Portugal muestra como la Inquisición católica censuró obras literarias y autores durante más de 300 años

«Bibliotecas Limpias: Censura de libros impresos en los siglos XV al XIX», es el nombre de la exposición de la Biblioteca Nacional de Portugal (BNP) en Lisboa que pretende mostrar cómo el siniestro Tribunal de la Inquisición mortificaba no solo los cuerpos, sino también las mentes de los portugueses. El pensamiento controlado y enjaulado, a lo largo de tres siglos de dura represión del libro, entre 1536 y 1821.

Hervé Baudy, responsable del texto de presentación de la muestra e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universida de Nova de Lisboa (FCSH-UNL) se refiere a «una historia de debates y tragedias, con prácticas a veces negociadas, la mayor parte del tiempo impuesto, y también con un impacto en el destino individual’ según informa Abril Abril.

Si los autores de los libros prohibidos fueron cruelmente torturados y ejecutados, como el filósofo Giurdano Bruno, quemado en Roma en 1601, o el célebre dramaturgo portugués António José da Silva (conocido como “O Judeu”), también condenado a la hoguera en Lisboa, en 1739, los libros impresos quedaron reducidos a cenizas.

Páginas censuradas del libro «Examen de ingenios para las sciencias», Huesca, 1581, de Juan Huarte de San Juan, autor de los primeros trabajos sobre psicología. 

“Hay mil formas de prevenir el mal y mil formas de suprimirlo, ya sea en la era del papiro o en Internet. Cuando hablamos de censura de libros, inmediatamente pensamos en la desaparición física o el impedimento de la circulación de las obras», escribe. Baudry recuerda, sin embargo, que, frente a la eliminación del autor, “la purga” de libros puede parecer un mal menor. 

«Aquí la corrección no es de almas y cuerpos, sino de palabras. Tiene tres modalidades: además de la pura y simple supresión, la corrección, en los casos menos frecuentes, la sustitución o la adición, como muestran los ejemplos expuestos». En la exposición podemos ver «palabras, frases o pasajes, de mayor o menor extensión, que hubo que suprimir para que la obra pudiera seguir siendo leída». 

Es esta situación, conocida como “intervencionismo de microcensura”, de la que trata la presentación de BNP. «Las obras objeto de esta censura textual no fueron elegidas al azar. Se utilizaron listas. La burocracia bibliográfica inquisitorial portuguesa se inspiró en el trabajo realizado en otros países, tanto si la Inquisición estaba vigente, como Castilla o Italia, como si no, como Francia, Alemania o Bohemia», escribe Hervé Baudry.

A partir de 1544 se empezaron a construir listas de libros prohibidos, a los que siempre se añadían obras nuevas, o antiguas. En Portugal, la lista manuscrita titulada «Prohibição dos Livros Defesos» (1547) abre una serie que, en esta exposición, culmina con el «Index Auctorum Damnatae Memoriae», de 1624, que contiene más de 26 mil instrucciones con fuerza de ley por prohibir más de mil títulos.

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Francisco Vílchez

Andaluz de Granada (1980). Grado en Humanidades en la UGR. Pluriempleado en el sector servicios y aficionado a hablar de lo que la prensa no dice ni pío.

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