La “pax americana” amenaza no solo a Venezuela (1ª y 2ª parte)
Creo que aprendí del prócer Secundino Delgado que no se puede ser independentista en una nación colonizada si no se es, al tiempo, internacionalista. Leyendo a Marx aprendí también que, viceversa, no se puede ser socialista sin ser anticolonialista y, mucho menos, cuando es tu propia nación la que sufre la embestida colonial. Por eso mismo, como anticolonialista, independentista canario y marxista, no puedo permanecer en silencio ante la nueva embestida imperial sobre Venezuela, nación entrañable para todos los canarios, de permanente presencia en toda mi niñez y juventud y donde aún tengo familia. Añadamos a eso que, precisamente por aspirar a la libertad en nuestra tierra, no solo tenemos que apoyarla en otras de cualquier lugar, sino que, además, necesitamos entender lo que sucede en este proceso del enfrentamiento “soberanía patria vs. Imperio” –como sucede ahora en Venezuela- porque nuestro propio camino como colonia española y la apetencia del brazo armado gringo, la OTAN, que tiene puestos sus ojos en nosotros, nos obliga a aprender esta lección.
No trato en este escrito de defender la legitimidad del gobierno Maduro, que la tiene a pesar de errores cometidos, porque pienso que tenemos que ir más allá de un caso concreto y ver, a través de su historia y comportamiento, cual es la verdadera naturaleza de la amenaza imperial, amenaza que trasciende más allá del mero aprovechamiento de materias primas, como petróleo, oro, coltán etc. en que Venezuela es rica. Se trata del dominio estratégico de todo el continente y la supremacía y control mundial.
Ya Goebbels enseñó que repetir una mentira muchas veces la convierte en verdad. Sigue siendo una realidad pese a que las modernas técnicas de marketing han dejado chiquititos, pero no obsoletos, sus once principios. Al contrario. Nunca antes en la historia de la humanidad han circulado, al socaire de las redes y las nuevas tecnologías, tantas falsas noticias, bautizadas ya con el anglicismo de “Fake News”, que nos pone sobre la pista del origen de sus creadores y propaladores. El imperio gringo ha superado al publicista nazi con creces. Ha creado un doceavo principio: repite hasta la saciedad palabras a las que vacías de sentido y úsalas como arma arrojadiza. Así tenemos que echarnos a temblar cuando el imperio hace suyas palabras como “libertad”, “independencia”, “autodeterminación de los pueblos”, “dignidad”, “derechos humanos”…y un largo etcétera con los que arropa y enmascara la larga lista de atrocidades que acompañan a las acciones que, en nombre de estos principios, ejecuta a lo largo y ancho del mundo. Es un listado tan grande y revelador de las intenciones del imperio gringo que no me quedará más remedio que glosarlo en varias partes para poder abarcarlo.
Ya desde el inicio de USA como Estado se puso de relieve su voluntad supremacista. Thomas Jefferson, tercer presidente, decía que “América tiene un Hemisferio para sí misma”. El 5º presidente dio su nombre a la “Doctrina Monroe”. Aplicable, en principio, solo para la injerencia de naciones europeas en el Continente Americano cuando las colonias españolas en el continente estaban en plenas luchas de liberación, ha cambiado de sentido. Hoy, aquel Hemisferio de Jefferson tiene dos vertientes, el imperio gringo y el patio trasero latinoamericano. El “América para los americanos” original de Monroe se lee hoy como “América para los norteamericanos”. Ya a fines del XIX, basados en la llamada “Teoría del Destino Manifiesto” que enuncia, con ese nombre, por primera vez el periodista John L. Sullivan en su artículo sobre Texas “Anexión” (Annexatión) (United States Magazine and Democratic Review. Nº1 Julio 1845), donde afirma que “El cumplimiento de nuestro Destino Manifiesto (Manifest Destiny) es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno” que implica que ese Destino Manifiesto patente lo es por asignación Divina. Lo aclara en otro párrafo “…un espíritu de interferencia hostil contra nosotros, con el objeto proclamado de torcer nuestra política y obstaculizar nuestro poder, limitando nuestra grandeza y bloqueando el cumplimiento de nuestro Destino Manifiesto de cubrir el continente señalado por la providencia para el libre desarrollo de nuestros millones que cada año se multiplican.”
Con base a este mandato cuasidivino el naciente imperio se ceba, en su propio territorio, con los nativos indios a los que elimina o arrincona y, en “su Hemisferio”, con el debilitado México, inmerso en sus conflictos interiores. USA se anexiona Texas en1845, tras un falso y muy planificado amago como República independiente y, en 1846, tropas yanquis invaden México al sur del Rio Grande. El general gringo Ulysses S. Grant reconoce en sus memorias que ese avance tenía como objetivo “provocar la guerra sin ser los primeros en atacar para evitar cualquier oposición política a la guerra”. Hay enfrentamientos y el Congreso USA declara la guerra el 13 de mayo de 1846. México la declara diez días después. Como resultado de la derrota del débil ejército mexicano EE.UU se anexiona, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, el 55% del territorio mexicano (más de 2 millones 100.000 Kilómetros cuadrados) que comprenden los actuales estados gringos de Arizona, Colorado, California y Nuevo México y gran parte de los estados de Wyoming, Oklahoma y Kansas. Es una lección que no hay que olvidar.
También, con base al supremacismo anglosajón que encierra esa doctrina del Destino Manifiesto, en los EE.UU. no solo el gobierno estaba por la expansión hacia nuevos territorios. Considerando que los gringos eran superiores a los “mestizos” del sur de la frontera y que habría que intervenir en esos territorios para “regenerarlos” proliferaron en los EE.UU ejércitos mercenarios de los llamados “filibusteros” apoyados por empresarios, por grandes compañías y, en algunos casos, por el mismo ejecutivo gringo. La estrategia era copia de la que había dado resultado en Texas: Conquista del territorio, proclamación de una República independiente y, posteriormente, ingreso como Estado en la Unión. Así se intentó con Baja California y con Sonora aunque el gobierno mexicano logro recuperar los territorios, En esa línea, en 1854 y tomando como excusa el querer cobrarle impuestos al multimillonario gringo Cornelius Vanderbilt por su yate anclado en el puerto nicaragüense de San Juan del Norte, la marina yanqui bombardea y destruye el puerto. En realidad, lo que se pretendía era abrirle paso al filibustero gringo William Walker que, financiado y apoyado por Vanderbilt y por los banqueros Morgan y Garrison y la prensa del editor Byron Coleman, invade Nicaragua en 1855, en medio de la guerra civil entre “legitimistas” y “democráticos” y termina por proclamarse Presidente en 1856 en unas elecciones que, según el New York Times, “… en algunas poblaciones obtuvo más votos que el cuádruple de los habitantes, contando a todos los hombres, mujeres, niños y bestias”. Dos años duró esta presidencia en los cuales invadió a sus vecinos de Honduras y El Salvador y, para recaudar fondos y garantizar “la supremacía blanca”, restauró la esclavitud en los territorios que controló. Fue derrotado por una coalición de fuerzas de Honduras, El Salvador, Guatemala y Costa Rica.
El paso siguiente de ampliación y clarificación de la Doctrina Monroe lo da el 19º presidente, el republicano Rutherford Hayes, que en 1880, cuando se planeaba la construcción del Canal Interoceánico centroamericano, enunció el Corolario que lleva su nombre, pensado fundamentalmente para dejar sentadas las bases de la posterior apropiación de cualquier canal que se construyera, fuera por Nicaragua o por Panamá que eran las dos opciones posibles. El texto del corolario es bien elocuente: “Para evitar la injerencia de imperialismos extra continentales en América, los Estados Unidos deben ejercer el control exclusivo sobre cualquier canal interoceánico que se construya”.
Desde la presidencia de Mc Kinley se propone la expansión a oriente con miras al mercado chino en un intento de hegemonizar los mercados mundiales. Ya en la legislatura anterior, siendo Mc Kinley senador con Groves Cleveland de presidente, Sanford B. Doyle, hijo de un misionero protestante gringo en Hawái y cabeza del “Comité de Seguridad Revolucionario” formado por la élite de propietarios agrícolas gringos en las islas, da un golpe de estado apoyado por el gobierno USA, derriba la monarquía hawaiana y se autoproclama como presidente de la República de Hawái. Los EE.UU tenían anclado un crucero en la bahía de Pearl Harbor del cual, acto seguido, desembarcan los marines para, como siempre, “proteger las vidas de los norteamericanos”. Inmediatamente el embajador gringo, el 1 de febrero de 1893, reconoce este gobierno y proclama a Hawái como Protectorado USA. En 1897, con Mc Kinley ya como 25º presidente los EE.UU. se anexionan el territorio y se construye la base naval de Pearl Harbor que va a tener gran importancia en la guerra con España en Filipinas pero, sobre todo a partir de 1898, cuando los gringos arrebatan Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas a la España colonial –y a los patriotas criollos que luchaban en esas tierras por su independencia en una guerra que prácticamente tenían ganada- se encuentran, además del dominio del Caribe que, con su expansión hacia Oriente y Oceanía, la construcción del canal era vital.
Los franceses habían aparcado el proyecto de Lessep desde 1888 pero en 1894 cambian de nombre a la sociedad que pasa a denominarse “Compañía Nueva del Canal Interoceánico” con una concesión para la construcción hasta 1904. Los franceses contrataron los servicios del bufete de “Sullivan & Cromwell” que contaba con socios gringos de mucho peso como General Electric o J.P. Morgan, dueños además de la “Panama Rail Road Com.”, y, entre capitalistas, amañaron la cuestión. Compraron por 3,5 millones de $ las devaluadas acciones de la Compañía Nueva para revendérsela luego por 40 millones al gobierno gringo. El presidente Roosevelt, muy amigo de Cromwel, obligó, a bordo del acorazado “USS.Wisconsin”, a liberales y conservadores colombianos a cesar en la guerra civil – la Guerra de los Mil Días- y, posteriormente, en enero de 2003 al embajador colombiano a firmar el Tratado Herrán-Hay que creaba la “Zona del Canal” bajo jurisdicción gringa, a cambio del pago por parte del gobierno USA de los 40 millones a los accionistas, además de 10 millones para el estado colombiano y el compromiso de una anualidad de 250 mil $ cuando funcionara el canal, idéntica cantidad a la que ya le pagaba por su explotación la Panama Rail Road.
El tratado se rechazó en el Congreso Colombiano por lo que el presidente Roosevelt, a principios de noviembre, concentró diez acorazados en ambos lados del istmo, y desembarco varios miles de soldados, obligando a la segregación de Panamá que, por supuesto, cedió a los gringos el control de la zona del canal, supuestamente para “salvaguardar el orden público”. A Colombia, al fin, solo se le dio la ridícula suma de 25 millones $ en compensación por la segregación. Roosevelt se ufanaba, años después, declarando “Yo tomé la Zona del Canal mientras el Congreso debatía”. Para garantizar el despojo, en la Constitución de la nueva república de Panamá, redactada en 1904, se incluye un artículo que faculta al gobierno gringo a intervenir militarmente cuando Washington lo estime necesario. Este, se puede decir, que fue el inicio de la llamada “diplomacia del dólar” combinando la fuerza militar con la mayor potencia económica que permitía, a través de los dólares obtener el control de países enteros.
Roosevelt, antes de ser proclamado como 26º presidente, siendo aún vicepresidente con McKinley, ya había aprendido la lección de cómo tratar a los mestizos del patio trasero. Fue cuando se aprobó en el Congreso USA la infame “Enmienda Platt” que obligó a los cubanos a incluir en su Constitución el derecho de los gringos a intervenir en los asuntos cubanos cuando lo estimaran conveniente, además de obligarles a ceder en arrendamiento perpetuo lo que hoy es la Base Militar –además de inmunda e ilegal prisión secreta- de Guantánamo. Los constituyentes cubanos se vieron obligados a incluir en la Constitución de la naciente República, entre otros del mismo cariz, puntos tan infames como este Artículo III:…el Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos pueden ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido impuestas a los EE.UU. por el Tratado de París y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el Gobierno de Cuba.” Con este aprendizaje no es raro que sea Roosevelt el autor del siguiente corolario a la Doctrina Monroe.
La enmienda –corolario- de Roosevelt, formulada y aprobada en el “Discurso del Estado de la Unión” ante el Congreso el 6 de diciembre de 1904, afirma que, si un país latinoamericano o caribeño que esté bajo la influencia de los EE.U U. amenaza o pone en peligro los derechos y/o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el gobierno USA está obligado a intervenir en los asuntos internos del país “descarriado” para “reordenarlo” –términos usados en el original- restableciendo los derechos y patrimonios de los ciudadanos yanquis y sus empresas. Theodore Roosevelt, con esta enmienda, solo daba carácter y cobertura legal a lo que ya practicaba. Meses antes, en febrero de ese 1904, en la República Dominicana, sumida en medio de la contienda civil entre jimenistas y horacistas, y con Santo Domingo cercado por los jimenistas, el remolcador de guerra “USS Yankee”, en protección de un mercante gringo –el Colombia- que trataba de romper el bloqueo, es tiroteado por los jimenistas. En respuesta inmediata, el vicealmirante Ch. Sigsbee ordena al crucero “USS Olympia” y al “USS Newark” bombardear Pajarito y Villa Duarte que quedan totalmente destruidos, mientras que desde el “USS Columbia” desembarcaban las tropas que, durante tres días, ocupan parte del país, fusilando en Bayaguana al general jimenista Nicolás Arias (Masana) antes de terminar esa primera intervención en Dominicana. Theodore Roosevelt declara al respecto que los EE.UU son “el gendarme del Caribe”. Nadie supo nunca el número de muertos que causó el bombardeo y la incursión.
Con el mismo Roosevelt en la presidencia yanqui se produce la segunda intervención gringa en Cuba. Estrada Palma alcanza su segunda presidencia de forma fraudulenta en los comicios de 1905 con la repulsa de sus propios compañeros de antaño, incluido Máximo Gómez. La oposición se alza en armas en la llamada “Guerrita de Agosto” y Estrada Palma solicita ayuda a Roosevelt. Otra vez las tropas gringas invaden la isla y el Secretario de Guerra de los EE.UU., William Taft, suspendió las funciones del Congreso y asumió todas las competencias gubernativas y legislativas para“todo el tiempo necesario para restaurar el orden, la paz y la confianza pública” y, desde luego, para salvaguardar los más de 200 millones de pesos de las propiedades gringas en la isla, que al final de la guerra con España malamente alcanzaba los 50 millones. Taft nombró a Charles E. Magoon como Gobernador provisional de Cuba mientras durara la intervención directa. Se inauguró así la etapa de mayor corrupción, sobornos y represión desde las guerras con España –se llegó incluso a traer esquiroles gringos para frenar las huelgas obreras- que duraría hasta 1909 con la elección del general José Miguel Gómez a la presidencia. En realidad habrá que esperar a la Revolución cubana de Fidel Castro para eliminar el control gringo sobre la isla.
La política del “Big Stick” gringa se extiende por toda la presidencia Roosevelt. En 1907 fuerza al gobierno dominicano para que ceda a los EE.UU. la recaudación de todos los ingresos aduaneros, saqueo que duraría hasta 1940. En Panamá, en las elecciones de 1908, de nuevo el Secretario de Guerra W. Taft amenaza que “Si el fraude irrumpe en las elecciones y surgen diferencias sobre quién o quiénes constituyen la autoridad, surgiría la necesidad, en virtud del tratado vigente, de que nosotros determinemos quiénes fueron elegidos legalmente y reconocerlos” amenaza reforzada con la presencia en las costas panameños de la flota gringa, los acorazados “Idaho” y “New Hampshire” en la costa atlántica y el “Praisie” y el “Tacoma” en la pacífica. Como resultado el candidato Ricardo Arias se retiró de los comicios declarando en un comunicado al país que lo hacía porque “Intento salvar a la república de la ocupación estadounidense”.
En realidad es con Theodore Roosevelt cuando comienza el imperialismo gringo a extenderse fuera del patio trasero para adquirir carácter universal. Como ejemplos valen su intervención como mediador para acabar la guerra ruso-japonesa por el control de Manchuria y Corea, actuación que le permitió ser el primer gringo en ser nombrado Premio Nobel, en este caso de la Paz, que volvería a alcanzar otro belicoso gringo “pacifista” como fue Henry Kissinger. La demostración del poderío universal USA fue la “Gran Flota Blanca” formada por cuatro escuadras navales de combate integradas, cada una, por cuatro acorazados con el correspondiente acompañamiento de una escolta de cruceros, destructores, cañoneras y barcos auxiliares. La flota blanca –el nombre le viene de sus cascos pintados de blanco con orlas doradas en la proa- entre diciembre de 1907 a febrero de 1909 realizó la circunvalación del globo en distintas rutas cada una de ellas para demostrar el poderío yanqui. Vale recordar que el canario –de La Laguna- Juan Bautista Antequera Bobadilla, al mando de la fragata blindada “Numancia” fue el primer marino que circunnavegó el globo al mando de un buque de guerra, episodio que glosó el también canario Benito Pérez Galdós en uno de sus “Episodios Nacionales”
William Taft sucede a Roosevelt como 27º presidente y, junto a la continuidad del Big Stick que propicia que en 1911 acantone 20.000 soldados en la frontera con México y despliegue la armada frente a las costas de la Baja California, siempre con el pretexto de “proteger a los ciudadanos norteamericanos”, desarrolla la llamada “diplomacia del dólar” desde el inicio de su mandato. Su primer movimiento fue comprar a los banqueros ingleses toda la deuda pública, interna y externa, de Honduras que pasa a ser una neocolonia gringa para medrar a sus anchas las grandes compañías fruteras yanquis: la United Fruit Company y la Standard Fruit Company.
Y tras Honduras, Nicaragua. Las relaciones con Zelaya, presidente nicaragüense por el Partido Liberal desde 1890, se habían agriado por la decisión USA de construir el Canal transoceánico por Panamá. Roosevelt ya había intentado deshacerse de Zelaya apoyando a la minoritaria oposición conservadora y colocando sus barcos de guerra en el Golfo de Fonseca. Con la llegada a la presidencia de Taft, el Secretario de Estado gringo Philander Knox mostraba su decisión de intervenir directamente en Nicaragua si la actuación de la “diplomacia del dólar” no daba resultado. Bloqueó los préstamos ingleses a Nicaragua y apoyó a los plataneros gringos establecidos en la Costa de los Mosquitos-recién liberada de la presencia inglesa- donde el gobernador Estrada Morales se había alzado contra Zelaya. Estrada, para ello, recibió de los plataneros gringos un millón de dólares en ayuda y, de manos del cónsul yanqui, Linard, 50.000 $ y 2.000 fusiles. La flota USA bloqueo las costas para impedir a Zelaya que desembarcara tropa, al tiempo que presionaba a Guatemala a apoyar la rebelión como efectivamente hizo con armas y municiones. La rebelión terminó triunfando gracias al apoyo gringo y llevó, tras variadas vicisitudes, a Estrada a la presidencia con Adolfo Díaz de vicepresidente. El nuevo gobierno entregó por completo el control económico a los estadounidenses y Taft nombró a Thomas Dawson –el que había gestionado para los yanquis el “protectorado” de la República Dominicana- como asesor especial. Dawson obliga al nuevo gobierno a solicitar un elevado préstamo yanqui para rescindir los monopolios que había establecido Zelaya y para pagar a los inversores extranjeros, préstamo avalado por los ingresos aduaneros del país que pasaban así a manos estadounidenses.
La situación interna de Nicaragua hacia 1911 se hizo insostenible para la población y la pugna conservadores vs. liberales amenazaba con impedir el pago de la deuda a USA. Un golpe de estado obliga a dimitir a Estrada y lleva al vicepresidente Díaz a ocupar la presidencia con el respaldo de Washington. Adolfo Díaz era un administrador de empresas, contable jefe de la empresa minera “La Luz and Los Ángeles” – propiedad de Knox- a la que Zelaya había amenazado. Contra su gobierno tiránico, que había llevado al país a niveles de pobreza y endeudamiento inauditos, se alzó el que fuera su ministro de defensa Mena Vado coaligado con el caudillo liberal Benjamín Zeledón. La rebelión fue aplastada por las tropas gringas – unos 2.700 infantes de marina y marinos- que invadieron el país. Al año, en 1912, el presidente Taft declara que “No está lejos el día en que tres estrellas y tres franjas en tres puntos equidistantes delimiten nuestro territorio; una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. El hemisferio completo de hecho será nuestro en virtud de nuestra superioridad racial, como ya lo es moralmente”
El gobierno USA establece sobre Nicaragua un protectorado. Asume la función del Banco Nacional, de las aduanas, de los ferrocarriles que comunicaban los dos océanos y, en general, de toda la economía del país en desarrollo pleno de la Dollar Diplomacy combinada, como no, con el garrotazo y tente tieso. Las elecciones se amañaban, se prohibía la presentación de candidatos que no fueran conservadores y pro-.gringos y el expolio y control político-económico continuó, con permanentes enfrentamientos entre liberales y conservadores auspiciados y controlados por el gringo invasor a su conveniencia hasta 1927, cuando USA disponía en ese entonces de más de 2.000 marines en el territorio y cuando el presidente yanqui John C. Coolidge designa al que fue Secretario de Estado con Taft, Henry Stimson, como supervisor en Nicaragua. Stimson impone de nuevo a Díaz como presidente títere y organiza la Guardia Nacional como única fuerza armada legal en el país que, además de sumamente onerosa para los gringos, era profundamente impopular. La Guardia Nacional y el ejército yanqui fueron incapaces de frenar a las guerrillas del liberal Augusto Cesar Sandino en una guerra antiimperialista que duró desde 1927 a 1933 en la que intervinieron más de 5.000 soldados yanquis con marina y aviación incluidas. La lucha de Sandino causó un efecto demoledor sobre la imagen gringa no solo en Latinoamérica sino a nivel internacional, por lo que el presidente H. Hoover, en enero de 1933 decidió retirar las tropas invasoras en el mismo día que el liberal Sacasa en coalición con los conservadores ocupara la presidencia nicaragüense. La coalición alcanza con Sandino, una vez salidas de Nicaragua las tropas gringas, un acuerdo de paz en febrero de 1933, pero el control gringo no acaba ahí.
La Guardia Nacional queda en manos de Anastasio Somoza, “Tacho”, que monta un complot para asesinar a Sandino en 1934. En 1936, el presidente Sacasa es derrocado por Somoza en un golpe militar instaurando la dictadura más represiva y cleptómana de la historia centroamericana, hasta el punto que, según decía Tacho Somoza, “Que yo sepa, solo tengo una Hacienda y se llama Nicaragua”. El gobierno gringo de Eisenhower sustentó todo el tiempo al régimen somocista, hasta el punto que el propio Tacho declaraba “Pienso permanecer no menos de 40 años, pero si los EE.UU. me hicieran la menor insinuación de abandonarme, lo haré inmediatamente, pidiendo solamente garantías completas para mi persona”. Se instaura así la que él mismo definió como “La política de las tres P”: “Plata para los amigos, palo para los indiferentes y plomo para los enemigos”. Desde luego que el gringo lo conocía bien. Recordemos que el Secretario de Estado de Roosevelt –y el propio Roosevelt- decían de él: “Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”
Roosevelt en 1939 invitó al dictador y a su esposa a los EE.UU. En Nueva Orleans, la Universidad Estatal de Luisiana lo declaró Doctor Honoris Causa en Leyes y a su llegada a Washington lo recibió el propio presidente, el vicepresidente, todo el gabinete presidencial y el presidente de la Corte Suprema de Justicia, todos ellos con sus respectivas esposas. Se llevó a cabo en honor del dictador una gran parada militar con más de 1.500 tropas diversas desfilando, 30 tanques de guerra, tropas y piezas de artillería, todos sobrevolados por 9 superfortalezas volantes.
La terrible dictadura somocista perdurará más allá de la muerte de Tacho Somoza a consecuencia del atentado llevado a cabo en León por el poeta Rigoberto López Pérez. Fue transportado herido en un avión militar enviado por el entonces presidente Dwight Eisenhower a un hospital militar de la zona del Canal de Panamá donde, por error médico, murió, pero habrá que esperar al FSLN para acabar con sus retoños Luis y Tachito que, ante la sublevación popular triunfante, huyen en la madrugada del 17 de julio de 1979 hacia Miami.
(Fuente: El País Canario / Autor: Francisco Javier González)
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