo político-electoral 2024
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Por Petri Rekabarren.
Hay dos grandes formas de analizar los resultados del ciclo electoral que ha tenido lugar entre febrero y julio de 2024 –Galiza, Vascongadas, Catalunya, Unión Europea, Gran Bretaña y Estado francés– directa e indirectamente relacionado con Euskal Herria. Una, la inmensamente mayoritaria lo que hace es limitarse exclusivamente a los efectos político-parlamentarios de los resultados, a los cambios en los escaños y en las alianzas que pueden romperse o realizarse a raíz de ello. Otra, la muy minoritaria, estudiar los previsibles efectos socioeconómicos, políticos y militares que se mantendrán en lo básico a pesar de esos resultados electorales. Las dos formas responden a dos visiones diferentes e incluso contrarias según la perspectiva reformista o revolucionaria que les guíe.
Ninguna de las fuerzas reformistas, sean soberanistas o no, que han logrado ampliar o mantener sus votos supone peligro alguno para el imperialismo: todas ellas aceptan de algún modo, pasiva o abiertamente, la irracionalidad militarista y autoritarista del capital y de la OTAN. Ninguna está movilizando a sus bases en las calles para defender objetivos revolucionarios, ni tampoco está explicándolos paciente y pedagógicamente: ni ERC, ni BNG, ni EH Bildu… El imperialismo tampoco está preocupado por la extrema derecha y el fascismo en la Unión Europea porque sabe que, en el momento decisivo, aceptarán y cumplirán sus exigencia con los ojos cerrados, por no hablar de que las reforzarán. Lo que ocurre es que, por ahora, necesita un poco de apariencia «democrática» para aplicar sus medidas de guerra social y militar con menos resistencias en la primera y con fanatismo en la segunda.
Desde las fuerzas reformistas se dice, a grandes rasgos, que la «democracia» se ha estabilizado en la Unión Europea: el bloque soberanista galego y vascongado se han fortalecido, y aunque el soberanismo catalán ha retrocedido mantiene su fuerza latente; en la Unión Europea el avance de la extrema derecha y del fascismo, real, se ve contenido por sus divisiones internas, por los acuerdos entre reformistas y centristas y por el poder en la sombra del capital transnacional que por ahora obedece a los intereses actuales de la Casa Blanca y de sus peones en Bruselas y Londres. Este poder en la sombra, pero determinante en todo, ha sido reforzado por la victoria laborista británica y por el parón de la extrema derecha francesa unido a la victoria del reformismo del llamado «nuevo frente popular».
Se nos asegura que el ciclo electoral casi acabado, aunque quedan por realizarse elecciones importantes como la yanqui y otras menos trascendentes, aumenta las posibilidades de extender la «democracia occidental» por el mundo precisamente cuando está siendo atacada por regímenes autoritarios –Rusia, China, Irán, Siria, Venezuela, etc. – , que aprovechando la crisis socioeconómica intentan extender sus tentáculos presionando a los BRICS, a la llamada «multipolaridad» y al resto de alianzas interestatales que crecen en muchos sitios, para que se unan a ellos. Desde esta perspectiva, las naciones trabajadoras oprimidas y las clases explotadas en la Unión Europea no tenemos más remedio que confiar nuestro presente y nuestro futuro a la defensa a cualquier precio, incluida la guerra y el «sacrificio salarial», de esa «democracia occidental» en peligro.
Desde la perspectiva revolucionaria, que aquí asumimos, el llamado «ciclo electoral» es una trampa, un cepo o un laberinto, como se quiera, que aliena y paraliza las luchas de los y las explotadas. No negamos la importancia de la lucha electoral en general, decimos que su efectividad liberadora depende siempre de la fuerza práctica y de la independencia política obrera fuera de esas instituciones: nunca hay que supeditar la movilización en la calle al «juego parlamentario», sino, al contrario, supeditarlo a la movilización de masas, haciendo que el «juego» se transforme en arma revolucionaria dentro de las instituciones burguesas, arma dirigida siempre desde la independencia política de clase exterior. Es en base a este principio irrenunciable desde el que hay que analizar si se participa o no en las distintas instituciones burguesas, y cómo y para qué se orienta esa participación o esa abstención en cada una de ellas, en algunas o en todas.
Este criterio político estratégico es tanto más necesario conforme la burguesía termina controlando férreamente sus instituciones, vaciándolas de cualquier poder real, efectivo, sobre todo en aquello que atañe a su supervivencia: la propiedad privada de las fuerzas productivas, del Estado, del ejército, de la política socioeconómica y de la política exterior. El resto de instituciones no son en modo alguno accesibles al proletariado y menos en los casos de opresión nacional, pero sí pueden ser camufladas con un débil barniz «democrático» que desaparece cuando la burguesía y el Estado ocupante lo deciden. El control absoluto del poder por la burguesía occidental es incuestionable y manifiesto desde hace al menos un tercio de siglo, así que cualquier propaganda reformista acerca de que se puede avanzar al socialismo desde el pacifismo y las rogativas parlamentarias es un engaño imperdonable, en especial cuando se repite a diario en las naciones oprimidas.
Pero, para ir precisando, la gran crisis iniciada en 2007, agravada en 2020 y generalizada a un nivel cualitativo desde 2022/2023, con el incremento de violencias y guerras en una cantidad desconocida tras la Segunda Guerra Mundial, supone retos nuevos para los cuales el pueblo trabajador vasco ha empezado a dotarse de los medios organizativos adecuados justo hace pocos años, medios que le permiten enfrentarse a las actuales formas de explotación, control y represión. Tengamos en cuenta que los grandes Estados imperialistas, sobre todo el yanqui, están endeudados hasta las cejas o más, que viven de prestado, comiéndose el futuro. Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Estados francés y español, etc., o sea el núcleo del imperialismo, sufren una tendencia hacia la desindustrialización en las ramas altamente productivas de valor imposible de compensar con el aumento de los servicios, una forma de enriquecimiento insegura y dependiente del exterior, así como muy explotador para las clases obreras.
Además, a este debilitamiento industrial que mina la competitividad del imperialismo en el mercado mundial, que facilita a su vez el debilitamiento del dólar y la coordinación de Estados al margen de Occidente, también le merma en dos áreas decisivas: la carrera armamentística y la tecnocientífica en las que los «enemigos de Occidente» van tomando ventaja. Son decisivas en todos los sentidos al ver la dependencia imparable del mundo hacia los recursos cada vez más escasos. La remilitarización intensiva de Occidente responde, pues, a tres necesidades ciegas del imperialismo: recuperar parte de la tasa media de ganancia mediante el neokeynesianismo militar desbocado, aumentar el control y la represión interna, y ganar guerras locales y regionales como antesala de otra más general.
La «democracia» parlamentaria ni ha querido, ni podido ni sabido detener esta caída en la irracionalidad más desquiciada. Las burguesías aumentarán los recortes salariales, reducirán gastos públicos y ayudas sociales, impondrán más impuestos indirectos, etc., porque no tienen más remedio y porque así lo exigen el FMI, el BM, los bancos centrales y en especial el Banco de Basilea, poder oculto donde los haya, pero cuyos «consejos» son casi de obligado cumplimiento por su función de salvaguarda última de la propiedad privada, junto a la OTAN. Pero la cosa puede empeorar si gana Donald Trump a finales de 2024 y lleva a cabo su amenaza de exigir a la Unión Europea el desembolso de cien mil millones de dólares –100.000.000.000– que los republicanos yanquis han calculado como la cantidad que debe la Unión Europea a Estados Unidos por el gasto, no pagado, de la OTAN. La guerra ucronazi contra Rusia como campo de experimento para la posterior agresión a China Popular exige más y más dinero y vidas, y el genocidio sionista contra Gaza como campo de experimento para la guerra contra el Líbano, Siria y por último contra Irán, también.
¿De dónde pueden salir tantos recursos, sin considerar ahora otros gastos urgentes como el de reducir la gigantesca deuda, reforzar la competitividad y la productividad del trabajo, etc.? Solamente hay cuatro vías: una, multiplicar la explotación interna; dos, reforzar el saqueo imperialista; tres, invertir masivamente en I+D+i abaratando los salarios para aumentar la ganancia y, cuatro, fanatizando a la población obrera para que acepte ser carne de cañón interna y externa. En este sentido, si algo válido para nuestra liberación nacional de clase ha enseñado este «ciclo político» es que el imperialismo controla perfectamente las instituciones parlamentarias como hemos explicado anteriormente, que en realidad no tienen ninguna capacidad de anular sus planes y menos aún de movilizar a los pueblos contra ellos.
Por tanto, debemos reforzar la independencia política estratégica del pueblo trabajador vasco y para ello debemos dotarnos de métodos organizativos acordes, a la vez que debemos reflexionar críticamente sobre algunos problemas, entre los que destacamos los siguientes:
- Uno, cómo aplicar en las condiciones actuales las valiosas lecciones y las experiencias aprendidas durante los largos 134 años de lucha del pueblo trabajador vasco, desde 1890 hasta 2024, dentro de los cuales debemos detenernos con especial atención en la fase que va de 1959 a 2011 cuando culmina el giro al soberanismo reformista de la antigua izquierda abertzale y, con más interés aún, en la fase presente, la que va desde 2011 a hoy, en la que ya es incuestionable la progresiva recuperación del independentismo socialista.
- Dos, dentro de estas fases hay que prestar especial atención a los efectos de las grandes crisis socioeconómicas y político-militares que han golpeado y modelado el capitalismo vasco e inevitablemente la lucha de clases del pueblo trabajador tal cual existía en cada uno de esos períodos. Por ejemplo, la crisis político-militar y económica provocada por la derrota del Estado español en Cuba y Filipinas de finales del siglo XIX; la crisis estructural del imperialismo francés en 1914; la crisis de 1921, la dictadura militar española de 1923 – 1931 y sobre todo la crisis de 1929, que da paso a los fascismos, a los frentes populares franco-españoles y a la larga guerra en Euskal Herria de 1936 – 1945 con sus prolongados efectos en todos los sentidos; las crisis del mayo 68 y de 1973 – 1978 que con sus altibajos salvan la dominación franco-española sobre Euskal Herria y la crisis de 2007 agravada hasta ahora mismo.
- Tres, a lo largo de esta recuperación de nuestra historia social y memoria militar a la luz de nuestras necesidades presentes, debemos hacer hincapié en cuatro áreas decisivas: una, los cambios en la composición clasista del pueblo trabajador, de la mujer y de la juventud trabajadora y de la fuerza de trabajo migrante, así como de la composición de las fracciones burguesas y pequeño burguesas; dos, los cambios en los sistemas represivos y de contrainsurgencia franco-españoles e imperialistas apoyados por la burguesía colaboracionista y por los partidos y sindicatos estatalistas, deteniéndonos minuciosamente en los cambios en la guerra político-cultural y económica contra el euskara y la cultura popular-trabajadora con sus componentes liberadores; tres, los cambios en las disciplinas y normas de producción y reproducción de la fuerza de trabajo tanto en el tiempo explotado directo e indirecto, lo que llaman «tiempo libre», «ocio», «descanso», etc., como en la creación de estructuras psíquicas alienadas y sumisas adecuadas a cada fase de explotación; y, cuatro, los efectos de la industria cultural imperialista, además de la franco-española, lanzando al mercado de la ideología burguesa modas intelectuales fatuas y fugaces rápidamente desplazadas por otras más vacías aún, rabiosamente antimarxistas.
- Cuatro, a la luz de lo visto, hacer un seguimiento de las nuevas contradicciones que aparecen a partir de la década de los años sesenta, cuando empiezan a aparecer las verdaderas limitaciones que frenan la acumulación ampliada del capital y que reflejan las nuevas explotaciones que entonces empiezan a surgir y que serán combatidas de forma blanda por el reformismo y de forma radical por el independentismo socialista: la explotación patriarcal. Hablamos de los feminismos burgueses y de la lucha socialista por la emancipación de la mujer, y de aquí en delante de los reformismos ecologistas versus lo que ahora se llama ecocomunismo; de la lucha contra las drogas como arma de exterminio dirigida por los ocupantes; de la lucha por el deporte popular vasco; de la lucha proamnistía y en defensa de las libertades; de la impresionante fuerza creativa y crítica del bertsolarismo y de la autoorganización de las ikastolas con su pedagogía popular y progresista; de la solidaridad internacionalista y antiimperialista; de lucha contra el racismo… y así un casi inacabable etcétera. Nos estamos refiriendo ni más ni menos a lo que debiera ser ahora el movimiento popular, una de las claves de los impresionantes logros de la izquierda abertzale, logros denostados e ignorados por el dogmatismo miope de algunos revolucionarios que se dicen comunistas. Hablamos también del papel que debe realizar el sindicalismo sociopolítico de liberación nacional, fortaleciendo en el proletariado la conciencia socialista de lucha radical contra el capitalismo y a favor del Estado Socialista Vasco. Tampoco olvidamos el contenido radical de la amnistía, ni el papel de la organización revolucionaria de vanguardia necesaria contra el imperialismo actual.
- Y cinco, durante estos tiempos han habido muchos cambios mundiales profundos, pero el capitalismo sigue siendo esencialmente el mismo, con más contradicciones y más ferocidad, pero fundamentalmente el mismo. La explotación imperialista se ha extendido e intensificado, pero a la vez está encontrando resistencias y alternativas cada vez más serias y prometedoras, tanto que se multiplica la violencia imperialista contra ellas. Debemos imbricar nuestro independentismo socialista en esta resistencia multicolor que no para de crecer.
Nos queda mucho camino por delante, pero mejoramos y avanzamos aprendiendo las lecciones de este ciclo político-electoral, que en síntesis podemos resumirlas en aquella expresión de Aurrera bolie!
Petri Rekabarren.
24 de julio de 2024
Fuente: Boltxe.
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