Nueve detenidos en Madrid, Valencia y Bilbao acusados de apoyo al PKK

La Policía Nacional ha detenido la madrugada del miércoles a nueve presuntos “miembros de la red de captación, adiestramiento e integración en el aparato militar del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)”, un grupo armado nacionalista kurdo que lleva luchando contra el Estado turco desde 1984, según ha informado el Ministerio del Interior en un comunicado.
Los agentes han realizado registros simultáneos en 11 localizaciones en Madrid, Valencia y Bilbao. Ocho de estos detenidos son de nacionalidad española, según ha confirmado el director general de la Policía, Ignacio Cosidó.
Sin embargo, la formulación de la acusación es problemática. Para la Unión Europea, el PKK es una organización terrorista, desde que en 2004, al hilo de la nueva atmósfera creada por la guerra contra el terrorismo de la Administración Bush tras el 11-S, el Gobierno turco lograse incluirla en las listas de terrorismo del Consejo de Europa.
La campaña guerrillera del PKK en Turquía, junto a la respuesta del ejército y las fuerzas de seguridad turcas, a menudo brutal, ha provocado alrededor de 40.000 muertos en un sangriento conflicto que dura ya más de tres décadas. Con la legislación europea en la mano, cualquier persona relacionada con el grupo puede ser juzgada por asociación con banda armada.
El contexto actual de violencia complica aún más las cosas. El pasado verano, el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, por motivos electoralistas, hizo todo lo posible por enterrar unas negociaciones de paz con la guerrilla kurda que habían despertado grandes esperanzas en turcos y kurdos. Desde entonces, Turquía ha intensificado los esfuerzos diplomáticos para que sus socios europeos actúen contra las redes de la organización en suelo europeo: en lugares como Alemania, Holanda y Bélgica, el grupo mantiene no solo importantes bases de apoyo y reclutamiento, sino también estructuras de recaudación -cuyas contribuciones no siempre son voluntarias- y propaganda.
También se ha incrementado la represión en la propia Turquía, con episodios vergonzosos como el procesamiento de más de un centenar de académicos bajo cargos de “propaganda terrorista” por firmar un manifiesto pidiendo el final de las operaciones militares en las regiones kurdas del sureste del país, y se ha producido un incremento de denuncias por torturas a sospechosos, según Amnistía Internacional.
No obstante, decir que los detenidos en España formaban parte de una red “del PKK” puede inducir a confusión. Por lo que se sabe hasta ahora, los acusados eran miembros de organizaciones de extrema izquierda que habrían contribuido a enviar voluntarios a las regiones kurdas del norte de Siria en su lucha contra el Estado Islámico, integrándolos en las llamadas milicias YPG.

Las YPG, nacidas bajo el ala del PKK
La relación entre las Unidades de Protección Popular (YPG) y el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) es innegable: estas milicias fueron creadas por iniciativa del Partido de la Unión Democrática (PYD), la rama siria del PKK. Pero hasta el inicio de la guerra civil, a diferencia de este, el PYD era un simple partido político, que no contaba con una facción armada. En Siria, tanto la geografía como la política aconsejaban una estrategia diferente: el territorio es totalmente plano, sin montañas como las que permiten las operaciones guerrilleras en Turquía o Irán; y el régimen de Hafez Al Asad, padre del actual presidente sirio, protegía al PKK como herramienta en su enfrentamiento con Ankara, por lo que a la organización no le convenía airear demasiado la grave discriminación a la que Asad sometía a los kurdos de Siria.
La guerra lo cambió todo: ante las dificultades de Damasco para mantener el control en amplias zonas del país, los nacionalistas kurdos de Siria comenzaron a organizarse en las regiones del norte, edificando un embrión de Administración estatal en Rojava, el Kurdistán sirio.
Las milicias YPG, creadas entonces para proteger este experimento territorial de cualquier enemigo, fueron entrenadas y armadas por el PKK, cuyos experimentados combatientes formaron parte de las primeras unidades (en 2011, se calculaba que hasta un 40% de sus miembros era de origen sirio). Al principio, las YPG trataron de permanecer al margen del enfrentamiento entre el régimen y las diferentes facciones insurgentes, pero cuando diversos grupos yihadistas trataron de expandirse a las zonas bajo control kurdo, estas milicias entraron en guerra.
El episodio más significativo fue el cerco de la ciudad de Kobane, “el Stalingrado kurdo”, donde la guerrilla resistió a la desesperada durante meses los embates del Estado Islámico. La situación provocó una oleada de solidaridad, especialmente entre grupos de la izquierda europea, algunos de cuyos miembros acudieron a combatir en Rojava. Entre ellos hubo varios españoles, como el célebre ‘camarada Paco’, detenido brevemente por las autoridades españolas a su regreso a nuestro país.
Al final, los bombardeos de la coalición internacional liderada por EEUU lograron hacer retroceder al Estado Islámico. Y esa es una de las grandes paradojas de la situación actual: las YPG han sido la fuerza bélica más eficaz sobre el terreno, con mucha diferencia, a la hora de enfrentarse a los yihadistas.
Desde 2014, el ejército y los servicios de inteligencia estadounidenses cooperan más o menos abiertamente con los guerrilleros kurdos, que proporcionan información y marcan objetivos para los aviones de la coalición, a pesar de que el PKK está en la lista de grupos terroristas del Departamento de Estado desde 1997.
“No consideramos a las YPG una organización terrorista, y estas han demostrado su éxito en la lucha contra el ISIS en Siria”, afirmó el portavoz de Estado, John Kirby, en septiembre de 2014. Para justificarlo, Washington se escudó en la sopa de letras de estos grupos: “El Partido de la Unión Democrática es legalmente un grupo diferente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán”, aseguró la viceportavoz, Marie Harf, al día siguiente.

Los kurdos, excluidos de Ginebra
Ankara, sin embargo, no acepta dicha distinción. El Gobierno turco ha dicho que si el PYD participa en las conversaciones de paz sobre Siria (previstas en Ginebra para este viernes), Turquía se retirará de las mismas, lo que aseguraría su fracaso. EEUU y Francia se han plegado a la exigencia turca, pero el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, asegura que “no se puede lograr una solución definitiva en Siria” si se excluye al PYD.
Al Ejecutivo de Erdogan le preocupan las conquistas de las YPG, que tras la toma de la localidad de Tel Abyad -el principal paso fronterizo con Turquía que controlaba el Estado Islámico- lograron conectar los cantones de Yazira y Kobane, y podrían tener en mente seguir avanzando hasta Afrin, uniendo todos los territorios de población kurda en una sola entidad. El problema es que los habitantes de la región de Jarabulus, entre Kobane y Afrin, no son kurdos sino árabes.
Turquía ha dejado claro que “no tolerará” que las YPG crucen al oeste del río Éufrates, pero en la práctica es poco lo que puede hacer sin lanzar una invasión militar en toda regla. Para solucionar este problema, Estados Unidos ha promocionado la creación de una facción militar denominada Fuerzas Democráticas Sirias, que integra a las YPG y a algunas milicias árabes moderadas apoyadas por Washington, para que ejerza de elemento de choque contra el ISIS sin ser percibida como ocupante por la población civil árabe en caso de que, por ejemplo, se lance una operación para reconquistar Raqqa, la capital yihadista en Siria.
La renovada legitimidad que la lucha contra el Estado Islámico ha otorgado a los luchadores kurdos horroriza a Turquía, que ha redoblado la apuesta, criminalizando a quienes se alían con aquellos. Pero el PKK se ha cuidado siempre mucho de atacar intereses europeos, y los motivos que podrían justificar su inclusión en las listas de grupos terroristas de la UE -la comisión de atentados en Turquía- son muy diferentes a las acciones de las milicias kurdas en Siria, que se han limitado a combatir a los mismos grupos yihadistas que tratan de matar ciudadanos occidentales en todo el planeta.
Como hemos visto, la argumentación turca de que el PKK y las YPG son “la misma organización terrorista” no es aceptada por Estados Unidos, y es cada vez más discutida en algunos parlamentos europeos, como el alemán. Por el momento, ninguno de los voluntarios europeos que han viajado a Siria para luchar contra el ISIS se ha visto implicado en operaciones violentas a favor de la causa kurda en Turquía u otro país de Europa. Si no han recibido pagos significativos por sus actividades, resulta también difícil acusarles de mercenarios, algo que sí prohíbe la legislación internacional.
A pesar de ello, países como el Reino Unido y Holanda han comenzado a arrestar y condenar a algunos ciudadanos que han combatido con los kurdos en Siria, bajo cargos de “terrorismo” o “asesinato”. Para estos gobiernos, hay una diferencia sustancial entre estos individuos y los soldados de sus países que entrenan a los combatientes kurdos peshmerga en el norte de Irak, a pesar de que comparten el mismo enemigo.

(Fuente: El Confidencial)

Francisco Campos

Francisco Campos

Nació en Sevilla en 21 de julio de 1958. Trabaja como administrativo. Es autor del libro "La Constitución andaluza de Antequera: su importancia y actualidad" (Hojas Monfíes, 2017).

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